lunes, 30 de septiembre de 2019

VERDUGOS DE LA LIDIA EN TRES TERCIOS

"A ver si podéis explicar de una vez que el hecho de que un matador no quiera picar un toro no es señal ni de menos bravura, ni de blandura, ni de menos casta, ni de menos raza. Es una tarde importante, quiero apostar y me gustan los toros muy crudos. Eso es una responsabilidad mía, igual que muchos toreros lo hacen, y es una apuesta mía. Entonces qué pena no tener un altavoz para poder explicar, porque si con dos puyazos medidos el toro no va a embestir imagínate si le pongo una tercera vez. Y es más de lo mismo, es una tarde, y otra tarde y otra tarde... Y entonces no sé, habrá que explicarles que el hecho de no picar un toro no es que sea menos bravo, ni más blando, ni que tenga menos raza ni menos casta; es que hay un torero que manda órdenes y yo les tengo dicho a mis picadores que mientras yo dé órdenes los toros se ponen como yo quiera. Y si el otro sale con una condición igual a esta, o que se mueva o que tenga virtudes, apostaré igual.  Ya le pegaré yo al toro que le vea condiciones y al que no le vea yo opciones de triunfar (...) No todos los días hay que pintar las rayas que pintan aquí, eso les gustará a una gente, a otra gente no le gusta, y esto es una lidia y la de otros tiempos y otras semanas es otra". 

Imposible meter más la pata en tan solo 90 segundos de tiempo, pero cuando a Miguel Ángel Perera o a cualquier otro taurinete de estos de hoy en día les ponen el micrófono delante el hocico, todo es posible. 
Al señor Miguel Ángel Perera le hastía y cabrea que los aficionados, a su vez, también se cabreen porque a los toros no se les pica. ¡¡Acabáramos!!

El señor Perera exterioriza un mensaje equivocado a través de su berrinche (otro más que añadir a su particular colección, todavía se recuerda aquello de "sobran puristas y falta triunfalismo", un buen día en que se le dejó de conceder un rabo en una plaza de tercera), y el que parece no enterarse de qué va el asunto es él mismo. El señor Perera no se entera, o no se quiere enterar, de que la lidia del toro se divide en tres tercios: varas, banderillas y muleta, aunque a él y a unos pocos, a lo mejor, solo le interese el último y los otros dos les sobran. El problema viene cuando hay un conjunto de aficionados en el tendido que han pagado su entrada, ¡¡pagado!!, por ver un espectáculo íntegro en el que los tres tercios se puedan desarrollar con el lucimiento oportuno, porque para eso paga el aficionado, para disfrutar de la lidia completa de un animal único como lo es el Toro bravo, con su pelea en el caballo, su tercio de banderillas y lógicamente la faena de muleta. Si piensa el señor Perera que la gente solamente paga por verle a él o a cualquier otro matador pegar muletazos, está muy equivocado. Que seguramente hay público que sí, que solamente va a la plaza a ver muletazos y todo eso de la suerte de varas, los pares de banderillas, los quites y demás les suene a cuento chino. Pero ¡¡hombre!!, a lo mejor quien necesita algunas explicaciones, la cosa de los altavoces y demás son esos espectadores que tienen también la creencia de que todo se circunscribe a la muleta. 

El aficionado medio suele ir a la plaza llamado por muchas cosas: obviamente por sus gustos hacia un torero u otro, por la manera que pueda tener este de interpretar el toreo y lo que pueda dar de su ante el toro. Pero el aficionado también se deja caer por la plaza con intención de disfrutar de la lidia de un toro. Sí, la lidia, ese proceso por el cual se somete al toro a una serie pruebas para que saque a relucir sus condiciones,  y así el aficionado pueda calibrarlas. Y una de esas pruebas, la primera además, es el tercio de varas, y a los toros hay que castigarlos en este tercio para comprobar si se crece al castigo o si por el contrario se duele y le da por rehuir. O lo que es lo mismo, para comprobar su bravura o mansedumbre. Y también, por supuesto, para que sangre y sea restado parte de su temperamento. Si se le pica más o menos, claro que no es motivo de que sea más o menos bravo y tenga más o menos casta, para eso está su comportamiento mientras le es sometido el puyazo y, posteriormente, el que desarrolla en la muleta. Pero otra cosa es el poder y las fuerzas del animal y si un torero se deja un toro sin picar es porque no está lo que se dice muy sobrado de poder, por mucho que el señor Perera y todos aquellos que le bailan el agua se empeñen. El señor Perera asegura que le gusta dejar a los toros "crudos", pero eso es porque las ganaderías a las que está acostumbrado a medirse así lo aconsejan. ¡¡Cómo se nota que aquí el amigo Miguel Ángel poco acostumbrado está a las aventuras!! Anda que como para dejarse sin picar no digo ya uno de Saltillo, que siempre saldrá el iluminado de turno con que eso no embiste; pero sí digo uno de esos de Baltasar Ibán, Valdellán, Escolar o La Quinta... Y es aquí donde viene la madre del cordero en todo lo expuesto por el señor Perera: los mosqueos del aficionado cuando un toro se queda sin picar no lo es tanto hacia el picador y el matador de turno, pues la bronca más bien suele ir dirigida al ganadero y a su forma de seleccionar. Porque es precisamente ahí donde está el problema de todo, y no en que el matador dé órdenes y los picadores las cumplan a rajatabla. 

