Es una verdadera lástima el haber llegado a este punto, pero así es y, además, es el fiel reflejo del cómo está el mundo de los toros en los días que corren. Cuando un presidente llega a ser el protagonista de la tarde por el trabajo correcto y riguroso que ha realizado, es que hay algo que se ha hecho verdaderamente mal desde un tiempo a esta parte. Sobre todo, puestos a comparar con sus colegas de palco.
Esta tarde en la plaza Madrid todos veníamos (todos me refiero a los pocos aficionados que había) con la mosca detrás de la oreja por varios motivos: que si una novillada de origen santacolomeño, que si un novillero que el año pasado dejó muy gratas sensaciones en esta plaza, que si otro que llegó a tirarse de espontáneo en este mismo ruedo también la temporada pasada reclamando una oportunidad, que si un inquilino nuevo en el palco presidencial... Vamos, que entre el atractivo de algunas cosas y el morbo de otras, se ha ido esta tarde a la plaza con mucha expectación. Eso ya es algo.
La novillada de Pablo Mayoral, remendada con dos ejemplares de doña Mercedes Figueroa y a la postre otrora hierro de la casa, ha distado mucho de lo que siempre se espera de la sangre de Santa Coloma: pastueños, flojos, sin poner en grandes apuros ni a los de luces ni a los del peto, y exentos de fiereza. Vamos, lo que llega siendo una novillada descastada. Mención aparte merece el precioso novillo corrido en último lugar y que, amén de huír de los caballos como alma que lleva el diablo, sí hizo gala de cierta casta en el tercio de muerte y recordó más a sus antepasados del Conde. También la merece el santacolomeño sobrero de Benjamín Gómez, corrido en cuarto lugar en sustitución de un pobre inválido. Su bella estampa era de por sí un espectáculo a ojos de cualquier aficionado, y aunque tuvo una discreta pelea en el primer tercio, no fue así su comportamiento en el último tercio. No fue este un novillo que se toreara solo, pues había que darle distancia y llevarlo por abajo cuidando de no pegar trallazos no excederse de muletazos. Demasiados para alguien que en el 2015 no se vistió de luces ni una sola tarde.
En el cartel de novilleros, tres chavales que se hacen llamar Gallo de Córdoba, David de Miranda y Juan Carlos Carballo, quien hizo el paseíllo destocado.
Sobre el primero, aquel señor que en la encerrona de Fandiño se tiró de espontáneo, con cero actuaciones en su haber la temporada pasada, apenas se puede decir nada de él. Solo desearle pronta recupración de la cornada que sufrió durante la lidia del cuarto.
David de Miranda, de Trigueros, es aquel chavalín que en una novillada de abril del año pasado dejó grandes esperanzas de cara al futuro. Pues la de ayer no fue su tarde, ni muchísimo menos. La faena al segundo novillo, tuvo muchos alardes en lo accesorio. Que si el péndulo para comenzar la faena, las bernardinas para cerrarla, los arrimones... Pero en lo fundamental se vio un novillero que no se puso en el sitio ni una sola vez, muy perfilero y sufriendo un mar de enganchones. El quinto fue un novillo en línea Buendía, tan bonito como pastueño, flojito y manso. ¡¡Pero muy manso, qué descaro gastó quitándose el palo en sus dos encuentros con el jaco!! Miranda no empezó la faena muy acertadamente, pues esos banderazos por alto no le hacen bien a ningún animal de lidia. Siguió su quehacer en la misma línea que en su primer turno, los trallazos se sucedían y el animal seguía embistiendo como si nada. A medida que pasaba la faena, pareció que se centró un poquito más y demostraba tendencia a rematar los muletazos atrás y con cierto gusto, lo que hizo recordar en pequeñas dosis al debutante de aquella tarde se abril que tanto nos sorprendió hace doce meses. Aun así, faltó mucho acople, y sobre todo temple. Ojalá lo de ayer en Madrid lo tenga presente para mejorar cosas de cara al futuro.
