De todas las suertes que se ejecutaban antiguamente, los saltos aún se pueden apreciar en espectáculos taurómacos. El más famoso ha sido el salto de la garrocha, inmortalizado por Francisco Goya en su Tauromaquia y ejecutado limpiamente por expertos saltadores de otros tiempos, como Juanito Apiñani. Este salto, que hemos conocido en tiempos modernos gracias a algún torero (como los subalternos Aurelio Calatayud o Raúl Ramírez), o en espectáculos de recortadores, consiste en esperar al toro con la garrocha en posición levantada hacia el toro; cuando este llega a su jurisdicción, el saltador apoya la garrocha en el suelo para que apalanque el salto, que se ejecuta de cabeza a rabo, saliendo limpiamente de la suerte.
El salto landés, aún presente en distintos espectáculos taurinos, mantiene viva esta tradición en festejos que se celebran en plazas de toros. Es el presente y será el futuro de este tipo de saltos que se ejecutan a cuerpo limpio, que ejecutaron toreros que serían muy importantes, como Paquiro, Cayetano Sanz y, a modo de alarde, Joselito "El Gallo", que en tentaderos lo practicó muchas veces. Sin olvidar que Guerrita, en sus tiempos de aprendiz, también realizó esta suerte, llamada del trascuerno.
En la plaza de Madrid, en 1994, un espontáneo sorprendió por su destreza para ejecutar limpiamente un salto de cabeza a rabo sin mancharse. Resultó ser un torero cómico que reivindicaba atención a esta modalidad taurina.
Muy al uso en festejos populares y de recortadores están el salto del Ángel y el tirabuzón. Un experimentado saltador en estos festejos es Julián Gómez Carpio, de Morata de Tajuña, y que los ejecuta con enorme limpieza y espectacularidad.
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