No sé qué se me habrá pasado a mí por la cabeza esta tarde para cambiar la siesta, el piscineo y los mojitos por una novillada de esas que nuestra querida Taurodelta nos prepara a lo largo de la temporada de estío. Supongo que, más que por la cabeza, lo que se me ha pasado ha sido por las venas y se trataba de ese veneno que nos une a nuestra maltratada Fiesta. Pero el caso es que hoy me ha dado por asistir a la última novillada de julio, en la que se acartelaban tres chavales con apenas rodaje, y una ganadería de esas que tanto nos ponen en Madrid y pocas alegrías nos ha dado. ¡¡Si es que bendita es la afición que tenemos!!
Los cuatro novillos de Araúz de Robles, lidiados en los cuatro primeros turnos y tan bonitos como acostumbra este ganadero a presentar, han tenido de todo. Mansos y con pocas ganas de ver al jaco todos, los dos primeros nobles y de poca transmisión, un tercero encastado, con mucho que torear y que mantuvo el interés en el ruedo; y un cuarto que se dejó torear sin poner muchas trabas. Remendaron la novillada dos ejemplares de José María López, quien en sus años como matador se anunció como "El Jose" y al que sus conocidos y allegados conocen cariñosamente como "El Cabra". Estos dos remiendos, de exquisita presentación el quinto y horripilantemente alto y asardinado el sexto, salieron del caballo dando coces; flojo aunque con cierto afán de embestir el quinto, y para haber sido condenado a banderillas negras el sexto, el cual tampoco quería comerse a nadie. Con este plantel ganadero, se presentaron en esta plaza Martín Campanario y Lorenzo Sánchez, acompañados por Víctor Tallón. Cuatro, tres y dos actuaciones en 2014, respectivamente. Cualquier día de estos Taurodelta nos acartelará a algún aficionado práctico, aunque bien es cierto que viendo a algunas de las delicatessen con las que nos agasajan, uno hasta duda.
Empezando por el final, que ha sido lo más ilusionte de la tarde, decir que Víctor Tallón se mostró con el poco oficio que le es propio a un novillero que, desde que debutó con picadores hace tres años, no llega a las diez actuaciones. Sucumbió ante las dificultades obvias de todo animal encastado que le propició el tercero, que no se cansó de embestir y fue un novillo muy interesante en la muleta. Con el quinto tuvo el dilema de que si subía la mano, como así fue toda la faena, el animal protestaba; y si la bajaba, se iba al suelo. Ahora bien, es justo romper una lanza a favor del chaval, porque en plena vorágine del destoreo más burdo, que un chiquito, adelante la muleta y la ofrezca de buenas maneras, cargue la suerte, no se retuerza y vaya con intenciones de rematar el muletazo atrás, es para tenerlo en cuenta y quedarse con ganas de volver a verlo. Así es el concepto de Víctor Tallón, clásico y con destellos de pureza. Aunque le falte mucho rodaje aún, cosa lógica en alguien que torea poco. Si esto fuera como debiera ser, en su próxima comparecencia en esta plaza ya estará mucho más rodado. Esperemos...
Lorenzo Sánchez salió con mucha disposición ante el único novillo que pudo estoquear, casi tanta disposición como que mostró la enorme legión de seguidores que poblaron gran parte de los tendidos 8, 9 y 10, quienes parecía que venían de festejar el último Mundial que ganó la Selección y aún les quedaban ganas de fiesta (que no la de los toros precisamente). Se equivocaron de lugar, sin duda.
El chaval toreó aseado con el capote, y tuvo un bonito comienzo de faena con la rodilla en tierra. Hasta ahí vimos. El chaval, con mucha disposición eso sí, pecó de falta de oficio, de colocación y de seguridad. Y así fue como llegó la fea cogida, de la que salió con una cornada de 15 cm en el muslo y un porrazo tremendo. Aguantó hasta matar al toro, se le pidió el despojo como no podía ser menos, el presidente, con mucho criterio y acierto, desatendió la petición; dio la.vuelta al ruedo y se metió a la enfermería. Y hasta aquí podemos decir de su actuación.
