¿A qué juega usted, señor Victorino Martín García? ¿Qué es lo que pretende? ¿A dónde quiere llegar a parar con su ganadería? No es enfado, señor Victorino Martín García. Tampoco es hastío. Ni siquiera desencanto. Yo, señor Victorino Martín García, lo llamaría más bien estar muy disgustado y confuso. Disgustado, señor Victorino Martín García, con una ganadería, la cual ha sido desde hace décadas referente para cualquier aficionado a los toros, que salvo contadas y muy honrosas excepciones (las cuales podríamos llamar asi a bote pronto Cobradiezmos, Pastelero o Vengativo), está en la tónica desde hace algunas temporadas de flojera, ausencia de casta, exceso de nobleza, ausencia más que notable de la suerte de varas, exceso de toreabilidad... Vamos, eso que cierto ganadero apodó en su momento como "Toro artista". Y confuso, querido y respetado señor Victorino Martín García, porque no entendemos a dónde quiere llegar a parar con todo eso. Bueno, igual, siendo honestos, le podría decir que esa confusión, por momentos, se transforma en un disgusto aún más fuerte cuando a uno le da por pensar que en realidad su meta es ver su ganadería anunciada en el mismo cartel que las figuritas contemporáneas. Pero es que a uno le resulta imposible creer eso. No, no puede ser.
Entonces ¿qué es, señor Victorino Martín García?
Hoy, esta tarde, en Madrid, en el mismo Madrid donde los toros criados y seleccionados por su padre (qepd) han engrandecido tantas veces esto de la Tauromaquia, ha dado usted un paso, otro más, que nos lleva a pensar que sí, que la realidad es que a usted le gustaría entrar en carteles más... ¿Glamourosos, como se dice en el mundo contemporáneo? Bueno, pues diremos "de campanillas", que queda más taurino. Es que la ausencia total de la más mínima gota de casta por parte de sus seis pupilos lidiados este Domingo de Ramos, señor Victorino Martín García, no deja lugar a otro pensamiento. Y créame, señor mío, que duele mucho ver cómo a un victorino le tienen que levantar el palo y medirle el castigo porque "no anda sobrado de fuerzas". O que el torero de turno se plante ahí delante y pegue mil trapazos de muchas formas y colores, y el animalico siga embistiendo con una docilidad tremenda, tanta como para creer que ahí hay uno de esos ejemplares de origen saltillo que en México se reparten para hacer no se qué mejor toreo de la Historia.
Y es que, señor Victorino Martín García, lo que mal empieza, no podía acabar de buena forma. Sí, lo digo por lo de ese primer toro que usted ha permitido que se lidiara con un boquete de tamaño considerable en el anca izquierdo, y el cual echaba más sangre que los dos puyazos que ha recibido, sea dicho de paso. De acuerdo, la dejadez de la Presidenia ha echado el resto, pero... ¿Dónde estaba usted para impedir que se cometiera semejante atropello? ¿Que no había más toros de su ganadería en los corrales que pudieran haberlo suplido para evitar que la corrida no se lidiara al completo? Bueno, ¿y qué? Se remienda con otro de otra ganadería, y aquí paz y después gloria, pero permitir que entre en el sorteo ¡¡y se lidie!!, un toro con una cornada, por muy "pequeña" y "poco aparatosa" que usted y los veterinarios de Las Ventas digan que sea, es cuanto menos VER-GON-ZO-SO. Por parte de usted, de la Presidencia, y de los veterinarios. Y el resultado no podía ser otro que el de un animal lisiado que muy poco, o más bien nada, ha permitido al de luces. Total, que "nos han robado un toro", señor Victorino Martín García. Así por las buenas.
La corrida empezó así de mal, y en ningún momento ha terminado de remontar. Con el segundo en el ruedo el viento ha empezado a molestar más de la cuenta, cosa que ha hundido a Pepe Moral en un mar de dudas y desconfianza que han hecho que el animal se pusiera a la defensiva y muy bronco. En otras condiciones y con un Pepe Moral más seguro, quizás el toro pudiera haber sido otro. Quizás...