La selección que se hace hoy en día en los tentaderos de algunas ganaderías es un completo mamoneo, una especie de perfomance en la que los ganaderos solo miran por el torero y lo único que seleccionan es nobleza y toreabilidad, con miras únicamente al tercio de muleta e intereses del matador, para que disfrute una barbaridad pegando muletazos. ¿Cómo podemos pretender los aficionados que se cuide la lidia completa y se garantice el total disfrute de los tres tercios, si los ganaderos solo seleccionan en base a la muleta, y dejan el tercio de varas en algo secundario y menos importante? Después, el resultado es el obvio: esos productos salen a la plaza ya sin necesidad de pasar por el caballo, no se le castiga y tampoco se emplean, lo que convierte a la suerte de varas en un mero trámite que, como ha quedado reflejadas en las palabras del señor Perera, molesta. Y mucho además. Le molesta a él y le molesta a otros muchos que no saben ver más allá de su ombligo, pues solamente les importa quedar bien ellos solos y que nadie más se luzca, ni siquiera el toro. ¡¡El toro!!, como para pretender que se le tome en cuenta, si lo tienen como una mera comparsa de la que se valen para su puesta en escena, y el termómetro de bravura que ellos utilizan se basa en si han colaborado lo suficiente para llevar a cabo todo lo que llevan en la cabeza. ¿Qué más da si se maltrata el resto de la lidia? ¿Qué más da si se convierte al toro, auténtico REY DE LA FIESTA mal que les pese a algunos, en un monigote secundario que solo tiene nobleza y dulzura, pero ni gota de casta? Y eso es en lo que consiste la bravura para ellos, la bravura del siglo XXI, en un animalillo que vaya y venga una y otra vez sin hacer un mal gesto. Y el mejor ejemplo de ello es el toro de Cuvillo que lidió el propio señor Perera hace días en Madrid: un torito que salió de chiqueros dando algunas muestras de falta de poder, y que necesitó únicamente dos refilonazos de parte del picador (y si no hubiera sido ninguno, no hubiera pasado nada), se le cuidó durante el resto de la lidia y cuando llegó el tercio de muleta ¡¡catapum!!, el toro se vino arriba y fue para torearlo a gusto hasta aburrirse. En las antípodas de este ejemplo se haya, sin ir más lejos, el Matorrito de La Quinta lidiado hace días en Madrid, que se comió el caballo de picar, le pegaron tres puyazos en toda regla, sin excederse pero tampoco sin quedarse corto, y todavía tuvo carbón de sobra para comerse la muleta. ¿Se dejaría crudo el señor Perera a ese ejemplar? Por supuesto que no, él mismo dio la respuesta en sus declaraciones: "Ya le pegaré yo al toro que le vea condiciones y al que no le vea yo opciones de triunfar". 
Y unas declaraciones así tienen muchísimo peligro, porque evidencia lo que es para esta gente la suerte de varas: un mero trámite salvo si el toro sale con pies, que es entonces cuando se le pega un puyazo fuerte, solamente uno, para dejarlo mermado y que se suavice más de la cuenta, ya que tanto temperamento no interesa. Pero se olvidan de lo fundamental, que es lucir a los toros para calibrar su bravura. ¿Y se atreve el señor Perera, con estos mimbres, a dar lecciones de qué es bravura y qué no, tras mostrar un absoluto desprecio a la suerte de varas? Váyase al carajo, señor Perera.

No es ninguna mentira que a lo largo de los tiempos la tauromaquia ha sufrido constantes cambios. Lógico, todo evoluciona en el tiempo. Cambió el tipo de toro, cambió la forma de torear, cambió la suerte de varas... Pero algo que ha perdurado de forma muy agarrada ha sido la lidia en tres tercios. ¿Por qué ese afán desmedido de ahora por centrar todo en la muleta y, de paso, arrancarle al toro su heroica condición de bravo? ¿Por qué tantísima destructividad? No cabe duda, son verdugos de la lidia en tres tercios. Y también, verdugos de la Fiesta. 

