Volvimos. Volvimos después de casi dos años a nuestra querida plaza a ver toros y toreros (que no reses
reglamentariamente despuntadas y escogidas cuidadosamente para las figurillas de porcelana). Volvimos a la ilusión de por la mañana esperando el sorteo de los toros y las cuadrillas que actúan por la tarde. Volvimos al cosquilleo que se siente camino de los toros, no digamos cuando se vislumbra a lo lejos el estilo neomudéjar de la plaza. Volvimos a cruzar sus puertas, subir escaleras y surcar los pasillos de la plaza. Volvimos a plantar las posaderas sobre la dura piedra y paladear emocionados la monumental estampa que presenta Las Ventas... Porque sí, volvimos a los toros, y los toros volvieron a nuestras vidas en la tarde de hoy, 26 de junio de 2021, año I dC (después del Covid). Cómo lo habíamos echado de menos todo ello: la plaza, el ambiente, los amigos, los toros en el ruedo, los buenos toreros ya sean de oro, plata, azabache, a pie o a caballo; la casta, aunque por desgracia a esa se la echa de menos más a menudo y pandemia aparte... Echar de menos, como soñar, es gratis; y por ello hasta se echaba de menos después de tanto tiempo a los del aplauso fácil, las rebajas, los cabreos cuando se mantienen en el ruedo reses que quizás no lo merezcan, los
bajatús, y hasta al chuzo de turno bramando a mandíbula batiente y constantemente "Viva España" y "Viva el Rey"...
De todo esto y mucho más hubo en el regreso de los toros a la Primera Plaza del Mundo, toros los cuales iban herrados con la A coronada y lucían divisa azul y encarnada, y que estaban destinados a la lidia de las cuadrillas encabezadas por Manuel Escribano, Sergio Serrano y Fortes. Y más que menos, y unos más que otros, pero lo cierto es que se consiguió disfrutar de una bonita tarde de toros en las que se vieron muchas cosas, buenas y no tan buenas. Victorino Martín García, el legítimo heredero de tan venerable extirpe, vino a Madrid mandando una corrida con los cinco años ya mediados y bien presentada, lo que no quiere decir esto último que haya cierta preocupación, por decirlo de alguna manera, con el trapío que lucen los albaserradas de la A Coronada. ¿Dónde quedaron aquellos toros bajos de agujas y largos como trenes, que pastaban en Las Tiesas de Santa María? Los de esta tarde, ya digo: de buenas hechuras, cabezas bien puestas y rematados por detrás, pero más altos que sus no tan lejanos ancestros y menos larguitos. Como sacados de tipo... Victorino, ¿algo que objetar? Sí trajeron casta y mucho que torear. No todos, ni a raudales, pero lo suficiente para pasar momentos de verdadera emoción y recordar por qué somos tan aficionados a esta bendita Fiesta.
Qué mal empezó todo con el inválido primero, que debió volver a la oscuridad tras los bueyes de Florencio, y dejar paso a un capricho que nos sobrevino esta mañana a unos pocos: los sobreros de Juan Luis Fraile, ganadería que debería contar con más oportunidades. Francamente, una verdadera birria ese primer toro de Victorino, con el que Manuel Escribano no se dio demasiada coba tras probarlo por ambos pitones, y acabar con él más pronto que tarde. Si Escribano sorteó al peor o por lo menos a uno de los dos peores del encierro, bien es cierto también que el destino le compensó con el mejor: un buen toro apodado
Galapagueño y herrado con el número 23 en el costillar. Toro que cumplió sin más en el caballo tras recibir dos puyazos, el segundo magnífico, de parte de Curro Sanlúcar; y que peleó con mucha nobleza acompañada de la bendita casta durante toda la lidia. Un buen toro en definitiva que fue muy aplaudido en el arrastre y al que se le cortó una oreja. Está muy bien eso de cortar una oreja y más en Madrid, pero cuando esa oreja le es cortada a un toro de dos, ya no está tan bien, y más en Madrid. ¿Estuvo acaso Manuel Escribano mal con el mencionado
Galapagueño? Ciertamente no, pero tampoco terminó de estar a la altura y, como se le espetó muy acertadamente desde el tendido cuando la faena ya tocaba a su fin, se fue sin torear. Escribano estuvo con ese
Galapagueño bullidor y decidido, como lo estuvo toda la tarde: se fue a recibirlo a la puerta de toriles, no dejó de querer ponerlo de largo en la segunda vara, banderilleó con más espectacularidad que pureza, comenzó la faena con el ya típico pendulazo desde los medios y hasta sacó algunos muletazos sueltos que fueron largos, despaciosos y muy mandones, de mano muy baja y llevándolo en redondo. Pero ese fue precisamente el problema, que solamente fueron unos pocos, aislados se podría decir. No se acopló Escribano a las francas embestidas del buen toro, que acudía con mucha nobleza a cada cite y sin pensárselo ni medio segundo, arrastrando el hocico hasta quedársele color albero. Una pena por el toro, que mereció muchísimo más que esos pocos muletazos aislados y perdidos en una maraña de trallazos, enganchones y muletazos hacia fuera. Lo dicho: oreja a un toro de dos.
