Y hete aquí que, tras estos largos tres meses y dieciocho días de paja en el ruedo y granito en el tendido, volvió la plaza de Madrid a presentar un buen ambiente. Sería la cosa del abono. O quizás Talavante, figura del toreo, triunfador del pasado San Isidro y torero respetado por la exigente afición de Madrid (algo tendrá el agua cuando se le bendice). O vaya usted el porqué. Primer festejo de Otoño en el que el bombo determinó una cita de Alejandro Talavante, Paco Ureña y Saúl Jiménez Fortes con los toros de Victoriano del Río, confeccionado así el azar un cartel rematado por los cuatro costados y del gusto de todos, a diferencia de los que suele confeccionar la mano del hombre feria tras feria y temporada tras temporada, monótonos y repetitivos hasta la saciedad. El destino quiso que Paco Ureña sufriera un grave percance hace días y tuviera que causar baja [#FUERZAPACOUREÑA], ante lo cual se tuvo que buscar sustituto que estuviera a la altura. El agraciado se llama Pablo Aguado, novillero puntero en su época y de Sevilla, y que se le dio la oportunidad de venir a confirmar su alternativa. Ya se dijo hace semanas, cuando se conoció el elenco de toreros que se someteríanal bombo, que de esta feria se habían quedado fuera toreros que habían hecho más méritos que algunos de los que sí estaban en la misma. Alguno de ellos, quizás, es quien hubiera debido ocupar la vacante de hoy, eso en el hipotético caso de que triunfar en Madrid siga sirviendo de algo en esto. Pero como donde hay patrón no manda marinero, se vio más pertinente contar con Pablo Aguado para esta vacante y, montera en mano y con un resplandeciente vestido blanco y oro, igual que un Niño Jesús, hizo el paseíllo esta tarde en Madrid flanqueado por Talavante y Fortes. Venía Aguado a jugarse gran parte de su futuro en esta tarde, pues poco ha toreado este año y su situación no era lo que se dice halagüeña, aunque ya se verá si esta le cambiará mucho después del despojo concedido esta tarde, visto lo visto y comentado lo comentado unas líneas más arriba sobre la utilidad de triunfar en Madrid y tal. Efectivamente, una orejita de verbena le cayó tras estoquear al sexto, de Victoriano del Río, ejemplar tan soso como descastado que iba y venía sin poner en serios aprietos al torero, quien realizó una faena pinturera y de muchas florituras, pero vacía de toreo puro, pulcritud y limpieza, así como repleta ventajismo y modos modernistas.
Más emoción y con menos sosería embistió el manso primero, el de la confirmación. Aguado se empeñó en sacarlo a los medios oponiéndose con terquedad a las condiciones del toro, que pedía tercio, por lo cual el toro desarrolló más complicaciones que de por sí tenía. El matador no fue capaz en ningún momento de correr la mano con suavidad y mandando ante el interesante ejemplar, por lo cual la faena quedó en nada. Sí movió los brazos con más suavidad y gracia sevillana de la que hace gala a raudales (otra cosa es saber torear) cuando se picó en quites con Talavante (quién quitó por poco decorosas gaoneras) en este primero, dejando algunos lances de bello trazo.
El resto del festejo, de un modo u otro, apenas más historia tuvo, al menos historia buena que contar. De la otra...
Dos toros más de Victoriano del Río, además de ese primero que tuvo qué torear, ofrecieron a sus correspondientes matadores más posibilidades de las que estos estuvieron por la labor de aprovechar. Uno de ellos fue el segundo, al cual Talavante comenzó muy decidido desde los medios con la muleta en la mano zocata pegando latigazos, y sin que en series de muletazos posteriores se templara una pizca ni fuera capaz, primero, de ponerse en el sitio donde hay que ponerse; y segundo, de someter con temple y mando las nobles y dulces embestidas del animal. Mal Talavante ante este toro y aún peor ante el cuarto, y no porque se le fuera con las orejas puestas un toro de bandera. Más bien, porque consintió sin la más mínima mueca de desagrado que semejante babosa inválida permaneciera en el ruedo, con las clásicas ratonerías de capote arriba, picotacito de nada y demás. Evidentemente, ante semejante prenda, poco más que matarlo con decoro cabía hacer. Mediocre en su primera comparecencia de esta feria Talavante.
Jiménez Fortes se llevó una espeluznante paliza consecuencia de la cual tuvo que ser evacuado a la enfermería, propinada por el sobrero del Conde de Mayalde que hizo de quinto en sustitución del tetrapléjico titular, ejemplar este sobrero que no pasará desde luego a la historia por ser derroche de casta, poder y emoción. Antes, ante el tercero de Victoriano del Río, otrora ejemplar de la tarde que ofreció provechosas embestidas de triunfo, Jiménez Fortes no consiguió cogerle el aire en ningún momento en una faena de trallazos, poca enjundia y nula convicción por su parte. Se le desea a Saúl Jiménez Fortes lo mejor en su recuperación.
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