Por hallarse el ruedo en condiciones nada propicias para la lidia después de un día lluvioso en Madrid, y dada la previsión meteorológica para las próximas horas, se ha procedido a suspender la corrida de toros prevista para este lunes 28 de mayo de 2018, en la cual estaban programados 6 toros de Partido de Resina para a ser lidiados y estoqueados por Sánchez Vara (en sustitución del lesionado Ricardo Torres), Javier Castaño y Thomas Duffau.
lunes, 28 de mayo de 2018
27 DE MAYO DE 2018, VIGÉSIMA DE FERIA: MANSADA DE OTRA ÉPOCA
¿Dónde está el Juli? Se espetó desde el tendido varias veces a lo largo de la tarde. ¿Que dónde está el Juli? Una de dos, o en su casa, o disfrutando una barbaridad ante alguna corridita de esas pensada para embestir sin hacer feo alguno y con una nobleza extrema que, más que parecer toros, parecen ovejas. Y por allí está muy bien, no arriesguemos a mentar tres veces a Bitelchús y este tenga la cosa de aparecer.
Ante una corrida como la que se ha lidiado esta tarde con el hierro de la Doña, un servidor se preguntaba más bien por El Califa, Pepín Liria, Luis Francisco Esplá, Ruiz Miguel y todo ese redil de lidiadores que, lejos de venir a la plaza con la faena ya pensada, conseguían sobreponerse a las dificultades de auténticos marrajos, y hasta les conseguían cortar las orejas. Pero eso de lidiar, propiamente dicho, ya casi se ha extinguido y ahora los toreros solamente buscan imponer la monofaena al uso a cualquier tipo de toro. Y así se ha visto esta tarde, protagonizada por una mansada de marca Doña Lola, a la que se le ha picado muchísimo y aún peor, y ha corrido ejemplares que tenían mucho que torear; así como por tres toreros que solamente han estado preocupados en pegar derechazos y naturales, como si lo de torear solamente fuera eso.
Pero en esto de los toros no todo es blanco o negro, y de la misma forma que torear no solo es eso de pegar pases, tampoco los toros mansos son imposibles de torear y de poderlos. Pero no de cualquier manera.
Vayan por delante todos los respetos del mundo a una terna que ante una mansada de tal magnitud, tan peligrosa e incierta, han dado la cara y han sabido resolver la papeleta como su oficio buenamente les ha permitido. Pero quizás, y más en especial José Carlos Venegas y Gómez del Pilar, han pecado en exceso de querer imponer faenas de toreo 2.0 a ejemplares tan poco propicios para ello.
Tampoco han quedado atrás las cuadrillas, no sabiendo en ningún momento sobreponerse al caos ocasionado por toros abantos y muy sueltos echándoles el capote abajo para conseguir pararlos y tenerlos dominados en todo momento. No digamos la falta de recursos demostrada a la hora de colocar los rehiletes, tal como si sólo estuviera permitido banderillear de poder a poder y lo del sesgo, la media vuelta o el sobaquillo no estuviera inventado. Claro que, igual ante esto, les pesaría más aquella tarde isidril de 2010 en la que a un peón se le ocurrió banderillear al sesgo precisamente a un ejemplar de Dolores Aguirre, a decir verdad no menos cabroncete que algunos de los corridos esta tarde, dejando dos pares sencillamente colosales en esta modalidad. ¿Y por qué les pesaría hacer lo mismo? Porque a aquel banderillero, sólo por eso, se le calificó de chuflón después de lucirse de esta manera ante un toro manso. Vivir para ver.
Esta tarde era ideal para desempolvar esos viejos recursos lidiadores, pero prefirieron la mayoría ejecutar varias entradas y ponerlas de una en una. Solamente destacaron un par de David Adalid al quinto y otro de Iván Aguilera al sexto.
Y los matadores, como buenamente pudieron, se quitaron de encima las seis prendas que se sortearon entre ellos. El primero, para Rubén Pinar, recibió de lo lindo en el primer puyazo y tan solo le fue señalado, en muy bien sitio por cierto, el segundo; y cumplió en la pelea. Se lo sacó Pinar a los medios y allí empezó a recetarle muletazos con la mano derecha citando muy encima, ante lo cual el toro tardeaba mucho al arrancarse, se quedaba corto y pegaba tornillazos. Pinar le dio más sitio en sucesivos muletazos, y aquí fue cuando le sacó algunos muletazos en redondo muy mandones y llevando al toro muy toreado, para continuar con otra tanda de derechazos más atropellada. Se cambió Pinar la franela a la zurda, citando muy perfilero y despegado, no consiguiendo nada lucido dada la nula condición del toro por ese pitón. Al cambiarlo de nuevo a la derecha, el toro ya andaba muy resabiado y mirón, por lo cual Pinar no se demoró más en quitárselo de enmedio con dos pinchazos y estocada atravesada.
El cuarto de la tarde fue lo más parecido que pueda haber a una bestia de tiro, y de lo único que se le pueda achacar a Rubén Pinar es que porfiara con él más de lo que el bicho merecía, que no eran más de dos minutos. Lo mandó al desolladero con pinchazo bajo y sartenazo.
El segundo de la tarde se dejó pegar sin hacer atisbo alguno de pelea dos puyazos muy fuertes en mitad del espinazo, de los que salió manseando. Esperaba mucho en banderillas y apenas tenía fijeza, pero menos recursos que todo aquello tuvo la cuadrilla de José Carlos Venegas para conseguir parearlo con el más mínimo decoro, en vez de ponerlas de una en una. Venegas, el hombre, con tres festejos en su haber en 2017, demasiado hizo con salir ileso del trance ante un toro con mucho carbón y complicadísimo. Empezó sacándolo a los medios sin siquiera machetearlo, precisamente cosa que requería el animal. Después, conato de toreo bonito que nunca llegó (y muy complicado de que llegara por lo poco propicio que era el toro para ello), con trallazos a media altura y espantándole las moscas de fea manera. Y para las manos de los carniceros con un sartenazo.
El quinto se fue como alma que lleva al diablo cuando el picador de su turno le rozó con la puya, yéndose escopetado al caballo que guardaba puerta para hacer lo mismo cuando sintió el palo. Se fue por sí sólo posteriormente al caballo que guardaba la puerta y aquí llegó a meter riñones y empujar mientras se le asestaba un puyazo de aunténtico carnicero. Se fue el toro por sí sólo, otra vez, al caballo de contraquerencia recibiendo un nuevo picotazo que le hizo huir. Pero no tardó en volver, de nuevo a cuenta propia, a la contraquerencia para recibir otro puyazo asesino. ¡¡Dale, que todavía respira!!, parecían decir algunos hombres de luces al picador. Nadie metió al toro en los capotes, como puede entenderse, y de nuevo Venegas intentó hacer la faena que traía pensada de casa, sin doblarse ni siquiera con él al comienzo. Poco tiempo estuvo ante semejante alimaña, pues después de unos pocos intentos de quedarse quieto y tirar latigazos por arriba, lo despachó de estocada contraria.
Gómez del Pilar se fue a portagayola ante el tercero, pero lo único que consiguió fue que el toro le hiciera cobra, no teniendo más remedio que levantarse e irse al tercio para intentar pararlo, sin éxito. Entró por primera vez al relance y recibió un picotazo en muy bien sitio que le hizo abandonar la pelea muy rápido. Hasta en tres ocasiones más se le intentó meter, casi a la desesperada, en el caballo, pero el toro salía escopetado de ahí cuado el palo le rozaba. Se cambió el tercio con el toro sin picar, y algunos sectores de la plaza se inundaron de protestas y de pañuelos rojos: las banderillas negras no hubieran estado de más, ni mucho menos. Con solvencia esta vez cubrieron los peones el segundo tercio, y Gómez del Pilar intentó el macheteo, viniéndose arriba el animal y sacando condición encastada y con mucho fuelle. Gómez del Pilar, lo intentó con tanta voluntad como poco acierto, quedando por debajo del toro al final, tras una faena poco poderosa y mandona.
Lo del sexto se puede resumir simplemente en el colmo de la moruchez, pues el toro se fue directo a toriles nada más comenzar la faena Gómez del Pilar, echándose en la misma puerta de donde salió minutos antes, y obligando con ello al matador a darle matarile con brevedad.
La de La Doña salió mansa de solemnidad, pero no por ello quiere decirse que no se le pudieran torear y poder. Entendiéndose por torear y poder muchas cosas que hay más allá de pegar verónicas, chicuelinas, gaoneras, derechazos, naturales, pendulazos, manoletinas, bernardinas y toda esa retahíla de toreo moderno que aguantan la mar de bien los toros de embestida excelsa y dulcísima, pero no los toros complicados como los de esta tarde. Mala y decepcionante, sin género de dudas. Pero imposible de cualquier atisbo de lucimiento, tampoco.
Ante una corrida como la que se ha lidiado esta tarde con el hierro de la Doña, un servidor se preguntaba más bien por El Califa, Pepín Liria, Luis Francisco Esplá, Ruiz Miguel y todo ese redil de lidiadores que, lejos de venir a la plaza con la faena ya pensada, conseguían sobreponerse a las dificultades de auténticos marrajos, y hasta les conseguían cortar las orejas. Pero eso de lidiar, propiamente dicho, ya casi se ha extinguido y ahora los toreros solamente buscan imponer la monofaena al uso a cualquier tipo de toro. Y así se ha visto esta tarde, protagonizada por una mansada de marca Doña Lola, a la que se le ha picado muchísimo y aún peor, y ha corrido ejemplares que tenían mucho que torear; así como por tres toreros que solamente han estado preocupados en pegar derechazos y naturales, como si lo de torear solamente fuera eso.
Pero en esto de los toros no todo es blanco o negro, y de la misma forma que torear no solo es eso de pegar pases, tampoco los toros mansos son imposibles de torear y de poderlos. Pero no de cualquier manera.
Vayan por delante todos los respetos del mundo a una terna que ante una mansada de tal magnitud, tan peligrosa e incierta, han dado la cara y han sabido resolver la papeleta como su oficio buenamente les ha permitido. Pero quizás, y más en especial José Carlos Venegas y Gómez del Pilar, han pecado en exceso de querer imponer faenas de toreo 2.0 a ejemplares tan poco propicios para ello.
Tampoco han quedado atrás las cuadrillas, no sabiendo en ningún momento sobreponerse al caos ocasionado por toros abantos y muy sueltos echándoles el capote abajo para conseguir pararlos y tenerlos dominados en todo momento. No digamos la falta de recursos demostrada a la hora de colocar los rehiletes, tal como si sólo estuviera permitido banderillear de poder a poder y lo del sesgo, la media vuelta o el sobaquillo no estuviera inventado. Claro que, igual ante esto, les pesaría más aquella tarde isidril de 2010 en la que a un peón se le ocurrió banderillear al sesgo precisamente a un ejemplar de Dolores Aguirre, a decir verdad no menos cabroncete que algunos de los corridos esta tarde, dejando dos pares sencillamente colosales en esta modalidad. ¿Y por qué les pesaría hacer lo mismo? Porque a aquel banderillero, sólo por eso, se le calificó de chuflón después de lucirse de esta manera ante un toro manso. Vivir para ver.
Esta tarde era ideal para desempolvar esos viejos recursos lidiadores, pero prefirieron la mayoría ejecutar varias entradas y ponerlas de una en una. Solamente destacaron un par de David Adalid al quinto y otro de Iván Aguilera al sexto.
Y los matadores, como buenamente pudieron, se quitaron de encima las seis prendas que se sortearon entre ellos. El primero, para Rubén Pinar, recibió de lo lindo en el primer puyazo y tan solo le fue señalado, en muy bien sitio por cierto, el segundo; y cumplió en la pelea. Se lo sacó Pinar a los medios y allí empezó a recetarle muletazos con la mano derecha citando muy encima, ante lo cual el toro tardeaba mucho al arrancarse, se quedaba corto y pegaba tornillazos. Pinar le dio más sitio en sucesivos muletazos, y aquí fue cuando le sacó algunos muletazos en redondo muy mandones y llevando al toro muy toreado, para continuar con otra tanda de derechazos más atropellada. Se cambió Pinar la franela a la zurda, citando muy perfilero y despegado, no consiguiendo nada lucido dada la nula condición del toro por ese pitón. Al cambiarlo de nuevo a la derecha, el toro ya andaba muy resabiado y mirón, por lo cual Pinar no se demoró más en quitárselo de enmedio con dos pinchazos y estocada atravesada.
El cuarto de la tarde fue lo más parecido que pueda haber a una bestia de tiro, y de lo único que se le pueda achacar a Rubén Pinar es que porfiara con él más de lo que el bicho merecía, que no eran más de dos minutos. Lo mandó al desolladero con pinchazo bajo y sartenazo.
El segundo de la tarde se dejó pegar sin hacer atisbo alguno de pelea dos puyazos muy fuertes en mitad del espinazo, de los que salió manseando. Esperaba mucho en banderillas y apenas tenía fijeza, pero menos recursos que todo aquello tuvo la cuadrilla de José Carlos Venegas para conseguir parearlo con el más mínimo decoro, en vez de ponerlas de una en una. Venegas, el hombre, con tres festejos en su haber en 2017, demasiado hizo con salir ileso del trance ante un toro con mucho carbón y complicadísimo. Empezó sacándolo a los medios sin siquiera machetearlo, precisamente cosa que requería el animal. Después, conato de toreo bonito que nunca llegó (y muy complicado de que llegara por lo poco propicio que era el toro para ello), con trallazos a media altura y espantándole las moscas de fea manera. Y para las manos de los carniceros con un sartenazo.
