sábado, 4 de octubre de 2025

4 DE OCTUBRE DE 2025, 3ª DE OTOÑO: "CATEDRÁTICOS EN DERECHO PENAL"

    Semejante tarde de ¿toros? le convalida a uno la asignatura de Penal para todo el grado de Derecho. No se habrá visto torear en toda la tarde, como tampoco se ha palpado el menor atisbo de casta ni de bravura. Ni mucho menos ha quedado para la posterioridad un mísero atisbo de torería en forma de par de banderillas, puyazo, estocada, remate, detallito, ni nada... Pues es precisamente eso en lo que se resume tan calamitosa tarde: la nada. Nada en cuanto a Tauromaquia se refiere, claro. Porque por otro lado, la sufrida afición de Madrid sí se ha llevado para el cuerpo una extraordinaria ponencia sobre Derecho Penal.

    Y es que, al final, el debate en que se inmergieron los asistentes consistió en cómo tipificarse la infame corrida de Domingo Hernández. Algunos decían que fue una auténtica "estafa". Otros, quizás los menos doctos en materia, que se trató de un "robo a mano armada", eso que en el Código Penal se llama de toda la vida "robo con violencia". Los más puestos en el tema lo tacharon de "hurto". Algunos hasta llegaron a ver ahí "coacciones", por eso de que durante la lidia de cada toro ningún espectador puede abandonar su localidad, teniendo así que tragarse semejante porquería por la fuerza. Pero esto último quedaría en poca cosa ya que, al finalizarse la lidia de cada toro, cualquier hijo de vecino es libre de huir como marrajo que huye de la grúa, perdón, del caballo cuando la puya le roza el morrillo. ¿Y coacciones cometidas contra uno mismo, al obligarse a permanecer ahí sentado hasta que las mulillas arrastran al 6º? Esto daría para otra interesante ponencia. Queda pendiente para otro día.

    El caso fue que los responsables del hierro y divisa anunciados a nombre de Domingo Hernández, colaron una auténtica novillada en lo que estaba anunciado como una corrida de toros. Seis novillejos que se comportaron como seis babosas, dada su falta de fuerzas, de casta y de bravura. Si se anuncia una corrida de toros, es para traer una corrida de toros de verdad: con sus hechuras y sus caras de hombres, con la casta y el poder por bandera, y con todo lo propio que trae el toro de lidia. Los seis de Domingo Hernández serían muchas cosas, pero una cosa sí que no fueron: TOROS. Y en el cartel de la tarde rezaba "corrida de toros". Indujeron a engaño, tanto los responsables de anunciar el espectáculo como los que debían traer el ganado. La estafa es clara. Una estafa en toda regla.

    Otros, sin embargo, vieron que les fue hurtado fue su derecho a presenciar una tarde de toros con TOROS. Un derecho que les costó un dinero: desde 7 a 230 euros, nada menos. Más que ese derecho, lo que les fue sustraído fueron directamente los cuartos. "¡¡Ladrones!!", gritaban algunos a voz en grito a la par que aireaban su entrada. Robaron el dinero y, de paso, la bravura y la casta de los toros, la suerte de varas, el toreo y, por supuesto, la emoción de una tarde de toros. "Las doce y Cagancho sin venir", decían las ratas de cualquier benemérito cuartel durante los años treinta, en alusión a las espantás y noches de calabozos que el genial artista de Triana se ingirió durante su carrera... Pues tras lo de hoy, algo parecido deben estar cuchicheando entre sí las ratas de algún calabozos: "Las doce, y los nautalios y compañía sin venir".

    Estafa, hurto... Sea lo que fuera, la tarde de toros sin toros fue una estupenda excusa para ponerse al día en cuanto a Derecho Penal. Y para nada más. La corrida con el hierro y divisa de Domingo Hernández vino, efectivamente, muy mal presentada, totalmente inválida, descastada y sin opción a cualquier conato de lucimiento por parte de los espadas. ¿Que quienes eran estos? Por orden de antigüedad: Alejandro Talavante, Pablo clazeyritmo Aguado (más conocido en algunos ambientes por el sobrenombre de El Educador de los güenos afisionaos) y Jarocho, que vino a confirmar su alternativa. Ante semejante percal que se les echó encima -mejor dicho, que ellos solitos se encargaron de echarse encima-, solamente cupo el estoquear la corrida con decoro y poco más. Y eso, por desgracia, no ocurrió en ninguno de los seis actos. Pinchazos, estocadas en mal sitio, algún toro que se llegó a echar antes de llevar la espada dentro... Pero una estocada en condiciones, nunca. Jamás.

    Alejandro Talavante ya está de vuelta y media en esto y anda por encima del bien y del mal. Salió, hizo sus cosillas -unas cosillas que no colaron esta vez-, mató como buenamente sabe y puede, y ya si eso vuelva usted mañana. O más bien la temporada que viene. 

    Algo bastante similar a lo de Pablo clazeyritmo Aguado I, El Educador de los güenos afisionaos; y a quien tanta claze y ritmo pareció atragantársele esta tarde. Y si esto tampoco le sirve, ¿cómo pretende este buen hombre convencer a la afición de Madrid? 

    El caso de Jarocho da lugar al optimismo. Todavía anda fresco el recuerdo de aquella faena realizada como novillero en esta misma plaza, hace algo más de un año. Se le espera, y de hecho a lo largo de la tarde dio muestras de un concepto primoroso del toreo: cites completamente de frente, trazo hacia dentro del muletazo, gusto, personalidad, aires de toreo eterno y hasta el añejo detalle de lidiar al sexto con la montera calada. Hay torero en Jarocho, pero hace falta Toro. Siempre hace falta Toro, porque sin Toro nada tiene importancia. Y también, mejorar con la espada. 

    Para el año que viene esto de Domingo Hernández, si no fuera mucho pedir, mejor que se anuncie en otras plazas y ferias. O mejor, que se quede en la finca. No se puede estafar de esa manera al aficionado, ni tampoco robarle con tanto descaro. 

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