Segundo domingo consecutivo que me da por cambiar la siesta, la piscina, los mojitos, la tumbona y el mamoneo por la dura piedra del tendido, la chicharra propia de agosto y el pertinente sopor. Vamos, como si en los carteles no hubiera anunciado uno de esos hierros que llevan ya unos añetes dándonos la murga en la exprimera plaza del mundo con su comportamiento borreguil, ni con ellos tres chavalines que apuntan maneras, sí, pero como vulgares torerines que solo saben dar pases, que no torear.
Pero ahí andaban cinco novillos de Martín Lorca y uno de Escribano Martín (monta tanto, tanto monta), feos como pegar a un padre, tan defectuosos como si el ganadero estuviera más preocupado de hacerse una limpia de desechos en los cercados que de mandar una novillada digna a la ex primera plaza del mundo, e insufriblemente descastados, tontorrones, tan flojitos como para mandar a toda la acorazada de picar a la fila del INEM y, en definitiva, malos a más no poder. La excepción de la norma fue el quinto, con tres cortijos y otros tantos descapotables en cada oreja, de dulce el animalito y para hartarse a torear. Por lo demás, no importa, en 2016 volverá a estar anunciada en Las Ventas la ganadería de Martín Lorca.
Los novilleros, Manolo Vanegas, Gerardo Rivera y Alejandro Marcos, vendía de ellos el programa de mano a unos chavales que dejaron un gran sabor de boca entre los aficionados a lo largo de este año en esta plaza. Pero claro, se conoce que el buen hombre que redacta el programa de mano no sabe distinguir entre aficionados y autobuseros - paisanos - palmeros, por lo que la sensación después de ver a estos chavalines de hoy es algo algo así como "pues si estos dejaron buen sabor de boca en su momento...". Ninguna de las seis actuaciones por parte de los novilleros tuvo el más mínimo interés, por mucho que Vanegas se sacara de la chistera, así por su cara bonita, saludos desde el tercio para responder cuatro palmas, cosa que provocó una fuerte pitada; por mucho que Rivera se diera la vuelta al ruedo por sus santas narices, creyendo quizás que eso de dejar ir un novillo de triunfo tuviera el más mínimo mérito, acabando con la cabeza agachada en su singular paseo por el ruedo y entre fuertes protestas. Y por mucho que Alejandro Marcos también quisiera saludar los pocos aplausos que le dieron a su pinturería, que no buen toreo. Qué tres pájaros, cómo saben que en el portal o panfleto de turno va a quedar muy bonito eso de que "dio la vuelta al ruedo" o "saludó una ovación". Pero la realidad se basó en un pegapasismo careciente de todo sentido y orden, burdo en ocasiones, pinturero en otras, y vulgar en definitiva. Como la inmensa mayoría, hasta los que son ricos en esto. Manolo Vanegas, además, tuvo que ser evacuado a la enfermería después de sufrir una espeluznante cogida durante las picas del quinto, y que afortunadamente solo quedó en un fuerte golpe y el susto.
Y de esta manera, quienes debieron ser protagonistas de la tarde, toros y toreros, cedieron todo el protagonismo al señor Manuel Pérez Moreno, torilero de la plaza, que ha aparecido en el ruedo, por obra y gracia de quienes quieren salvarnos hundiéndonos en la mierda, despojado totalmente de la singular vestimenta que llevan los buñoleros en la Plaza de Madrid desde hace más de cien años, y que ha dado paso a un traje de corto muy bonito y elegante que además le sentaba la mar de bien al hombre, faltaría más, pero muy poco o nada propio para nuestra querida plaza de Las Ventas. Cada vez que el torilero salía al ruedo, todo eran protestas e improperios que el pobre hombre, que seguro no tiene ninguna culpa de que algunos sean tan mamarrachos, aguantaba estoico. "Baja tú y aguántalo tú", debería haberle soltado el señor torilero a los que se les ocurrió semejante gracia.
Y al final, ni esto de cambiar el vestuario del chulo de toriles, ni hacer que los jacos salgan por la puerta de Madrid, ni dejar colgados en la barandilla los pañuelos que anuncian los despojos hasta finalizar el arrastre, ni el resto del paquete, valga la redundancia, de medidas adoptadas para "mejorar el espectáculo", nos salvaron de la falta de casta y poder de los novillos ni de los novilleros que no saben hacer la o con un canuto. Ni lo cambiará, seguro estoy, en fechas venideras. Para eso hay que meterse en otro tema que a los mandamases de la Fiesta no les interesa.
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