El quinto se fue como alma que lleva al diablo cuando el picador de su turno le rozó con la puya, yéndose escopetado al caballo que guardaba puerta para hacer lo mismo cuando sintió el palo. Se fue por sí sólo posteriormente al caballo que guardaba la puerta y aquí llegó a meter riñones y empujar mientras se le asestaba un puyazo de aunténtico carnicero. Se fue el toro por sí sólo, otra vez, al caballo de contraquerencia recibiendo un nuevo picotazo que le hizo huir. Pero no tardó en volver, de nuevo a cuenta propia, a la contraquerencia para recibir otro puyazo asesino. ¡¡Dale, que todavía respira!!, parecían decir algunos hombres de luces al picador. Nadie metió al toro en los capotes, como puede entenderse, y de nuevo Venegas intentó hacer la faena que traía pensada de casa, sin doblarse ni siquiera con él al comienzo. Poco tiempo estuvo ante semejante alimaña, pues después de unos pocos intentos de quedarse quieto y tirar latigazos por arriba, lo despachó de estocada contraria.
Gómez del Pilar se fue a portagayola ante el tercero, pero lo único que consiguió fue que el toro le hiciera cobra, no teniendo más remedio que levantarse e irse al tercio para intentar pararlo, sin éxito. Entró por primera vez al relance y recibió un picotazo en muy bien sitio que le hizo abandonar la pelea muy rápido. Hasta en tres ocasiones más se le intentó meter, casi a la desesperada, en el caballo, pero el toro salía escopetado de ahí cuado el palo le rozaba. Se cambió el tercio con el toro sin picar, y algunos sectores de la plaza se inundaron de protestas y de pañuelos rojos: las banderillas negras no hubieran estado de más, ni mucho menos. Con solvencia esta vez cubrieron los peones el segundo tercio, y Gómez del Pilar intentó el macheteo, viniéndose arriba el animal y sacando condición encastada y con mucho fuelle. Gómez del Pilar, lo intentó con tanta voluntad como poco acierto, quedando por debajo del toro al final, tras una faena poco poderosa y mandona.
Lo del sexto se puede resumir simplemente en el colmo de la moruchez, pues el toro se fue directo a toriles nada más comenzar la faena Gómez del Pilar, echándose en la misma puerta de donde salió minutos antes, y obligando con ello al matador a darle matarile con brevedad.
La de La Doña salió mansa de solemnidad, pero no por ello quiere decirse que no se le pudieran torear y poder. Entendiéndose por torear y poder muchas cosas que hay más allá de pegar verónicas, chicuelinas, gaoneras, derechazos, naturales, pendulazos, manoletinas, bernardinas y toda esa retahíla de toreo moderno que aguantan la mar de bien los toros de embestida excelsa y dulcísima, pero no los toros complicados como los de esta tarde. Mala y decepcionante, sin género de dudas. Pero imposible de cualquier atisbo de lucimiento, tampoco.
sábado, 26 de mayo de 2018
25 DE MAYO DE 2018, DECIMOCTAVA DE FERIA: AGUA PARA LA VERBENA
¡¡Que caiga agua, que a los pantanos, a la atmósfera y al campo les vendrá más que bien!! No tan bien, a lo mejor, le vendrá al albero de la Plaza de Madrid, el cual ahora, sin pendiente, se empantana en cosa de pocos minutos.
¿Que qué es eso de la pendiente? Pues la pendiente del ruedo venteño es, o mejor dicho, ERA un desnivel que existía en este ruedo, decreciente desde los medios a las tablas, que deslizaba el agua de lluvia hacia los sumideros ubicados en el callejón, evitando así que el ruedo se encharcara y quedara impracticable para la lidia. Y digo "era" porque, en verdad, ya no existe. Prueba de ello es el lamentable estado en el que ha quedado el ruedo, en cuestión de pocos minutos, tras el fuerte chaparrón caído al salir de chiqueros el cuarto. Esto, con la pendiente, no sucedía. Con la pendiente el ruedo drenaba y tardaba mucho, muchísimo más tiempo, en convertirse en un híbrido entre el lago de la Casa de Campo y el pantano de Buendía. Pero ahora, por obra y nada de gracia de uno de la Puebla, torero caprichoso y ridículo hasta los extremos más insospechados, la pendiente no existe y el ruedo se empantana con un fuerte chaparrón en menos que se persigna un cura loco. Y desde aquí, háganse a la luz las mismas palabras que aparecen ante situaciones similares: Morante, váyase usted a la real mierda de una puñetera vez.
El agua ha caído de manera torrencial, otra vez, sobre Las Ventas y sobre la verbena que hay montada en ella de público festivalero, toreros circenses, y toreros que torean bien de verdad pero no con la rotundidad suficiente como para llevarse dos orejas de un mismo toro. Pero claro, puestos a extrapolar las cosas, si a un vulgar y mentiroso pegapases se le pide una oreja en Madrid, ¡¡en Madrid!! tachada de ley, entonces cuando ven a un tío torear de verdad aunque sea a cuentagotas, ¿cómo no se van a volver locos del todo? Pues eso es lo que ha pasado con Alejandro Talavante en esta tarde, quien pidió ocupar la vacante del lesionado Paco Ureña para "poder quitarse la espina" que le dejó su poco afortunada tarde de hace 48 horas, y ha terminado quitándosela con creces. Ante un toro nobilísimo y de embestida de ensueño que fue el segundo de Núñez del Cuvillo, consiguió dejar muchos destellos de esa esencia taurómaca casi perdida en el siglo XXI. No fue, sin embargo, una faena rotunda, pues muchos de esos destellos de toreo puro se entremezclaron con otros muletazos que, si bien llevaban las mismas intenciones por colocación y ofrecimiento de la muleta, no terminaron de dejar ser enganchados, o de ser rematados de manera lineal. El culmen de esta faena llegó en unos muletazos, tres o cuatro a lo sumo, ejecutados de frente y en los que Talavante llevó al toro muy sometido en la franela roja y rematándolo atrás. Cerró la faena con esos genuflexos tan toreros por el lado derecho que ahora ha hecho de su cosecha, y terminó de una buena estocada. Faena de oreja de verdad y con mucha fuerza, pero por allí abajo pudieron las ganas de ver a un torero salir en hombros por fin en esta feria, al precio que fuere, y cayeron dos. Premio excesivo teniendo en cuenta la seriedad que ha de tenerse en Madrid, pero justo en consideración de lo que se lleva premiando en esta calamitosa feria, y mas aún comparando con lo que se ha premiado después del quehacer de Talavante. Allá cada uno saque sus propias conclusiones.
¿Que qué fue lo que vino después de Alejandro Talavante y su faena de toreo grande a ese Cuvillo? Pues vino, primero, el primer toro devuelto en esta feria después de 18 tardes. ¡¡El primero devuelto por inválido, ojo!! Que ahora en Madrid también está de moda devolver a los mansazos, y no es broma, no señor. Ojalá lo fuera, qué leches.
Bueno, pues a lo que iba, que después del buen toreo de Tala y el primer toro devuelto en esta feria por inválido, salió un sobrero del Conde de Mayalde que le correspondió nada menos que a una de las mayores birrias vestidas de luces que ha salido en la historia de la tauromaquia, véase Alberto López Simón, y que en esta tarde ha demostrado dos cosas, nada nuevas por cierto: una, que ni sabe torear, ni nunca ha sabido ni tiene la más mínima ambición de aprender a hacerlo; y dos, que de no ser por las volteretas y los porrazos que recibe, a día de hoy andaría ganándose la vida descargando camiones en Mercamadrid. Ahí queda si no su tarde: al sobrero del Conde de Mayalde lo trapaceó con su mal gusto y su pésimo concepto del toreo sin que nadie le hiciera el menor caso, hasta que el toro se lo terminó echando a los lomos y le propinó la torta padre. Y el ginc-tónic hizo el resto. Más trapazos después del mismo corte despegado y hacia fuera, la parroquia ahora como loca, pinchazo, estocada entera con otro tremendo porrazo, y... Efectivamente, despojo al esportón. Lo que vendría rato después, una vez estuviera presente en el ruedo el sexto, no era difícil a prever. Y menos, con el ruedo hecho una piltrafa. Coge la muleta López Simón y, por si algún despistado ha dejado de atender, brinda al público para captar esa absoluta atención, y comenzar posteriormente doblándose por bajo y sacando al animal a los medios, donde ejecutó algunos trapazos con la mano izquierda que destaparon las múltiples carencias tauromacas de este hombre. El de Cuvillo, precioso de capa y hechuras, era una máquina de embestir por ambos pitones. López Simón lo pasó en muletazos por ambas manos siempre citando fuera de cacho y llevándose al toro fuera con el pico, sin que nunca el toro fuera sometido. Pesaban muchísimo más las ganas de una doble puerta grande que la importancia de la faena en sí, tanto como si a cada uno que berreaba como un poseso eso de biiiiiieeeeeeeennnnjjjjjjj por cada trapazo que ejecutaba el torero, se llevaran comisión por ello. Entró hasta la bola la espada a la primera, y segundo despojo para López Simón, el cual propiciaba su quinta puerta grande en esta plaza. Ya ha igualado a colosos de la talla de Luis Francisco Esplá o Marcial Lalanda, y superado a otros como Ángel Teruel, Manolo González o al mismísimo Dios: Manuel Laureano Rodríguez Sánchez. Y sin haber pegado medio muletazo en su vida. Así está esto, y quien diga que no tiene mérito algo así, que se vaya a acostar.
Talavante cumplió el trámite del quinto toro sin ánimo de realizar las grandes cosas que hizo saltar a la palestra en su primero. Con este quinto, muy bueno en la muleta por nobilísimo y de embestida dulce, tiró líneas sin ponerse en el sitio ni una sola vez, y tomando precauciones. Con la puerta grande ya en el bolsillo y el ruedo como estaba, cualquiera en su sano juicio hubiera hecho lo mismo.
Pero para faenón de Talavante en el día de hoy, el de donar los honorarios que le correspondían de este festejo a causas benéficas. Actos que engrandecen a una persona.
Juan Bautista actuó como primer espada, dejando para las postrimerías la estocada de la feria. Fue esta ejecutada al cuarto toro, cuando ya la lluvia había conseguido que muchos nos acordáramos, y no con buenas intenciones, de Morante de la Puebla y sus paparruchas dañinas. A la suerte de recibir fue, por las circunstancias del terreno, y cayendo en todo lo alto haciendo que el toro rodara. Ante este ejemplar, Juan Bautista aguantó estoico el temporal y el estado del piso como pudo, y cumpliendo la papeleta con la dignidad propia de tales circunstancias. Con su primero, un pastueño y soso ejemplar, lo trapaceó sin mucho ánimo y contagiado por la sosería del bicho.
La corrida de Núñez del Cuvillo fue poco castigada en varas y menos aún se empleó en el caballo, pero en el tercio de muleta cumplió más que sobradamente. El medio-toro, propiamente dicho, ese que para que embista hay que llevarlo entre algodoncitos durante la lidia, como si solamente importara el tercio de muleta. Teniendo en cuenta esa premisa, toros de alta nota fueron segundo y sexto, si bien no dejaron de colaborar con los matadores cuarto y quinto. En otras circunstancias meteorológicas, quizás...
Madrid, ¡¡qué poquito queda de ti!!
¿Que qué es eso de la pendiente? Pues la pendiente del ruedo venteño es, o mejor dicho, ERA un desnivel que existía en este ruedo, decreciente desde los medios a las tablas, que deslizaba el agua de lluvia hacia los sumideros ubicados en el callejón, evitando así que el ruedo se encharcara y quedara impracticable para la lidia. Y digo "era" porque, en verdad, ya no existe. Prueba de ello es el lamentable estado en el que ha quedado el ruedo, en cuestión de pocos minutos, tras el fuerte chaparrón caído al salir de chiqueros el cuarto. Esto, con la pendiente, no sucedía. Con la pendiente el ruedo drenaba y tardaba mucho, muchísimo más tiempo, en convertirse en un híbrido entre el lago de la Casa de Campo y el pantano de Buendía. Pero ahora, por obra y nada de gracia de uno de la Puebla, torero caprichoso y ridículo hasta los extremos más insospechados, la pendiente no existe y el ruedo se empantana con un fuerte chaparrón en menos que se persigna un cura loco. Y desde aquí, háganse a la luz las mismas palabras que aparecen ante situaciones similares: Morante, váyase usted a la real mierda de una puñetera vez.
El agua ha caído de manera torrencial, otra vez, sobre Las Ventas y sobre la verbena que hay montada en ella de público festivalero, toreros circenses, y toreros que torean bien de verdad pero no con la rotundidad suficiente como para llevarse dos orejas de un mismo toro. Pero claro, puestos a extrapolar las cosas, si a un vulgar y mentiroso pegapases se le pide una oreja en Madrid, ¡¡en Madrid!! tachada de ley, entonces cuando ven a un tío torear de verdad aunque sea a cuentagotas, ¿cómo no se van a volver locos del todo? Pues eso es lo que ha pasado con Alejandro Talavante en esta tarde, quien pidió ocupar la vacante del lesionado Paco Ureña para "poder quitarse la espina" que le dejó su poco afortunada tarde de hace 48 horas, y ha terminado quitándosela con creces. Ante un toro nobilísimo y de embestida de ensueño que fue el segundo de Núñez del Cuvillo, consiguió dejar muchos destellos de esa esencia taurómaca casi perdida en el siglo XXI. No fue, sin embargo, una faena rotunda, pues muchos de esos destellos de toreo puro se entremezclaron con otros muletazos que, si bien llevaban las mismas intenciones por colocación y ofrecimiento de la muleta, no terminaron de dejar ser enganchados, o de ser rematados de manera lineal. El culmen de esta faena llegó en unos muletazos, tres o cuatro a lo sumo, ejecutados de frente y en los que Talavante llevó al toro muy sometido en la franela roja y rematándolo atrás. Cerró la faena con esos genuflexos tan toreros por el lado derecho que ahora ha hecho de su cosecha, y terminó de una buena estocada. Faena de oreja de verdad y con mucha fuerza, pero por allí abajo pudieron las ganas de ver a un torero salir en hombros por fin en esta feria, al precio que fuere, y cayeron dos. Premio excesivo teniendo en cuenta la seriedad que ha de tenerse en Madrid, pero justo en consideración de lo que se lleva premiando en esta calamitosa feria, y mas aún comparando con lo que se ha premiado después del quehacer de Talavante. Allá cada uno saque sus propias conclusiones.
