En estos tiempos que corren hoy día de novilleros insustanciales, monótonos, faltos de ambición y cuyo patrón a seguir es el destoreo practicado por las figuritas, da gusto ir a la plaza estando anunciado Gonzalo Caballero. Ayer volvió a demostrar este buen torero de Torrejón de Ardoz que lo suyo es llevarse a los toros atrás, echar la pata pa'lante, ponerse en el sitio adecuado, entrar en quites y no aburrir al personal con mantazos que no llegan a ninguna parte ante borregos imposibles. Y a todo eso hay que sumarle que el chaval desprende torería y cierto gusto. Casi nada.
Cortó una oreja al segundo novillo de la tarde, un animal de La Guadamilla que, al igual que el resto de sus hermanos, estuvo vacío de casta pero se dejó hacer. Y su matador lo hizo. Un comienzo de faena con unos doblones muy toreros ganando terreno, intercalados con un natural de cartel de toros, hacía presagiar que allí íbamos a disfrutar. A ello le siguieron series por la derecha y por la izquierda en las que el novillero empezó acelerado, pero poco a poco se fue relajando y dejando muletazos muy templados y con mucho gusto, llevando al novillo toreado en redondo. Se tiró a matar por derecho y el resultado fue una estocada delantera un tanto desprendida, pero que valió para que se paseara una oreja que premió el buen toreo.
La inválida borreguez del quinto impidió que Gonzalo Caballero rubricara la tarde. Aquí se vivió otro detalle importante por parte del novillero, y es que después de probarlo por ambos pitones y comprobar que no había nada que sacar, se fue sin mucha demora a por la espada.
De vuelta a la realidad, Juan Miguel Benítez y Miguel Angel León dieron una soberbia muestra de lo que es un novillero actual: vulgaridad, retorcimientos, el novillo en la Castellana y el novillero en Lavapiés, faenas interminables, destoreo... Lo dicho: nos devolvieron a la realidad.
Si Gonzalo Caballero dio una lección de torería y buenas maneras a todo su escalafón y a gran parte de "los mayores", el picador Agustín Romero "hijo" en el quinto dio una lección de como se pica. Una delicia observar como tiró la vara y lo cogió en lo alto.
Lo de La Guadamilla, hace falta decirlo, salió como se esperaba: cero de casta y de fiereza pero prestándose al toreo, a excepción del marmolillo quinto. Su mayor y única virtud, que están baratos y a la empresa le viene bien para cubrir huecos, porque otra cosa...
Solo queda congratularnos ante el progreso por la buena senda de Gonzalo Caballero y desear verlo por aquí en alguna de las novilladas de septiembre, ya que nos quedamos con ganas de comprobar su tauromaquia ante otro tipo de toro.
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