Después de los festejos de días anteriores donde la presencia del Toro, con su casta, su poder, sus dificultades y sobre todo su gallarda y arrogante presencia sobre el ruedo, en la novillada correspondiente a la Feria de Otoño ha tocado darse de bruces con la realidad que impera en la Fiesta de los toros actual, véase el medio toro bobo, flojo y aborregado. Adiós pues a la casta, a la emoción, a la importancia de la suerte de varas y, con ello, el buen hacer de algunos piqueros; adiós también a las lidias poderosas de unos subalternos. En definitiva, adiós a la Fiesta de verdad. Digámosle "adiós, ha sido un placer" a todo aquello, que han vuelto los pobrecitos animales con la misma casta y fortaleza que un animalista intelecto. Otra vez pobres animales revolcándose por el suelo como croquetas, otra vez la suerte de varas un mero simulacro, otra vez las lidias de alivio y cuidados patológicos con intención de cuidar. Sí, bienvenidos sean de nuevo el tedio y los aficionados que piden la hora deseosos de largarse de semejante espectáculo.
Así ha sido la infame novillada de El Ventorrillo que se ha lidiado en el festejo correspondiente a la Feria de Otoño madrileña, y sobre la que está todo dicho. Un asco de encierro, decían muchos a la salida de la plaza, echando mucho en falta lo de días precedentes en los que el Toro de verdad sí estuvo presente. Y es que, aunque sea repetirse, SIN TORO NADA TIENE IMPORTANCIA.
Tal lote de seis adefesios fue despachado a estoque por tres de lo que se llama "nuevos valores del toreo", y que la verdad si estos son quienes en un futuro no muy lejano serán el pilar fundamental del toreo, un servidor se pira de aquí a explorar el centro de la Tierra. Ellos, Jesus Enrique Colombo, Leo Valadez y Carlos Ochoa han hecho gala durante toda la tarde de una vulgaridad y un pegapasismo que los deja como discípulos muy adelantados de esos que andan por ahí con las paparruchas de que se torea mejor que nunca y tal. Y oiga, que igual se harán ricos con la gracia y se hartarán a torear por ahí y a ser famosetes (que no es poco, no es poco...), pero, a fin de cuentas, uno se deja sus cuartos en esto para ver TOREAR de verdad y ver lidiarse un TORO de verdad, no para que otros se hinchen a ganar millonadas a costa de la dichosa gracia.
Colombo, con su alternativa en Zaragoza vislumbrándose en el horizonte, ha vuelto a dar una imagen de torero bullidor y pudoroso, aseado y desangelado en sus muchas intervenciones capoteras, espectacular y muy aliviado con las banderillas, además de versionar dos formas distintas con la muleta: la de novillero sobrado y frío ante la babosa primera, y la de incapaz pegapases ante el complicado cuarto, animal con cierta exigencia que acudía pronto a los cites y embestía humillado y con recorrido. No se acopló con él el chaval, que se atascó en una faena larga y tan rebosante de trallazos como de falta de poder. Lo mejor de sí, que es su buen uso de la espada, tampoco terminó de asomar en esta tarde, con una estocada de buena ejecución al primero pero cayendo trasera, y otra al cuarto perdiendo el engaño.
Leo Valadez, que también tiene su alternativa próxima en Zaragoza, un servidor le recuerda mayormente por ser aquel quien en un día no muy lejano se atrevió a cuestionar, alcachofa a dos centímetros del morro, la afición de aquellos que consideran de más orejas precedidas de bajonazos (bajonazos así casi tan infames como los dos de esta tarde, sin ir más lejos). Y mucho tememos algunos que será por lo único que le recordaremos dentro de un tiempecito. Novillero al uso por tedioso, pesado y muy vulgar ante dos novillos que no fueron ni mucho menos la panacea, pero ante los que, al menos, se podía haber estado un poquito decoroso, sobre todo con la espada. Suerte en su próxima alternativa, la necesitará.
A los dos alumnos aventajados del tema ese que hacen llamar mejor toreo de la Historia, se sumó en esta tarde un novel aspirante a entrar en la cunvre de la Tauromaquia 2.0: Carlos Ochoa, quien hizo el paseíllo montera en mano, y que mandará en esto sin ninguna duda, así como mandan The Maestros de quien seguro habrá copiado esas formas tan perfileras, fueracachistas, hacia fuera todo y lo suficientemente retorcidas y toscas como para hacer sangrar por los ojos a quienes lo contemplan. Todo eso fue su mejor carta de presentación en esta tarde, dejando claro que él admira por encima de todo a los ases de la Tauromaquia 2.0. Un novillo, el tercero, que muy poco o nada tenía dentro, y con el que estuvo ahí delante una eternidad haciendo gala de un estilo con el que el mismísimo Joselito el Gallo de Velilla, el señor don Julián como le hacen llamar sus adeptos, llegaría a llorar de emoción. Tres cuartas de lo mismo con el que cerró plaza, el cual ofreció algunas arrancadas empalagosas las cuales pasó por ambas manos a su forma, aburriéndose de él hasta el novillo, que si le hubieran enseñado a hablar también le hubiera pedido la hora.
En pocas palabras sobre la actuación de los novilleros, baste con decir que los tres acabaron con el vestido de torear tan impoluto como cuando se lo enfundaron antes de salir a la plaza, lo que dice mucho sobre lo que dieron en esta tarde los tres.
Y aunque suene a lo de siempre, pena de otros chavales con tantos argumentos, o más incluso, que los de esta tarde, y que se han quedado en casita. Ya se sabe cómo funciona esto.
Mañana, más.
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