¿Que qué fue lo que vino después de Alejandro Talavante y su faena de toreo grande a ese Cuvillo? Pues vino, primero, el primer toro devuelto en esta feria después de 18 tardes. ¡¡El primero devuelto por inválido, ojo!! Que ahora en Madrid también está de moda devolver a los mansazos, y no es broma, no señor. Ojalá lo fuera, qué leches.
Bueno, pues a lo que iba, que después del buen toreo de Tala y el primer toro devuelto en esta feria por inválido, salió un sobrero del Conde de Mayalde que le correspondió nada menos que a una de las mayores birrias vestidas de luces que ha salido en la historia de la tauromaquia, véase Alberto López Simón, y que en esta tarde ha demostrado dos cosas, nada nuevas por cierto: una, que ni sabe torear, ni nunca ha sabido ni tiene la más mínima ambición de aprender a hacerlo; y dos, que de no ser por las volteretas y los porrazos que recibe, a día de hoy andaría ganándose la vida descargando camiones en Mercamadrid. Ahí queda si no su tarde: al sobrero del Conde de Mayalde lo trapaceó con su mal gusto y su pésimo concepto del toreo sin que nadie le hiciera el menor caso, hasta que el toro se lo terminó echando a los lomos y le propinó la torta padre. Y el ginc-tónic hizo el resto. Más trapazos después del mismo corte despegado y hacia fuera, la parroquia ahora como loca, pinchazo, estocada entera con otro tremendo porrazo, y... Efectivamente, despojo al esportón. Lo que vendría rato después, una vez estuviera presente en el ruedo el sexto, no era difícil a prever. Y menos, con el ruedo hecho una piltrafa. Coge la muleta López Simón y, por si algún despistado ha dejado de atender, brinda al público para captar esa absoluta atención, y comenzar posteriormente doblándose por bajo y sacando al animal a los medios, donde ejecutó algunos trapazos con la mano izquierda que destaparon las múltiples carencias tauromacas de este hombre. El de Cuvillo, precioso de capa y hechuras, era una máquina de embestir por ambos pitones. López Simón lo pasó en muletazos por ambas manos siempre citando fuera de cacho y llevándose al toro fuera con el pico, sin que nunca el toro fuera sometido. Pesaban muchísimo más las ganas de una doble puerta grande que la importancia de la faena en sí, tanto como si a cada uno que berreaba como un poseso eso de biiiiiieeeeeeeennnnjjjjjjj por cada trapazo que ejecutaba el torero, se llevaran comisión por ello. Entró hasta la bola la espada a la primera, y segundo despojo para López Simón, el cual propiciaba su quinta puerta grande en esta plaza. Ya ha igualado a colosos de la talla de Luis Francisco Esplá o Marcial Lalanda, y superado a otros como Ángel Teruel, Manolo González o al mismísimo Dios: Manuel Laureano Rodríguez Sánchez. Y sin haber pegado medio muletazo en su vida. Así está esto, y quien diga que no tiene mérito algo así, que se vaya a acostar.
Talavante cumplió el trámite del quinto toro sin ánimo de realizar las grandes cosas que hizo saltar a la palestra en su primero. Con este quinto, muy bueno en la muleta por nobilísimo y de embestida dulce, tiró líneas sin ponerse en el sitio ni una sola vez, y tomando precauciones. Con la puerta grande ya en el bolsillo y el ruedo como estaba, cualquiera en su sano juicio hubiera hecho lo mismo.
Pero para faenón de Talavante en el día de hoy, el de donar los honorarios que le correspondían de este festejo a causas benéficas. Actos que engrandecen a una persona.
Juan Bautista actuó como primer espada, dejando para las postrimerías la estocada de la feria. Fue esta ejecutada al cuarto toro, cuando ya la lluvia había conseguido que muchos nos acordáramos, y no con buenas intenciones, de Morante de la Puebla y sus paparruchas dañinas. A la suerte de recibir fue, por las circunstancias del terreno, y cayendo en todo lo alto haciendo que el toro rodara. Ante este ejemplar, Juan Bautista aguantó estoico el temporal y el estado del piso como pudo, y cumpliendo la papeleta con la dignidad propia de tales circunstancias. Con su primero, un pastueño y soso ejemplar, lo trapaceó sin mucho ánimo y contagiado por la sosería del bicho.
La corrida de Núñez del Cuvillo fue poco castigada en varas y menos aún se empleó en el caballo, pero en el tercio de muleta cumplió más que sobradamente. El medio-toro, propiamente dicho, ese que para que embista hay que llevarlo entre algodoncitos durante la lidia, como si solamente importara el tercio de muleta. Teniendo en cuenta esa premisa, toros de alta nota fueron segundo y sexto, si bien no dejaron de colaborar con los matadores cuarto y quinto. En otras circunstancias meteorológicas, quizás...
Madrid, ¡¡qué poquito queda de ti!!
viernes, 25 de mayo de 2018
24 DE MAYO DE 2018, DECIMOSÉPTIMA DE FERIA: NOVILLADA SIN PICADORES EN HOMENAJE A LA CULTURA
Ha hecho falta mirarlo varias veces en el programa, en la entrada y en los carteles, pero ni por esas uno se convence. ¿Corrida de toros lo de hoy? ¿De veras?
Una corrida de toros lo hubiera sido en el hipotético caso de haberse seguido el rastro de presentación y de comportamiento que ha dejado el último de la corrida, con el hierro de Victoriano del Río. Que ese toro parecía el padre de los cinco que le han precedido, no sería mentira decirlo. Que dejaba a la altura de los ratones a sus hermanos de camada lidiados hace 24 horas, tampoco lo sería. Que se le pegó en varas más que a los otros cinco juntos y cumplió como ninguno anterior, sin ser tampoco un derroche de bravura, una verdad como un templo. Y que desarrolló casta e interés en el tercio de muerte, verdad verdadera.
El resto del encierro desató protestas más que justificadas por hechuras anovilladas, nulo juego en el caballo, flojera más que suficiente para simular el primer tercio, y descaste. Descaste inversamente proporcional a la flojera de remos de la que han hecho gala, que no ha sido poca. Y con esto se ha vuelto a ver que a los picadores les importa un mojón del tamaño de su castoreño el tener que dejar de aquí a no mucho la gregoriana, el jaco y la puya, para cambiarlos por el pico y la pala, si quieren seguir teniendo de qué comer. Que no se le meta en este saco a Agustín Navarro, quien demostró ante el sexto en su correspondiente turno que a él le importa su trabajo y la suerte de varas, realizando la suerte con brillantez y poniendo dos puyazos arriba, si bien el primero cayó un palmo trasero, pero el segundo en el sitio donde todos los puyazos deberían caer. Picadores así dignifican la suerte de varas.
Todo esto, distribuido en dos de Alcurrucén, dos de Victoriano del Río y uno de Garcigrande más otro de Domingo Hernández (monta tanto, tanto monta), salió al ruedo de Las Ventas en el marco de la apodada "II Corrida de la Cultura", cosa que al fin y al cabo no dejó de ser una más de este largo San Isidro. Supongo que en homenaje a esos ilustres personajes cuyas imágenes inundan los pasillos de Las Ventas en estos días, y que un día su genialidad e intelecto desataron grandes hitos para la literatura, la pintura, el teatro, el cine y, en resumidas cuentas, el mundo del espectáculo y de las artes. Con qué orgullo cacarean los taurinejos que los intelectuales, los de ayer y los de ahora, se hayan interesado y se interesen tanto por los toros y hayan salido grandes aficionados a esto entre el mundo de la Cultura. Pero claro, pensando y pensando, a uno no le salen las cuentas, y llega a la conclusión de que igualito era aficionarse a los toros en época de Gallito y Belmonte, que en los tiempos del Pasmo de Velilla. Imagino a don Ramón Valle - Inclán, uno de los ilustres cuya fotografía cuelga en los pasillos del tendido alto, en la tesitura actual. Aquel que en su momento espetó algo así como "Juan, a ti solamente te falta que te mate un toro para ser el más grande", y siéndole ppr tal cosa contestado "se hará lo que se pueda, don Ramón", extrapolándolo al siglo XXI hubiera quedado algo así como "A ti Julián, para ser el más grande, solamente te falta conocer qué puñetas es un toro de verdad y pasártelo cerca", y no creo que se le hubiera contestado algo muy diferente a "es usted un chuflón". Y don Ramón no volvió más a los toros.
O Federico García Lorca, con su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, o con su postrera frase de "la Fiesta de los toros es la fiesta más culta del mundo", en el siglo XXI no hubiera querido dejar de escribir un Llanto por la suerte de varas.
Y ¿qué me dicen de don Francisco el de los Toros? Aquel que osó a pintarse a sí mismo toreando, en un cuadro titulado La Novillada... Quizás hoy ese cuadro, con el mismo título, más que reproducirse a él mismo toreando, hubiera reproducido sin ir más lejos la II Corrida de la Cultura. Qué cruz.
Así las cosas, nadie mejor que el Todopoderoso don Julián, considerado el "Joselito el Gallo del siglo XXI" por los estómagos agradecidos, pagafantas a sueldos y palmeros que le rodean (que no son pocos) para celebrar esto de "la Cultura". Entré a la plaza pensando el Julián es un torero mentiroso y ventajista como el que más, y salí de la misma pensando lo mismo, pero elevado a la octava potencia. Porque Julián, rindió homenaje a esto de "la Cultura" con una de sus cunvres y ante un torete de Alcurrucén, el tercero, que, con dos picotacitos y demostrando una flojera de remos considerable en los primeros compases de la lidia, se vino arriba en la muleta (y de qué forma) para acabar siendo de carril y para soñar el toreo. Lo que tanto anhela Julián y cualquiera de sus compadres figurines cuando se visten de torero. Y Julián, a su manera, se valió del bomboncito para armar el alboroto. Tras un inicio de faena por bajo y desmayado, de auténtico primor y que puso a todos de acuerdo, se sacó al torete fuera de las rayas para comenzar su repertorio de toreo lineal, fueracachista, de pierna escondida y buena ración de pico. Julián acompañó en todo momento con gran despaciosidad la empalagosa embestida del toro, y por momentos hasta llevó al animal muy mandado por bajo, pero siempre dentro de ese ventajismo exagerado que nunca se deja escondido en algún lugar fuera de una plaza de toros. Una estocada corta muy trasera y ejecutada con esa peste de julipié, más un golpe de descabello, fueron el preludio a una vuelta al ruedo con despojo en mano.
Quisieron a toda costa llevarse al Juli en volandas calle Alcalá arriba, pero la fiesta les fue aguada cuando en los prolegómenos de la faena al quinto, ya de por sí muy flojete desde su salida, se lesionó la mano derecha y hubo Juli de abreviar.
Abrió plaza un aninalillo de Victoriano del Río aborregado con el que el Juli poco más hizo que pegarle pases aliviaditos y sin ninguna gracia ni verdad, y matarlo de otro hermoso julipié.
Del Juli, en esta tarde, dos cosas buenas que resaltar: una, el inicio de faena a ese tercero, toreo caro como poco se ha visto en esta feria; y la segunda, que esta era su única tarde en Madrid y no tendremos que volver a tenerle por aquí, ni a él ni a sus palmeretes, hasta nueva orden. Aur revoir Julián, que tu ventajismo y tus mentiras sigan calando por ahí.
Ginés Marín se midió en vis a vis al maestro en homenaje a "la Cultura", no llegando a ser ni la sombra de lo que fue hace un año en estos fueros. Se le puede achacar que no tuvo la misma suerte de sortear algún torete de carril como sí lo hizo su maestro, pues lo que sorteó fue, por este orden, una babosa de Alcurrucén, un complicado animal de Garcigrande que fue de todo menos la tonta del bote, y aquel de Victoriano del Río que sí hizo honor a su condición de Toro de Lidia.
Con el de Alcurrucén porfió más de la cuenta para lo que semejante espantajo de bicho merecía, y ello llegó a ponerle al personal en contra.
El de Garcigrande no era un toro apto para eso de ponerse bonito, ni para pegarle pases y más pases a placer. Tampoco le hicieron demasiada sangre en el primer tercio, y eso le convirtió en un toro complicado que se quedaba corto y se iba a por el bulto cuando este dejaba el más pequeño recoveco, y Ginés Marín, que lo de lidiar, someter y poder no se lo debieron de contar en su momento, se dedicó a intentar hacer florituras desde el hilo del pitón, lo que provocó algunos achuchones y hasta una fuerte voltereta (sin consecuencias afortunadamente). Después de tal suceso, acortó distancias y empezó con el encimismo de rigor, pero ni por esas terminó de conseguir el completo favor de la parroquia.
Y en estas que le salió aquel de Victoriano del Río, el cual despertó interés en varas junto al magnífico hacer de Agustín Navarro. El tercero Manuel izquierdo colocó un señor par de banderillas, y Ginés Marín comenzó con la mano derecha dándole sitio al toro, el cual se arrancaba con alegría y repetía en cada muletazo con mucha nobleza y cierta casta y picante. Marín tiró líneas sin conseguir acoplarse en ningún momento, y al coger la zurda acortó distancias sobremanera y el toro ahí no dejó de seguir arrancándose al mínimo toque, pero echando la cara arriba y quedándose más corto. No cambió los terrenos ni las distancias el matador a partir de aquí y el toro siguió defendiéndose ante tal lidia, cosa que a muchos nos hizo pensar que el toro estaba siendo descaradamente tapado por un torero incapaz de llevarlo hilado en la muleta, tirar de él sometiéndolo y aprovechar así su buena condición. Tarde para el olvido la suya.
La llamada "II CORRIDA DE LA CULTURA" terminó con la sensación de una nueva tomadura de pelo por parte de los taurinejos, colando otra gatada más de condición inválida y aborregada para que los importantes estuvieran a gusto y no les dieran demasiados problemas. A gusto y disfrutando estuvo uno. El otro terminó sudando la gota gorda y quedando por debajo de la situación.
