Aunque la verdad esperaba más de ellos, pero los toros de José Escolar han evitado en todo momento que me aburriera. Todos de comportamiento variado y cada uno con su correspondiente lidia para hacerle. Pero ahí ha estado el problema, las lidias. Por momentos parecían capeas pueblerinas y nadie, ni matadores ni subalternos, han sido capaces de dominar y someter las embestidas de cada toro ni darles la lidia adecuada. Un claro ejemplo el quinto acto, cuyo protagonista se hizo amo y señor del redondel y volvió loco al personal de luces. Llegó a la muleta resabiado y con ganas de prender al hombre que se encontraba detrás de las telas rojas. Dicho hombre se trataba de un Robleño valeroso y digno que realizó una faena de aliño, a la antigua. Demasiado hizo el hombre con salir airoso de este embite. Al segundo de la tarde el torero de San Fernando de Henares le recetó unas buenas verónicas muy mandonas y ganándole terreno al cárdeno. Con la muleta Robleño se vio desbordado por las complicadas y exigentes embestidas de su oponente, aunque nunca volvió la cara y se mostró firme. Un toro con oreja que cortar pero al que no se le entendió.
El mejor de la tarde, se llamó Corredor, animal de buena condición por ambos pitones que se marchó con las orejas puestas. No se entendió con él López Chaves, muy decidido en los primeros compases de la faena pero que poco a poco fue desinflándose y andando con dudas, además de despacharlo con un feo bajonazo y fue increpado al arrastre de su oponente por dejárselo sin torear. También fue pitado después de despachar al primero, también con muchos capotazos sobrantes durante la lidia y gazapón y malas ideas. El de Ledesma andó con muchísimas dudas y sin muchas ganas ni recursos para hacerse con el poder del toro.
José María Lázaro volvió a Madrid después de cortar una oreja el verano pasado. No tuvo opción ante el mulo que hizo de tercero, pero sí con el sexto, que dándole distancia ofreció algunas embestidas que no termnaron de ser aprovechadas por Lázaro, que realizoó una faena de más a menos con algún muletazo suelto y templadito pero por lo general banderazos horribles y sin poderle al toro.
No ha sido la corrida que todos deseábamos, pero los toros, en sus diferentes estilos y comportamientos, han dado emoción y han vendido cara su vida, algo santo y seña de lo que debe ser el Toro de Lidia. Buenos de verdad han sido el 2º y 4º y, comosuele ser ya desgraciadamente tradición, han llegado al patio de arrastre sin desorejar.
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