La que traen, entre unos y otros, desde el día de ayer con el cartelito de marras. Primero, que si la corrida de Luis Algarra prevista inicialmente parece que se cae, ahora no, ahora sí, ahora viene de camino a Madrid una bueyad..., perdón perdón, una corrida de Valdefresno. Luego, a poco rato del sorteo, que no hay nada claro y se siguen rumoreando cosas. Y, al final, cuatro animales del hierro titular más dos remiendos de Montalvo. Sí, Montalvo. Se entiende que nos quedamos con ganas hace algunas fechas de seguir disfrutando de esta vacada, y nuestra insigne empresa Plaza1 nos ha recompensado con ello. Simón y Rafa, siempre pensando en la felicidad del aficionado y del abonado. Y entre medias, que si el Batán para arriba, el Batán para abajo, el agua de aquí que está muy tratada y lleva mucho cloro, que los animales no están cómodos... Ni Berlanga hubiera tenido tanto ingenio para imaginar semejante disparate.
¿Que cómo salió el asunto que tan mal empezó? Pues como tenía que salir, ni más ni menos. Porque lo que mal empieza, mal acaba. Se empezó mal, primero, desde que se pensó hace meses que una corrida de Luis Algarra quedaría muy bien en plena feria de San Isidro. Pero la cosa, susceptible de empeorar, empeoró sobremanera conforme avanzaban las horas previas a la corrida. Y como colofón, los dos remiendos de Montalvo. Dos remiendos, dos. Número redondo que, si llega a sumar uno más, provoca estampida masiva de público y de euros en los bolsillos de Plaza1 (por eso de que con la mitad de una corrida rechazada se tiene derecho a devolución). Menuda tragedia si se llega a rechazar un toro más de la ganadería titular, ¿verdad, don Simón?
Con este panorama, los ánimos caldeados y la casa sin barrer, se inició el paseíllo. Uno a uno fueron desfilando por delante de nuestras pupilas los seis toretes sorteados al mediodía entre El Payo, Román y Francisco José Espadas. Y, por lo menos, si la corrida hubiera salido buena pues aquí paz y después, gloria. Pero la corrida, buena buena, lo que se dice buena... Pues no, va a ser que no lo fue. Los cuatro toretes de Algarra bien hubieran hecho en seguir el mismo camino que sus hermanos de camada rechazados, y quedarse en casa a la espera de acabar sus días en otro sitio que no fuera Madrid, en plena feria de San Isidro nada menos. Como tantísimos otros ejemplares que no muestran otra cosa que no sea falta de fuerzas, de casta, y sí muy sobrados de tontorronería para ir y venir sin más. Francisco José Espadas, espada (valga la redundancia) más novel de la terna, fue el único de la misma que se las vio con un lote íntegramente algarreño. Tanto El Payo como Román, se las vieron con uno y uno, y al final la cosa anduvo como cada uno la quiera ver. Ahí va la mía.
Lo de El Payo pareció más unas vacaciones por Madrid a gastos pagados. "Vengo a Madrid unos días, me entretengo en pasear y conocer, entre visita y visita a museos y monumentos me cuelo en un vestido de seda y oro y me dejo caer por Las Ventas, mato dos toros sin complicarme la vida, pongo el cazo para que me lluevan los euros, y a México", Y no hay nada más, señoría. Salvo que mientras El Payo andaba de paseo por Las Ventas, en el sofá de sus correspondientes domicilios se encontraban viendo los toros por la tele Rafaelillo, Manuel Escribano o David de Miranda, entre otros. Anda que no.
Román, con su tetrapléjico algarreño que salió en segundo lugar, hizo una faena de enfermero al más puro estilo torero de Chiva. Solo que claro, Román no es Quique. Tuvo toro, muchísimo más toro, en quinto lugar. Un toro de Montalvo que sacó más pies y malas ideas, un toro al que convenía lidiar y someter con firmeza. La tuvo Román, tan valiente como acostumbra, pero alejado de poder con el toro y templar las correosas embestidas del animal. Todo fueron trallazos, muchos enganchones y el arrimón de rigor, pero el toro se fue sin torear. Sin torear, y sin una oreja. La que paseó Román después de una faena en la que estuvo por debajo del toro, pero que culminó con una muy buena estocada, entrando bien y de buena colocación.
También le pidieron oreja del tercero a Francisco José Espadas, y seguro se la hubieran pedido del sexto. Pero en uno no hubo mayoría de pañuelos, ni una estocada de buena colocación, ni la distancia suficiente para que los mulilleros se ganaran el aguinaldo de la tarde (el toro cayó en la misma puerta de arrastre, mira que es mala suerte). Y en el otro, lo que hubo fue un deficiente uso de lo que lleva en el apellido. Francisco José Espada también anduvo muy voluntarioso toda la tarde en hacer lo que buenamente sabe: el toreo postmoderno de trallazos hacia fuera y pierna retrasada, muletazos cambiados por la espalda, las bernardinas, el encimismo, los retorcimientos y todas esas bondades que en Madrid, como mínimo, destapa la división de opiniones. Si hay que valorar la tarde de Francisco José Espadas dentro de ese concepto, habría que decir que estuvo bien. Algunos dirían incluso que estuvo cunvre. Pero si hubiera que hacerlo dentro de los cánones ortodoxos del toreo, habría que decir que Francisco José Espadas anduvo con un estilo tan valentón y voluntarioso como vulgar en sus modos.
Otro día más en la oficina. Saldos ganaderos, animales descastados e inválidos, picadores que no aciertan a colocar la puya en todo lo alto ni por equivocación, José Chacón dando un recital en la brega, público benévolo... Y nos lo queremos perder.
Los de los picadores es criminal
ResponderEliminarEsto de que no aciertan a poner la puya en lo alto no me lo creo yo pienso que no se quiere pues en su sitio no hace mal al toro y trasera le hace mucho mal y se quiebran más los toros con lo que eso con lleva a la hora de la faena de muleta,menos fuerza el toro por un mal castigo en morcillo no hay hueso y trasero partes vitales de la colunna
ResponderEliminarNo es que no quieran.
EliminarEs que al igual que los espadas hay muy pero que muy poquitos que lo hagan en condiciones. El ser torero no es fácil, ni picador tampoco. De ahí que no todo debe ser vítores y aplausos.
Exigencia rigor y hacer las cosas bien. Valorar las actuaciones en su justa medida. Así tendrá más valor lo bueno.
No todo vale.