Pero claro, pasa que al frente de esa ganadería no sigue el mismo hombre que la aupó al Olimpo hace años, ni aquella zurda de oro está manejada por la misma cabeza. Y el resultado se ha condensado en un hermoso e indiscutible petardazo.
Victorino Martín, hijo naturalmente, ha venido a cumplir su compromiso madrileño con un auténtico saldo ganadero. Toros muy mal presentados, chicos, y que quedarían a la altura de los ratones ante cualquier novillada de las que se lidia en esta plaza. Solo el tercero, más digno, podría medio salvarse. En cuanto a juego, más de lo mismo. Toritos descastados, sin agresividad, no mordían ni buscaban los tobillos como lo hacían hasta no hace tanto sus ascendientes, ni ponían grandes dificultades a los de luces, ni empujaban al jaco, ni recordaban en nada a este mítico hierro. Era como si hubieran importado una corrida asaltillada del otro lado del charco, de esas que gustan a los maestros de la actualidad para hacer las Américas. Un desastre al fin y al cabo.
El Cid ha hecho el paseíllo entre grandes ovaciones y ha recibido el cariño de la plaza, para que se diera cuenta de que estábamos con él y que de él esperábamos muchas cosas, como bien nos las dio en su tiempo. Pero no, vimos a la triste caricatura de Salteras que tristemente acostumbramos en los últimos tiempos. Su labor con el capote fue inexistente en los seis toros que lidió, no entró en quites, empezó la tarde desconfiado y la acabó pasando mucho miedo, y además hizo varias jugarretas con el estoque. Aunque esto último, al fin y al cabo, ni extraña tanto en até hombre.
Para abrir boca, a su primero le recetó un comienzo de faena relajado y con mucha voluntad que fue muy celebrado, si hasta dejó un trincherazo más que estimable. Lo demás fueron muchos pases sin asentar las zapatillas y sin pasar esa línea que hay que traspasar para llegar al la verdad. Como a línea demás mató de un sartenazo en el número, escuchó los primeros pitos de la tarde. A esos pitos le siguieron más cuando apareció en segundo lugar un animalito que recordaba a los que lidian los chavales en eso del "Camino hacia Las Ventas". El matador, sin grandes esfuerzos y menos ánimo, pasó el trámite sin pena ni gloria ante el descastado y soso becerro. El tercero, como dije antes, sí podía ser más digno de llamarse le toro. Al menos a primera vista, porque el juego que dio fue de aunténtica oveja. Me pareció ver ante este toro a un Cid algo más asentado y con más seguridad al coger la muleta con la zurda, ya que dio algunos muletazos, como si se los diera al aire no obstante, con más voluntad de hacer el toreo. Pero serían imaginaciones mías supongo, y la cosa quedó en una nueva decepción.
Antes de que saliera el cuarto, aún no nos resignábamos a que no saliera un gran victorino y que un gran Cid diera la talla, pero de nuevo se hizo presente en el ruedo otro ejemplar de los del "Camino hacia Las Ventas". Que tampoco el animal es que fuera una alimaña de las que antes salían con la A coronada, pero los pobres banderilleros debieron creerlo, y fueron protagonistas de un esperpéntico tercio de banderillas con múltiples pasadas en falso, lanzamientos de jabalina, el ruedo regado de palitroques, y hasta una cornada en la axila a David "Pirri". Y como guinda al pastel, un funcionario policial en el palco cambiando el tercio con solo tres banderillas colocadas, y se quedaría tan pancho el hombre.
Al ver al Cid con andares cansinos irse hacia el toro, ya intuíamos poca gloria en este cuarto acto. Y así fue. Un abaniqueo para quitarle las moscas al toro, y rápido por la espada, que está muy feo engañar a la gente sobando y sobando al animal sin siquiera sacar una migaja.
La lidia del quinto toro no diste mucho del anterior. De nuevo los banderilleros volvieron a protagonizar otro verdadero ridículo con las banderillas. Tampoco se comía a nadie el pobre aninalito, pero pesaba mucho a los de luces el hierro que llevaba marcado a fuego. No quiero ni pensar qué hubiera sido esto si se hace presente la verdadera alimaña. Hablar de la faena de muleta a este quinto es remitirse a hechos anteriores.
Y para cerrar corrida y petardo, otro novillote que a algunos pareció otra cosa, pero debieron ser nuestras imaginaciones. Tito Sandoval fue muy aplaudido por una vara trasera, y Cándido Ruiz por dos pares de banderillas que no pasaron de solventes. El novillo parecía que quería más que el resto, pero la faena de muleta se basó en unos pases así como para abanicar al animal y rapidito a por la espada, por lo que nos quedamos sin ver al bicho calibrar su verdadera condición.
