Galleando a un toro de Gamero-Cívico
En el día que se cumplen 100 años desde que tomó la alternativa, no quiero dejar de rendirle mi particular homenaje al gran José Gómez Ortega "Gallito". Y quiero hacerlo dejando constancia de una anécdota protagonizada por el inolvidable torero nacido en Gelves, relatada en el libro Los Cuentos del Viejo Mayoral. Dicho libro recoje un torrente de anécdotas narradas por un veterano y sabio mayoral de nombre Saturnino Jerez, quien prestó servicio entre los años 1897 y 1933 en la mítica y tristemente desaparecida vacada jijona de D. Vicente Martínez, bisabuelo del autor del libro D. Luis Fernández Salcedo. Muchas son las anécdotas que D. Luis Fernández ilustra en esta maravilla de libro, desde las vividas por toreros añejos como El Tato o Pepete hasta algunos un poco mas "modernos" como Manuel Granero o Fortuna, pasando por la inolvidable pareja de rivales y buenos amigos que formaron en los últimos años del siglo XIX Lagartijo y Frascuelo.
Y como no también se habla de Gallito. Cuentan que corrían los últimos días del mes de septiembre de 1916, y José estaba anunciado por esos días para lidiar una corrida de D. Vicente Martínez en Quintanar. Como suele ser habitual en esas fechas, el cielo estuvo amenazando tormenta durante todo el día hasta que, al saltar al ruedo el cuarto toro de Martínez, el descargó como si del diluvio universal de tratase. Llevaba tomadas tres varas el toro, cuando las cuadrillas no tuvieron otro remedio que escabullirse hacia el callejón a esperar que la tormenta amainara. Y amainó. Y salió el sol, y se quedó la tarde extraordinaria para torear. Pero el problema estaba en el ruedo, que después de que cayera lo que cayó se quedó que ni el estanque del Retiro, así que la corrida tuvo que ser suspendida. Fue entonces cuando, con el toro aun en el ruedo, Joselito preguntó que si había bueyes para devolver al toro, recibiendo una negativa por respuesta y, a consecuencia de tal hecho, ordenó a su cuadrilla que no abandonara la plaza, menester que si realizaron las otras dos. Lo primero que se hizo para dar regreso al animal a los corrales fue abrir la puerta de toriles e intentar entre varios hombres a base de arrearle, pero el toro, aquerenciado en el tercio esperando más pelea con los picadores, hizo caso omiso de las llamadas de los improvisados vaqueros. Acto seguido, al viejo mayoral de Martínez se le ocurrió hacer soltar al quinto para intentar que ambos toros se hermanaran y regresar juntos al corral. No solo no funcionó, sino que también se dio suelta al sexto por si a falta de uno, entre dos se conseguía. Ni por esas.. Lo siguiente fue que un peón de Joselito, a petición de su jefe de filas, intentó llamar la atención del astado desde el callejón con la punta de su capote para conducirlo al hilo de las tablas hasta la puerta de chiqueros, pero tampoco dio resultado. Fue entonces cuando José no aguantó más y se descalzó, salió al ruedo y pidió permiso a la presidencia para acabar con el toro a estoque, ante la incredulidad de los estupefactos asistentes que presenciaban la escena. Se plantó ante el burel dándole una distancia considerable, lo citó y, arrancándose el animal al punto, vació la embestida y clavó el estoque en los bajos del animal, haciéndolo rodar sin puntilla. La plaza, todavía con más de medio aforo completo, estalló en un clamor y empezó a verse flamear pañuelos blancos pidiendo la oreja a la presidencia, quien no dudó en concederla.
Que grande José, que afición tan desmedida que cabía en su alma y en su corazón y que amor propio y por su profesión, como bien demostró en Valencia cuando, al encerrarse con 6 toros de Contreras y salir triunfador, unos aficionados le dieron réplica a su triunfo con las siguientes palabras: "Muy bien José, pero con Contreras, no con Miuras." Al año siguiente volvió a Valencia con otros 6 toros, pero esta vez pertenencientes a la legendaria vacada de Zahariche. Y volvió a triunfar José. Y los aficionados que un año antes le pusieron peros, se partieron las manos aplaudiendo esta vez. O cuando un día, en no se que lugar fue abroncado por el público y, refugiado en tablas, rompió a llorar exclamando "es que yo quiero estar bien todos los días". Cuantos no darán hoy vueltas al ruedo mientras gran parte del público les protestan esa actitud, y tiran besitos al tendido mientras se le recrimina que no ha estado bien, o hacen feos aspavientos u ofrecen gafas de ver al presidente de turno porque no les ha concedido algún trofeo, actuando con buen criterio. Cuantos no se pasarán por el forro de su entrepierna las peticiones de los aficionados de lidiar toros de distintas procedencias y, para ponerle la guinda al pastel, nos tacharán de talibantes, terroristas, malos bichos y no se cuantas perlitas más. Si el pobre José levantara la cabeza, que golpazo en la nuca se iba a volver a dar.
¡¡Maldito Bailaor, que mal nos hicistes arrancandonos de cuajo a José Gómez Ortega "Gallito"!!
Ejemplar de nombre Escopeta perteneciente, si no me falla la vista, a la ganadería del Marqués de Saltillo. Fue el primer novillo (si, novillo) que Gallito lidió en Madrid. 100 años después se rechazan novillos en la primera plaza del mundo alegando "exceso de trapío"