Que sí, que es verdad. Que se va, ha dicho que se va y punto. Así, de sopetón y casi sin vaselina. Se va, se retira por tiempo indefinido, y las razones que ofrece son delirantes, o como se dice en el argot de la calle, para mear y no echar ni gota.
Sí, se retira Morante de la Puebla. Y él mismo dice que es porque "el toro de hoy es tan grande que va contra el toreo de arte". Ahí, con un par. Pero señor Morante, ¿no lo dirá usted por los mojones con los que se planta allá donde torea, no? ¿O acaso es que lo que usted quiere es que se los echen mucho más pequeños? ¿Más aún, señor Morante? ¿Qué quiere torear usted entonces, becerros sin destetar? Mire usted, don José Antonio, le voy a ser claro en cuanto a lo que pienso: es usted un mediocre. Un enorme mediocre, cosa que no está reñida con ser un buen torero y torear con el capote como nadie lo hace en la actualidad. Sí, usted es un mediocre porque no es capaz de reconocer la gran incapacidad que lleva arrastrando por los ruedos durante los últimos años. Que si el toro es muy grande y por eso no le embiste, que si la cuesta no le deja estar a gusto, que si cierta parte del público, que si los presidentes, que si el aire, que si la lluvia, que si ahora hace calor, que luego hace frío, que si el puro se le ha ido por otro lado, que si... ¿Alguna vez va a reconocer algo mal hecho por usted? ¿Alguna vez hará autocrítica, señor Morante, con lo sano que es? ¿Está usted tan harto como de veras ha manifestado, señor Morante? ¿Quiere usted que le hable de estar harto? Bien, pues hablemos.
Estar harto de que un tío, bueno de acuerdo, varios tíos entre los que usted obviamente se encuentra, no sean capaces de salirse de las cuatro o cinco factorías de su gusto, factorías que por cierto apuestan más por la borreguez y la tontuna que por la casta y la verdadera bravura del Toro; y no contentos con ello, despotriquen contra aquellas ganaderías que se salen de su gusto como si de la última mierda, con perdón, se trataran.
Estar harto, señor Morante, de las excusas baratas de un mediocre de su talla (sí, mediocre) cuando, simplemente, no es capaz de estar a la altura cada vez que se viste de torero. Ah, pero ¿no es de aunténtico majadero todos los caprichitos que a usted se le antojan con la pendiente del ruedo, con la cosa de regar el ruedo, con sus imposiciones en los corrales y en los carteles; más aún cuando no es capaz después de todo esto de dar un mísero muletazo? Digamelo entonces, oiga.
Harto, señor Morante, de sus desplantes a la gente que paga por verle a usted torear cuando no le bailan el agua. Y lo que es mucho más grave, a los presidentes. O sea, a la máxima autoridad en una corrida de toros.
Harto, señor Morante, de las guarrerías de corridas que usted y sus compadres las figuras imponen allá donde son contratados, corridas chicas (aunque usted ahora las vea grandes), en muchos casos afeitadas y, por lo general, descastadas y aborregadas.
Harto, señor Morante, de un guiñapo que lo mismo descabella metido en el burladero, que entra de nuevo a matar con otra espada ya metida hasta los gavilanes. Y, para colmo, los que le aplauden hasta con las orejas lo venden como una genialidad.
Demasiado hartos, señor Morante, y no nos vamos. Aunque haya veces nos den ganas, pero mucho más fuerte que todo eso es el cariño y apego que se le tiene a esto de los toros. Por eso seguimos defendiendo esto de gentuza como usted, ¿sabe? Porque con todo esto, se lo digo por si acaso lo desconoce, hace usted muchísimo daño. Que no todo en los toros es dar cinco verónicas sublimes.
Dice usted también, estimado señor Morante, acordarse de los novilleros, porque "son los que más están padeciendoesta sin razón". ¿Qué sinrazón, señor Morante, qué sinrazón?
¿Ahora se acuerda usted de los novilleros, después de llevar años copando hasta los festejos en plazas de tercera, quitándole así el sitio a las novilladas y, como consecuencia, haciendo que se den menos novilladas y los chavales no tengan dónde curtirse? ¿Pero qué nos está usted contando, por favor? Que no señor Morante, que el problema no es que se lidie un novillo medianamente bien presentado, que el problema es que los chicos no tienen apenas festejos para rodarse, y eso en parte es por culpa de que ustedes van a torear hasta a los pueblos. Deje ya sus majaderías para otro momento, señor Morante, que son cada vez menos creíbles.
¿Por todo esto se va usted? ¿De verdad es por todo esto? Muy bien, señor Morante. Pues váyase, pero váyase de verdad y váyase para no volver nunca, o por lo menos mientras siga usted con sandeces en su cabeza. Que de peores retiradas se ha repuesto la Tauromaquia, y de la suya no será menos.
Adiós, Morante. Gracias por aqulla tarde que nos regaló en Madrid con el capote, o por su faena en Bilbao a Cacareo, o por otras tantas tardes en las que desplegó su incomparable personalidad. Pero no por eso se le puede consentir todo a quien se comporta como un aunténtico mediocre.
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