Una corrida de toros lo hubiera sido en el hipotético caso de haberse seguido el rastro de presentación y de comportamiento que ha dejado el último de la corrida, con el hierro de Victoriano del Río. Que ese toro parecía el padre de los cinco que le han precedido, no sería mentira decirlo. Que dejaba a la altura de los ratones a sus hermanos de camada lidiados hace 24 horas, tampoco lo sería. Que se le pegó en varas más que a los otros cinco juntos y cumplió como ninguno anterior, sin ser tampoco un derroche de bravura, una verdad como un templo. Y que desarrolló casta e interés en el tercio de muerte, verdad verdadera.
El resto del encierro desató protestas más que justificadas por hechuras anovilladas, nulo juego en el caballo, flojera más que suficiente para simular el primer tercio, y descaste. Descaste inversamente proporcional a la flojera de remos de la que han hecho gala, que no ha sido poca. Y con esto se ha vuelto a ver que a los picadores les importa un mojón del tamaño de su castoreño el tener que dejar de aquí a no mucho la gregoriana, el jaco y la puya, para cambiarlos por el pico y la pala, si quieren seguir teniendo de qué comer. Que no se le meta en este saco a Agustín Navarro, quien demostró ante el sexto en su correspondiente turno que a él le importa su trabajo y la suerte de varas, realizando la suerte con brillantez y poniendo dos puyazos arriba, si bien el primero cayó un palmo trasero, pero el segundo en el sitio donde todos los puyazos deberían caer. Picadores así dignifican la suerte de varas.
Todo esto, distribuido en dos de Alcurrucén, dos de Victoriano del Río y uno de Garcigrande más otro de Domingo Hernández (monta tanto, tanto monta), salió al ruedo de Las Ventas en el marco de la apodada "II Corrida de la Cultura", cosa que al fin y al cabo no dejó de ser una más de este largo San Isidro. Supongo que en homenaje a esos ilustres personajes cuyas imágenes inundan los pasillos de Las Ventas en estos días, y que un día su genialidad e intelecto desataron grandes hitos para la literatura, la pintura, el teatro, el cine y, en resumidas cuentas, el mundo del espectáculo y de las artes. Con qué orgullo cacarean los taurinejos que los intelectuales, los de ayer y los de ahora, se hayan interesado y se interesen tanto por los toros y hayan salido grandes aficionados a esto entre el mundo de la Cultura. Pero claro, pensando y pensando, a uno no le salen las cuentas, y llega a la conclusión de que igualito era aficionarse a los toros en época de Gallito y Belmonte, que en los tiempos del Pasmo de Velilla. Imagino a don Ramón Valle - Inclán, uno de los ilustres cuya fotografía cuelga en los pasillos del tendido alto, en la tesitura actual. Aquel que en su momento espetó algo así como "Juan, a ti solamente te falta que te mate un toro para ser el más grande", y siéndole ppr tal cosa contestado "se hará lo que se pueda, don Ramón", extrapolándolo al siglo XXI hubiera quedado algo así como "A ti Julián, para ser el más grande, solamente te falta conocer qué puñetas es un toro de verdad y pasártelo cerca", y no creo que se le hubiera contestado algo muy diferente a "es usted un chuflón". Y don Ramón no volvió más a los toros.
O Federico García Lorca, con su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, o con su postrera frase de "la Fiesta de los toros es la fiesta más culta del mundo", en el siglo XXI no hubiera querido dejar de escribir un Llanto por la suerte de varas.
Y ¿qué me dicen de don Francisco el de los Toros? Aquel que osó a pintarse a sí mismo toreando, en un cuadro titulado La Novillada... Quizás hoy ese cuadro, con el mismo título, más que reproducirse a él mismo toreando, hubiera reproducido sin ir más lejos la II Corrida de la Cultura. Qué cruz.
Así las cosas, nadie mejor que el Todopoderoso don Julián, considerado el "Joselito el Gallo del siglo XXI" por los estómagos agradecidos, pagafantas a sueldos y palmeros que le rodean (que no son pocos) para celebrar esto de "la Cultura". Entré a la plaza pensando el Julián es un torero mentiroso y ventajista como el que más, y salí de la misma pensando lo mismo, pero elevado a la octava potencia. Porque Julián, rindió homenaje a esto de "la Cultura" con una de sus cunvres y ante un torete de Alcurrucén, el tercero, que, con dos picotacitos y demostrando una flojera de remos considerable en los primeros compases de la lidia, se vino arriba en la muleta (y de qué forma) para acabar siendo de carril y para soñar el toreo. Lo que tanto anhela Julián y cualquiera de sus compadres figurines cuando se visten de torero. Y Julián, a su manera, se valió del bomboncito para armar el alboroto. Tras un inicio de faena por bajo y desmayado, de auténtico primor y que puso a todos de acuerdo, se sacó al torete fuera de las rayas para comenzar su repertorio de toreo lineal, fueracachista, de pierna escondida y buena ración de pico. Julián acompañó en todo momento con gran despaciosidad la empalagosa embestida del toro, y por momentos hasta llevó al animal muy mandado por bajo, pero siempre dentro de ese ventajismo exagerado que nunca se deja escondido en algún lugar fuera de una plaza de toros. Una estocada corta muy trasera y ejecutada con esa peste de julipié, más un golpe de descabello, fueron el preludio a una vuelta al ruedo con despojo en mano.
Quisieron a toda costa llevarse al Juli en volandas calle Alcalá arriba, pero la fiesta les fue aguada cuando en los prolegómenos de la faena al quinto, ya de por sí muy flojete desde su salida, se lesionó la mano derecha y hubo Juli de abreviar.
Abrió plaza un aninalillo de Victoriano del Río aborregado con el que el Juli poco más hizo que pegarle pases aliviaditos y sin ninguna gracia ni verdad, y matarlo de otro hermoso julipié.
Del Juli, en esta tarde, dos cosas buenas que resaltar: una, el inicio de faena a ese tercero, toreo caro como poco se ha visto en esta feria; y la segunda, que esta era su única tarde en Madrid y no tendremos que volver a tenerle por aquí, ni a él ni a sus palmeretes, hasta nueva orden. Aur revoir Julián, que tu ventajismo y tus mentiras sigan calando por ahí.
Ginés Marín se midió en vis a vis al maestro en homenaje a "la Cultura", no llegando a ser ni la sombra de lo que fue hace un año en estos fueros. Se le puede achacar que no tuvo la misma suerte de sortear algún torete de carril como sí lo hizo su maestro, pues lo que sorteó fue, por este orden, una babosa de Alcurrucén, un complicado animal de Garcigrande que fue de todo menos la tonta del bote, y aquel de Victoriano del Río que sí hizo honor a su condición de Toro de Lidia.
Con el de Alcurrucén porfió más de la cuenta para lo que semejante espantajo de bicho merecía, y ello llegó a ponerle al personal en contra.
El de Garcigrande no era un toro apto para eso de ponerse bonito, ni para pegarle pases y más pases a placer. Tampoco le hicieron demasiada sangre en el primer tercio, y eso le convirtió en un toro complicado que se quedaba corto y se iba a por el bulto cuando este dejaba el más pequeño recoveco, y Ginés Marín, que lo de lidiar, someter y poder no se lo debieron de contar en su momento, se dedicó a intentar hacer florituras desde el hilo del pitón, lo que provocó algunos achuchones y hasta una fuerte voltereta (sin consecuencias afortunadamente). Después de tal suceso, acortó distancias y empezó con el encimismo de rigor, pero ni por esas terminó de conseguir el completo favor de la parroquia.
Y en estas que le salió aquel de Victoriano del Río, el cual despertó interés en varas junto al magnífico hacer de Agustín Navarro. El tercero Manuel izquierdo colocó un señor par de banderillas, y Ginés Marín comenzó con la mano derecha dándole sitio al toro, el cual se arrancaba con alegría y repetía en cada muletazo con mucha nobleza y cierta casta y picante. Marín tiró líneas sin conseguir acoplarse en ningún momento, y al coger la zurda acortó distancias sobremanera y el toro ahí no dejó de seguir arrancándose al mínimo toque, pero echando la cara arriba y quedándose más corto. No cambió los terrenos ni las distancias el matador a partir de aquí y el toro siguió defendiéndose ante tal lidia, cosa que a muchos nos hizo pensar que el toro estaba siendo descaradamente tapado por un torero incapaz de llevarlo hilado en la muleta, tirar de él sometiéndolo y aprovechar así su buena condición. Tarde para el olvido la suya.
La llamada "II CORRIDA DE LA CULTURA" terminó con la sensación de una nueva tomadura de pelo por parte de los taurinejos, colando otra gatada más de condición inválida y aborregada para que los importantes estuvieran a gusto y no les dieran demasiados problemas. A gusto y disfrutando estuvo uno. El otro terminó sudando la gota gorda y quedando por debajo de la situación.
jueves, 24 de mayo de 2018
23 DE MAYO DE 2018, DECIMOSEXTA DE FERIA: CHOTADA INFUMABLE Y OREJA DE VERBENA
Se podría resumir semejante tarde con un conciso y escueto "Meteros por donde os quepa vuestra Tauromaquia, vuestras borregadas y a vuestros burdos pegapases, e iros a tomar viento". Y sin más, irse a cenar tranquilamente y después a la cama, que mañana será otro día. Para qué complicarse más la vida, escribiendo un testamento acerca de la deplorable novill... Perdón, quise decir corrida. Corrida que ha tenido la desfachatez de enviar a Las Ventas don Victoriano del Río, a instancia de los figurones esos del pegapasismo tan circense que hacen llamar algo así como se torea mejor que nunca, o no sé qué paparruchas más; y con el consentimiento del equipo presidencial de esta tarde, véase don Justo Polo Ramos y los veterinarios que le asisten.
La chotada de Victoriano del Río, si los taurinejos conocieran el significado de la palabra "vergüenza", nunca hubiera salido de la finca con destino a Las Ventas. Hombre, quizás si hubiera sido para lidiarse el próximo sábado en la novillada programada para este día, pues todos a callar y aquí paz y después gloria. Pero resulta que semejante lote de toros chicos, terciados, sin remate ni cabezas bonitas, ha sido lidiado en el marco de una corrida de toros. Una corrida de toros de Madrid, y en pleno San Isidro, esa feria que hacen llamar Mundial del Toreo. El Mundial del Toreo, sí... ¡¡Hasta que llega el "seleccionador" de turno y convoca para esta cita a los juveniles en lugar de convocar a los mejores!!
¿Se puede tener mayor desfachatez?
Eso, por fuera. Por dentro, los bichejos de Victoriano del Río solo llevaban invalidez, falta de casta, de picante y de emoción, pocas o ninguna ganas de ser picados y de emplearse en el primer tercio; y tontuna a raudales. Que a los pseudofigurones esto les encanta y es lo que buscan, no nos engañemos. Esta corrida la cogen estos tres de hoy en cualquier feria de provincias, y llueven mares de orejas, rabos, patas, entresijos, gallinejas, mollejas y hasta algún indulto que otro también hubiera caído. Seguro. Pero en Madrid eso no es así, todavía claro (poco le falta). En Madrid, los borregos inválidos y bobalicones todavía desatan protestas, al igual que las trampas y la vulgaridad de la que hacen gala los toreros de ahora.
Y en todo eso se ha basado la tarde de hoy, en borreguitos inválidos, y en el pegapasismo chabacano y moderno ese de mil trallazos pegados hacia fuera embarcado con el pico, escondiendo la pierna y sin ponerse nunca en el sitio. ¡¡Qué emoción!! Y es que, estando presente en esta tarde ese gran exponente de esa tauromaquia vulgar que es el señor Miguel Ángel Perera, ¿podíamos esperar que la tauromaquia clásica hiciera acto de aparición en algún momento de su actuación? Con el capote, lo de siempre: por saber, no sabe ni cómo agarrarlo, no digamos moverlo. Y con la muleta, si describimos la faena al primero, nos ahorramos describir la del cuarto. Bueno, en realidad si hiciera un copia y pega sacado de cualquier otro escrito sobre él, nos ahorraríamos mucho más. Faenas larguísimas e interminables basadas en banderazos por arriba, banderazos a media altura y echando al toro fuera, mucho pico, cites quedándose en la oreja y nunca adelantando la pierna, encimismo... Lo de siempre en Perera. Aburre hasta cuando hay que escribir sobre él, siempre es igual.
Alejandro Talavante ha pasado de puntillas en su segunda y última comparecencia esta feria, ante un lote simplemente imposible. Llegó a parar a sus dos toros de salida eficazmente, y estuvo preocupado en sus dos turnos de poner a los toros en suerte para ser... Mejor dicho, para recibir un par de rasguñitos de parte de unos que se las verán dentro de poco en la fila del INEM. No perdió demasiado el tiempo en el tercio de muleta, ni tampoco se lo hizo perder al personal. Después de comprobar con cierto desdén que allí había muy poco que hacer, se quitó de enmedio sin más miramiento las babosas que le correspondió lidiar.
El sino de un tal Andrés Roca Rey es volver loca a la parroquia a base de valor seco y, a veces, hasta temerario. Pero el día que aprenda a torear medianamente con corrección, esto va a ser la hostia. Se llevó una oreja a última hora por eso, por el valor que tuvo de realizar sus cabriolas esas sacándose de la chistera un cambiado por la espalda cuando menos se lo espera uno, y por poco más. Luego, trallazos mandando al toro fuera, muy despegado siempre y descargando la suerte con un descaro atroz. ¿Algo más? Sí, una estocada en la suerte de recibir que se fue desprendida, no sin antes sufrir un achuchón que lo derribó en la misma cara del toro, sin que este hiciera el menor atisbo
de hacer por el bulto. "Perdón", le faltó decir al pobre animal.
