Y para el aficionado, que al fin y al cabo es quien pasa por taquilla religiosamente sin importar la ganadería y la terna, si hace frío o calor; si llueve, truena o hace sol; el encierro de Fuente Ymbro se resume en un mojón la mar de hermoso, por descastado, por falto de poder, por manso, y por exceso, demasiado exceso a decir verdad, de nobleza y dulzura. Que como hoy en día solamente importa que los animalillos se dejen en la muleta de manera boyante y sin poner en apuros a los que visten de luces, igual la novillada ha sido hasta buena. Pero si hubiera que medirla por como se medían antaño las corridas, o sea por su comportamiento en el primer tercio, por su bravura y por la emoción que desprende la casta indómita de un toro de lidia, entre otras muchas cosas, la novillada de Fuente Ymbro ha sido vulgar, aburrida y caracterizada por la enorme falta de emoción. Que nadie dice que no se hubiera podido triunfar ante ella y haber estado bien, pero el Toro de lidia es otra cosa, la cual por supuesto se ha podido ver en esta ganadería.
En cuanto a los señores Isiegas, Ochoa y Téllez, los tres coletas de esta tarde, podría hacerse una observación parecida: si el toreo de hoy en día, eso de torear mejor que no se qué más, es pegar pases sin importar de qué manera, la valoración de sus actuaciones es más que positiva. O como diría un güen afisionao, "lohhh zavalehhh jan eztáo cunvre". Pero si el toreo se entiende por la compenetración de parar-templar-mandar, más cargar la suerte, los tres chiquetes de esta tarde han estado peor que mal.
Jorge Isiegas ha abierto plaza con un marrajo que no ha recibido mucho castigo en varas y ha destapado las vergüenzas de los de luces, fueran de oro o plata, cuando ha hecho hilo a los banderilleros Jesús Montes y José Antonio Prestel y nadie estaba presto al quite. El primero ha tenido que ser evacuado a la enfermería con una cornada, y el segundo ha recibido un varetazo que le ha mantenido fuera de juego durante su turno en este primer novillo, pudiendo volver a sus quehaceres en sucesivos turnos. Isiegas basó la primera parte de la faena a este ejemplar en la primera raya, donde el novillo tuvo algunas arrancadas boyantes y carentes de maldad que se fueron apagando. Se lo abrió más tarde a los medios, y el novillo dejó más patente aún su mansedumbre, a la par que Isiegas mostraba su vulgaridad y su pegapasismo en una faena que resultó ser tan larga que sonó el aviso cuando el chico cambiaba la ayuda por la espada de verdad. Mató de un feo sartenazo. En cuarto lugar salió el novillo con más pies de la novillada, que ofreció veinte arrancadas para estar mucho mejor de lo que estuvo, otra vez, Jorge Isiegas, que lo desaprovechó con una faena de destoreo basto y carente del más mínimo respeto por la torería eterna.
A Carlos Ochoa le llevan pregonando desde hace meses los voceros del sistema como futuro figurón del toreo y ese en quien gran parte del peso de la tauromaquia, en el día de mañana, recaerá. Y muy mal, pero que muy muy muy requetemal tiene que estar esto de los toros para que semejante conato de pegapases sea considerado el futuro. Y es que aquí el futuro se dedicó durante toda la tarde a pegar una ostentosa colección de trallazos embarcando al animal con los hilos que sobresalen del pico de su muleta y tirando al toro hacia fuera, sin colocarse en el sitio ni una sola vez (tan fue así que el vestido acabó limpito) y doblando el espinazo que hasta cualquiera de los presentes sentía dolor con tan solo contemplar tan esperpéntica escena de Tauromaquia 2.0. Y todo esto, ante dos animalejos que, por si hace falta decirlo, no se emplearon en varas ni una pizca y derrocharon una condición tan bobalicona y dulce como para haber triunfado rotundamente. Pero no dio para más Ochoa, que hasta haciendo un uso deficiente de la espada, se le pidió un despojo al doblar el segundo de la tarde que el debutante en el palco, el señor don José Magán Alonso, negó sin ningún género de dudas. Dio Ochoa una vuelta al ruedo bajo las protestas de parte de la parroquia.
Ángel Téllez debutó en Madrid embarullándose en una faena larga que no mostró ninguna característica diferente a la del toreo moderno ante el inválido y pastueño tercero. No menos larga y vulgar resultó ser la faena al novillo que cerró plaza, otro ejemplar con dulzura y manejabilidad más que suficiente para triunfar con rotundidad en Madrid, y con el que Téllez pasó demasiado rato delante pegando trallazos y aburriendo al personal. Nada, absolutamente nada que mereciera la pena en su actuación.
Tampoco lo mereció el conjunto de la tarde, la cual se caracterizó por la falta de casta y de poder que los aficionados esperaban de los novillos de Fuente Ymbro. Un puyazo en lo alto por parte de Marcial Rodríguez al segundo mientras tapabala salida fue quizás lo más destacable de tan aburrido festejo, en el que volvió a quedarse al descubierto, una vez más, lo rapidísimo que avanza la degeneración en la Fiesta. Con este futuro aguardando en la fragua de la novillería, no se puede esperar otra cosa.
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