miércoles, 3 de junio de 2015

CUADRIS CON POCO Y A LA VEZ ALGO DE CUADRI

Bueno, creo que ya ha llegado el momento de dejar de hacer el payaso. Para eso ya tenemos a los de la alcachofa, a los del clavel, a los que solamente figuran, valga la redundancia; a los del biiiieeennnnnjjjjjj, etcétera etcétera etcétera, y que además lo saben hacer divinamente.

Hoy es para estar serio, porque a Cuadri, a la ganadería de los herederos de don Celestino Cuadri Vides, se le han juntado el hambre y las ganas de comer. Si ya de por sí esta escalera de corrida que nos ha mandado hoy don Fernando no ha venido con el poder, la casta y la fiereza que les son propios y que llevamos echando en falta unos años ya, encima se le han puesto por delante dieciocho señores, entre oro, plata, azabache y castoreño, que han terminado de chafar el asunto. Bueno, diecisiete, que para eso uno de los de azabache, llamado Ángel Otero, ha provocado las únicas palmas merecidas de la tarde.

Porque sí, los onubenses de la H han venido a Madrid muy desiguales. Primero, muy justito para la exprimera plaza del mundo, segundo y tercero con carita y cuerpecito de niño; quinto y sexto alardeando con orgullo su belleza, y un cuarto impresionante, de los que provocan palmas nada más aparecer por el portón de los sustos. Y de juego, pues si ya de por sí se han empleado muy poco en el caballo empujando con un solo pitón o quedándose dormidos bajo el peto, ahí estaban los futuros recolectores de la fresa para masacrarlos desde lo alto del jaco con puyazos en la paletilla, o casi en la penca del rabo, o hasta alguno rozando el número. Eso sí, ninguno (salvo el quinto, que ya salió de los toriles blandeando) ha perdido las manos, todos han salido de la montura persiguiendo los capotes y no huyendo, y hasta se han tomado la licencia de morir con la boca cerrada. Eso también dice mucho.
Y una vez que se producía esta masacre, o como se dice en mi pueblo, esta batería de argumentos a los inofensivos (para la integridad de la Fiesta) animalistas, ahí estaban los coletas para dar mil capotazos y ninguno bueno, pasando en falso al banderillear algunas veces, otras clavando solo una banderilla... Vamos, lo que llega siendo una mierda de lidia que a estos cuadris con poco de Cuadri les han venido como un tiro. Porque de Cuadri tenían muy poco, pero algo tenían ahí dentro, en lo más profundo de sus entrañas. Y aunque no rallando al nivel que siempre se espera de estos toros, tampoco eran los típicos chochones que los criadores de cámara de la Tauromaquia 2.0 nos ofrecen. Había que hacerse con ellos desde el principio, picarles con eficacia y brillantez, bregarlos con los estrictamente necesarios capotazos por bajo, y por supuesto, que el de oro (aunque uno ha calzado la plata hoy) lidiara y pudiera con ellos antes de ponerse a dar trallazos a media altura. Y de matar como Dios manda, ya ni hablamos.
El de plata y los de oro, llamados en confidencia Luis Miguel Encabo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar, han estado a cada cual peor.
Encabo no se hizo nunca con el que abrió plaza, que se aplomó en los primeros compases de la faena y que algo tendrá que decir al respecto el picador de turno. Con el cuarto se lució de salida a la verónica, ganando terreno al toro y llegando incluso a pararlo. Dejó a distancia en la segunda vara al bonito Castaño, que no estuvo muy por la labor de arrancarse, y hasta quiso dejar de banderillear para que su gran peón Ángel Otero se luciera y nos ofreciera un gran espectáculo. Lo consiguió a medias, ya que el primer par fue sensacional, pero en el segundo el toro le echó la cara y acabaron ambos palos en el suelo, lo que no fue impedimento para de de nuevo volviera a entrar a clavar con el tercio ya cambiado y a instancia de su matador, que sabía perfectamente lo que la afición quiere ver. Bien por Luis Miguel. Este Castaño fue el único de la tarde que tuvo casta de verdad y que vendió cara su piel, y con él en el ruedo la cosa pareció más una corrida de Cuadri de las que demandamos.El matador, simple y llanamente, sucumbió.

Fernando Robleño estuvo fenomenal, sí señor. Pero tapando a los toros. No les dominó, provocó con su toreo a media altura muchos tornillazos y gañafones, ahogó a los toros tirándose encima de ellos... ¿Sabe hacer otra cosa? Últimamente parece que no. Y además, acabó con el quinto de un hermoso sartenazo. Ay Robleño Robleño...

Alberto Aguilar también contó en su primer acto con un animal que, a estas horas, su alma estará deambulando por el mundo de los mortales para encontrar y pedirle cuentas a su piquero. Después de cinco o seis arrancadas, el animal se fue al garete, y Aguilar decidió no excederse mucho con la franela roja. No mejoró la cosa para el coleta con el toro que cerró plaza, el cual no puso las cosas fáciles, pero menos aún si se le quiere imponer la monofaena sin siquiera dominarlo, como si delante tuviera al típico peluchín mimoso que todo regalan.

A la salida, los gestos de tristeza y decepción eran evidentes en los rostros que quien esperamos más de una ganadería que tantas tardes de grandeza nos ha dado, e incluso algunos comentarios de que quizás a los de la H de Huelva no les vendría mal un año sabático en la feria de San Isidro. Así que ya sabe usted ganadero, si estima oportuno que su ganadería merece un descanso, póngase a la cola, que no es la única que lo necesita.

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