lunes, 16 de septiembre de 2019

MADRID Y LAS CORRIDAS CONCURSO: SERÍA BUENO QUE SE TOMASE COMO UNA COSTUMBRE

Muchos años atrás hay que remontarse para recordar la última corrida concurso celebrada  en la plaza de Madrid . Concretamente, habría que retroceder a abril del año 2009, domingo 19 para ser exactos. Aquella tarde despacharon entre Aníbal Ruíz, Jesús Millán y Sergio Martínez seis toros con los hierros de Juan Luis Fraile, Moreno Silva, Celestino Cuadri, José Escolar, Adolfo Martín y Pablo Mayoral. El de Adolfo, con un total de seis entradas al caballo, resultó ser vencedor aunque quizás no por ser el mejor de todos, sino más bien por ser el menos malo. Desde entonces, diez temporadas de larga sequía en cuanto a corridas concurso se refiere, demasiados años quizás teniendo en cuenta que la importancia de Madrid merece más festejos de este tipo. Novilladas concurso se dieron algunas temporadas con motivo de aquel "Ciclo de Encastes Minoritarias", y que resultaron ser una pantomina: el verdadero sentido de las corridas concurso siempre ha sido el de que cada ganadero mandara el mejor toro que hubiera en su casa, aquel en el que más confianza tuviera para llevarse el premio y todo el prestigio que supone ser vencedor de una corrida concurso de ganaderías. ¿Qué sentido tenía hacerlo en una novillada, festejo típico de lidiar deshechos? Al final, aquellas novilladas concurso que los taurodeltos confeccionaban se convertían precisamente en eso, en un concurso de deshechos de tienta. No tenían ningún sentido aquellas novilladas concurso, y ni muchísimo menos aliviaban el hambre del aficionado por las corridas concurso. Y por fin, tras años pidiendo por activa y por pasiva que se retomaran en Las Ventas las corridas concurso, el aficionado tuvo su ansiado caramelo el pasado domingo 15 de septiembre.
El plantel ganadero que se designó no podía tener mejor cara: hierros venerados por el aficionado madrileño como lo son Baltasar Ibán, Valdellán o La Quinta, el regreso a Madrid tras muchos años de ausencia de Murteira Grave o del encaste Pedrajas, de la mano del Marqués de Albaserrada; y la presencia de otra de las niñas bonitas de los aficionados más exigentes, Pedraza de Yeltes. Todo un lujo.

La corrida, como era de prever con esa retahíla de hierros, resultó ser entretenida y cargada de interés. Se vieron toros bravos, buenas peleas en varas, casta, dureza, emoción... Lo normal cuando el Toro está presente, vaya. Y bien es verdad que es el Toro quien más debe ofrecer, pero no es el único que ha de estar a la altura. Buena tarde de toros fue, cosa contraria si de lidiadores y de piqueros hay que hablar. Salvo las honrosas excepciones de César del Puerto con el capote ante el de Murteira Grave y de Jesús Romero tanto con el capote como con los palos, fue una tarde pésima la que ofrecieron los hombres de luces, tanto de a pie como de a caballo, de oro o de plata y azabache. Fundamental es durante la lidia de cualquier festejo esmerarse en las tareas lidiadoras desde que el animal salta al ruedo, pero esto es algo que se acentúa aún más si cabe cuando de corridas concurso se trata. Los seis piqueros que actuaron dieron una tarde más propia de seis vulgares matarifes que de un verdadero picador. Ya no es solo que ninguno hiciera la suerte con la más mínima corrección, ni que se mostrara destreza dominando la montura; es que no se señaló ni un solo puyazo arriba en toda la tarde. Ni uno. Todo marronazos, ninguno en el sitio. Ni tan siquiera existiendo un premio económico al mejor ejecutor de la suerte de varas se consiguió que los picadores salieran al ruedo con aires de motivación para lograr que el primer tercio fuera mínimamente decoroso. No, una vez más volvió a quedar muy en evidencia que en el escalafón de picadores actual es abundante la incompetencia y la mala leche, salvo dos o tres nombres que sí que suelen honrar a su profesión, y que por supuesto no estaban por Las Ventas el domingo. Y aunque pudiera parecer mentira, el premio al "Mejor Picador" no quedó desierto en una tarde donde tan pésimas suertes de varas se realizaron. Fue a parar a las manos de "El Legionario", encargado de picar precisamente al toro vencedor de la concurso, el de La Quinta (que se llevó tres puñaladas en mitad del espinazo, a eso premiaron).