Con el tercero en el ruedo empezó a llover con fuerza en Madrid, dejando los tendidos prácticamente desiertos. Y casi se repite la historia de hace días. ¿Se acuerdan? Sí hombre sí, aquella en la que a un torero se le echó más en cuenta aguantar en el ruedo diluviando que el hecho en sí de ponerse a torear. Llovía con fuerza cuando salía el toro, y en el primer capotazo de Roca Rey de escuchó un OLÉ estruendoso y de marcado acento femenino. Dos, tres, cuatro y así hasta que perdí la cuenta de los capotazos de Roca Rey para intentar parar al toro, acrecentándose ese OLÉ con fuerza por cada capotazo que ejecutaba el matador, y ovación de órdago. ¿Qué tienen de especial unos simples capotazos que ni siquiera introducen al toro en el percal? Más aún cuando empezó el chaval la faena con los pendulazos desde los medios, un poco más y el que no esté muy puesto en esto piensa que allí estaba la reencarnación de quien inventó el toreo. Pero para desgracia de Andrés Roca Rey, la lluvia arreció y el toro no servía ni para caldereta, por lo que algo que tan alto se pretendía hacer que apuntara, quedó en una tediosa y vulgar faena con el estilo tan característico de la Tauromaquia 2.0.
La tarde de Roca Rey se completó con un feísimo y nada profesional detalle que podía haber acabado mal: su profundo desconocimiento sobre dónde y cómo ha de estar colocado durante la la lidia le hizo pasar un mal trago a Curro Javier mientras banderilleaba al cuarto, pues el toro le hizo hilo en paralelo a las tablas mientras buscaba tomar el olivo, y tuvo que ser el tercero de Talavante, Julio López, quien saliera al rescate de manera tan improvisada que por poco se choca con Curro Javier cuando ya sentía los resoplidos del toro en el trasero. ¿Que dónde andaba Andrés en ese momento? Pues, sin exagerar, en la otra punta de la plaza, bien contando las musarañas, o bien pidiéndole el número de teléfono a la rubia guapa sentada en la meseta de toriles. Lo malo de todo es que no es un caso aislado, es algo que ocurre con frecuencia en este torero.
La birriosa tarde de figurines con el cuarto de tofo que tanto les gusta no es más que una muestra más de lo que se ha convertido la Tauromaquia. Aquí todo vale. Todo, excepto que los aficionados veteranos y habituales de cabreeny protesten tanto despropósito. Eso no, eso es intolerable que ocurra. Pero el resto, todo vale.
La chotada de Victoriano del Río, si los taurinejos conocieran el significado de la palabra "vergüenza", nunca hubiera salido de la finca con destino a Las Ventas. Hombre, quizás si hubiera sido para lidiarse el próximo sábado en la novillada programada para este día, pues todos a callar y aquí paz y después gloria. Pero resulta que semejante lote de toros chicos, terciados, sin remate ni cabezas bonitas, ha sido lidiado en el marco de una corrida de toros. Una corrida de toros de Madrid, y en pleno San Isidro, esa feria que hacen llamar Mundial del Toreo. El Mundial del Toreo, sí... ¡¡Hasta que llega el "seleccionador" de turno y convoca para esta cita a los juveniles en lugar de convocar a los mejores!!
¿Se puede tener mayor desfachatez?
Eso, por fuera. Por dentro, los bichejos de Victoriano del Río solo llevaban invalidez, falta de casta, de picante y de emoción, pocas o ninguna ganas de ser picados y de emplearse en el primer tercio; y tontuna a raudales. Que a los pseudofigurones esto les encanta y es lo que buscan, no nos engañemos. Esta corrida la cogen estos tres de hoy en cualquier feria de provincias, y llueven mares de orejas, rabos, patas, entresijos, gallinejas, mollejas y hasta algún indulto que otro también hubiera caído. Seguro. Pero en Madrid eso no es así, todavía claro (poco le falta). En Madrid, los borregos inválidos y bobalicones todavía desatan protestas, al igual que las trampas y la vulgaridad de la que hacen gala los toreros de ahora.
Y en todo eso se ha basado la tarde de hoy, en borreguitos inválidos, y en el pegapasismo chabacano y moderno ese de mil trallazos pegados hacia fuera embarcado con el pico, escondiendo la pierna y sin ponerse nunca en el sitio. ¡¡Qué emoción!! Y es que, estando presente en esta tarde ese gran exponente de esa tauromaquia vulgar que es el señor Miguel Ángel Perera, ¿podíamos esperar que la tauromaquia clásica hiciera acto de aparición en algún momento de su actuación? Con el capote, lo de siempre: por saber, no sabe ni cómo agarrarlo, no digamos moverlo. Y con la muleta, si describimos la faena al primero, nos ahorramos describir la del cuarto. Bueno, en realidad si hiciera un copia y pega sacado de cualquier otro escrito sobre él, nos ahorraríamos mucho más. Faenas larguísimas e interminables basadas en banderazos por arriba, banderazos a media altura y echando al toro fuera, mucho pico, cites quedándose en la oreja y nunca adelantando la pierna, encimismo... Lo de siempre en Perera. Aburre hasta cuando hay que escribir sobre él, siempre es igual.
Alejandro Talavante ha pasado de puntillas en su segunda y última comparecencia esta feria, ante un lote simplemente imposible. Llegó a parar a sus dos toros de salida eficazmente, y estuvo preocupado en sus dos turnos de poner a los toros en suerte para ser... Mejor dicho, para recibir un par de rasguñitos de parte de unos que se las verán dentro de poco en la fila del INEM. No perdió demasiado el tiempo en el tercio de muleta, ni tampoco se lo hizo perder al personal. Después de comprobar con cierto desdén que allí había muy poco que hacer, se quitó de enmedio sin más miramiento las babosas que le correspondió lidiar.
El sino de un tal Andrés Roca Rey es volver loca a la parroquia a base de valor seco y, a veces, hasta temerario. Pero el día que aprenda a torear medianamente con corrección, esto va a ser la hostia. Se llevó una oreja a última hora por eso, por el valor que tuvo de realizar sus cabriolas esas sacándose de la chistera un cambiado por la espalda cuando menos se lo espera uno, y por poco más. Luego, trallazos mandando al toro fuera, muy despegado siempre y descargando la suerte con un descaro atroz. ¿Algo más? Sí, una estocada en la suerte de recibir que se fue desprendida, no sin antes sufrir un achuchón que lo derribó en la misma cara del toro, sin que este hiciera el menor atisbo
de hacer por el bulto. "Perdón", le faltó decir al pobre animal.
Con el tercero en el ruedo empezó a llover con fuerza en Madrid, dejando los tendidos prácticamente desiertos. Y casi se repite la historia de hace días. ¿Se acuerdan? Sí hombre sí, aquella en la que a un torero se le echó más en cuenta aguantar en el ruedo diluviando que el hecho en sí de ponerse a torear. Llovía con fuerza cuando salía el toro, y en el primer capotazo de Roca Rey de escuchó un OLÉ estruendoso y de marcado acento femenino. Dos, tres, cuatro y así hasta que perdí la cuenta de los capotazos de Roca Rey para intentar parar al toro, acrecentándose ese OLÉ con fuerza por cada capotazo que ejecutaba el matador, y ovación de órdago. ¿Qué tienen de especial unos simples capotazos que ni siquiera introducen al toro en el percal? Más aún cuando empezó el chaval la faena con los pendulazos desde los medios, un poco más y el que no esté muy puesto en esto piensa que allí estaba la reencarnación de quien inventó el toreo. Pero para desgracia de Andrés Roca Rey, la lluvia arreció y el toro no servía ni para caldereta, por lo que algo que tan alto se pretendía hacer que apuntara, quedó en una tediosa y vulgar faena con el estilo tan característico de la Tauromaquia 2.0.
La tarde de Roca Rey se completó con un feísimo y nada profesional detalle que podía haber acabado mal: su profundo desconocimiento sobre dónde y cómo ha de estar colocado durante la la lidia le hizo pasar un mal trago a Curro Javier mientras banderilleaba al cuarto, pues el toro le hizo hilo en paralelo a las tablas mientras buscaba tomar el olivo, y tuvo que ser el tercero de Talavante, Julio López, quien saliera al rescate de manera tan improvisada que por poco se choca con Curro Javier cuando ya sentía los resoplidos del toro en el trasero. ¿Que dónde andaba Andrés en ese momento? Pues, sin exagerar, en la otra punta de la plaza, bien contando las musarañas, o bien pidiéndole el número de teléfono a la rubia guapa sentada en la meseta de toriles. Lo malo de todo es que no es un caso aislado, es algo que ocurre con frecuencia en este torero.
La birriosa tarde de figurines con el cuarto de tofo que tanto les gusta no es más que una muestra más de lo que se ha convertido la Tauromaquia. Aquí todo vale. Todo, excepto que los aficionados veteranos y habituales de cabreeny protesten tanto despropósito. Eso no, eso es intolerable que ocurra. Pero el resto, todo vale.
miércoles, 23 de mayo de 2018
22 DE MAYO DE 2018, DECIMOQUINTA DE FERIA: LAS VERÓNICAS DE MORENITO DE ARANDA
¡¡Qué tarde de toros más tediosa!! ¿Qué se podía esperar de El Ventorrillo, esa ganadería que barrunta un petardo de importantes magnitudes con tan solo leerse impresa en cualquier cartel de toros? Pues eso mismo: ni casta, ni emoción, ni toros con pies y poder... Y de bravura ya ni hablamos. ¿Bravura? ¡¡Ja!! ¿Dónde habrá quedado eso de la bravura? ¿Qué exigíamos, infelices de nosotros, de un hierro que hace ya unos cuantos años pasó a esa ilustre lista de ganaderías que la empresa de Madrid, sea cual sea, utiliza de trámite para cubrir los muchos huecos que exige una feria tan larga?
Si acaso, los lidiados en tercer y cuarto lugar se desplazaron más y embistieron con cierta gracia y dulzura, pero muy lejos de lo que cualquier aficionado espera de un Toro de Lidia, propiamente dicho.
Pero hete aquí, que hasta en una de esas tardes de tantas en las que uno se aburre casi tanto como aquel que esperaba ver a Emilio Muñoz cortar una oreja en Madrid, salta la liebre por un momento y el milagro del toreo se hace realidad. Aun siendo a cuentagotas y en pequeñitas dosis. Pero ahí quedó para las postrimerías el maravilloso recibo por verónicas que ejecutó Morenito de Aranda al segundo de la tarde. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco verónicas despaciosas en las que consiguió hilar al toro en los vuelos del capote, echando la pierna delante en todas y cada una, y siempre ganándole terreno al toro hasta dejarlo plantado en la misma boca de riego con una media verónica como las que hace tiempo que no se ven. El mejor toreo de capote en lo que llevamos de feria, de largo.
También dejó Morenito dos verónicas y una media de frente y a pies juntos de precioso corte, con las que cubrió su turno de quites en el quinto toro.
Y la tarde de hoy dio muy pocas cosas buenas más, salvando las no menos excelsas maneras lidiadoras del gran Ángel Otero, y los extraordinarios pares de Andrés Revuelta y Pascual Mellinas al segundo. Los del Ventorrillo fueron desecho puro. Por dentro y por fuera. Feos, chicos, sin remate y con caras bastas; pasaron el trámite de la suerte de varas cumpliendo a la perfección el papel de mansos que la genética y la deplorable selección les asignó, recibiendo más bien poco castigo y picotacitos en cualquier parte del lomo excepto donde tienen que recibirlo. Bien mirado, sabemos de algunos que de aquí a no mucho tiempo, de seguir las cosas así, podrán reciclar el castoreño para protegerse la nuca de la chicharra de Febo cuando se vean ganándose el salario encima de un andamio, barriendo calles o quitándole los verdugos a los olivos.
Ni tampoco ofrecieron lo que se dice un comportamiento encastado ni fiero en el tercio de muerte, si bien es cierto que los corridos en tercer y cuarto lugar merecieron más por parte de sus respectivos matadores.
A Curro Díaz les esperan muchos aficionados en Madrid, pues entra mucho por los ojos esa plasticidad de gasta pegando pases, y también porque a veces deja detalles de mucha calidad en forma de remates, trincherazos, pases de la firma y pases de pecho. Pero en lo fundamental, Curro Díaz es un torero perfilero y ventajista que nunca deja de meter el pico, ni carga la suerte, ni lleva a los toros atrás, ni ná de ná. Se le fue con las orejas puestas el noble y dulzón que salió en cuarto lugar, el cual le atropelló la muleta en innumerables ocasiones, sin que Curro Díaz llegara en ningún momento a correr la mano con suavidad y mando. Plasticidad y poses bonitas no faltaron, pero eso no es lo que se entiende por torear, propiamente dicho.
Muy complicado por bronco, genuino y brusco fue el primero de la tarde. Más para una lidia de aliño por bajo y dominarlo en pocos muletazos sobre las piernas, que para otra cosa. Curro Díaz, con evidentes intenciones de ponerse bonito y dejando la ventana abierta en todo momento, sufrió cantidad de enganchones, gañafones y arreones, sin que en ningún momento tan difícil ejemplar llegara a ser podido. Como si torear solo fuera pegar pases...
Y mal, muy pero que muy mal con la espada, quitándose de en medio al primero con un feo sartenazo, y al cuarto con una estoada muy trasera.
Morenito de Aranda, además de su quehacer capotero de ensueño, estuvo muy preocupado durante toda la tarde por dejar a los toros en suerte en el caballo y de formas decorosas. Lo mismo gastaba un recorte para ello, que una larga o una media verónica. El primero de la tarde fue pastueño, soso y con poca gracia, pero la muleta de Morenito no tuvo más de esto que el toro. Pasó por ambos pitones al animal haciendo gala de buena colocación e intenciones de cargar la suerte, pero sin llegar nunca a correr la mano y alargar el recorrido del torete.
El quinto, puestos a tirar de ganaderías de relleno que provocan sudores fríos y mareos a los aficionados con tan solo escucharlas, fue un remiendo de Valdefresno que no mejoró para nada la cosa. Y Morenito se tiró mucho rato delante suya pegando muchos pases insustanciales consiguiendo más bien poca cosa. Demasiado rato y demasiado porfiar, para tan poco toro.