Una hora y cuarenta y cinco minutos después de hacer el paseíllo, Manuel Jesús Cid Salas abandonó el ruedo en medio de una fuerte pitada y lluvia de almohadillas, aunque algunos de sus nostálgicos partidarios quisieron despedirlo con aplausos, ellos sabrán por qué. Y Victorino Martín, García de segundo, que se piense bien adónde quiere llegar a parar con tan mítica ganadería que un día su padre puso en lo alto a base. A este paso, acabará en el purgatorio ganadero, y los aficionados solo querremos escucharla para rememorar el pasado.
El Cid ha hecho el paseíllo entre grandes ovaciones y ha recibido el cariño de la plaza, para que se diera cuenta de que estábamos con él y que de él esperábamos muchas cosas, como bien nos las dio en su tiempo. Pero no, vimos a la triste caricatura de Salteras que tristemente acostumbramos en los últimos tiempos. Su labor con el capote fue inexistente en los seis toros que lidió, no entró en quites, empezó la tarde desconfiado y la acabó pasando mucho miedo, y además hizo varias jugarretas con el estoque. Aunque esto último, al fin y al cabo, ni extraña tanto en até hombre.
Para abrir boca, a su primero le recetó un comienzo de faena relajado y con mucha voluntad que fue muy celebrado, si hasta dejó un trincherazo más que estimable. Lo demás fueron muchos pases sin asentar las zapatillas y sin pasar esa línea que hay que traspasar para llegar al la verdad. Como a línea demás mató de un sartenazo en el número, escuchó los primeros pitos de la tarde. A esos pitos le siguieron más cuando apareció en segundo lugar un animalito que recordaba a los que lidian los chavales en eso del "Camino hacia Las Ventas". El matador, sin grandes esfuerzos y menos ánimo, pasó el trámite sin pena ni gloria ante el descastado y soso becerro. El tercero, como dije antes, sí podía ser más digno de llamarse le toro. Al menos a primera vista, porque el juego que dio fue de aunténtica oveja. Me pareció ver ante este toro a un Cid algo más asentado y con más seguridad al coger la muleta con la zurda, ya que dio algunos muletazos, como si se los diera al aire no obstante, con más voluntad de hacer el toreo. Pero serían imaginaciones mías supongo, y la cosa quedó en una nueva decepción.
Antes de que saliera el cuarto, aún no nos resignábamos a que no saliera un gran victorino y que un gran Cid diera la talla, pero de nuevo se hizo presente en el ruedo otro ejemplar de los del "Camino hacia Las Ventas". Que tampoco el animal es que fuera una alimaña de las que antes salían con la A coronada, pero los pobres banderilleros debieron creerlo, y fueron protagonistas de un esperpéntico tercio de banderillas con múltiples pasadas en falso, lanzamientos de jabalina, el ruedo regado de palitroques, y hasta una cornada en la axila a David "Pirri". Y como guinda al pastel, un funcionario policial en el palco cambiando el tercio con solo tres banderillas colocadas, y se quedaría tan pancho el hombre.
Al ver al Cid con andares cansinos irse hacia el toro, ya intuíamos poca gloria en este cuarto acto. Y así fue. Un abaniqueo para quitarle las moscas al toro, y rápido por la espada, que está muy feo engañar a la gente sobando y sobando al animal sin siquiera sacar una migaja.
La lidia del quinto toro no diste mucho del anterior. De nuevo los banderilleros volvieron a protagonizar otro verdadero ridículo con las banderillas. Tampoco se comía a nadie el pobre aninalito, pero pesaba mucho a los de luces el hierro que llevaba marcado a fuego. No quiero ni pensar qué hubiera sido esto si se hace presente la verdadera alimaña. Hablar de la faena de muleta a este quinto es remitirse a hechos anteriores.
Y para cerrar corrida y petardo, otro novillote que a algunos pareció otra cosa, pero debieron ser nuestras imaginaciones. Tito Sandoval fue muy aplaudido por una vara trasera, y Cándido Ruiz por dos pares de banderillas que no pasaron de solventes. El novillo parecía que quería más que el resto, pero la faena de muleta se basó en unos pases así como para abanicar al animal y rapidito a por la espada, por lo que nos quedamos sin ver al bicho calibrar su verdadera condición.
Una hora y cuarenta y cinco minutos después de hacer el paseíllo, Manuel Jesús Cid Salas abandonó el ruedo en medio de una fuerte pitada y lluvia de almohadillas, aunque algunos de sus nostálgicos partidarios quisieron despedirlo con aplausos, ellos sabrán por qué. Y Victorino Martín, García de segundo, que se piense bien adónde quiere llegar a parar con tan mítica ganadería que un día su padre puso en lo alto a base. A este paso, acabará en el purgatorio ganadero, y los aficionados solo querremos escucharla para rememorar el pasado.
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