La otra oreja de la tarde vino a continuación, y esa fue de ley. Sergio Serrano sorprendió esta tarde a muchos, pues había hasta quien preguntaba quién es ese torero, que no habían escuchado nunca hablar de él. Lo de ir a los toros solamente en San Isidro y cuando torean los
toreros guapos debe ser terriblemente jodido, vaya que sí. Y sorprendió, además, porque se impuso a ese quinto toro, noble sin más, con clase y muy venido a menos durante el último tercio. No fue una faena demasiado larga, tuvo lo justo para que Serrano demostrara, otra vez, que es un torero con mucho que decir en esto. Comenzó doblándose con el toro con eficacia y sacándolo más allá de la segunda raya, demostrando así desde el principio quién mandaba allí. A esto le siguió una serie de derechazos algo atropellada pero ya vislumbrándose que su intención era la de mandar bajando mucho la mano y tirando del toro hacia dentro. Lo consiguió con más continuidad en los derechazos que continuaron, echándose la muleta a la zurda seguidamente y, aunque no terminó de acoplarse por ese pitón, sí consiguió sacar dos naturales muy potables. Volvió a la diestra y con esa mano volvió a dejar plasmados otro puñado de derechazos donde apareció el milagro del toreo. ¡¡Aleluya, aquí hay un torero que sabe hacerlo!! La estocada posterior cayó en buen sitio y aunque el toro tardó en caer, la oreja de ley llegó a las manos de Sergio Serrano, que ratificó su buena actuación en esta plaza ante los de Saltillo y Araúz de Robles en septiembre de 2019, tarde de la que no nos hemos olvidado, a pesar del tiempo transcurrido y de las circunstancias sobrevenidas. Valentón y con mucho mérito fue también como se enfrentó Sergio Serrano al geniudo y complicado segundo, un toro con mucho que torear al que tragó una barbaridad el torero de Albacete, dispuesto en todo momento a hacerle el toreo de verdad aunque no terminara de acertar. Lo peor de su actuación, el sartenazo en el número con el que acabó con este toro.
Quien no consiguió en ningún momento arrancar una sola sonrisa en toda la tarde fue el bueno de Fortes, de quien se esperaba mucho, muchísimo más, y acabó decepcionando. Sorteó el que, junto con el que abrió plaza, fue el peor de la corrida: el 6°, un buey que seguramente se dejaría el arado en el campo. No quiso perder mucho tiempo Fortes ante este animal y, tras tantearlo desganado y sin mucha convicción, susto incluido además al ser aparatosamente revolcado, despachó malamente dando un verdadero sainete con la espada. El mismo que dio con el descabello ante el tercero, otro animal que mereció mucho más que los trallazos y malas maneras de Fortes. Este tercero fue un toro también que se prestó al toreo con nobleza y sin poner en muchos aprietos, pero Fortes, lejos de torearlo con la majeza que ha mostrado en otras ocasiones, estuvo por la labor de dejarse enganchar la mayoría de los muletazos, cuando no pegaba un feo latigazo hacia fuera y que echaban a perder todas las ilusiones puestas en este torero. Para otro día quizás...
Y como sucede con la casta, también se echa mucho en falta y muy a menudo además, aunque 3000 festejos se celebren en un año natural, la suerte de varas. Por ello emociona tanto cuando llega un picador que hace la suerte como Dios manda, torea con el caballo y lo mueve para provocar la arrancada del toro, para cuando llega a su jurisdicción tirarle la vara y ponérsela en todo lo alto. Eso fue lo que hizo el gran Tito Sandoval ante el 5°, y que levantó grandes ovaciones.
Volvimos a Las Ventas, qué bueno fue eso y cómo se echaba de menos; y más si salimos de la plaza comentando que ha sido una tarde con mucho interés.