domingo, 29 de septiembre de 2019

TERCERA DE OTOÑO: UN MEDIO-TORO, Y UN TREMENDO VACÍO DE CASTA ENTRE MEDIAS

Para muchos, un grandioso toro que hubiera sido merecedor, como mínimo, de una vuelta al ruedo. Incluso alguno que otro se hubiera atrevido a "echarlo a las vacas". Allá cada cual. Para otros, un toro para cogerse un empacho toreando, dada su nobilísima condición en el tercio de muleta, pero muy flojo en el primer tercio, de pelea más que discreta bajo el peto, de casta y fiereza prácticamente inexistente, y al cual hubo que cuidar. Lo que se viene traduciendo en que para los primeros esto del toreo es solo el tercio de muleta y que a lo demás le zurzan; y para los segundos la lidia son tres tercios y el toro bravo ha de demostrar sus cualidades en los tres, no solamente en el tercio de muleta. Portugués, número 62 y con el hierro de Núñez del Cuvillo puso la controversia encima de la mesa con su condición, la misma antes descrita. Salió en 5.º lugar esta tarde, en medio de un ambiente de decepción, provocada por el mal juego que hasta ese momento estaban ofreciendo las tres ganaderías anunciadas para este acontecimiento. Cuatro toros, por este orden, de Juan Pedro Domecq, Nuñez del Cuvillo, Victoriano del Río y otra vez Juan Pedro, que no estaban a la altura de tan importante corrida, a consecuencia de la falta de emoción que provocó su nula casta y poder. Le había cortado Paco Ureña una oreja al 2.º de la tarde, un torete de Cuvillo al que su matador le puso todo lo que le faltaba, en una faena que comenzó Ureña por estatutarios, un clásico en su repertorio, a los que siguió un gran pase de trinchera y otro del desdén que hacían presagiar que se iba a cocer algo importante. El torero también parecía pensarlo y sería por eso por lo que, en los terrenos del tercio entre los tendidos 7 y 8 agarró la muleta con la mano izquierda y empezó una serie de naturales que acabaron con el toro pegándose una costalada. Quizás por eso, o quizás porque en verdad no podía dar más de sí, el de Núñez del Cuvillo evidenció una gran falta de poder y mucha sosería. Siguió Ureña sobre la zocata, y los naturales que se sucedían iban rematados en línea en su mayoría. Ureña estaba quedando aseado, sin más, dejando algún que otro muletazos suelto de mayor categoría, pero sin redondear del todo. La estocada, perfecta de ejecución y que cayó en buen sitio, hizo que afloraron los pañuelos y la oreja cayera sin mayor dilación, aunque a algunos se nos quedó el sabor de que de este torero se espera muchísimo más a la hora de torear. Vamos, que se presumió como una orejita barata.

También se vivió, antes de que ese Portugués saltara al ruedo, un apoteósico tercio de banderillas ante el 3.º por parte de la cuadrilla de Perera. José Chacón ofreció una buena colección de capotazos que hicieron rugir al personal, y con los palos quedaron muy bien Javier Ambel y Jesús Arruga. Y nada más, porque Miguel Ángel Perera anduvo frío, vulgar y sin decir absolutamente nada ante el 1.º y el 3.º (dos mojones), y Ureña también hizo lo propio delante del 4.º,  que resultó ser... ¡¡Exacto!! Otra bazofia de torillo.

Y apareció el famoso Portugués por la puerta de toriles para poner la controversia entre los presentes. ¡¡Qué sería de los toros sin ella, aunque a muchos les moleste que no se piense como ellos!! Portugués dio síntomas de blandura en el primer tercio, y de hecho recibió dos refilonazos de parte del picador de turno. Muchos aficionados empezaron a amoscarse con la situación y se empezó a protestar con energía, pero el toro, aun pareciendo estar muy falto de fuerzas, no cayó al suelo ni una sola vez, y eso que tanto el matador como su peón de brega lo probaron echándole el capote abajo en varias ocasiones, y el animal lejos de irse a pique, humilló y embistió sin inmutarse. El tercio de banderillas pasó rápido y, una vez con la muleta en la mano, Miguel Ángel Perera se colocó a gran distancia y empezó la faena. Varias series de muletazos sobre ambas manos en las que el toro se vino galopando desde lejos y con un tranco más que óptimo, para seguir reponiendo en cada muletazos y perseguir la franela empujando con muchísima nobleza. Ahí había toro con muchísimo que torear, dulce como la miel y para reventar Madrid. ¿Casta? Poca en realidad. Más bien un toro de carril que nunca se cansó de jugar al pilla pilla con la muleta que su matador le ponía delante. Y con estados mimbres, Perera le realizó la faena a su estilo habitual: muletazos descargando la suerte y corriendo la mano hacia fuera, pero exigiendo mucho al toro por bajo a decir verdad. Destoreo 2.0 puro y duro, nada que ver con el toreo eterno de pata alante y semicírculos dibujados en el albero con los vuelos de la muleta. A su manera, Perera encandiló a gran parte de la plaza y, de no haber sido porque al pinchazo le siguió un metisaca en muy mal sitio, a estas horas seguramente estaríamos hablando de otra puerta grande.

Toro formidable en la muleta y nulo en varas dado su escaso poder. "Bravura del siglo XXI" lo llaman algunos, el "medio-toro" lo llaman, mejor dicho lo LLAMAMOS otros. El toro bravo de verdad se tiene que ver en los tres tercios, sin que en el primer tercio se le tenga que aliviar el castigo para que dure. Porque si no ¿para qué queremos seguir sacando al caballo de picar, si al final sería más fácil que saliera el toro, y el matador ya estuviera esperando con la muleta la mano para liarse a torear como si no hubiera un mañana? ¿Acaso queremos exterminar con esta infame selección ganadera una de las más bellas suertes que tiene la lidia? ¿Quienes son los verdaderos antitaurinos, los que quieren llevar a cabo tal herejía o los que denunciamos ese tipo de prácticas? Ahí queda eso.

