miércoles, 21 de mayo de 2025

20 DE MAYO DE 2025, DÉCIMA DE FERIA: SOBRE ESTRELLAS, ESTRELLADOS Y ESTRELLITAS ESTRELLADAS

La cosa va de estrellitas estrelladas. Chiquetes que engrosan las filas de la novillería, con sus cosills, sus bonanzas sus defectillos... Y a los que les han comido la oreja y les han subido a los altares mucho, pero que muchísimo antes de tiempo. Sin hablar de las bochornosas campañas publicitarias auspiciadas desde los medios, las revistas y las gacetas; las cuales, qué duda cabe, habrán sido hechas por amor al arte y por pura filantropía. 

Pero póngase en contexto el tema de las estrellitas estrelladas: segunda novillada de la feria de San Isidro. Sorteada, a las doce en punto del mediodía, una novillada del Conde de Mayalde muy desigual de hechuras. Siete horas después, comienzan uno a uno esos novillos a irrumpir en el ruedo para ser lidiados por una terna de novilleros que... Bueno, dejémoslo en una terna de novilleros, simple y llanamente. 

Los seis novillos del Conde de Mayalde hicieron en conjunto una novillada cuanto menos interesante, ideal para que las estrellitas, lejos de estrellarse, ratificaran tooooooodo aquello tan bueno y tan maravilloso que desde hace meses se ha convertido en una de las mandangas favoritas de los interesados, voceros, gorrones y publicistas con carnet de periodistas, que de esto viven. Una novillada, a fin de cuentas, que con sus cosas y sus disparidades, era de triunfo. ¿Qué mejor escenario que la plaza de Madrid, en pleno San Isidro y con la televisión presente, para toparse con semejante novillada? La novillada ideal en el momento y lugar más adecuado; si bien, como dijo aquel, semejante alineación de astros hizo más dura la caída. 

Y antes de continuar hablando de la terna, conviene una pequeña puntualización en lo que concierne al primer espada de la tarde, el señor Fabio Jiménez: pañuelo naranja para él. ¿Estrellado? Por supuesto. Contra el novillo más soso y flojo de toda la novillada, que fue el primero y con el que el hombre anduvo por encima de la situación, llegando a demostrar cierta personalidad y unas óptimas maneras. Lo malo fue eso, que no tuvo novillo. Se estrelló también contra el 4°; o, mejor dicho, contra su picador. Un individuo de nombre Carlos Pérez, que tuvo a mal pegarle dos fortísimos puyazos en muy mal sitio a ese novillo 4°, dejándolo visiblemente mermado. Si esto fuera como tiene que ser, ese sujeto no debiera volver a calzarse la greogirana y tocarse con el castoreño, ni en carnavales. Para colmo, una de las banderillas llegó a ser clavada en uno de los puyazos; y entre pitos y flautas el animal acabó echado al poco de empezar la faena, teniendo que ser apuntillado. Nada se pudo hacer con él.

Fabio Jiménez se estrelló de esta manera. Se estrelló, podría decirse, contra las circunstancias. Y es que hay formas y formas de acabar estrellado. Está la de este buen hombre, y luego están la de El Mene y Tomás Bastos, otroras componentes del cartel. En sus manos cayó una novillada de triunfo, con sus cosas, pero de triunfo y para haberse ratificado como primeras figuras de la novillería que les presumen ser. Pero lejos de ello, los cuatro novillos fueron arrastrados con las orejas puestas, y lo que es peor, se fueron sin torear. Tomas Bastos se estrelló con un novillo toreable y de embestida suave, el 3°, al que realizó una faena larga, sin apreturas ni sometimiento, y sí muchos vulgaridad. Se estrelló también con otro novillo, el 6°, complicado en varas y en banderillas, pero que acabó por romper en la muleta. El novillo, manso de solemnidad, puso pegas para ser picado, y aún más para banderillearlo. Tuvo su guasa, pero al comenzar la faena de muleta y con muy buen acierto por su parte, Tomás Bastos se lo sacó a los medios y le dio sitio. Y ahí el novillo se le vino con alegría, repitió con casta en cada muletazos y, por consiguiente, acabo derrochando algunas embestidas muy emocionantes. No fue, ni mucho menos, la tonta del bote: cada vez que Tomás Bastos, enemigo declarado de las apreturas y del ponerse en el sitio, se quedaba fuera en el cite, el novillo se le venía encima. Un novillo, a fin de cuentas, exigente y con mucho que torear. Un compromiso demasiado grande para Tomas Bastos.

El Mene se estrelló contra tantas cosas... Se estrelló, primero, con un novillo que fue bravo y exigente de principio a fin. Fue este novillo el 2°, que hizo una notable pelea en varas (qué pena no verle acudir por tercera ver), y embistió en la muleta con mucha nobleza, buen estilo y casta. Un señor novillo, el novillo soñado en el momento y lugar adecuado. Ya lo dijo Juan Belmonte, "Dios te libre de un toro bravo". Dios quiso, no se sabe muy bien el motivo, que El Mene se topara con ese bravo novillo. O mejor dicho, se estrellara. Y se estrelló, vaya si lo hizo. Muy por debajo en todo momento de la situación El Mene, preocupado únicamente de la estética que del toreo de verdad. Preocupado de ponerse bonito y de gustarse, más que de ponerse en el sitio, bajar la mano, templar la embestida y mandar. Muy mal El Mene con el bravo, pero también con el toreable. El 5° fue este, y la faena dispuso de la mismas trazas: primó la estética, la plasticidad, lo visiblemente bonito, lo elegante, el salir bien en la foto... Y fracasó el toreo de verdad, el parar-templar-mandar. Con lo que "mejor" estuvo  fue con la espada: demostró que ejecuta el volapié tirándose recto y por derecho, si bien las dos estocadas que cobró fueron traseras y atravesadas. Con sus dos novillos se estrelló El Mene, pero la cosa no acabó aquí para él. Se estrelló con sus dos novillos, pero también con el que paga religiosamente. Mejor dicho, le hicieron estrellarse. ¿Que quién? La cuadrilla, quién si no. Haciéndole pegarse una vuelta al ruedo con muuuuucho rostro, que provocó una sonora pitada por parte del respetable, mucho más que aplausos fueron. En realidad, nadie más que sus tres banderilleros y su mozo de espadas (a este último solo le faltó cogerle del brazo y pegársela tirando del chaval), nadie más le solicitó tal honor. Por mucho que él mismo pensara que sí... Pero no. Qué necesidad tendría ese muchacho de pasar por debajo de los tendidos y toparse con multitud de dedos en señal de negación. Ya hay que ser no solo soberbio, sino mala pécora para meterle en semejante compromiso. 

Que sea enhorabuena pues al señor ganadero por la lidia de esa novillada, y muy especialmente por el 2°. Así pues, no deja de ser perceptible hacerles un recordatorio a Tomás Bastos y al Mene sobre dónde queda el rincón de pensar. Dos estrellitas que acabaron estrelladas. 

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