jueves, 1 de junio de 2017

VIGESIMOSEGUNDA DE FERIA: ME CUENTAN QUE...

Ay los toritos artistas, tan minuciosamente seleccionados mediante la genética y tan cariñosamente criados durante casi cinco años para que después se pueda crear jarte, estar a gusto, disfrutar una barbaridad, torear como nunca se ha toreado y demás parafernalias propias de la Tauromaquia 2.0. Y el resultado de todo esto se condensa en espectáculos antitaurinos como el que han vivido los pobres infelices que se han dejado caer por Las Ventas para presenciar el festejo de esta tarde. Así me lo cuenta un buen amigo, quien, cuando le pregunto por las cosas lidiadas por Juan Pedro,  su contestación me recuerda a ET cuando decía "mi casa, mi casa": "chotooos, chotooos, eso eran chotoooooos".
Pues bien, chotos. Chotos, con el antiguo hierro del Duque de Veragua ahí plantado en la nalga derecha para más INRI, flojuchos y de puro trámite en varas, aborregados perdidos y desesperadamente descastados y atontados. Cinco chotos de Juan Pedro, siendo exactos, más un remiendo de Juan Manuel Criado que, a la postre, fue el menos malo de los seis, cayendo en manos de Cayetano en quinto lugar.

Chotos artistas, de Juan Pedro Domecq, para los dos guaperas del escalafón. Chotos comoditos y sin el más mínimo alarde, no fuera a ser que esos bellísimos semblantes les cambiara a los dos por tener un Toro de verdad cada uno delante, y a tomar por saco el dinero de muchas entradas de hoy.
A Manzanares, con todo su porte, todo su bello estilo, toda su esbelta figura, su forma de componer la figura, su colocación a veinte metros de los chotos, su (des)toreo hacia fuera y el hermoso bajonazo que pegó al cuarto toro como guinda al pastel, le fue dedicado el famoso Buuuuuuum, petardo. 
De Cayetano me cuentan que, además de tener en sus filas a un banderillero de lujo como lo es Iván García, ha derrochado naturalidad y torería, y hasta detallitos de calidad esparcidos en pequeñas dosis por el ruedo. Pero que torear, lo que se dice torear... Muy despegado, para que no se le manchara el precioso terno azul que gastaba se conoce, acompañando la embestida y rematando afuera los muletazos usando de forma descarada el piquito. "Es que si le comparamos con el hermano, este torea como Dios", me dice alguien. Y si mi tía tuviera dos ruedas y manillar, sería una bicicleta supongo. Ay...
Confirmó la alternativa Joaquín Galdós, quien como novillero, siendo muy cacareado por los amos y señores del mundo del toro como el paradigma del toreo, mostró en diversas ocasiones en esta plaza que lo suyo no es ser torero. Pues bien, en la tarde de su confirmación, lo ha ratificado. "Le viene grande esto de torear", me comentan. Nada nuevo bajo el Sol.

Y las últimas letras juntadas hoy, sirvan de homenaje a un gran torero que ha tenido que cambiar el oro por la plata, en un último episodio de injusticia, podedumbre, sinrazón y, sobre todo, mucha mala leche y mucha incompetencia por parte de quienes mandan aquí. El mundo al revés, los pegapases y los malos toreros copando los carteles de todas las ferias de España, parte de Francia y del otro lado del Charco, mientras el escalafón de oro pierde a los buenos toreros. Ojalá Sergio Aguilar gaste la plata tan bien como gastó el oro, y lo podamos disfrutar durante muchos años. Larga vida a Sergio Aguilar.

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