Toros feos, sin remate, escurridos, haciendo gala de culatas de pollo, grandullones y, a fin de cuentas, mal hechos y de mala presentación.
"¿No tendría el ganadero otra cosa mejor para venir a la primera Plaza del mundo?", comentaba alguien. "Seguro, pero están reseñados para Pamplona y para Francia", contestaba otro más.
"Se la llevan adonde se la pagan bien, y punto", apostilla un humilde servidor. La primera Plaza del mundo... ¡¡Pues no queda eso lejos ni nada!!
Las hechuras de los toros hablaron por sí solas, y todo lo malos que eran para los ojos, también lo fueron para el paladar de los aficionados, que tan amantes del picante y el sabor fuerte, fueron sorprendidos por una dulzura bastante amarga. Y es que la casta, el empuje, el poder, la bravura y todas esas cosas que en esta tarde se esperaba, se la dejaron los seis toritos en casa. Ni se emplearon en varas, ni pusieron en grandes apuros a los lidiadores, ni hicieron que la emoción llegara a los tendidos, ni ná de ná. Más al contrario, el sopor se adueñaba de la plaza a medida que los toros iban siendo evacuados del ruedo por el tiro de mulillas. Pero de esto no tienen culpa solo los toros, pues los seis, sin excepción, tuvieron faena y se podría haber estado con ellos muchisimo mejor de lo que estuvieron Manuel Escribano, Juan del Álamo y el confirmarte Juan Leal. Porque todo lo que tuvieron de descastados y de feos, lo tuvieron los seis aldeanuevas de tontorrones y de animalitos dóciles. ¿Qué más querrá esta gente?
Manuel Escribano volvió a ratificar que lo suyo no es pegar pases bonitos al carretón de turno, que necesita de un toro que venda cara su piel y, a base de pundonor, poder con ellos. A los dos bombones que le cupieron en suerte esta mañana, además de banderillearlos de la forma más ventajista y vulgar que pueda haber, los aburrió con dos faenas en las que no se puso en su sitio ni de casualidad, no remató un solo muletazo donde hay que rematarlo, ni dejó el pico de la muleta quieto por un momento. Muy mala tarde la de Escribano, en resumidas cuentas.
Juan del Álamo es un genio de esto. El líder de la fiebre orejil que hay en Madrid. Todo un experto en cortar orejas y orejas y orejas la inmensa mayoría de tardes que pisa esta plaza. Y hoy no ha sido menos, faltaría más. Cortó una del inválido tercero, al cual los cuidados paliativos que recibió en varas y en banderillas le hicieron que se quedara ideal para hartarse a torearlo con la muleta sin sudar la gota gorda. Y Jonathan lo hizo, a su manera, pero lo hizo. Sin colocación, sin cargar la suerte, sin rematar los pases atrás, sin llevar al animal toreado... Vamos, lo que suele llamarse una faena al uso moderno. Y claro, como remató la faena por bernardinas, y hasta dio algunos cambiados de esos que tanto gustan a la concurrencia de sombra, la gente se volvió tan loca que se olvidó reparar en que la estocada fue un hermoso sartenazo caído y contrario. No importa, el toro rodó sin puntilla y un nuevo despojo cayó en manos de Juan del Álamo. Y vaaaaannnn....
El quinto fue ideal para terminar de calentar al personal con ese toreo tan característico de Juan del Álamo a lo 2.0, y abrirse de par en par la puerta (chica) grande. Pero no se hizo en ningún momento con el toro. Se le citaba y acudía al punto, se le dejaba el trapo rojo puesto y volvía, y así en unos veinte muletazos que Juan podría haber aprovechado mucho mejor. Trapazos desde la lejanía, falta de convicción, de mando, de temple... ¿Se vería con vértigo de tener la puerta (chica) grande medio abierta? ¿O es que no da para más? Quién sabe...
Confirmó alternativa el gabacho Juan Leal, y lo hizo con un toro complicado, de esos "con muchas teclas que tocar". Toro muy manso y rajado, que salía de cada muletazo mirando a los de las andanadas. Pero tuvo dos cosas: la primera, no se hizo el remolón ni una sola vez que se le citaba, siempre acudía con prontitud al cite y queriendo tomarlo por abajo; y segunda, en una de esas que el matador le dejó la muleta puesta, por puro azar eso sí, el animal repitió humillando, sin pensárselo ni por un instante y sin echar la cara arriba ni quedarse ensimismado mirando el tendido. Curioso, cuando se la dejaron puesta... No así en el resto de la faena, que fue una maraña de medio trapazos, tan pronto como embarcaba al toro en la muleta, pegaba el tirón y se la quitaba sin haber rematado el muletazo y sin llevarlo fijo en el engaño, algo así como "¿la ves? Ya no la ves...". Pero el animalito era llamado e iba sin pensárselo, y cuando se la dejaban puesta, volvía. ¿Quizás es que lo hicieron peor a lo que realmente era?
Cerró plaza otro animalito que no se lo pensaba dos veces cuando su matador le llamaba. Y repetía. Y si se le pegaba el trallazo a media altura, pegaba el tornillazo y se quedaba corto; y si se le corría la mano y hacía por alargar más el brazo, el animal iba más allá siguiendo la tela humillando. Qué cosas...
Leal, muy bisoño y ante un un lote harto complicado, lo único que acertó a hacer fue a dejar voluntad y pegarse el arrimón. Qué más se le podrá pedir...
Pedraza de Yeltes decepcionó esta tarde en la exprimera Plaza del mundo con un saldo carente de casta, poder, fiereza y bravura; a la par que pastueño, noble y con materia prima para estar bien a poco que se hicieran las cosas. Que no se hicieran, ya es otro cantar. La única ovación de verdad sentida y unánime fue para Marco Leal tras soplarle al primer toro de la tarde un soberbio par a banderillas.
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