Y después de Portugués vino uno de los shows más característicos de este lugar, y que lamentablemente tiene más solera entre parte de los espectadores que el propio tercio de varas: el show de Florito y sus berrendos. Y es que hubo que evacuar al 6.º,  de Victoriano del Río, por su invalidez manifiesta. Y en su lugar salió un sobrero de José Vazquez. Mira por dónde, hablando de exterminios y de herejías, salta otra a la palestra. ¡¡En qué han convertido el mítico hierro de Aleas!! Aquellos toros jijones criados nada menos que desde el siglo XVIII en tierras colmenareñas, que se herraban y de hecho se siguen cerrando con el 9; y que tomó antigüedad allá por 1791... ¡¡La más antigua de la UCTL!! "Los aleas ni los veas", rezaba el chascarrillo entre los toreros por aquellos días, a causa del pavor que estos provocaban. Primero jijones y posteriormente santacolomas, para pasarse al encaste "de moda" cuando el actual propietario se hizo con la vacada... ¡¡Para acabar convertidos en bueyes de carretas una vez entrado en siglo XXI!! De locos oigan, de locos. Y un aunténtico buey de carreta fue ese sobrero que cerró plaza. Huyó de todo durante su lidia, y Ureña intentó quitarle la querencia de tablas sacándoselo fuera en diversas ocasiones, pero ni por esas. El toro se iba echando leches de cada muletazos. Siguió Ureña profiando ya cerrado en tablas, realizando una labor que tuvo el gran mérito de aguantar estoicamente las feas sacudidas del marrajo. Mucho fue esto para lo que en realidad mereció la bestia de tiro, y tras este quehacer Paco Ureña se lo quitó de enmedio y dio así por terminado el mano a mano. Y también su temporada, una temporada que para él ha sido canela en rama. Y para los que hemos tenido la suerte de disfrutarlo en sus grandes tardes, también lo ha sido.

Digerido el primer ciclo de la feria de Otoño de este 2019, nos quedan ahora cuatro días de reflexión y toma de fuerzas para ir a por el segundo. Hasta el próximo viernes pues.

SEGUNDA DE OTOÑO: ¡¡VÁMONOS, QUE HAY FÚTBOL!!

"Vámonos de aquí echando leches, que el fútbol empieza dentro de poco rato". Los aficionados huían del tendido como el mítico Cazarrata lo hizo en su momento del caballo de picar, o como aquel sobrero de Cortijoliva que cerró la histórica goyesca del 96. Había fútbol sí, partido "de campanillas" como se dice de las tardes de toros importantes, pero no fue esto lo único que provocó la desbandada del personal en el primer momento que pudo aprovechar para ello. Supongo que la insufrible tarde ofrecida por los lisardianos de El Puerto de San Lorenzo y el aldeanueva de su hierro hermano, La Ventana del Puerto (lidiado en 4.º lugar), algo habrán tenido que ver también en este entuerto. Y ya no digamos si se menta a los tres señores que vistieron la taleguilla bordada en oro, pues como se suele decir, su tarde no fue tampoco un campo de tulipanes.

¡¡Vaya con lo del Puerto/La Ventana!! No hacen falta presentaciones, nos conocemos las caras ya de muchos, muchísimos años atrás entre unos y otros, y aquí se sabe muy bien de qué pie cojean los toros marcados a fuego con este hierro. Corridones inolvidables en ocasiones (mayo de 2010 u octubre de 2016, por citar solo un par de ejemplos), toros importantes sueltos (recuerdo un Cubilón en aquella de 2010 que hizo sudar sangre al bueno de Rubén Pinar; o los dos Cuba del año pasado por San Isidro en Madrid y por San Fermín en Pamplona, respectivamente). Y también, tardes de hastío, aburrimiento, bostezos, mucho asqueamiento y cabezazos sobre el hombro del vecino de abono (el bueno de mi amigo Carlos un día de estos me guillotinará bajo la atenta mirada de su querida Angelita). Pues sin ir más lejos, tal que esta de Otoño de 2019, 28 de septiembre, fue una de esas para salir de la plaza renegando de todo. Por los toros y por los toreros, por ambos bandos. Los toros fueron seis mansazos de órdago, que empujaron sin demasiada gana en varas, pero con la cosa buena de que no rodaron por el suelo como otras veces, y que por lo general apuntaron nobleza y afán por prestarse al toreo en los primeros compases de la lidia, pero tardaron muy poco en irse de najas, vaticinado tal vez lo que harían los aficionados posteriormente.

¡¡Y vaya, sea dicho de paso, con la terna!! La cual estuvo confeccionada por Daniel Luque, Juan Leal y Juan Ortega. Terna de la que se presumían estilos muy desmarcados cuando salió al ruedo a hacer el paseíllo, pero no tantos fueron los contrastes cuando abandonaron el ruedo camino del hotel. Que sus estilos, perfectamente definidos, seguirán siendo los mismos; pero la tarde ofrecida por los tres tiene un mismo denominador común. Ahí anduvo como primer espada y director de lidia Daniel Luque, de quien desde muchos estamentos del Toro llevan asegurando cosas maravillosas todo el año, tal que "está en un momento cunvre", o que "el grado de madurez que ha alcanzado este torero es sorprendente", así como que "está para verlo", y tal, y Pascual, y bla bla bla... ¡¡Lo que cansa el vendehumismo!! Porque eso ha sido esta tarde Daniel Luque: humo, humo, humo y nada más que humo. Esta tarde, y toda su carrera realmente. H U M O. El mismo pegapases de siempre, que con el capote intenta estirarse con elegancia y clasicismo, y hasta es capaz de soplarle dos o tres verónicas de cartel al torito de turno, pero sin llegar a redondear al 100%. Y con la muleta, pegapasismo 2.0, cites perfileros y fuera de sitio, y mucho pico para pasar al toro en línea y en medios pases que poco dicen. Eso lleva siendo Daniel Luque toda su carrera y es lo que ha realizado esta tarde. ¿Lo que haya hecho a lo largo de esta temporada? Eso solamente lo saben él y los que le han visto y pueden hablar tanta maravilla junta sobre él. ¿Y si es verdad? No digo que no lo sea, pero a juzgar de lo de esta tarde, cualquiera sabe...

