domingo, 15 de junio de 2025

15 DE JUNIO DE 2025: "IN MEMORIAM ET HONOREM"

 A don Victorino Martín Andrés ha ido dedicado el magno evento que se ha celebrado en la plaza de Madrid. Una corrida de toros que ha lucido el hierro de la A coronada y la divisa azul y encarnada que él mismo regentó desde los años sesenta hasta su fallecimiento en 2017. Una corrida de toros de juego excelente, encastada, con mucho que torear e interés. Una corrida de toros en memoria y honor de quien fue un gran ganadero, y que desde el cielo estará a buen seguro sonriendo, con esa sonrisa tan característica con la que nos mostraba sus muelas de oro, tras ver lidiarse sus toros esta tarde. Corrida In Memoriam et Honorem. ¡¡Viva don Victorino Martín Andrés!!

La corrida de Victorino Martín, en conjunto, fue una corrida que derrochó emoción y recordó a los buenos tiempos de esta ilustre vacada, luego de varios años un tanto oscuros. Una pena que el gran homenaje que los toros han tenido a bien de ofrecer a su criador, haya quedado empañado por un triunfalismo desbocado y el desfase de un público que ha perdido los papeles con muchas cosas. Y es que ha habido toros excepcionales, lo que siempre trae emoción; pero también ha habido muchos excesos en orejas, puertas grandes y hasta la vuelta al ruedo a un toro que, si bien tuvo una muy buena condición en la muleta, su comportamiento en varas fue bastante discretito. Efectivamente, se perdieron los papeles. Mejor dicho, la plaza de Madrid sigue su caída libre hacia un espectáculo triunfalista que no es capaz de diferenciar lo bueno, lo menos bueno, lo mediocre y lo malo. Ni por supuesto, es capaz de calibrar que las puertas grandes, las orejas y las vueltas al ruedo no pueden considerarse premios ni a trayectorias, ni a nada del pasado. 

Una vez hecha esta disertación sobre cómo a muchos se les fue de las manos, toca hablar de los seis toros que el heredero de don Victorino Martín Andrés se trajo a Madrid para rendirle Memoriam et Honorem. Hubo una primera parte de corrida en la que los toros dejaron por los suelos a los toreros. Tres toros esos tres primeros, cada uno a su padre y a su madre, que sacaron casta y buenas embestidas suficientes como para poner aquello bocabajo. Pero todo se consumió en una retahíla de puñaladas asesinas desde lo alto de esos descomunales caballos, malas lidias, capotazos de más y trapazos. El primer toro fue bravo en varas y, a pesar de los fortísimos puyazos que le sometieron, llegó a la muleta propiciando un puñado de buenas embestidas que el señor Paco Ureña tiró a la basura. El segundo manseó en varas, dándosele fuerte y en mal sitio; y su comportamiento en la muleta fue la de un verdadero encastado que cuando se le hacían las cosas bien, respondía con una embestida larga y humillada; y si se le trapaceaba, se defendía, achuchaba y tiraba derrotes. Como el señor Emilio de Justo hizo mayormente lo segundo, la cosa se quedó de aquella forma. El tercero recibió dos puyazos en todo lo alto por parte del gran Tito Sandoval, el único de todos los picadores que sí estuvo a la altura de las circunstancias; y su juego en el tercio de muerte fue el de un toro encastado que anduvo justito de fuerzas, pero propició una cuantas embestidas excelentes. Borja Jiménez, por si hace falta decirlo, anduvo muy por debajo; desconfiado, sin sitio ni recursos para mandar sobre esas embestidas.