Jiménez Fortes hizo amago de levantar la situación una vez salió al ruedo el tercero, pero todo quedó en eso mismo: intento. Buenas fueron sus verónicas de recibo, y en el primer tercio el toro se arrancó con prontitud y buen galope al caballo en las tres varas que tomó (la tercera, por orden de la Presidencia y contrariedad del matador, sea dicho de paso), cosa que fue suficiente para que la parroquia se pusiera en pie a aplaudir, sin calibrar antes en que debajo del peto, el animal pegó cornadas, hizo sonar el estribo y hasta hubo ademanes de quitarse el palo de encima. Vamos, lo que llega siendo una pelea de manso... Un manso que se dejó torear a placer y sin lanzar una sola mirada mala al matador. ¿Y lo consiguió el bueno de Saúl? Pues a ratos. Bien colocado en todo momento y sin echar el pie atrás, las primeras series, con la diestra, llevaron buenas intenciones pero muy pocos muletazos fueron limpios. El punto álgido de la faena llegó cuando el matador se echó la muleta a la zurda,y dejó una serie de naturales de mano baja, reposados y tirando de las embestidas hacia atrás de la cadera. El toreo, en una palabra. Cerró al toro Fortes doblándose de manera muy torera, y dejó un bajonazo que no fue impedimento para que cortara una oreja que, por tal estocada, nunca debió concederse. Y a un toro de dos. El vaso medio vacío, o el vaso medio lleno, según quien lo mire. O con tan solo dos gotas, que es como lo ve un servidor.
El cuarto, además de ser lo suficientemente flojo como para ir sobrado con dos picotazos, fue más noble aún y, por ende, mucho más tontorrón. Tanto, como falto de casta. Y el Cid, ante tal ejemplar, no pasó de aseado, correcto y sin decir absolutamente nada en una faena demasiado larga y carente de... De... De... De absolutamente todo.
Al quinto se le vio un ejemplar que acudía con prontitud a cualquier llamada, se desplazó con nobleza y en ningún momento tampocó osó a hacer extraño alguno. Un torete noble para poder estar bien ante él y pegar buenos muletazos, pero de nuevo se volvió a ver a un Pepe Moral que, muy molestado por el viento otra vez, estuvo muy desconfiado, sin asentar las zapatillas ni por casualidad, y sometiendo al animal a una hermosa colección de trallazos. Dos faenas calcadas las de Pepe Moral en esta tarde, una tarde que no fue la suya.
Cuando salió el animal que cerró plaza, los presentes tuvimos que mirar el hierro varias veces para cerciorarnos de que sí, que era de Victorino Martín. Aunque no lo pareciera. Más bien, parecía por sus hechuras y cara uno de aquellos coquillas antiguos de procedencia también santacolomeña, pero muy poco habitual en este hierro. Y el presunto victorino, que derribó la montura en la primera vara y cumplió más que el resto de sus hermanos en la segunda, aunque tampoco sin grandes alardes, volvió a regar el ruedo de nobleza, toreabilidad y más bien nada de casta. Fortes volvió a desaprovechar esta condición, pero está vez ni siquiera dejó la intención de hacer el toreo de verdad, como sí la dejo en su anterior comparecencia. Nunca en el sitio y siempre con la pierna atrasada, volvió a sufrir muchos enganchones y no fue capaz de rematar ni un muletazo atrás. Falló con la espada, y eso seguramente le hizo perder, como mínimo, que hubiera habido pañuelos pidiendo que abriera la puerta grande, la cual se hubiera antojado muy chica, siendo justos.
La temporada en Las Ventas ha empezado de tal forma, y esto se presume como una deliciosa metáfora de lo que va a ser el devenir de la temporada. Y el señor Victorino Martín García, a estas horas, seguramente satisfecho ante el juego ofrecido por sus toros. Si le vale esto, mal camino llevamos.
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