Y ya que hablamos de pegapasismo, hablemos del francesito Juan Leal. Pegapasismo a las duras y a las maduras, pero dándole un par de vueltas de tuerca más en cuanto a vulgaridad, chabacanería y tremendismo se refiere. Ante dos toretes noblotes que se dejaron torear sin más hasta que se rajaron (poco tardaron), Leal realizó dos faenas calcadas la una de la otra que se basaron en latigazos de muy tosco corte, siempre colocado muy pero que muy fuera de chacho, y echando la pierna atrás exageradamente, casi citando ofreciendo las nalgas. Y sin el "casi" en ocasiones. Y ¿qué decir del lamentable espectáculo que da con la espada? No solo porque no sea capaz ni de pinchar un balón de playa, si no por su personalísima y nada ortodoxa forma de ejecutar la suerte suprema: como si se tirara en plancha a una piscina desde un trampolín. Algo así como el infame julipié, pero mucho más exagerado. Y con estos mimbres es como se las apañó para mandar a los matarifes a sus dos enemigos: al segundo con un hermoso sainete de pinchazos y golpes de descabello,  y al quinto con un bajonazo.

Juan Ortega tiene vitola de "torero artista", y se puede decir que bien ganada porque en los últimos tiempos le hemos visto torear bien de verdad. Además, es un torero diferente, que desprende aroma añejo por los cuatro costados, que anda por la plaza que da gusto y ante el toro hace las cosas con mucho garbo y parsimonia. Y Madrid, que tiene especial devoción por este tipo de toreros, le espera y le seguirá esperando. Hoy le esperaba y se quedó con las ganas de ver algo más que su simple torería y plasticidad. Cierto es que dejó algún que otro retazo de sabor añejo, como una media verónica de cartel para colocar al 3.º en suerte al caballo, o la manera de sacarse al 6° más allá de la segunda raya para comenzar la faena de muleta, andando y con gran torería. Pero su tarde también fue para olvidar. El más complicado del encierro, 3.º de la tarde, se lo llevó él. Un toro que derrochó genio y mansedumbre, que calibrada en lo que había detrás de la muleta y que pedía el carné de lidiador, algo que un torero como Juan Ortega no es ni mucho menos. Ahí delante se las vio, primeramente, el banderillero Antonio Chacón para colocarle un par de banderillas al sesgo como hacía años que no se veía, clavando prácticamente pegado a las tablas y asomándose al balcón. Suerte que Jesús Arruga, como buen tercero que es, andaba muy bien colocado y presto a hacerle un quite providencial, porque el toro le hizo hilo y estuvo a puntito de cazarlo. Y también Juan Ortega ahí delante se las vio y deseó para intentar interponer su faena a un toro que no estaba para muchas florituras, y el resultado fue el previsible: poco asentamiento, mucho enganchón y sensación de que el toro se subía a las barbas de su matador. Y ante el 6.º, tan manso y deslucido como los anteriores, más de lo mismo por parte de Juan Ortega: mantazos por aquí y mantazos por allá, enganchados en su mayoría y la sensación de que estaba completamente contagiado por la abulia de la tarde, o que quizás estaba deseando también de que todo terminara para irse a ver el fútbol. Poco notable fue también el uso que hizo de la espada Ortega durante la tarde. Ante toreros de este estilo solo cabe decir lo de siempre: otro día será.

Algo así decimos también de una ganadería como el Puerto de San Lorenzo, tan acostumbrada ella a intercalar corridas con interés y auténticos petardos. Hoy tocó el festival pirotécnico, uno más entre los muchos que nos ha dado. Son unos cuantos añetes ya viniendo a Madrid y lidiando hasta dos festejos por temporada, e incluso tres se ha dado el caso; y ya se la espera como una vieja amiga de la que cualquier cosa puede esperarse.

viernes, 27 de septiembre de 2019

PRIMERA DE OTOÑO: AQUÍ HAY TORERO, Y SE LLAMA TOMÁS RUFO

En tiempos que corren de vulgaridad en el ruedo, maneras repetitivas y aburridas de ejecutar el toreo, ventajismos en la cara del toro y novilleros que arrastran todos esos males consigo y que hacen de ellos su santo y seña, el simple hecho de que llegue un novillero dotado con un halo diferente, que hace las cosas despacio y con torería (que no amaneramientos burdos y muecas absurdas), que quiera hacer el toreo y que ofrezca una versión mucho más clásica de este, es como estar acostumbrado a no comer nada más que pan duro y agua, y de repente un día llegue un buen señor y le invite a uno a comerse un chuletón de kilo y regarlo con el mejor vino que pueda haber. Pues algo así, más o menos, se ha vivido en la novillada con picadores que ha abierto la feria de Otoño. Donde se dice "chuletón y vino" perfectamente podría concordar el nombre de Tomás Rufo; y donde aparece "pan duro y agua", perfectamente le pegaría los nombres de El Rafi y Fernando Plaza. Empecemos.