David Mora se dejó ir con las orejas puestas a otro bomboncete, el tercero, tras una faena basada en su característico estilo ultraventajista de cites fuera de cacho, ofreciendo el trasero en vez del medio pecho, citar con el pico de su descomunal muleta y tirar del toro hacia fuera mientras se despatarra exageradamente. Llegó a aprovecharse de algunos de los suaves viajes que ofreció el toro con temple en unos pocos muletazos sueltos, pero siempre dentro de ese marco aliviado y sin conseguir ni mucho menos que la faena cogiera vuelo. Tan vulgar y pegapasista quehacer lo remató con una estocada desprendida y atravesada, pero como entró hasta la bola e hizo rápido efecto, a parte de la concurrencia le debió de parecer perfecto, y no dudaron en ondear el moquero. Pero la Presidencia, hoy regentada por el señor Trinidad, no consideró que hubiera motivo para conceder premio, acertando sobremanera en ello. Salió a saludar David Mora al tercio, provocando división de opiniones, que se acrecentó más aún cuando decidió, a única petición de sus banderilleros, darse una vuelta al ruedo con todo su enorme rostro por delante.
Cerró plaza un novillote cuyo comportamiento fue perfecta metáfora de lo que dio la corrida de sí, y perfecta metáfora de su toreo fue la faena que le recetó David Mora, plagada de vulgaridad y de tan personalísimo y tosco ventajismo.
La tarde fue aburrida, de esas típicas de San Isidro que acaban siendo mero trámite para rellenar 34 vacantes. Pero sólo por ver a Morenito de Aranda mover el capote de ma manera que lo hizo, se rentabilizó con creces el simple hecho de acercarse a la plaza en tarde tan poco propicia para ello.
Si acaso, los lidiados en tercer y cuarto lugar se desplazaron más y embistieron con cierta gracia y dulzura, pero muy lejos de lo que cualquier aficionado espera de un Toro de Lidia, propiamente dicho.
Pero hete aquí, que hasta en una de esas tardes de tantas en las que uno se aburre casi tanto como aquel que esperaba ver a Emilio Muñoz cortar una oreja en Madrid, salta la liebre por un momento y el milagro del toreo se hace realidad. Aun siendo a cuentagotas y en pequeñitas dosis. Pero ahí quedó para las postrimerías el maravilloso recibo por verónicas que ejecutó Morenito de Aranda al segundo de la tarde. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco verónicas despaciosas en las que consiguió hilar al toro en los vuelos del capote, echando la pierna delante en todas y cada una, y siempre ganándole terreno al toro hasta dejarlo plantado en la misma boca de riego con una media verónica como las que hace tiempo que no se ven. El mejor toreo de capote en lo que llevamos de feria, de largo.
También dejó Morenito dos verónicas y una media de frente y a pies juntos de precioso corte, con las que cubrió su turno de quites en el quinto toro.
Y la tarde de hoy dio muy pocas cosas buenas más, salvando las no menos excelsas maneras lidiadoras del gran Ángel Otero, y los extraordinarios pares de Andrés Revuelta y Pascual Mellinas al segundo. Los del Ventorrillo fueron desecho puro. Por dentro y por fuera. Feos, chicos, sin remate y con caras bastas; pasaron el trámite de la suerte de varas cumpliendo a la perfección el papel de mansos que la genética y la deplorable selección les asignó, recibiendo más bien poco castigo y picotacitos en cualquier parte del lomo excepto donde tienen que recibirlo. Bien mirado, sabemos de algunos que de aquí a no mucho tiempo, de seguir las cosas así, podrán reciclar el castoreño para protegerse la nuca de la chicharra de Febo cuando se vean ganándose el salario encima de un andamio, barriendo calles o quitándole los verdugos a los olivos.
Ni tampoco ofrecieron lo que se dice un comportamiento encastado ni fiero en el tercio de muerte, si bien es cierto que los corridos en tercer y cuarto lugar merecieron más por parte de sus respectivos matadores.
A Curro Díaz les esperan muchos aficionados en Madrid, pues entra mucho por los ojos esa plasticidad de gasta pegando pases, y también porque a veces deja detalles de mucha calidad en forma de remates, trincherazos, pases de la firma y pases de pecho. Pero en lo fundamental, Curro Díaz es un torero perfilero y ventajista que nunca deja de meter el pico, ni carga la suerte, ni lleva a los toros atrás, ni ná de ná. Se le fue con las orejas puestas el noble y dulzón que salió en cuarto lugar, el cual le atropelló la muleta en innumerables ocasiones, sin que Curro Díaz llegara en ningún momento a correr la mano con suavidad y mando. Plasticidad y poses bonitas no faltaron, pero eso no es lo que se entiende por torear, propiamente dicho.
Muy complicado por bronco, genuino y brusco fue el primero de la tarde. Más para una lidia de aliño por bajo y dominarlo en pocos muletazos sobre las piernas, que para otra cosa. Curro Díaz, con evidentes intenciones de ponerse bonito y dejando la ventana abierta en todo momento, sufrió cantidad de enganchones, gañafones y arreones, sin que en ningún momento tan difícil ejemplar llegara a ser podido. Como si torear solo fuera pegar pases...
Y mal, muy pero que muy mal con la espada, quitándose de en medio al primero con un feo sartenazo, y al cuarto con una estoada muy trasera.
Morenito de Aranda, además de su quehacer capotero de ensueño, estuvo muy preocupado durante toda la tarde por dejar a los toros en suerte en el caballo y de formas decorosas. Lo mismo gastaba un recorte para ello, que una larga o una media verónica. El primero de la tarde fue pastueño, soso y con poca gracia, pero la muleta de Morenito no tuvo más de esto que el toro. Pasó por ambos pitones al animal haciendo gala de buena colocación e intenciones de cargar la suerte, pero sin llegar nunca a correr la mano y alargar el recorrido del torete.
El quinto, puestos a tirar de ganaderías de relleno que provocan sudores fríos y mareos a los aficionados con tan solo escucharlas, fue un remiendo de Valdefresno que no mejoró para nada la cosa. Y Morenito se tiró mucho rato delante suya pegando muchos pases insustanciales consiguiendo más bien poca cosa. Demasiado rato y demasiado porfiar, para tan poco toro.
David Mora se dejó ir con las orejas puestas a otro bomboncete, el tercero, tras una faena basada en su característico estilo ultraventajista de cites fuera de cacho, ofreciendo el trasero en vez del medio pecho, citar con el pico de su descomunal muleta y tirar del toro hacia fuera mientras se despatarra exageradamente. Llegó a aprovecharse de algunos de los suaves viajes que ofreció el toro con temple en unos pocos muletazos sueltos, pero siempre dentro de ese marco aliviado y sin conseguir ni mucho menos que la faena cogiera vuelo. Tan vulgar y pegapasista quehacer lo remató con una estocada desprendida y atravesada, pero como entró hasta la bola e hizo rápido efecto, a parte de la concurrencia le debió de parecer perfecto, y no dudaron en ondear el moquero. Pero la Presidencia, hoy regentada por el señor Trinidad, no consideró que hubiera motivo para conceder premio, acertando sobremanera en ello. Salió a saludar David Mora al tercio, provocando división de opiniones, que se acrecentó más aún cuando decidió, a única petición de sus banderilleros, darse una vuelta al ruedo con todo su enorme rostro por delante.
Cerró plaza un novillote cuyo comportamiento fue perfecta metáfora de lo que dio la corrida de sí, y perfecta metáfora de su toreo fue la faena que le recetó David Mora, plagada de vulgaridad y de tan personalísimo y tosco ventajismo.
La tarde fue aburrida, de esas típicas de San Isidro que acaban siendo mero trámite para rellenar 34 vacantes. Pero sólo por ver a Morenito de Aranda mover el capote de ma manera que lo hizo, se rentabilizó con creces el simple hecho de acercarse a la plaza en tarde tan poco propicia para ello.
martes, 22 de mayo de 2018
21 DE MAYO DE 2018, DECIMOCUARTA DE FERIA: ¿QUÉ MÁS NECESITÁIS PARA TOREAR?
"¿Qué más necesitáis para torear?", espetó una voz desde el tendido, cuando la tarde ya languidecía. Es el perfecto resumen que se podría hacer sobre el correspondiente festejo de esta tarde, el cual hacía las veces de segunda novillada de San Isidro, y en la que se lidió un encierro del Conde de Mayalde excesivamente cómodo de cara y hechuras, además de lidiarse algunos ejemplares de embestida empalagosa y nobilísima, muy apta para cogerse un empacho toreando. Muy mansa, sin emplearse en los caballos y sin que apenas les hiciera falta más de medio picotazo, pero para andar con ella más que bien y llegar a triunfar con rotundidad.
Igual, la cosa no es que no hubiera toros de triunfo, que sí los hubo en esta tarde. Igual, la cosa está más en que esta tarde no hubo novilleros con la suficiente enjudia para torear con el capote, ni mucho menos lidiar, poner a los toros en suerte en varas o colocarse en el lugar adecuado durante la lidia. No hubo novilleros esta tarde capaces de someter a los novillos y llevarlos embebidos en la franela, tirar de ellos y correr la mano con mando, ni ponerse en el sitio, ni cargar la suerte, ni torear sin ventajas. Ni tampoco hubo novilleros que hicieran uso de la espada con un mínimo de decoro.
Quizás, tanto Pablo Atienza, como Alfonso Cadaval y Toñete (este último aun llevándose una orejita tras aguantar en el ruedo bajo un fuerte aguacero), deberían hacerse de mirar muchas cosas después de vérselas y deseárselas con tal novillada, y no ser capaces de sacar ni un muletazo bueno de verdad.
Pablo Atienza fue novillero revelación en esta plaza el pasado 2017 por derecho propio, tras regalar retazos de buen toreo a lo largo de las tardes en las que actuó. Sin embargo, ha actuado en este 2018 ya dos tardes en pocas semanas de diferencia, y la imagen que ha dado en ambas ha sido radicalmente opuesta a la que se vio hace no muchos meses. El primer novillo de la tarde andó muy suelto durante toda la lidia y tuvo una marcada tendencia a las tablas, pero el novillero no dudó en comenzar la faena desde los medios con el pertinente pendulazo, para seguir con algunos trallazos con la mano derecha que no consiguieron fijar al novillo, pues este huía en cada muletazo y Atienza debía andar detrás de él y volver a recolocarse después de cada carrerita. El novillo se cerró más hacia el tercio posteriormente, y allí, siendo citado al hilo de las tablas, sí entraba mejor y repetía con más franqueza, cosa que no aprovechó un Pablo Atienza dentro de una faena insustancialmente aliviada y aseada, plagada de muletazos por ambos pitones metiendo el pico con mucho descaro, citando al hilo y pegando el trallazo hacia fuera.
Sin embargo, le aguardaba en chiqueros el cuarto, un novillo con el que cualquiera sueña poder sortear en Madrid: nobilísimo y empalagosamente dulce, embestía con franqueza en cada muletazo y haciendo gala de una colaboración para con el novillero más que excelsa. Atienza nunca se acopló ni fue capaz de llevar el novillo toreado con temple ni poder, más bien fue el propio novillo quien hacía que el matador moviera la muleta hacia donde aquel quería embestir, sin ser capaz en ninguna fase de su larga faena invertir la situación. Tal perita en dulce se fue al desolladero con la casquería en su sitio y sin torear.
A Alfonso Cadaval, El Moranquito, el Joshua, o el hijo de Omaíta, esto de debutar en Madrid, y en plena feria de San Isidro además, le vino excesivamente holgado. Tras dejarse ir con las orejas puestas otros dos pastelitos de merengue, no se puede pensar algo distinto. El segundo novillo embestía rebrincado y doliéndose de los garapullos, pero a medida que pasaba la faena se fue asentando y embistiendo con más suavidad. Y si a eso se le suma que ya de por sí no hizo un mal gesto ni derrochaba demasiadas ganas de poner en apuros a su oponente, el resultado es el de un novillo para romperse a torear bien de verdad. Cadaval nunca lo consiguió. Empezó su quehacer desde los medios citando de rodillas, para después seguir con muletazos con la mano derecha sin asentarse ni correr la mano con suavidad y temple. Cambió la muleta a la mano izquierda y con esta mano sí se le vio más reposado, pero fue la única virtud dentro de un popurrí de medios-muletazos por ambos pitones en los que, sin llegar nunca a ponerse verdaderamente en el sitio, pegaba un feo tirón hacia fuera sin llegar jamás a conseguir que el novillo quedara embebido y fijado en la muleta.
Con el pastueño y manejable quinto, tampoco terminó Cadaval de cogerle el aire en ningún momento, embarullándose en una faena vulgar y plagada de trapazos sin interés alguno. Queda todo dicho: esto le viene muy grande, por mucho que se empeñe su entorno en hacerlo torero.
Toñete sorteó en tercer lugar un novillote soso y flojo de remos que no derrochó la más mínima emoción, y con él se mostró demasiado aseado, sin apreturas y, a fin de cuentas, imitando la tan de moda monofaena que todos hacen. Con el sexto haciendo aparición en la arena, el cielo de Madrid se derrumbó sobre las Ventas en forma de un fortísimo aguacero, dejando en ruedo convertido en el estanque del Retiro en cuestión de pocos minutos, y los tendidos completamente vacíos. Solo quedaron, además de los aficionados y público protegidos bajo la teja de las andanadas y las gradas, un grupúsculo de unas 15 personas entre amigos, familiares, paisanos y fans alocados y alocadas del novillero, quienes le jalearon todo, hasta los enganchones, e incluso por un momento fueron invadidos por ese espíritu sanferminero coreando a voz viva "¡¡Toñete, Toñete, Toñete!!".