Y luego, Martín Campanario... Una cosa es tener poco rodaje, estar verde, poco toreado, poca experiencia, nulo oficio; y luego está lo de este señor, cuya actuación en otro tiempo hubiera sido para ir de la plaza al calabozo y pasar la noche allí. Lo único que enseño el con su curioso capote fue que una de dos: o las vueltas estaban muy gastadas, o es que le gusta llevarlas de color marfil. Porque su inhibición en los dos primeros tercios de los tres novillos que estoqueó fue total. Mero espectador de todo. Dos capotazos, como mucho, para recibir al toro, y quitarse rápido de allí para delegar todo al banderillero, incluido poner en suerte y sacar al toro del caballo. Como si la cosa no fuera con él. Cualquier japonés de los que nos visitan domingo tras domingo estuvo más metido en la lidia que este sinvergüenza vestido de luces. Sinvergüenza tanto él, como el que le recomendó para torear en Madrid, como el que le incluyó en el cartel. Todos se llenaron de gloria esta tarde. Suerte para él que los dos ejemplares que le cupieron en suerte por la mañana no se dieron demasiada guerra, porque sólo Dios sabe qué hubiera podido ocurrir. Peor fue en el que mató por Lorenzo Sánchez en último turno, un novillo que si le hubieran condenado a banderillas negras no hubiera pasado nada, y que tuvo más motor que los otros dos, pero tampoco sin pegar demasiados bocados. Cada cite, cada arrancada del animal, cada embestida, cada trapazo, suponía un verdadero suicidio para el novillero. Hubo un momento que hasta quedó acorralado contra las tablas, como quien se pone por primera vez delante de un animal de casta. ¿De qué bombero jubilado ha sido la idea de traer a este chico a Madrid? Y además, mató de un feo bajonazo, y la bronca que le cayó fue mayúscula. ¿Qué pensarán los turistas al ver todo este esperpéntico espectáculo? Tiemblo de solo pensarlo.
Al final, además de bochornosos, hubo momentos de cierto interés en el ruedo, cosa que no todos los días se ve. Y mucho menos por un novillero que le da por querer torear de verdad, aunque aún le falte mucho camino por recorrer. Apunten el nombre, que aquí puede haber torero: se llama Víctor Tallón.
lunes, 27 de julio de 2015
miércoles, 22 de julio de 2015
UN MURCIANICO QUE MOLESTA
"Quien no se retuerza y descargue la suerte no pasa", parece ser el lema de los mandones que padecemos en la Tauromaquia de hoy. Si no, que le pregunten al bueno de Rafaelillo, cuya tarde ante la de Miura en Madrid aún causa úlceras de estómago.
FOTO: @cuadriadicto
miércoles, 8 de julio de 2015
COMUNICADO DE LA GANADERA RITA VAZ MONTEIRO
Vaz Monteiro es un hierro con mucha historia (su origen data en torno a 1840), y que además posee un reducto de sangre único que merece ser conservado.
Hoy, por eso de que en todas las familias cuecen habas, las cosas no le están yendo bien.
Hace algún tiempo tuve el placer de conocer en persona a su propietaria, Rita, y por las cosas que escuché de su boca, la tomo como una ganadera íntegra, honesta, trabajadora, y enamorada de la Fiesta y del Toro. Lo que llega siendo en resumidas cuentas una ganadera de las que la Tauromaquia necesita.
El duro trabajo que está realizando para sacar adelante este tesoro genético que posee en forma de legado familiar no merece caer en saco roto. No lo merece ella, primero, y después la Tauromaquia en sí.
Los aficionados, poco podemos hacer más que se corra la voz entre todo el planeta taurino, con el fin de que alguien con galones en el asunto se ofrezca a echar una mano a la ganadera y que no se pierda su singular ganadería. Sería una pena si ello ocurriera.
Para entender mejor el drama que se cierne sobre esta ganadería, dejo a continuación el comunicado que la propietaria emitió para hacernos partícipes de su situación:
Ganadería Vaz Monteiro, 4 de julio a las 17:05
Aficionados y amantes de la casta portuguesa, debo informarles lo siguiente:
Mi cría de vacas perteneciente a la Ganadería Vaz Monteiro están en este momento encerradas en los corrales de Sao Martinho, y ya van 4 días, al día de hoy, que no son alimentadas. Por motivos de fuerza mayor no se ha conseguido el que puedan ser trasladadas a otra finca, siendo hoy el último día para su retirada, he querido abrir las puertas para que pastasen, pero no me fue permitido trasladarlas de los corrales por las siguientes personas:
- Alberto Luis Vaz Monteiro Leao Cabreira, que tiene pleno conocimiento de que las vacas no son suyas, aunque él pretenda no saberlo.