Y empecemos por el final: El Rafi y Fernando Plaza. Primer y tercer espada del cartel, uno nuevo en este foro y el otro ya conocido. ¿Han estado mal, de salir esquivando almohadillas como las esquivaban con tanta gracia Rafael "El Gallo", Cagancho, Curro o Paula? Más bien no. Se podría decir que los chicos han estado bien haciendo lo que mejor saben: pegar pases. Que otra cosa no, pero eso lo saben hacer como churros un churrero. Pero ya se sabe, una cosa es pegar pases, y otra cosa lo de torear, y tal. Hoy en día, se quiere equiparar una cosa con la otra, pero hay aficionados que aún se niegan a tal empresa. ¡¡Que se equiparen los sueldos de Policía/Guardia Civil con los de los Mossos, que esa es la única equiparación que debería llegar a puerto, y se dejen de demás gaitas!!
¿Que tanto El Rafi como Fernando Plaza han estado sublimes, cunvres que se dice en esto de los toros, esta tarde pegando pases? Como quien lo inventó, oiga. Mejor, imposible. Y eso puede valer en otro lado, pero en Madrid... ¡¡Ay Madrid!! Madrid ha perdido su sitio, pero aún las cosas funcionan de otra manera por allí, más con otro halo de sapiencia entre los aficionados más viejos del lugar, más así como de rigor, de no todo vale, de seriedad... Qué bonito suena todo eso, leñe. Sortearon ambos novilleros las dos manzanas podridas de la novillada de Fuente Ymbro, el 3° y el 4°, y ante ellos ambos fueron auténticas máquinas de destoreo moderno y chabacano que al aficionado más riguroso le rechina los dientes. Nada de nada, pasecitos por aquí, pasecitos por allá, y aburrimiento del bueno para todos. Luego, El Rafi tuvo en su haber al 1°, noble ejemplar que repetía las embestidas con dulzura y afán colaborador y con el que, para no desentonar, fue otra máquina de pegar pases. Sublime. Y Fernando Plaza se las vio negras con el 6°, que le echó mano en el recibo capotero al perder el pie el novillero mientras lo andaba para atrás, sin consecuencias graves aparentes. Novillo complicado este, que embistió con buen tranco pero tuvo el defecto de calamochear; y cuando el novillero se vio desbordado y podido por el animal, acortó las distancias al máximo y se pegó el arrimón. Ambos, con la espada, dejaron muestras de que esta no es su fuerte ni mucho menos. ¡¡Que pase el siguiente!!, dicen con guasa algunas voces desde el tendido.


De todos los novilleros que se ven por Las Ventas a lo largo del año (y que son unos cuantos, a decir verdad), por desgracia son pocos los que ilusionan mayoritariamente por sacar los pies del tiesto que representa la Tauromaquia 2.0. Hay que ver a unos cuantos a lo largo de una buena colección de festejos para que esa ilusión llegue al aficionado. Hoy llegó, y el culpable se llama Tomás Rufo. Las orejas cortadas, que fueron dos y se repartieron en ambos novillos que lidió, fueron lo de menos. Al menos para el aficionado que haya podido concebir ilusión en su futuro en el toreo, porque en lo que a él se refiere le habrán venido como agua de mayo. Para empezar, sorteó el mejor lote de la tarde con diferencia, dos novillos que embistieron con mucha claridad y ese punto de nobleza encastada que Ricardo Gallardo ha sabido transmitirle a sus productos con tan buen resultado. Rufo los toreó a ambos con altibajos, despegado a veces, acelerado también otras cuando se veía desbordado, y haciendo uso del pico para aliviarse. Pero en los momentos álgidos de la faena, su toreo derrochó elegancia, verdad y mucha despaciosidad. Personalidad a fin de cuentas, eso tan poco palpado en los últimos tiempos, fruto ello de novilleros aspirantes a ser Julianes, Sebastianes, Josemaris y una nueva variante añadida últimamente: la de los que aspiran a ser Andreses... Bien en el toreo fundamental Tomás Rufo por momentos, como se ha dicho antes, y torerísimo en remates y adornos para cerrar series de muletazos y faenas. Sirva como ejemplo de ello un buen ramillete de doblones ejecutados con muchisimo gusto y torería para cerrar a su primer novillo en el tercio, con miras ya a la suerte suprema. La cual, por cierto, dominó bastante bien toda la tarde el novillero. Resultado: oreja y oreja con salida a hombros por la puerta grande de Madrid, y que le terminará de abrir un camino prometedor a partir de la temporada próxima.

