La noticia es que Morante de la Puebla cruzó a hombros el umbral de la puerta grande de Las Ventas, por primera vez en sus veintiocho años como matador de toros. ¡¡Por fin!! Ya tienen los morantistas esa foto tantas veces soñada, cual Copa de Europa en las vitrinas del Santiago Bernabéu. ¿Se irán los morantistas a bañarse a la Cibeles? Quizás al Guadalquivir, o al Manzanares que pilla más a mano; y a buen seguro que más de uno no le vendría mal el chapuzón de marras. Por eso de que los vapores del whisky y del ginc-tónic se le vayan bajando.
A Morante de la Puebla se le han sacado en hombros por la Puerta Grande tras cortarle una oreja al 1° y otra al 4°... ¿"Toros"? Bueno, quizás eso de llamar "toros", propiamente dicho, a semejantes semovientes sería desprestigiar la esencia del verdadero toro bravo. Pero así las cosas. Se palpaba en el ambiente las ganas que había de ver a Morante de la Puebla salir en hombros por la puerta grande de Las Ventas. No de hoy solo, también era cosa de hace unos días. Y hoy, por fin, el capricho del ultramorantismo se ha visto cumplido. Aunque se haya tenido que pagar un altísimo precio. ¿Alto precio? Más bien, bajo. Pero que muy muy muy bajo. Veamos...
Sale el 1° y Morante, tras tantearle con algunos capotazos, deja dos verónicas atropelladas y a la vez muy jaleadas, y a continuación vienen otras dos que, esta vez sí, son extraordinarias. El toro lo pone difícil, se va de cada capotazo y cuando el matador, por fin, vuelve a fijarle, deja tres chicuelinas muy salerosas y una serpentina. Al toro se le simula el castigo en varas y, tras una gran brega por parte de Curro Javier, llega a la muleta muy suavón y flojito, Morante comienza con unos ayudados por alto preciosistas, algunos remates y un pase de pecho sensacional. Continúan dos series de derechazos derrochando su característica esencia añeja, la primera liga los muletazos limpiamente pero la siguiente es más atropellada. Con la zurda a continuación, deja naturales lineales metiendo mucho el pico, gastan poco sometimiento. Son rematados estos naturales con otro sensacional pase de pecho. Y la faena tiene poquito más. Con una estocada en buen sitio que provoca derrame, se quita de encima al toro. Una oreja para Morante de la Puebla, tras una faena preciosista y de mucho gusto, pero con muy pocos muletazos verdaderamente mandones.
Al 4° lo recibe Morante de la Puebla con desidia, no lo ve claro con el capote en ningún momento y lo deja en manos del peón rápidamente. Al toro le pegan en el caballo sin opción a alivio, anda muy flojo de fuerzas y de casta. Morante empieza a sacarle muletazos en los que, de nuevo, el toreo no aparece por ningún sitio. Sí su gracia, pero con solamente gracia no se torea. Lo pasa a media altura con la derecha, y muchos resultan atropellados además. Pero va a ser cuando Morante se la eche a la zurda, cuando va a llegar la verdadera hecatombe: tres naturales ESPELUZNANTES, llevando ahora sí al toro muy sometido, y rematando detrás de la cadera, que son rematados con un molinete en el que resurgió Belmonte, y otros dos molinetes invertidos de lo más salerosos. Tres naturales que han sido lo mejor de Morante de la Puebla no solo en toda la feria, sino en sus últimos años en Madrid; y, por descontado, unos naturales que NADIE, absolutamente NADIE en la actualidad, es capaz de dar. Podría haber seguido el matador con la misma mano, pero optó a partir de aquí cambiar a los derechazos, y moverse de nuevo por los fangosos terrenos de los trapazos atropellados, y los detallitos añejos. La faena, más allá de esos naturales, no tuvo nada más. "Nada más", entiéndase, trascendente. Pero había ganas, muchas ganas de ver a Morante de la Puebla en hombros por Madrid. El capricho había que cumplirlo, a costa incluso de mandar al garete el poco prestigio que le queda a esta plaza. Y aquí llega la verdadera chacota: bajonazo infame, de efecto fulminante por cierto. Con una buena estocada, quizás se hubiera aceptado el debate de esa segunda oreja. Pero con semejante bajonazo, no hay discusión posible: sobraba a todas luces. No, no cabe discusión. Pero el ultramorantismo, cual secta satánica y movida por un fanatismo exagerado, se pasó por el arco del triunfo el prestigio de Madrid, el bajonazo, y todo lo demás. Y el Presidente, reglamento en mano, no tuvo más remedio que conceder semejante despojo. El que le abría de par en par la puerta grande a José Antonio Morante Camacho por primera vez en su carrera. Enhorabuena sea, pues, a los ultramorantistas. La foto lucirá en el salón de su casa con más flamancia que su propio retrato de boda.
¿Querían ver torear con el capote, pero bien bien de verdad, en esta tarde? Pues ahí quedaron las verónicas con las que Fernando Adrián recibió al 2°. Verónicas lentas y de manos muy bajas, con enorme estilo y ganando terreno hasta los medios. Si llega a ser Morante, la plaza sale ardiendo. Pero no, tan solo se trataba de Fernando Adrián, y tan solo se le contestó con algunos oles tibios. Hasta ahí puede llegar el fanatismo. Por lo demás, Fernando Adrián hizo poca cosa más durante toda la tarde. Despojos aparte, claro. Su faena al 2°, del que recibió otra oreja verbenera, derrochó vulgaridad a raudales. Muchos medios pases por ambos pitones, descargando siempre la suerte y muy retorcido. Muy por debajo Fernando Adrián del buen toro que tuvo enfrente, lo que no fue óbice para que, después de una estocada tendida y trasera, se le pidiera el despojo. Con el 5°, nada de nada por su parte.
La tarde de Borja Jiménez, ni fu ni fa. Ante dos toretes que no tuvieron a absolutamente nada, se dedicó a pegar pases con mucha desgana y contagiado de la sosería de sendos animalejos que le cupo en mala suerte. Y es que lacorrida de Juan Pedro Domecq, salvando a ese 2° toro que sacó buenas embestidas, no tuvo absolutamente nada. Ni trapío, ni presencia digna, ni fuerzas, ni casta, ni nada de nada. La suerte de varas, como siempre, fue simulada; y dentro de este apartado, destacar el gran puyazo (mejor dicho, picotazo) que Tito Sandoval propinó al 6°. Y aun así, los animales llegaban a la muleta moribundos y muy venidos a menos. Lo de Juan Pedro, una vez más, dando su nota.
La salida a hombros de Morante de la Puebla fue, además de barata barata, apoteósica. Calle Alcalá arriba se lo llevaban los aficionados, con intención de llevarlo hasta el Wellington en hombros, cosa que no ocurrió finalmente. Se dice, a modo de justificación, que la puerta grande premia más una trayectoria que otra cosa. ¿Una puerta grande para premiar una trayectoria? No, las puertas grandes solamente están para premiar grandes faenas; ya hay otros modos de premiar una trayectoria. Y la de este grandioso torero, uno de los mejores de la historia, no merecía ser premiada con semejante parodia.
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