- El fiduciario de administración Dr. Patricia Bigotte Loureiro que dijo que la diligencia había terminado.
-La comandante de puesto territorial de Avis que no ha autorizado el traslado.
Más debo informar que a esta ocurrencia apareció por sorpresa la guardia territorial de Avis en los corrales de la propiedad para inspeccionar las fichas de viaje y un largo etcétera, cumpliendo así las órdenes de la comandante de puesto territorial de Avis.
Les pido que compartan lo más pronto posible este comunicado para que estas acciones sean del conocimiento público.
Y quiero además decir que haré participes de estas acciones a las autoridades nacionales competentes del ministerio de agricultura, de ambiente, de protección animal y demás autoridades internacionales y llevar una acción penal en contra de todos aquellos que resulten responsables por la muerte y daños subsecuentes de estos acontecimientos y, por consiguiente, de la pérdida irreparable de este patrimonio genético nacional que es la casta portuguesa.
Agradezco de antemano su atención y distribución de este mensaje.
Rita Vaz Monteiro Leão Cabreira
jueves, 2 de julio de 2015
PARAR A LOS TOROS DE SALIDA: ¿Y SÍ SE VOLVIERA A HACER COMO ANTES?
Hace unos días, releyendo algunos escritos del gran Joaquín Vidal, me llamó la atención de manera especial un fragmento extraído de la crónica correspondiente a una novillada celebrada en el San Isidro del año 2001, y que decía así:
"Acudió el peón Tomás Pallín, de verde clorofila y azabache vestido, para abortar el desaguisado de un novillo abanto al que nadie conseguía detener en sus correrías por todos los puntos cardinales del redondel. Y le bastó presentar el capote y echarlo abajo templando la veloz arrancada y obligando a humillar el díscolo. No sólo eso, claro, sino que ligó las sucesivas embestidas y, de la suerte -técnica, veteranía, valor, vergüenza torera-, quedó el novillo parado y fijado para los restos.
Menuda ovación se llevó Tomás Pallín. La ovación de la tarde. Pero aún hubo más. Porque cuando el novillo, tras desmontar en un arreón de latiguillo, huía sin rumbo fijo, Pallín volvió a presentarle el capote, a templarlo caminando hacia atrás y lo dejó en suerte donde era debido.
Muchos se sorprendieron con este peón que ya tiene sus añitos y va echando trapío; mas la afición conspicua, sobre todo la veterana, ya le había visto muchas veces bregar con el mejor arte. No debía de ir normalmente en cuadrilla fija y solía venir a Madrid acompañando a toreros salmantinos, a quienes daba el consejo adecuado en el momento oportuno y les lidiaba los toros como está mandado para resaltar sus virtudes, si las tenían, y corregir sus defectos si era menester.
De casos como el de Pallín está llena la historia menuda de la fiesta y algunos se recuerdan como ejemplo de lo que le puede sudecer a un subalterno si se gana los aplausos del público por torear bien. Muy llamativo fue el de Martín Recio en una feria de Sevilla. Salió un toro de Palha huidizo con su porcentaje de mala uva, y Joselito, a quien correspondía, no lograba someterlo, por lo que delegó en el peón. Y hete aquí que el peón se hizo de inmediato con el toro y lo mudaba de terrenos llevándolo embebido en los vuelos del capote. El público reaccionó premiando con una ovación a Martín Recio tan intensa y sostenida que debió amostazar a Joselito, Y entonces fue Joselito y decidió asumir la lidia mientras ordenaba a Martín Recio que se retirara a la barrera. Sin embargo fue un error porque el toro desbordó a Joselito, casi lo desarma, le puso en franca huida (de paso, en ridículo) y hubo de comparecer de nuevo Martín Recio que dio un recital de dominio y de torería. Y la plaza le ovacionó puesta en pie y hasta el tocaron la música. Unos meses después, Martín Recio quedaba despedido de la cuadrilla de Joselito.
A Tomás Pallín no lo van a echar de parte alguna. No habría manera, ya que va por libre. Y lo único que puede suceder tras su ensayo de buen toreo es que la afición le esté agradecida eternamente. O sea, hasta la próxima, según costumbre".
Al leerlo, automáticamente mi cabeza se fue al pasado 7 de junio [feria de San Isidro 2015], día de Miura en Madrid. Recordé inmediatamente a Marco Galán saliendo del burladero a socorrer a su apurado matador, que no conseguía fijar al de Zahariche en el capote mientras este se comía a aquel. El peón, con tres sutiles capotazos, ¡¡solo tres!!, dejó plantado al toro en las rayas de picar casi sin despeinarse. Como el que no quiere la cosa.