Cabizbajos se marcharon por el túnel de cuadrillas El debutante y quien cerró cartel; y en volandas y gloriosamente lo hizo Tomás Rufo por la puerta grande de Las Ventas. Un novillero que ilusiona. Un novillero que puede ser algo grande.


lunes, 16 de septiembre de 2019

MADRID Y LAS CORRIDAS CONCURSO: SERÍA BUENO QUE SE TOMASE COMO UNA COSTUMBRE

Muchos años atrás hay que remontarse para recordar la última corrida concurso celebrada  en la plaza de Madrid . Concretamente, habría que retroceder a abril del año 2009, domingo 19 para ser exactos. Aquella tarde despacharon entre Aníbal Ruíz, Jesús Millán y Sergio Martínez seis toros con los hierros de Juan Luis Fraile, Moreno Silva, Celestino Cuadri, José Escolar, Adolfo Martín y Pablo Mayoral. El de Adolfo, con un total de seis entradas al caballo, resultó ser vencedor aunque quizás no por ser el mejor de todos, sino más bien por ser el menos malo. Desde entonces, diez temporadas de larga sequía en cuanto a corridas concurso se refiere, demasiados años quizás teniendo en cuenta que la importancia de Madrid merece más festejos de este tipo. Novilladas concurso se dieron algunas temporadas con motivo de aquel "Ciclo de Encastes Minoritarias", y que resultaron ser una pantomina: el verdadero sentido de las corridas concurso siempre ha sido el de que cada ganadero mandara el mejor toro que hubiera en su casa, aquel en el que más confianza tuviera para llevarse el premio y todo el prestigio que supone ser vencedor de una corrida concurso de ganaderías. ¿Qué sentido tenía hacerlo en una novillada, festejo típico de lidiar deshechos? Al final, aquellas novilladas concurso que los taurodeltos confeccionaban se convertían precisamente en eso, en un concurso de deshechos de tienta. No tenían ningún sentido aquellas novilladas concurso, y ni muchísimo menos aliviaban el hambre del aficionado por las corridas concurso. Y por fin, tras años pidiendo por activa y por pasiva que se retomaran en Las Ventas las corridas concurso, el aficionado tuvo su ansiado caramelo el pasado domingo 15 de septiembre.
El plantel ganadero que se designó no podía tener mejor cara: hierros venerados por el aficionado madrileño como lo son Baltasar Ibán, Valdellán o La Quinta, el regreso a Madrid tras muchos años de ausencia de Murteira Grave o del encaste Pedrajas, de la mano del Marqués de Albaserrada; y la presencia de otra de las niñas bonitas de los aficionados más exigentes, Pedraza de Yeltes. Todo un lujo.

La corrida, como era de prever con esa retahíla de hierros, resultó ser entretenida y cargada de interés. Se vieron toros bravos, buenas peleas en varas, casta, dureza, emoción... Lo normal cuando el Toro está presente, vaya. Y bien es verdad que es el Toro quien más debe ofrecer, pero no es el único que ha de estar a la altura. Buena tarde de toros fue, cosa contraria si de lidiadores y de piqueros hay que hablar. Salvo las honrosas excepciones de César del Puerto con el capote ante el de Murteira Grave y de Jesús Romero tanto con el capote como con los palos, fue una tarde pésima la que ofrecieron los hombres de luces, tanto de a pie como de a caballo, de oro o de plata y azabache. Fundamental es durante la lidia de cualquier festejo esmerarse en las tareas lidiadoras desde que el animal salta al ruedo, pero esto es algo que se acentúa aún más si cabe cuando de corridas concurso se trata. Los seis piqueros que actuaron dieron una tarde más propia de seis vulgares matarifes que de un verdadero picador. Ya no es solo que ninguno hiciera la suerte con la más mínima corrección, ni que se mostrara destreza dominando la montura; es que no se señaló ni un solo puyazo arriba en toda la tarde. Ni uno. Todo marronazos, ninguno en el sitio. Ni tan siquiera existiendo un premio económico al mejor ejecutor de la suerte de varas se consiguió que los picadores salieran al ruedo con aires de motivación para lograr que el primer tercio fuera mínimamente decoroso. No, una vez más volvió a quedar muy en evidencia que en el escalafón de picadores actual es abundante la incompetencia y la mala leche, salvo dos o tres nombres que sí que suelen honrar a su profesión, y que por supuesto no estaban por Las Ventas el domingo. Y aunque pudiera parecer mentira, el premio al "Mejor Picador" no quedó desierto en una tarde donde tan pésimas suertes de varas se realizaron. Fue a parar a las manos de "El Legionario", encargado de picar precisamente al toro vencedor de la concurso, el de La Quinta (que se llevó tres puñaladas en mitad del espinazo, a eso premiaron).

