Se plantaron en Madrid como hay que venir, ofreciendo una elegante imagen y con ganas de hacer honor a su nombre. Vinieron a por todas en el día de hoy. Quisieron, aun con sus defectos, que los tenían, agradar al personal. Pero se estrellaron con un material infumable y hueco. Mala suerte, y lo peor es que ellos sí que no tendrán otra oportunidad ante otra terna que les ayude más a sacar lo mejor de sí.
Me refiero, como no podía ser menos, a los seis galanes de la afamada ganadería de Baltasar Ibán que hoy han sido lidiados en esta vigesimocuarta de San Isidro. Seis toros de impecable estampa y exquisita presentación, y aunque a muchos nos han jugado una mala pasada esta mañana las fotos del sorteo, lo cierto es que en la plaza eran otra cosa los de Baltasar Ibán. Un gusto para los ojos de los aficionados, y un pavoroso trago para aquellos que vestían el chispeante. Una corrida con esa fachada debe de ser un quinario ponerse delante de ella, pero más aún cuando las dificultades, fruto de la casta que hace grande al Toro de lidia, se hace presente en el ruedo. Y claro, los toros de Ibán hoy vinieron con ganas de hacer honor al buen nombre que tiene la vacada desde hace muchos años, pero la incompetencia y la desgana de sus matadores por hacer las cosas bien y que la corrida desarrollase mejor sus buenas intenciones, lo dejaron en mucho menos de lo que pareció. Muy mal Iván Vicente, lamentable Alberto Aguilar, y pésimo Víctor Barrio. Y de sus correspondientes picadores, no hablamos.
En primer lugar salió un bonito colorado en línea Guateles, y que solo por ver el nombre en la tablilla ya había interés sí o sí. Bastonito fue un animal al que se puso en suerte a distancia en la primera vara, marrando Héctor Vicente clamorosamente, picando en la paletilla, para posteriormente rectificar y dejar un picotazo trasero mientras el toro solo empujó con un pitón. Se desentiende del capote de su matador y se va al picador que guarda la puerta, pero el eficaz tercero Jesús Robledo "Tito" no lo permite. Se lo llevan a contraquerencia y de nuevo le dejan de lejos, pero en animal tarda en arrancarse, y cuando lo hace le pegan un puyazo fuerte y trasero a la par que no se emplea. Tampoco se empleó apenas en la muleta de Iván Vicente, que puesto a hacer las cosas mal, no le dio sitio, ni lo llevó con suavidad, y para colmo se excedió sobremanera con la faena.
Camarín, número 37 y nacido en octubre del 2011, fue un toro bravo. Así, sin más. Tal como suena. Hasta el momento, el toro de la feria con muchísima diferencia. Ya desde el recibo capotero de Alberto Aguilar dejó patente que lo suyo iba a dar mucho de que hablar, y fue algo que ratificó las dos veces que peleó en el jaco, la primera al relance y la segunda bien puesto en suerte por el matador. Bravo, empujando con fijeza y metiendo riñones como no lo habíamos visto en toda la feria, mientras desde lo alto se le asestaron dos puyazos fuertes y traseros. Lo suyo hubiera sido verlo en un tercer encuentro para terminar de sacar conclusiones, pero el amigo Alberto Aguilar no tuvo tal amabilidad. La brega del subalterno César del Puerto fue caótica, y Aguilar, una vez tomó la franela, se sacó al animal a los medios con unos doblones cargados de torería y mando, en los que llevó al toro embarcado en la muleta y tirando de él. De cómo embistió en la muleta, tampoco hay precedentes en este San Isidro 2016. Su encastadísima nobleza y el bravo tranco del toro llegaba con fuerza a los emocionados tendidos, mientras Aguilar aguantaba tipo como podía, desbordado y sin terminar de hacerse con el bravo Camarín. Muletazos con la derecha, muchos enganchados, otros trallazos, y algunos pocos corriendo la mano con suavidad y llevando al toro detrás, fue la tónica de la faena, hasta que se echó la muleta a la zocata y el animal terminó de hacerse el amo y señor de la situación. Aguilar estuvo firme y decidido con el toro, pero le faltó poder de verdad con él y domeñarlo. En otras palabras, Camarín, número 37, toro de San Isidro 2016 (hasta el momento) se fue sin torear. Aguilar remató con una buena estocada y se le premió con una orejita muy pero que muy baratita, teniendo en cuenta al bravo que había por allí.