Con esta reflexión, mi intención no es otra que reclamar aquello que tantas veces se les oye reclamar también a los viejos aficionados de que hasta no hace muchos años era el peón el que salía a parar al toro. Puede parecer una memez, pero quizás nos ahorrábamos unos cuantos de esos bochornosos espectáculos en los que el toro corretea a sus anchas por el redondel sin que el maestro de turno sea capaz de meterlo en el canasto. O dicho de otra manera, cuántas capeas no nos íbamos a ahorrar. Digo yo, vamos.
"Acudió el peón Tomás Pallín, de verde clorofila y azabache vestido, para abortar el desaguisado de un novillo abanto al que nadie conseguía detener en sus correrías por todos los puntos cardinales del redondel. Y le bastó presentar el capote y echarlo abajo templando la veloz arrancada y obligando a humillar el díscolo. No sólo eso, claro, sino que ligó las sucesivas embestidas y, de la suerte -técnica, veteranía, valor, vergüenza torera-, quedó el novillo parado y fijado para los restos.
Menuda ovación se llevó Tomás Pallín. La ovación de la tarde. Pero aún hubo más. Porque cuando el novillo, tras desmontar en un arreón de latiguillo, huía sin rumbo fijo, Pallín volvió a presentarle el capote, a templarlo caminando hacia atrás y lo dejó en suerte donde era debido.
Muchos se sorprendieron con este peón que ya tiene sus añitos y va echando trapío; mas la afición conspicua, sobre todo la veterana, ya le había visto muchas veces bregar con el mejor arte. No debía de ir normalmente en cuadrilla fija y solía venir a Madrid acompañando a toreros salmantinos, a quienes daba el consejo adecuado en el momento oportuno y les lidiaba los toros como está mandado para resaltar sus virtudes, si las tenían, y corregir sus defectos si era menester.
De casos como el de Pallín está llena la historia menuda de la fiesta y algunos se recuerdan como ejemplo de lo que le puede sudecer a un subalterno si se gana los aplausos del público por torear bien. Muy llamativo fue el de Martín Recio en una feria de Sevilla. Salió un toro de Palha huidizo con su porcentaje de mala uva, y Joselito, a quien correspondía, no lograba someterlo, por lo que delegó en el peón. Y hete aquí que el peón se hizo de inmediato con el toro y lo mudaba de terrenos llevándolo embebido en los vuelos del capote. El público reaccionó premiando con una ovación a Martín Recio tan intensa y sostenida que debió amostazar a Joselito, Y entonces fue Joselito y decidió asumir la lidia mientras ordenaba a Martín Recio que se retirara a la barrera. Sin embargo fue un error porque el toro desbordó a Joselito, casi lo desarma, le puso en franca huida (de paso, en ridículo) y hubo de comparecer de nuevo Martín Recio que dio un recital de dominio y de torería. Y la plaza le ovacionó puesta en pie y hasta el tocaron la música. Unos meses después, Martín Recio quedaba despedido de la cuadrilla de Joselito.
A Tomás Pallín no lo van a echar de parte alguna. No habría manera, ya que va por libre. Y lo único que puede suceder tras su ensayo de buen toreo es que la afición le esté agradecida eternamente. O sea, hasta la próxima, según costumbre".
Al leerlo, automáticamente mi cabeza se fue al pasado 7 de junio [feria de San Isidro 2015], día de Miura en Madrid. Recordé inmediatamente a Marco Galán saliendo del burladero a socorrer a su apurado matador, que no conseguía fijar al de Zahariche en el capote mientras este se comía a aquel. El peón, con tres sutiles capotazos, ¡¡solo tres!!, dejó plantado al toro en las rayas de picar casi sin despeinarse. Como el que no quiere la cosa.
Con esta reflexión, mi intención no es otra que reclamar aquello que tantas veces se les oye reclamar también a los viejos aficionados de que hasta no hace muchos años era el peón el que salía a parar al toro. Puede parecer una memez, pero quizás nos ahorrábamos unos cuantos de esos bochornosos espectáculos en los que el toro corretea a sus anchas por el redondel sin que el maestro de turno sea capaz de meterlo en el canasto. O dicho de otra manera, cuántas capeas no nos íbamos a ahorrar. Digo yo, vamos.
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