No estuvieron tampoco a la altura, ni muchísimo menos, los lidiadores. Desorden durante la lidia, muchos telonazos de más y no menos pasadas en falso a la hora de clavar fueron la tónica general de las cuadrillas, y las bregas eficaces brillaron por su ausencia. A Javier Cortés, el hombre, apenas le dio tiempo a dejar su impronta, pues su percance ocurrió en los prolegómenos de la faena de muleta al primero de su lote. Si acaso, se puede decir que logró cumplir en lo básico, o sea poniendo en suerte al toro en las tres varas que tomó. A poco más le dio tiempo.
Quizás, lo de Fernando Robleño y, sobre todo, lo de Rubén Pinar sí fue para ponerse a cavilar más a fondo. En una corrida concurso de ganaderías se deben sentar unas bases cuyo peso recae en una cosa fundamental: todo para el Toro. Pararlo y fijarlo de salida, ponerlo en suerte (nada de relances), que entre al caballo las veces que hagan falta para calibrar su verdadera condición, bregas ordenadas, distancias oportunas para que los toros se luzcan lo máximo posible... ¿Todo eso ocurrió? Pues algunas a veces, y otras ni por casualidad. Ningún toro fue fijado de salida, algunas entradas al caballo fueron provocadas al relance (muy en especial los toros de Rubén Pinar), al de Murteira Grave y al sobrero de Rehuelga (que SÍ entraba en el concurso aun siendo sobrero) nos los privaron de verlos más veces ir al caballo, hubo mucho desorden entre las cuadrillas, algunos toros que sí demostron más potencial en los primeros tercios de la lidia se vinieron abajo repentinamente en la muleta y casualmente el matador de turno citaba muy en corto, sin darle sitio... Un completo desastre.

Y aun así, con este tipo de artimañas por parte de los lidiadores y piqueros, los seis toros, prácticamente del primero al último, tuvieron mucho interés y también mucho que torear. Al del Marqués de Albserrada apenas se le vio, pues pronto ocurrió el percance de su matador y Robleño lo despachó sin probaturas, aunque bien es verdad que lo poco que se le vio dio muestras de estar muy agarrado al piso, reservón y, además, su pelea en varas fue la más discreta de toda la corrida yendo esta de más a menos. El toro de La Quinta fue justo vencedor, bravo en varas y muy encastado y fiero en la muleta. Hizo también muy buena pelea el de Murteira Grave y Robleño se negó a una cuarta entrada aun siendo con el regatón, cosa que enfadó con creces al personal, y con razón además. Este de Murteira pareció en banderillas que iba a ser un portento embistiendo, pero duró muy poco en la muleta. ¿Poco fondo por parte del toro, o que Robleño no le dio sitio, le ahogó y tampoco hizo por tirar de él? He ahí la cuestión.

Las ganas de hacer algo relevante,  por muy pequeña que esta fuera, se las dejó Rubén Pinar en casa. Apático y descuidado en sus tareas lidiadoras, le dio igual ocho que ochenta a la hora de llevar a los toros al caballo y ponerlos en suerte; y tampoco quiso saber nada de su lote. El de Baltasar Ibán, muy discreto en varas, sí sacó más temperamento en la muleta; y el de Pedraza de Yeltes, que cumplió en varas, se comía la muleta por abajo y arrancándose con prontitud. A ambos no los quiso ni ver el matador. "Por desgracia me queda otro", contestó ante las cámaras cuando le recordaron que aún le quedaba por lidiar el de Valdellán que le hubiera correspondido a Javier Cortés, y esas palabras dijeron todo acerca de su actitud y su quehacer durante toda la tarde. El titular de Valdellán fue devuelto por inválido, y en su lugar salió un sobrero de Rehuelga que peleó con presteza y buena sintonía en el caballo, pero el matador se dio demasiada prisa en cambiar el tercio con tan solo dos entradas y nos privó de una tercera vara. ¡¡Y eso que el toro entraba dentro de concurso!! ¿Se puede tener mayor desfachatez? La pitada de parte del personal fue importante, y tampoco fue sin razón. El santacoloma fue pastueño, noblote y derrochó cierta sosería ya en el último tercio, y el matador se limitó a tirar líneas vulgarmente con la misma apatía de toda la tarde. Señor Pinar, si viene a Madrid a disgusto, ¿por qué no se queda en casa, se ahorra el mal rato, nos lo ahorra a los demás, y además le deja el puesto a otro compañero que de verdad quiera darlo todo y esté por la labor de hacer que sus toros también lo den todo?

Este fue el principal inconveniente de la concurso de Madrid,  y seguramente también de otras muchas: que no hay lidiadores capaces de meterse en la cabeza que hay que hacer todo en favor del toro, y que lo que este haga o deje de hacer puede ser igual de importante que la faena de muleta. La concurso del domingo dejó de ser deslucida principalmente porque hubo Toro, sí, pero aún mayor lucimiento pudo haber cobrado en el caso de contar con lidiadores capaces y montados competentes que le dieran sentido a los tres tercios de la lidia. No es tan difícil meterse en la cabeza que una corrida de toros se compone de dos tercios más, varas y banderillas, además del de muleta. Digo yo, vamos.

Sería bueno que, como bien dice el amigo Fran Díaz en su crónica del portal Toro de Lidia, con el tiempo y el trabajo de todos se llegase a institucionalizar en Madrid la corrida concurso, así como pasa en Zaragoza durante su feria de San Jorge, o en la plaza de Vic-Fezesanc. La base, si tomamos como tal la del pasado domingo, es buena, pero aún se podrian pulir varias cositas: lidiadores, mayor rigor en cuanto a la suerte de varas se refiere, y también buscar otra fecha que no coincida con las muchas fiestas patronales que se celebran alrededor de Madrid los fines de semana de septiembre. Madrid, primera plaza del mundo, lo merece.