Y cerró cartel el vitoreadísimo (por los de su pueblo, faltaría más) Juan Carlos Carballo. Para hablar de este muchacho no puedo sino empezar hablando de sus trastos talla XXXXXXL. ¡¡Qué capote y qué muleta tan descomunales!! El Faraón de Camas hubiera sacado de ahí cinco capotes, y todavía le hubiera sobrado percal para tejerse un par de mudas de invierno. ¡¡La Virgen!! Con ese capote XXXXXXL recibió con algo que se parecían a las verónicas al tercero, un novillo de bonitas hechuras pero con cara de becerro y despitorrado desde por la mañana. El público, un público con el que el del capote XXXXXXL fletó por lo menos diez o doce autobuses desde su pueblo, aplaudió y gritó OLÉ como si Cagancho hubiera resucitado, y un servidor, que cada día tiene menos idea de esto, se quedó tal cual. La faena de muleta, muleta también XXXXXXXL, basta con decir que se movió por unos derroteros muy julianescos, y encima fue rubricada con un hermoso bajonazo. No fue impedimento para que los diez o doce autobuses fletados desde tierras extremeñas se volvieran locos de atar y pidieran el despojo como si se les fuera la vida en ello. Hasta con un pañuelo en cada mano algunos. ¿Y qué hizo el señor del palco? Pues imponer la seriedad y el rigor en la plaza de Madrid, y denegar tan verbenero trofeo. ¡¡Con un par, sí señor!! Ya era hora de que un presidente diera con sus decisiones la categoría que la plaza de Madrid realmente merece. No se puede regalar despojos por nada, y mucho menos después de matar a bajonazos. Y lo más descoyante de todo es que el chaval no va y se enfada. ¡¡Se enfada porque no le dan un despojo que nunca mereció!! Por Dios, que alguien de su entorno que sea un poco serio le diga que ayer lo suyo fue la negación del toreo, que no le hagan creer que ayer estuvo bien, que sólo le pidieron la oreja los muchos paisanos a los que regaló entrada. Háganle ese favor, que seguro que lo acabará agradeciendo.
La belleza del sexto novillo fue acompañada por cierta dosis de casta y emoción en casa embestida. El único de Pablo Mayoral que de verdad hizo recodar los reductos de Santa Coloma. Manso, pero encastado. Decir en favor del chaval de la muleta XXXXXXL que tuvo la amabilidad de darle sitio al toro y oportunidad de lucir ese buen tranco que sacó, pero la faena de muleta, de nuevo, hizo gala de esas maneras zafias del toreo moderno. Un novillo de ese estilo hubiera sido para reventar Madrid con veinte muletazos. Reventó al público que fletó los diez o doce autobuses, pero a lo que es Madrid, hablando de la afición de Madrid, los que pasan por taquilla todos los domingos sin mirar tan siquiera quién torea y quién lidia, sólo sentenciaron con los típicos "muy mal", "toreas desde Manuel Becerra" o "no te lo creas". Y gracias al Cielo que el señor del palco lo volvió a tener en cuenta y denegó lo que hubiera sido otra oreja de peñas y charanga. Y yo lo vuelvo a decir: niño, no te lo creas. Espero que alguien cercano a él le lea la cartilla y le ponga los puntos sobre las íes, porque de lo contrario no irá a ninguna parte como torero.
Debutó en el palco don Jesús María Gómez Martín. Y como ven, dejó alto el listón. Tuvo un pero: no hubiera pasado nada si al inválido segundo lo hubiera devuelto al corral, pero la rapidez con la que enseñó el moquero verde en cuarto turno y la cicatería que demostró negando despojos hacen tener grandes esperanzas en que la seriedad y el rigor volverán a la plaza de Madrid de la mano de este joven y nuevo presidente. Ahora solo falta verle en tardes isidriles de glamour y gente guapa, para comprobar si de verdad esto es realidad o un simple espejismo. Y que se ponga de acuerdo con sus otros compañeros y haya unión de criterios, porque lo que tampoco puede ser es que en el día de ayer un presidente se pusiera en su sitio, y el domingo que viene venga otro y dé los despojos como quien da calcetines y calzones en el rastro.
De los hombres de luces, destacar los dos buenos puyazos que Israel de Pedro propinó al primero. Así se pica, señores.
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