¿Fue, pues, Camarín toro de vuelta al ruedo? Clara y rotundamente, NO. No, no, no y mil veces no. La vuelta al ruedo en Madrid hoy en día se les da a los mansos que no cumplen en el caballo ni se les castiga, para que colaboren con el matador al objeto de que este pueda crear arte y estar cunvre. Y el bravo Camarín no hizo tales (de)méritos, por lo cual y subsiguiente no estuvo a la altura de los mansos Malagueño y Jarabito. A cambio, se llevó algo más gratificante: el reconocimiento UNÁNIME de Madrid. Y el señor Polo Ramos, don Justo, el mismo que hace pocos días regaló una vuelta ruedo de verbena a un manso, no llega hoy y se la deniega al bravo, cubriéndose de gloria una vez más. Un aplauso para él, por favor.
Sandonguero se apodaba el impresionante galán que salió en tercer lugar. Dos veces fue al caballo y sendas peleas de manso realizó, atizando arreones y pegando cornadas al peto mientras se le picaba fuerte y trasero. Importante fue su condición encastada, comiéndose en cada embestida la muleta de Víctor Barrio, quien las pasó canutas ahí delante. La mayoría de los trapazos fueron enganchados, no consiguió dar uno templado, ni asentarse, ni estar a la altura de las circunstancias. Sandonguero fue, a fin de cuentas, un manso encastado y fiero, con muchísimo torear, que le vino enorme a quien el año pasado sólo se vistió de luces en diez ocasiones.
El cuarto, Teguso, tampoco hizo una pelea brava en el caballo. Al relance en el primer encuentro se dejó pegar un puyazo muy fuerte, mientras que en el segundo encuentro, colocado de lejos, se lo pensó muchísimo lo de ir, y acabó yendo protestó y dio arreones mientras le volvieron a dar otro puyazo muy fuerte. Se dolió en toro en banderillas, y en la muleta derrochó nobleza y también tuvo qué torear, pero se encontró con un Iván Vicente que le hizo todo al revés. No le dio sitio, siempre encima asfixiando al animal, mucho muletazo trapacero sin ponerse en el sitio y sin llevar toreado al aninal, quien en alguna ocasión hasta le puso en apuros. También se fue al desolladero este cuarto con muchas cosas dentro que no fueron aporovechadas por su matador. Además, el sainete que pegó con el descabello fue de escándalo.
Salió el quinto, Clavillero de nombre, y a quien Alberto Aguilar, con la complicidad de su picador Francisco Javier Sánchez, armó una censurable carnicería en varas. En otros tiempos, ambos hubieran dormido en la Dirección General de Seguridad está noche. El toro quedó amorcillado y enculado en tablas durante el tercio de banderillas, pero cuando Rafael González le presentaba el capote y se metía mucho con él, el animal arreaba con temperamento y haciendo las cosas por abajo. En la muleta el animal también tuvo sus cosas, hasta que en la segunda tanda de echó a los lomos al matador, y el animal dijo "hasta aquí", se rajó, se cerró él solo en tablas y no quiso más. Qué vamos a esperar de un animal al que asesinaron en el primer tercio...
Cerró plaza otro clásico de la casa, Camarito, otro pobre infeliz que salió comiéndose el capote del matador y que, una vez dejado al relance en ambos encuentros, le bajó bien los humos el matarife del castoreño Óscar Bernal. En banderillas se le apreció bien tranco al toro, pero Víctor Barrio, entre la masacre que ordenó en varas y lo encimista y asfixiante que estuvo con la muleta, hizo que el pobre bicho no durara un suspiro y se parara pronto.
Fue, a fin de cuentas, esta de Baltasar Ibán una corrida con mucho interés y muy buenas intenciones, pero a la vez con muy mala suerte de encontrarse tan pésimos lidiadores que, además, no quisieron ni verlos. Recibió esta corrida en varas todo lo que no recibieron los juampedros, cuvillos, alcurrucenes, parladés y cía en días anteriores, y muchos de ellos acusaron con creces las carnicerías que se les realizó. ¿Y quién del escalafón mayor está hoy en día capacitado para lidiar y poder con toros así? Puede que alguno haya, pero seguro no estaba en la terna del día de hoy.
Y de todos ellos, un toro para el recuerdo: Camarín, n° 37, de octubre de 2011, negro listón, chorreado, bragado, meano y axiblanco. Un toro bravo, ni mas ni menos.
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