    Fue con el quinto en el ruedo cuando la cosa comenzó a despendolarse e irse por los derroteros del triunfalismo, la locura y la sinrazón. Tras lidiarse en cuarto lugar al peor de toda la corrida, el peor entiéndase por simplón, soso y descastado (lo mismo que hizo su matador), sale en 5º lugar un toro que flojeó en varas y se le pegaron dos puñaladas trasera y en el brazuelo, respectivamente. Pero aguantó y se vino arriba cuando Emilio de Justo agarró la muleta para enfrentarse al mismo. Y ¡¡cómo se vino arriba!! Prontitud, casta, humillación y largura fueron los cuatro elementos principales de ese toro. Una muleta templada y unos pies asentados en el albero era todo cuanto necesitaban esas embestidas, pero delante estaba un torero escaso de temple y valor. O lo que es lo mismo, ahí anduvo Emilio de Justo. Y es ante este tipo de toros cuando queda verdaderamente al descubierto todo lo limitado que llega a ser este torero. Limitado en valor, en temple, en técnica... Así no se puede, y ciertamente no pudo. El toro se le fue completamente sin torear a Emilio de Justo, en una faena donde abundaron los enganchones, la falta de firmeza, los medios pases y los tirones. Pero con todo, siendo una de las peores tardes que ha dado Emilio de Justo en esta plaza, se fue a casa con una oreja en su poder. La culpable, además del despendole que hay en el público (que no afición), una estocada extraordinaria con la que remató a ese quinto toro. De las mejores que hayamos visto en las últimas semanas.

    El sexto fue el colofón a una buena tarde de toros. Qué toro ese sexto, qué embestidas, qué manera de humillar, qué casta, qué forma de repetir y de reponer... Pero claro, también hay que hablar del caballo: se le pica muy trasero en la primera vara y, aunque empieza defendiéndose, acaba metiendo la cara abajo; en la segunda vara, también trasera, cumple sin más. Hubiera sido grandioso verlo por tercera vez entrar, pero ni el matador ni la Presidencia tuvieron a bien conceder ese deseo. Quizás, el toro hubiera demostrado que verdaderamente sí fue bravo. O quizás no. Para eso está eso de la tercera vara. Como no lo vimos ni tampoco se palpó gran espectacularidad en los dos encuentros a los que fue, la postrera vuelta al ruedo se considera excesiva. Y ¿qué hubo de Borja Jiménez ante ese toro? Muchas cosas. Lo primero y principal, el corte de dos orejas. Luego, una faena basada mayormente en la mano izquierda, con muletazos de mano baja y corriendo la mano de manera excelente. Muletazos muchos de ellos aliviados, metiendo mucho pico y pasándose al toro por todo el área metropolitana hasta tal punto que el vestido acabó prácticamente impoluto, y sin una mota de sangre. Muletazos perfileros, la mayoría descargando la suerte. También hubo otros muletazo que valieron su peso en oro, pero fueron los menos. La faena la empieza Borja Jiménez con unos pocos pases de tanteo  y, cuando se percata de la buena condición, comienza a torear por naturales en redondo, llevando al toro sometido pero despegado y echándoselo para fuera; el último natural fue el mejor. De esa serie y de toda la faena. Un natural largo, lento y enroscándose al toro. Sigue con dos series más de naturales, muy templados y de mano baja, a la par que despegados y con la pierna siempre retrasada. Se la echa a la diestra, deja unos derechazos muy discretos. Pero como había toro suficiente para reventar el cotarro toreando por naturales, se la vuelve a echar a la zurda para dejar, esta vez, la serie más rotunda y de más verdad de toda la faena. Y no tuvo más. Hizo bien el matador en cortar en ese término la faena, no hacía falta más. Con unos muletazos genuflexos que desprendieron mucha torería, se cerró y cuadró al toro de cara a la estocada. Y esta ¿cómo fue? Tendida y caída. Pero no importó, porque el toro cayó rápido y, como eso de la colocación de la espada ya no se mira, las dos orejas cayeron. 

    Sobró la segunda oreja de Borja Jiménez. Sobró la vuelta al ruedo a ese sexto toro. Sobró la oreja también de Emilio de Justo y hasta llegó a sobrar la salida a hombros del heredero de don Victorino Martín Andrés. Lo que no sobraron fueron las ovaciones y reconocimientos a tan buena corrida de toros que se lidió para rendirle Memoriam et Honorem a tan grandioso ganadero. Como tampoco sobran todos los homenajes que se le puedan hacer. Que desde el cielo haya disfrutado tanto como los demás hemos disfrutado en la tierra. 



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