Pongámonos en contexto: corrida del señor Conde de Mayalde. Corrida con mucha carne y pitones, que resultó ser descastada, floja, bobalicona y, por ende, auténticamente infumable. Infumable de principio a fin, sin salvación alguna. Y ante semejante bodrio de toros, El Fandi, ¡¡El Fandi, nada menos!!, un confirmante de alternativa llamado Ismael Martín, y otro matador de reciente alternativa llamado Samuel Navalón; dos toreros estos últimos de sobra conocidos en esta plaza durante sus andanzas como novilleros, y que no daban mucha opción al optimismo. ¿Qué podía salir mal ahí?
Pero hablando de optimismo, hay que reconocer que la corrida del señor Conde de Mayalde sí traía cierto halo de esperanza. La culpable, una novillada lidiada en esta misma plaza hace escasos días, novillada aquella que embistió y ofreció una buena tarde de toros. ¡¡Tururú!! El beso de Judas fue aquello, un beso traicionero que nos trajo a padecer, como Jesucristo, una auténtica Pasión.
Pero ni siquiera Judas se atrevió a tanto. Juntar esos seis toros con una terna de semejantes trazas, es es la peor traición que se le puede hacer al sufrido aficionado de Madrid. Lo del Conde de Mayalde no sirvió absolutamente para nada. O sea, para nada estrictamente taurómaco; pues otra cosa son ya lo de la carne, los solomillos, los guisos de rabo de toro, y demás. Los seis, del primero al último y pasando por segundo, tercero, cuarto y quinto, no ofreció nada que mereciera la pena. Totalmente inválidos y desprovistos de fuerzas siquiera para mover una pluma, sin la más mínima gota de casta, mansos como bueyes y bobalicones como ovejas. Y haciéndose cargo de su lidia y muerte, para añadirle más gasolina a la lumbre, los tres señores antes comentados. Los cuales, vinieron a hacer lo que buenamente saben y pudieron.
¿Y qué es lo que sabe hacer el bueno de David Fandila? Pues, pues... Bueno, siempre se ha dicho que lo suyo era lo de las banderillas y demás. Pero es que, al parecer, ni eso. El Fandi se personó esta tarde en Madrid con toda su farándula y sus maneras, y no siquiera sus acólitos (que los tiene y a buen seguro estaban por ahí, desperdigados por el tendido) le hicieron el menor caso. Nada con el capote, pésimo con las banderillas (como siempre, carreritas para arriba y carreritas para abajo, clavando finalmente a penca pasada); auténtico sopor con la muleta, y una buena estocada al 4°. Lo de siempre: El Fandi no pinta nada en Madrid.
Ismael Martín vino a confirmar la alternativa, y el hombre, por poder, ni pudo hacer lo que sabe. Que a saber qué será, por cierto. Ismael Martín no pudo hacer nada ante un lote que no ofreció ni media arrancada. Anduvo animoso toda la tarde, intentó agradar en quites (y así quedó, solo en el intento), también intentó agradar en banderillas (y de nuevo volvió a quedar solo en el intento); y con la muleta, para variar, volvió a quedar en el intento. No pudo. Ni pudo ante el 1°, ni pudo ante el 5°, sobrero de la misma ganadería; y el cual llegó incluso a echarse antes de la estocada. Tuvo que ser apuntillado, ante la imposibilidad de levantarlo. No fue lo que se dice la tarde soñada para Ismael Martín.
Samuel Navalón también anduvo animoso toda la tarde y con ganas de llamar la atención. A base de portagayolas, quites que no llevaron a ninguna parte, toreo de rodillas, pendulazos, arrimones, encimismo, bernardinas... Y todas esas bonanzas le sirven en cualquier lado, pero en Madrid la historia es otra. Y por ello no fue capaz de animar el cotarro. Dejando aparte, naturalmente, al paisanaje que se trajo en autobús. En lo que es el toreo fundamental, muy poco que rascar. O nada. Ni por los toros que le tocó lidiar, ni por maneras.
Semejante bodrio, candidata al premio de la peor corrida de toda la Feria, lo mejor que dio de sí es que acabó. ¿Qué sentido tenía anunciar un cartel como tal? Ni Juas se atrevió a tanto.
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