Ante los novillos de Paco Medina se les vieron y desearon, con mejor o peor resultado, quien hoy hacía presentación en Las Ventas, Jesús Enrique Colombo; Pablo Aguado y Rafael Serna.
Empezando por el final, Rafael Serna naufragó ante dos novillos tan distintos entre sí en la misma cantidad que las opciones que dieron. El tercero fue un animalito que no hizo ningún feo, dulce como la miel y con las orejitas diciendo córtame. La faena del chaval fue larga y vulgar, llena de trapazos y falta de colocación. Así las cosas, el sexto fue la antítesis a ese tercero: un animal con muchos pies y genuino, impensable para ponerse bonito y aburrirse a pegar trapazos, pero sí para poderlo con una lidia solvente y de poderío. Serna, al igual que todos los chavales de estas generaciones de novilleros que salen ahora de las escuelas, no conoce qué es eso de lidiar y poder, y como solo tiene en la cabeza, él y los demás, lo del mejor toreo de la historia, no quiso ni ver a la prenda.
Algo parecido le pasa a Pablo Aguado, quien aburrió al personal delante del segundo de la tarde, también un noble ejemplar que se dejó hacer, y sudó sangre con el quinto toro, a su vez el mejor novillo del festejo por noble, encastado y de embestidas temperamentales, ante las cuales Aguado se vio completamente desbordado y con grandes carencias para pegarle unos pocos muletazos templados y mandones que fueran suficientes para reventar Madrid. Trapazos por aquí, trallazos por allá; cites en la oreja, pues toma colada que te crió por dejar la ventana abierta. Ni más, ni menos. Una pena.
La actuación del venezolano que esta tarde hizo el paseíllo desmonterado fue todo garra, corazón, deseos impetuosos de agradar a la parroquia y hambre de triunfo. Entró en quites, toreó templado a la verónica, banderilleó más con espectacularidad que con pureza... Vamos, lo que llega siendo estar en novillero. Pero a la hora de torear, entendiéndose por tal cosa eso de enganchar al toro delante y llevarlo detrás de la cadera trazando un medio círculo, a la par que se carga la suerte... Pues hombre, ahí el chaval patina bastante, pues se le vio a leguas que en su cabeza sólo cabe la Tauromaquia 2.0. Faena excesivamente larga al primero, que no tuvo más de doce arrancadas, a la par suficientes para poner Madrid boca abajo, como decía nuestro recordado Antoñete, pronto y en la mano. Muchísimo más tuvo el encastado cuarto, ante el cual volvió a dejar impronta su hambre voraz de querer ser alguien en esto y llamar la atención. Pero siendo justos, el novillo se le fue sin torear, en una faena de muchos altibajos, en la que tuvo algunos muletazos templados aunque haciendo gala de las maneras 2.0, más momentos de trallazos enganchados y sin terminar de romper la faena. Lo que no tiene ni un reproche fue su estocada a este cuarto, tirándose con todo y cobrándola en todo lo alto. Cuántos de los mayores no deberían aprender de esa forma de entrar a matar...
Y se le pidió la oreja, pero el señor Cano Seijo se mantuvo en su sitio y no hizo asomar el moquero. Y es que la mayoría de pañuelos en los tendidos no estaba para nada clara. Si las orejas se concedieron en valor a los berridos que pegan los de la tele, por las insistencias de los subalternos y por las ratonerías de los mulilleros, pues quizás hoy hasta habría que haber concedido una pata, pero no siendo así, hay que apechugar y seguir mejorando para conseguir la unanimidad de Madrid. Es lo que hay.
No fue ni mucho menos una gran novillada, pero sí volvió a florecer la casta gracias a algunos ejemplares de El Montecillo, y eso reconforta. Sobre todo, después de días y días y más días de vulgaridad, descaste, invalidez, borreguez y mojigangas. La casta, es la casta.
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