Fotograma de Tarde de Toros. Antonio Bienvenida, Enrique Vera y Domingo Ortega se preparan para hacer el paseíllo y dar cuenta de una corrida de Antonio Pérez de San Fernando.
La temporada taurina acabó hace un mes y, desde entonces, los aficionados a los toros, cada cual a su manera, nos buscamos nuestras propias mañas para que el invierno se nos haga más ameno. Yo, personalmente, los días de libranza laboral o en los descansos del estudio, me dedico a leer libros como
Manolete, biografía de un sinvivir; Antoñete, la Tauromaquia de la Movida; Joselito el Verdadero; o
El día que mataron a Manolete. Es verdad que tambien me hubiera gustado, por ejemplo, acompañar a mis amigos de "
Soy de Vicente Pastor" este sábado a Añover de Tajo a una capea, o en algunas de esas tardes que organizan quedadas para torear de salón en algún parque madrileño, pero el trabajo y, sobre todo, el estudio, es lo primero. Igual me pasa los jueves por la tarde, cuando me tengo que quedar con las ganas de asistir a las tertulias que se organizan en el Aula de Tauromaquia de la Complutense o en Casa Patas. Total, que solo me queda pasarme los ratos libres devorando libros o, desde hace algunos días, a entretenerme buscando cine taurino por la red.
Dice mi novia, también buena aficionada, que parezco un octogenario delante del ordenador viendo películas de los años 50 o 60; pero disfruto tanto como un crío con las películas de Walt Disney.
Iniciando mi recorrido está
Tarde de Toros, que ha sido la que más me ha marcado. Ver una lidia completa de dos figurones de mediados del siglo pasado como lo son Domingo Ortega y Antonio Bienvenida no tiene precio, igual que comprobar el ambiente que se palpaba en el exterior de la plaza (trepas incluidos) en los prolegómenos de una corrida, pongamos que de domingo cualquiera, con cartel de relumbrón. Otra película que me también me marcó pero hace ya muchos años, cuando era un crío, es
Los Clarines del Miedo, protagonizada por el gran Paco Rabal y basada en la novela del mismo nombre de Ángel María Lera. La frase a principio de película lo resume todo:
A los héroes anónimos de la Fiesta. Nadie los recuerda porque no
alcanzaron sus ilusiones y sus sueños de gloria. Muchos de ellos,
sin embargo, dejaron su vida por esas plazas de los pueblos de
España, y todos, su juventud...
Amén de la dureza y la tragedia que se respiraba en esas capeas en las que los torerillos (la inmensa mayoría espoleados por el hambre) se iniciaban en el toreo, la película relata el jolgorio y alegría de un pueblo en fiestas y lo solemne y feliz que es un día así para la gente de los pueblos.
Biográficas, como El Litri y su sombra o Nuevo en esta plaza, también las hay y también merecen ser recalcadas y tenidas en cuenta.
Mención aparte me merece Sangre en el Ruedo, protagonizada por Ángel Teruel y de nuevo por Paco Rabal. No es una película que me entusiasmara como las anteriormente mencionadas, pero el afecto que la tengo está relacionada con la anécdota de que una escena fue rodada en la plaza mayor de mi pueblo, Estremera, y ver mi pueblo en los años 60 y a la gente que en mayoría consigo reconocer, hace que me emocione un poco.
Caso aparte son la de Manolete, con Adrien Brody y Penélope Cruz en el cartel; y aquella mini-serie de Telecirco (perdón, Telecinco) sobre la vida de Paquirri. La primera, además de escoger a un actor sin pajorera idea del rito de la tauromaquia (le salva el aire que se da a al Monstruo de Córdoba), la taché desde el primer momento como vulgar y sensacionalista, además de cuidar bien poquito los detalles taurinos (eso sí, para captar al Maestro dándose un chute, tardaron menos de 2 minutos contados desde que empieza la película). Y la segunda, un mero culebrón al más puro estilo Sálvame Deluxe en el que lo taurino figura como pura anécdota.
Poco más he podido ver, tengo ganas de probar La Becerrada (protagonizada por Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida y Mondeño), la versión de 1965 de Currito de la Cruz y, sobre todo, intentar captar la serie Juncal y la nueva película estrenada este verano de Blancanieves, de Maribel Verdú.
De esta manera, el invierno se le hace a uno más ameno.