No se amilanó Toñete ante tal difícil situación, y salió tirando de orgullo y hasta una pizca de épica para vérselas con otro novillo que también tuvo lo suyo para torear bien de verdad y a placer. Pero, lejos de sacar a relucir los viejos y clásicos cánones del toreo eterno, relució bajo la lluvia esa Tauromaquia 2.0 de cites al hilo, pico, trallazos hacia fuera y pierna descaradamente retrasada. Los gritos esos de "¡¡Toñete, Toñete!!", que tanto recordaban a La Misericordia, se entremezclaron con algunos exagerados oles procedentes de las gradas y andanadas, y con voces discrepantes de quienes no se dejaron llevar por tanta emoción, y que le recriminaban al novillero su colocación y sus medios-muletazos hacia fuera. Y no se le puede quitar el más mínimo mérito a Toñete de ponerse delante del novillo con semejante tromba de agua y el ruedo empantanado, pero quizás cabría preguntarse si, en situaciones metereológicas más amables, esa faena tan al uso 2.0, más la estocada caída, hubiera calado de tal manera entre la poca concurrencia que quedaba.
¿Y lo de torear, qué? ¿Acaso ahora los toreros, después de esto, basarán su suerte en un fuerte chaparrón más que en una corrida o novillada de magnífica condición?
Desde luego que después de lo ocurrido en esta tarde, con novillos de triunfos desperdiciados y un despojo que llegó únicamente por torear bajo la lluvia, queda bastante claro que sí, que ahora para cortar orejas y triunfar lo de menos es torear de verdad.
Igual, la cosa no es que no hubiera toros de triunfo, que sí los hubo en esta tarde. Igual, la cosa está más en que esta tarde no hubo novilleros con la suficiente enjudia para torear con el capote, ni mucho menos lidiar, poner a los toros en suerte en varas o colocarse en el lugar adecuado durante la lidia. No hubo novilleros esta tarde capaces de someter a los novillos y llevarlos embebidos en la franela, tirar de ellos y correr la mano con mando, ni ponerse en el sitio, ni cargar la suerte, ni torear sin ventajas. Ni tampoco hubo novilleros que hicieran uso de la espada con un mínimo de decoro.
Quizás, tanto Pablo Atienza, como Alfonso Cadaval y Toñete (este último aun llevándose una orejita tras aguantar en el ruedo bajo un fuerte aguacero), deberían hacerse de mirar muchas cosas después de vérselas y deseárselas con tal novillada, y no ser capaces de sacar ni un muletazo bueno de verdad.
Pablo Atienza fue novillero revelación en esta plaza el pasado 2017 por derecho propio, tras regalar retazos de buen toreo a lo largo de las tardes en las que actuó. Sin embargo, ha actuado en este 2018 ya dos tardes en pocas semanas de diferencia, y la imagen que ha dado en ambas ha sido radicalmente opuesta a la que se vio hace no muchos meses. El primer novillo de la tarde andó muy suelto durante toda la lidia y tuvo una marcada tendencia a las tablas, pero el novillero no dudó en comenzar la faena desde los medios con el pertinente pendulazo, para seguir con algunos trallazos con la mano derecha que no consiguieron fijar al novillo, pues este huía en cada muletazo y Atienza debía andar detrás de él y volver a recolocarse después de cada carrerita. El novillo se cerró más hacia el tercio posteriormente, y allí, siendo citado al hilo de las tablas, sí entraba mejor y repetía con más franqueza, cosa que no aprovechó un Pablo Atienza dentro de una faena insustancialmente aliviada y aseada, plagada de muletazos por ambos pitones metiendo el pico con mucho descaro, citando al hilo y pegando el trallazo hacia fuera.
Sin embargo, le aguardaba en chiqueros el cuarto, un novillo con el que cualquiera sueña poder sortear en Madrid: nobilísimo y empalagosamente dulce, embestía con franqueza en cada muletazo y haciendo gala de una colaboración para con el novillero más que excelsa. Atienza nunca se acopló ni fue capaz de llevar el novillo toreado con temple ni poder, más bien fue el propio novillo quien hacía que el matador moviera la muleta hacia donde aquel quería embestir, sin ser capaz en ninguna fase de su larga faena invertir la situación. Tal perita en dulce se fue al desolladero con la casquería en su sitio y sin torear.
A Alfonso Cadaval, El Moranquito, el Joshua, o el hijo de Omaíta, esto de debutar en Madrid, y en plena feria de San Isidro además, le vino excesivamente holgado. Tras dejarse ir con las orejas puestas otros dos pastelitos de merengue, no se puede pensar algo distinto. El segundo novillo embestía rebrincado y doliéndose de los garapullos, pero a medida que pasaba la faena se fue asentando y embistiendo con más suavidad. Y si a eso se le suma que ya de por sí no hizo un mal gesto ni derrochaba demasiadas ganas de poner en apuros a su oponente, el resultado es el de un novillo para romperse a torear bien de verdad. Cadaval nunca lo consiguió. Empezó su quehacer desde los medios citando de rodillas, para después seguir con muletazos con la mano derecha sin asentarse ni correr la mano con suavidad y temple. Cambió la muleta a la mano izquierda y con esta mano sí se le vio más reposado, pero fue la única virtud dentro de un popurrí de medios-muletazos por ambos pitones en los que, sin llegar nunca a ponerse verdaderamente en el sitio, pegaba un feo tirón hacia fuera sin llegar jamás a conseguir que el novillo quedara embebido y fijado en la muleta.
Con el pastueño y manejable quinto, tampoco terminó Cadaval de cogerle el aire en ningún momento, embarullándose en una faena vulgar y plagada de trapazos sin interés alguno. Queda todo dicho: esto le viene muy grande, por mucho que se empeñe su entorno en hacerlo torero.
Toñete sorteó en tercer lugar un novillote soso y flojo de remos que no derrochó la más mínima emoción, y con él se mostró demasiado aseado, sin apreturas y, a fin de cuentas, imitando la tan de moda monofaena que todos hacen. Con el sexto haciendo aparición en la arena, el cielo de Madrid se derrumbó sobre las Ventas en forma de un fortísimo aguacero, dejando en ruedo convertido en el estanque del Retiro en cuestión de pocos minutos, y los tendidos completamente vacíos. Solo quedaron, además de los aficionados y público protegidos bajo la teja de las andanadas y las gradas, un grupúsculo de unas 15 personas entre amigos, familiares, paisanos y fans alocados y alocadas del novillero, quienes le jalearon todo, hasta los enganchones, e incluso por un momento fueron invadidos por ese espíritu sanferminero coreando a voz viva "¡¡Toñete, Toñete, Toñete!!".
No se amilanó Toñete ante tal difícil situación, y salió tirando de orgullo y hasta una pizca de épica para vérselas con otro novillo que también tuvo lo suyo para torear bien de verdad y a placer. Pero, lejos de sacar a relucir los viejos y clásicos cánones del toreo eterno, relució bajo la lluvia esa Tauromaquia 2.0 de cites al hilo, pico, trallazos hacia fuera y pierna descaradamente retrasada. Los gritos esos de "¡¡Toñete, Toñete!!", que tanto recordaban a La Misericordia, se entremezclaron con algunos exagerados oles procedentes de las gradas y andanadas, y con voces discrepantes de quienes no se dejaron llevar por tanta emoción, y que le recriminaban al novillero su colocación y sus medios-muletazos hacia fuera. Y no se le puede quitar el más mínimo mérito a Toñete de ponerse delante del novillo con semejante tromba de agua y el ruedo empantanado, pero quizás cabría preguntarse si, en situaciones metereológicas más amables, esa faena tan al uso 2.0, más la estocada caída, hubiera calado de tal manera entre la poca concurrencia que quedaba.
¿Y lo de torear, qué? ¿Acaso ahora los toreros, después de esto, basarán su suerte en un fuerte chaparrón más que en una corrida o novillada de magnífica condición?
Desde luego que después de lo ocurrido en esta tarde, con novillos de triunfos desperdiciados y un despojo que llegó únicamente por torear bajo la lluvia, queda bastante claro que sí, que ahora para cortar orejas y triunfar lo de menos es torear de verdad.
domingo, 20 de mayo de 2018
19 DE MAYO DE 2018, DUODÉCIMA DE FERIA: BUEYADA DE MARCA LOZANO, ESPANTÁ DEL PALCO Y RECREACIÓN DE LA KALE BORROKA TAURINA
Alcurrucén es de esas ganaderías con camadas muy largas donde se cría de todo. Desde corridones de toros que han levantado admiración ante los aficionados y pavor en los hombres de luces en esas plazas del Valle del Tiétar, hasta toritos a modo para que Morante, Juli y toda esa la troupe de figurones se explayen con eso que hacen y llaman mejor toreo de la historia. También bueyadas infames, más apropiadas para arar los barbechos o tirar de las carretas en El Rocío. Algo así como la que ha sido lidiada en la duodécima de feria, sin ir más lejos.
Seis bueyes propiedad de los Hermanos Lozano, 5 con el hierro de Alcurrucén y uno con el de una de sus marcas blancas, Lozano Hnos., que salían escopetados de los caballos, hasta pegando coces algunos, cuando sentían el roce de la puya, y que tenían una marcada querencia hacia las tablas. Lo que no quiere decir que algunos no fueran toreables ni tuvieran su lidia, entendiéndose como tal algo totalmente antagónico a basar la lidia en la típica monofaena de cien muletazos, banderazos por arriba y por abajo, las posturitas y amaneramientos, los pendulazos, las manoletinas, y toda esa rica retahíla de toreo moderno que desatan los bieeeeeeeeenjjjjjjjjj (los cuales destilan un fuerte olor a whisky) entre el público no habitual y de aluvion, pero que causa una enorme indiferencia a los aficionados veteranos. Y es que los tres espadas de esta tarde, véanse Curro Díaz, Joselito Adame y Juan del Álamo, no están ni mucho menos preparados para ofrecer algo diferente a lo anteriormente retratado. Algo así como una lidia desde el primer capotazo de recibo intentando fijar las abantas embestidas, llevarlos muy sujetos, machetearlos por abajo para empezar las faenas, elegir adecuadamente los terrenos, no excederse en mantazos, basarse en el toreo sobre las piernas...
Curro Díaz, salvo algún destello en forma de amarenamiento de la figura, nada sacó en positivo. Sus dos quehaceres se basaron en su clásico e inimitable ventajismo de pico, cites desde la M30 y descargando la suerte, y mantazos hacia fuera, junto a dos estocadas desprendidas y una fea voltereta en su primero al quedarse a merced del burel tras ser zancadilleado por este. Por suerte, ningún daño que lamentar.
Joselito Adame es de esos toreros a quienes les acompaña siempre una fortuna en los sorteos de las 12 de la mañana digna de ser estudiados en Cuarto Milenio. Y es que en su haber cayó el único de Alcurrucén con más predisposición a embestir y a regalar una serie de embestidas más que aprovechables. Adame empezó la faena en el tercio con unos mantazos infames que venían a ser algo así como estatuarios, a los cuales siguieron dos trincherazos y un pase de la firma que, por un momento, nos llevaron a soñar el toreo. Y eso fue todo, porque lo que vino después fueron trallazos por el lado derecho en los que nunca llegó a correr la mano ni a llevar sometido al animal, más otros tantos trallazos por el lado izquierdo que derrocharon la misma vulgaridad y la misma falta de acople. Terminó, además, con unas manoletinas despatarrándose, y dejando una estocada caída.
Pero la verdadera cunvre de este torero en la tarde de hoy llegó con el quinto mansazo, el cual si se le dejaba o muleta en la cara y se le llevaba muy tapadito era capaz de repetir. No era fácil, pero menos aún lo sería, primero, planteando la faena en los medios; y segundo, pegándole al toro esos latigazos en los que pronto le quitaba la muleta de la cara y perdía los pasos. Así estuvo un buen rato Adame, y el toro huía despavorido en cada mantazo al que era sometido. Poco a poco, el toro se fue llevando al matador a los terrenos de toriles, y allí, al amparo de las querencia del animal, consiguió Adame hilarle en la muleta y hacerle que repitiera, pero nunca llevándolo toreado, muy acelerado y despegadísimo. La faena, de por sí, no era de oreja ni por asomo, pero menos aún después de que la estocada cayera muy desprendida. Pero los pañuelos empezaron a asomar tímidamente, y esa tendencia fue extendiéndose por toda la plaza hasta conseguirse unos cuantos más, aunque sin llegar ni por asomo a la mayoría. Pero ni con una faena que no tuvo el más mínimo mérito para llevarse premio, con una estocada defectuosa y con la no mayoría de pañuelos, dejó de concederse un despojo. Espantada mayúsucula de la presidencia de la tarde, don Jesús María Gómez, antaño presidente cabal y riguroso, y que en menos de una semana ha colmado dos espantadas de órdago: la de la famosa devolución al corral de un toro por... ¡¡Manso!! Y la de esta tarde, por la concesión de esta oreja. Pero, para hecho lamentable, el protagonizado en el tendido 6 por una piara de borrachos, ebrios, mamados, chuzos, beodos, licoretas, niñatos, niñatas, energúmenos, energúmenas, mamarrachos, mamarrachas, cafres, botarates y piltrafas. Cuando a Adame le fue concedida la casquería, algunos aficionados habituales de la grada 6, tanto jóvenes como veteranos, ejercieron la protesta de tal oreja de la manera habitual que se hace en esta plaza: las palmas de tango, además de gritos de ¡¡fuera del palco!!, dadas las delicadas circunstancias que en los últimos días ha protagonizado el usía don Jesús María. Y esto no se lo tomaron bien un grupito de pseudoaficionados que, cubata en mano, subieron tendido arriba para encararse con los aficionados de la grada 6, a quienes no dudaron en nombrarles a las santas que un día les trajeron al mundo, ni en amenazarlos e intimidarlos con feas palabras e insultos. Solo por el hecho de protestar una oreja. Muchas veces hablamos de los antitaurinazis y de sus actos plagados de intolerancia y violencia, pero quizás sería bueno también detenernos, aunque sea por un momento, y observar a nuestro alrededor cuando estamos en los toros. No tenemos por qué aguantar gentuza también dentro de la plaza de toros, cuando ya de por sí tenemos bastante con la chusma que hay fuera de las plazas gritándonos e insultándonos a los que entramos sólo por el hechos de ser aficionados. Vamos hombre...