No estuvieron tampoco a la altura, ni muchísimo menos, los lidiadores. Desorden durante la lidia, muchos telonazos de más y no menos pasadas en falso a la hora de clavar fueron la tónica general de las cuadrillas, y las bregas eficaces brillaron por su ausencia. A Javier Cortés, el hombre, apenas le dio tiempo a dejar su impronta, pues su percance ocurrió en los prolegómenos de la faena de muleta al primero de su lote. Si acaso, se puede decir que logró cumplir en lo básico, o sea poniendo en suerte al toro en las tres varas que tomó. A poco más le dio tiempo.
Quizás, lo de Fernando Robleño y, sobre todo, lo de Rubén Pinar sí fue para ponerse a cavilar más a fondo. En una corrida concurso de ganaderías se deben sentar unas bases cuyo peso recae en una cosa fundamental: todo para el Toro. Pararlo y fijarlo de salida, ponerlo en suerte (nada de relances), que entre al caballo las veces que hagan falta para calibrar su verdadera condición, bregas ordenadas, distancias oportunas para que los toros se luzcan lo máximo posible... ¿Todo eso ocurrió? Pues algunas a veces, y otras ni por casualidad. Ningún toro fue fijado de salida, algunas entradas al caballo fueron provocadas al relance (muy en especial los toros de Rubén Pinar), al de Murteira Grave y al sobrero de Rehuelga (que SÍ entraba en el concurso aun siendo sobrero) nos los privaron de verlos más veces ir al caballo, hubo mucho desorden entre las cuadrillas, algunos toros que sí demostron más potencial en los primeros tercios de la lidia se vinieron abajo repentinamente en la muleta y casualmente el matador de turno citaba muy en corto, sin darle sitio... Un completo desastre.

Y aun así, con este tipo de artimañas por parte de los lidiadores y piqueros, los seis toros, prácticamente del primero al último, tuvieron mucho interés y también mucho que torear. Al del Marqués de Albserrada apenas se le vio, pues pronto ocurrió el percance de su matador y Robleño lo despachó sin probaturas, aunque bien es verdad que lo poco que se le vio dio muestras de estar muy agarrado al piso, reservón y, además, su pelea en varas fue la más discreta de toda la corrida yendo esta de más a menos. El toro de La Quinta fue justo vencedor, bravo en varas y muy encastado y fiero en la muleta. Hizo también muy buena pelea el de Murteira Grave y Robleño se negó a una cuarta entrada aun siendo con el regatón, cosa que enfadó con creces al personal, y con razón además. Este de Murteira pareció en banderillas que iba a ser un portento embistiendo, pero duró muy poco en la muleta. ¿Poco fondo por parte del toro, o que Robleño no le dio sitio, le ahogó y tampoco hizo por tirar de él? He ahí la cuestión.

Las ganas de hacer algo relevante,  por muy pequeña que esta fuera, se las dejó Rubén Pinar en casa. Apático y descuidado en sus tareas lidiadoras, le dio igual ocho que ochenta a la hora de llevar a los toros al caballo y ponerlos en suerte; y tampoco quiso saber nada de su lote. El de Baltasar Ibán, muy discreto en varas, sí sacó más temperamento en la muleta; y el de Pedraza de Yeltes, que cumplió en varas, se comía la muleta por abajo y arrancándose con prontitud. A ambos no los quiso ni ver el matador. "Por desgracia me queda otro", contestó ante las cámaras cuando le recordaron que aún le quedaba por lidiar el de Valdellán que le hubiera correspondido a Javier Cortés, y esas palabras dijeron todo acerca de su actitud y su quehacer durante toda la tarde. El titular de Valdellán fue devuelto por inválido, y en su lugar salió un sobrero de Rehuelga que peleó con presteza y buena sintonía en el caballo, pero el matador se dio demasiada prisa en cambiar el tercio con tan solo dos entradas y nos privó de una tercera vara. ¡¡Y eso que el toro entraba dentro de concurso!! ¿Se puede tener mayor desfachatez? La pitada de parte del personal fue importante, y tampoco fue sin razón. El santacoloma fue pastueño, noblote y derrochó cierta sosería ya en el último tercio, y el matador se limitó a tirar líneas vulgarmente con la misma apatía de toda la tarde. Señor Pinar, si viene a Madrid a disgusto, ¿por qué no se queda en casa, se ahorra el mal rato, nos lo ahorra a los demás, y además le deja el puesto a otro compañero que de verdad quiera darlo todo y esté por la labor de hacer que sus toros también lo den todo?

Este fue el principal inconveniente de la concurso de Madrid,  y seguramente también de otras muchas: que no hay lidiadores capaces de meterse en la cabeza que hay que hacer todo en favor del toro, y que lo que este haga o deje de hacer puede ser igual de importante que la faena de muleta. La concurso del domingo dejó de ser deslucida principalmente porque hubo Toro, sí, pero aún mayor lucimiento pudo haber cobrado en el caso de contar con lidiadores capaces y montados competentes que le dieran sentido a los tres tercios de la lidia. No es tan difícil meterse en la cabeza que una corrida de toros se compone de dos tercios más, varas y banderillas, además del de muleta. Digo yo, vamos.

Sería bueno que, como bien dice el amigo Fran Díaz en su crónica del portal Toro de Lidia, con el tiempo y el trabajo de todos se llegase a institucionalizar en Madrid la corrida concurso, así como pasa en Zaragoza durante su feria de San Jorge, o en la plaza de Vic-Fezesanc. La base, si tomamos como tal la del pasado domingo, es buena, pero aún se podrian pulir varias cositas: lidiadores, mayor rigor en cuanto a la suerte de varas se refiere, y también buscar otra fecha que no coincida con las muchas fiestas patronales que se celebran alrededor de Madrid los fines de semana de septiembre. Madrid, primera plaza del mundo, lo merece.

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