lunes, 7 de octubre de 2013

CÁRDENA TARDE

Se esperaban a los cárdenos esta tarde como uno de los sucesos de San Isidro, pero tan cárdenos eran sus capas como cárdeno ha sido su juego y la tarde en general.

Mala sin paliativos la corrida de Adolfo Martín que si bien lucieron correctos de presentación, estaban exentos de la casta, agresividad, celo y picante a la que su sangre siempre honra. Decepcionante tarde de toros... y de toreros, para no dejar de cumplir con la tradición. Y por supuesto tampoco hemos dejado de tener que bajar la cabeza sonrrojados por el vergonzoso despojo concedido. D. Julio Martínez, al que este verano se aplaudió por poner las cosas en su sitio a la hora de conceder orejas, se ha cubierto de gloria y podrá dormir tranquilo esta noche. Será porque le habrán leído bien la cartilla, o porque solo tiene cojones a hacerlo con los novilleros, o vaya usted a saber. Pero ni siquiera había mayoría de pañuelos, y la prueba más clara de su clamoroso error fue la enorme bronca que se montó.

Antonio Ferrera fue el que se benefició. Fue la suya una tarde en la que tal como acostumbra últimamente estuvo inpecable como director de lidia y con nociones de buen lidiador en el primer tercio, atento fuera de sus turnos de lidia siempre de los caballos de picar para que no fueran sorprendidos por el toro fuera de contraquerencia, sujetando a sus toros sin darles un solo capotazo ni hacerlis derrotar contra el burladero mientras su picador se colocaba en el sitio, dejando a los toros bien en suerte y ordenando correctamente a su picador que ocupara el sitio donde hay que picar, atento siempre a los quites y a los compañeros... En definitiva, algo de lo que todos los que se ponen el vestido de luces deberían tomar buena nota. Pero hasta ahí, porque cuando coge las banderillas la plaza se convierte en un circo que recuerda al que en fechas invernales se coloca en ese mismo ruedo, de la misma manera que cuando coge la muleta y deja claro que no pasa de ser un mediocre muletero que no es capaz de colocarse en el sitio y rematar los muletazos como mandan los cánones.

 Algo muy parecido pasa con Javier Castaño, torero vulgar donde los haya tanto con capote y muleta, y pésimo, muy pésimo, con la espada. Pero hay algo en él que despierta el interés general por verlo en los carteles, aunque a él no le aguante nadie cuando se queda solo en el ruedo. Y ese algo hoy no ha brillado tanto como otras tardes, pero aun así se ha llevado las únicas ovaciones de verdad de la tarde. Fernando Sánchez como siempre torerísimo y clavando asomado al balcón y Adalid, mal en los primeros pares de cada tercio, sí se ha asentado en los segundos y ha clavado fenomenal. Marco Galán, como siempre, sublime en la brega. Pero Tito Sandoval ha sido fiel reflejo de lo que han hecho sus cinco compañeros restantes montados a caballo: picar trasero y mal, sin ni siquiera hacer amago de rectificar. Mala tarde la del gran picador charro.

 Por último, Iván Fandiño va camino de ser la eterna promesa. No ha tenido toros para reventar Madrid, pero siempre se puede estar con otra disposición. Con ambos toros no dejó de meter el pico con mucho descaro, ni se colocó en el sitio, ni puso ambición ni ganas por decir ¡¡aquí estoy yo!! Por mucho que cortara un despojo (otro más) el pasado viernes, su gesta de anunciarse dos tardes esta feria le ha salido por la culata y ha dado razones para pensar que va para atrás como los cangrejos, todo lo contrario a lo que debería ser en un torero tan esperado por la afición de Madrid. No quisiera finiquitar este escrito sobre la última de Otoño sin desearle lo mejor al banderillero Roberto Bermejo, a quien su matador ha cortado la coleta al término de la corrida. Mucha suerte de aquí en adelante, torero.

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