Y por último, decir que Juan del Álamo tampoco consiguió brillantez esta tarde, sorteando en tercer lugar un mulo que topaba con la cara alta, y en sexto un torito tan bonacible y pastueño como soso y sin gracia. A ambos les intentó realizar su faena ya planificada y estudiada en casa de Tauromaquia 2.0 y vulgaridad manifiesta, sin conseguir desatar grandes pasiones en el tendido.
Se desataron grandes ovaciones hacia dos grandes hombres de plata, Miguel Martín y Fernando Sánchez, tras protagonizar un gran tercio de banderillas en el segundo toro. El momento de más torería y verdad enmarcado dentro de una tarde de bueyes de lidia, pegapases, despojos baratos y hasta una recreación de cómo se las gastan lo que podría llamarse la Kale Borroka taurina. Y dirán que nos aburrirnos en los toros y que pocas cosas de interés pasan.
Seis bueyes propiedad de los Hermanos Lozano, 5 con el hierro de Alcurrucén y uno con el de una de sus marcas blancas, Lozano Hnos., que salían escopetados de los caballos, hasta pegando coces algunos, cuando sentían el roce de la puya, y que tenían una marcada querencia hacia las tablas. Lo que no quiere decir que algunos no fueran toreables ni tuvieran su lidia, entendiéndose como tal algo totalmente antagónico a basar la lidia en la típica monofaena de cien muletazos, banderazos por arriba y por abajo, las posturitas y amaneramientos, los pendulazos, las manoletinas, y toda esa rica retahíla de toreo moderno que desatan los bieeeeeeeeenjjjjjjjjj (los cuales destilan un fuerte olor a whisky) entre el público no habitual y de aluvion, pero que causa una enorme indiferencia a los aficionados veteranos. Y es que los tres espadas de esta tarde, véanse Curro Díaz, Joselito Adame y Juan del Álamo, no están ni mucho menos preparados para ofrecer algo diferente a lo anteriormente retratado. Algo así como una lidia desde el primer capotazo de recibo intentando fijar las abantas embestidas, llevarlos muy sujetos, machetearlos por abajo para empezar las faenas, elegir adecuadamente los terrenos, no excederse en mantazos, basarse en el toreo sobre las piernas...
Curro Díaz, salvo algún destello en forma de amarenamiento de la figura, nada sacó en positivo. Sus dos quehaceres se basaron en su clásico e inimitable ventajismo de pico, cites desde la M30 y descargando la suerte, y mantazos hacia fuera, junto a dos estocadas desprendidas y una fea voltereta en su primero al quedarse a merced del burel tras ser zancadilleado por este. Por suerte, ningún daño que lamentar.
Joselito Adame es de esos toreros a quienes les acompaña siempre una fortuna en los sorteos de las 12 de la mañana digna de ser estudiados en Cuarto Milenio. Y es que en su haber cayó el único de Alcurrucén con más predisposición a embestir y a regalar una serie de embestidas más que aprovechables. Adame empezó la faena en el tercio con unos mantazos infames que venían a ser algo así como estatuarios, a los cuales siguieron dos trincherazos y un pase de la firma que, por un momento, nos llevaron a soñar el toreo. Y eso fue todo, porque lo que vino después fueron trallazos por el lado derecho en los que nunca llegó a correr la mano ni a llevar sometido al animal, más otros tantos trallazos por el lado izquierdo que derrocharon la misma vulgaridad y la misma falta de acople. Terminó, además, con unas manoletinas despatarrándose, y dejando una estocada caída.
Pero la verdadera cunvre de este torero en la tarde de hoy llegó con el quinto mansazo, el cual si se le dejaba o muleta en la cara y se le llevaba muy tapadito era capaz de repetir. No era fácil, pero menos aún lo sería, primero, planteando la faena en los medios; y segundo, pegándole al toro esos latigazos en los que pronto le quitaba la muleta de la cara y perdía los pasos. Así estuvo un buen rato Adame, y el toro huía despavorido en cada mantazo al que era sometido. Poco a poco, el toro se fue llevando al matador a los terrenos de toriles, y allí, al amparo de las querencia del animal, consiguió Adame hilarle en la muleta y hacerle que repitiera, pero nunca llevándolo toreado, muy acelerado y despegadísimo. La faena, de por sí, no era de oreja ni por asomo, pero menos aún después de que la estocada cayera muy desprendida. Pero los pañuelos empezaron a asomar tímidamente, y esa tendencia fue extendiéndose por toda la plaza hasta conseguirse unos cuantos más, aunque sin llegar ni por asomo a la mayoría. Pero ni con una faena que no tuvo el más mínimo mérito para llevarse premio, con una estocada defectuosa y con la no mayoría de pañuelos, dejó de concederse un despojo. Espantada mayúsucula de la presidencia de la tarde, don Jesús María Gómez, antaño presidente cabal y riguroso, y que en menos de una semana ha colmado dos espantadas de órdago: la de la famosa devolución al corral de un toro por... ¡¡Manso!! Y la de esta tarde, por la concesión de esta oreja. Pero, para hecho lamentable, el protagonizado en el tendido 6 por una piara de borrachos, ebrios, mamados, chuzos, beodos, licoretas, niñatos, niñatas, energúmenos, energúmenas, mamarrachos, mamarrachas, cafres, botarates y piltrafas. Cuando a Adame le fue concedida la casquería, algunos aficionados habituales de la grada 6, tanto jóvenes como veteranos, ejercieron la protesta de tal oreja de la manera habitual que se hace en esta plaza: las palmas de tango, además de gritos de ¡¡fuera del palco!!, dadas las delicadas circunstancias que en los últimos días ha protagonizado el usía don Jesús María. Y esto no se lo tomaron bien un grupito de pseudoaficionados que, cubata en mano, subieron tendido arriba para encararse con los aficionados de la grada 6, a quienes no dudaron en nombrarles a las santas que un día les trajeron al mundo, ni en amenazarlos e intimidarlos con feas palabras e insultos. Solo por el hecho de protestar una oreja. Muchas veces hablamos de los antitaurinazis y de sus actos plagados de intolerancia y violencia, pero quizás sería bueno también detenernos, aunque sea por un momento, y observar a nuestro alrededor cuando estamos en los toros. No tenemos por qué aguantar gentuza también dentro de la plaza de toros, cuando ya de por sí tenemos bastante con la chusma que hay fuera de las plazas gritándonos e insultándonos a los que entramos sólo por el hechos de ser aficionados. Vamos hombre...
Y por último, decir que Juan del Álamo tampoco consiguió brillantez esta tarde, sorteando en tercer lugar un mulo que topaba con la cara alta, y en sexto un torito tan bonacible y pastueño como soso y sin gracia. A ambos les intentó realizar su faena ya planificada y estudiada en casa de Tauromaquia 2.0 y vulgaridad manifiesta, sin conseguir desatar grandes pasiones en el tendido.
Se desataron grandes ovaciones hacia dos grandes hombres de plata, Miguel Martín y Fernando Sánchez, tras protagonizar un gran tercio de banderillas en el segundo toro. El momento de más torería y verdad enmarcado dentro de una tarde de bueyes de lidia, pegapases, despojos baratos y hasta una recreación de cómo se las gastan lo que podría llamarse la Kale Borroka taurina. Y dirán que nos aburrirnos en los toros y que pocas cosas de interés pasan.
jueves, 17 de mayo de 2018
17 DE MAYO DE 2018, DÉCIMA DE FERIA: EL SHOW DEL TORO ARTISTA NO CESA
Lo fácil sería hacer un escueto corta y pega proveniente de lo que se escribió para hablar del noveno festejo de esta feria, correspondiente a la corrida de Núñez del Cuvillo. Por lo menos en cuanto al comportamiento de los toros. Colaría a la perfección. Toretes flojuchos que no admiten medio picotazo, ni se emplean, que hay que llevarlos por arriba durante la lidia, que luego en la muleta van y vienen con dulzura y sin lanzar un mal gesto ni una fea mirada, colaboran con el torero a toda costa para propiciar el triunfo... El "Toro Artista" de siempre. El de toda la vida de Dios, desde que apareció un señor llamado Juan Pedro Domecq Solís y lo patentó.
Precisamente esta ha sido la ganadería titular del día de hoy, con la colaboración de la vacada hermana, Parladé, que ha echado al sexto toro llevando marcado a fuego su hierro. Este, con más pies y agresividad, ha dado un tono diferente al que sus primos han ofrecido, no sé si por algún desafortunado accidente genético, o vaya usted a saber por qué. Sobre el comportamiento de la corrida, queda todo dicho: blandos, nobilísimos, pastueños, empalagosos, muy toreables, colaboradores, magníficas personas... Y en consecuencia, descastados, bobos, tontorrones, sosetes y derrochando la misma emoción que una conferencia sobre Derecho Laboral. Sobresalió por encima, en el mismo estilo tontuno pero con más chispa que los demás, el tercero. Luis David Adame, el mediano de la inefable saga de los Adame, consiguió arrebañar un despojo de este ejemplar después de una faena que fue la perfecta representación de lo que es la vulgar y calamitosa Tauromaquia 2.0: inicio por trapazos infames que, se supone, querían imitar a los estatuarios; trallazos por ambos pitones metiendo el pico y escondiendo la pierna con mucho descaro, el círculo ese horrendo que pegan, como si fueran una peonza, entre el derechazo y el pase de pecho; el arrimón, las bernardinas... Y para rematar, estocada desprendida, pero como entró hasta los gavilanes, ¿qué más da?
Quiso realizar las mismas monerías Adame ante el sexto, pero el de Parladé, que de tonto no tuvo un pelo y llegó a sacar más complicaciones y menos toreabilidad, se lo merendó desde el primer momento. Y Adame, consciente de tal percal, pronto acortó las distancias y empezó a pegarse el arrimón para evitar quedarse en paños menores, que no lo consiguió, sea dicho de paso.
Román no consiguió llamar la atención esta tarde. Tampoco hizo méritos para ello, en verdad. El hombre, todo pundonor y carisma cada vez que se viste de torero, no es un portento de toreo, y sus carencias técnicas y artísticas son más que evidentes. Ante la de Juan Pedro Domecq de esta tarde así lo ha manifestado, siendo incapaz de dar un sólo muletazo limpio y verdaderamente poderoso en sendas faenas de muleta, alargadas ambas exageradamente y sin sentido alguno.
A Finito de Córdoba, jartista excelso en consumada decadencia, nos lo metieron con calzador en esta feria de San Isidro, hecho que se podría calificar, sin miramiento alguno, como una chacota de muy mal gusto. Bien cargado debería ir el sobre a su nombre que había preparado en la oficina del empresario, para pasar el trago que ha pasado el amigo en esta tarde. Si no, ¿de qué? Miedo, desconfianza, muchas precauciones y hasta un tristísimo mitin con la espada es el mejor resumen que se puede hacer de su tarde. Pero él, contento. Por lo menos a juzgar de lo hablado cuando el señor del Ce Más le puso la alcachofa delante del hocico, algo así como que había estado a gusto, muy bien para haber toreado 6 tardes el año pasado, y llevar un año sin pisar una plaza de primera, la de Córdoba...
Tu concepto y tus maneras son un ejemplo para los chavales que empiezan, vino a querer decir el llamado Deivid Houses, en el ejercicio de sus funciones como entrevistador, y como pagafantas con carné de periodista, por supuesto. Así está esto.
No todo fue negativo en esta tarde, pues ese gran subalterno que es Miguel Martín dio un verdadero recital tanto en la brega como en banderillas. Incluso en las tardes de toros que son mejor olvidar, siempre se rasca algo por lo que mereció la pena ir a la plaza.
Precisamente esta ha sido la ganadería titular del día de hoy, con la colaboración de la vacada hermana, Parladé, que ha echado al sexto toro llevando marcado a fuego su hierro. Este, con más pies y agresividad, ha dado un tono diferente al que sus primos han ofrecido, no sé si por algún desafortunado accidente genético, o vaya usted a saber por qué. Sobre el comportamiento de la corrida, queda todo dicho: blandos, nobilísimos, pastueños, empalagosos, muy toreables, colaboradores, magníficas personas... Y en consecuencia, descastados, bobos, tontorrones, sosetes y derrochando la misma emoción que una conferencia sobre Derecho Laboral. Sobresalió por encima, en el mismo estilo tontuno pero con más chispa que los demás, el tercero. Luis David Adame, el mediano de la inefable saga de los Adame, consiguió arrebañar un despojo de este ejemplar después de una faena que fue la perfecta representación de lo que es la vulgar y calamitosa Tauromaquia 2.0: inicio por trapazos infames que, se supone, querían imitar a los estatuarios; trallazos por ambos pitones metiendo el pico y escondiendo la pierna con mucho descaro, el círculo ese horrendo que pegan, como si fueran una peonza, entre el derechazo y el pase de pecho; el arrimón, las bernardinas... Y para rematar, estocada desprendida, pero como entró hasta los gavilanes, ¿qué más da?
Quiso realizar las mismas monerías Adame ante el sexto, pero el de Parladé, que de tonto no tuvo un pelo y llegó a sacar más complicaciones y menos toreabilidad, se lo merendó desde el primer momento. Y Adame, consciente de tal percal, pronto acortó las distancias y empezó a pegarse el arrimón para evitar quedarse en paños menores, que no lo consiguió, sea dicho de paso.
Román no consiguió llamar la atención esta tarde. Tampoco hizo méritos para ello, en verdad. El hombre, todo pundonor y carisma cada vez que se viste de torero, no es un portento de toreo, y sus carencias técnicas y artísticas son más que evidentes. Ante la de Juan Pedro Domecq de esta tarde así lo ha manifestado, siendo incapaz de dar un sólo muletazo limpio y verdaderamente poderoso en sendas faenas de muleta, alargadas ambas exageradamente y sin sentido alguno.
A Finito de Córdoba, jartista excelso en consumada decadencia, nos lo metieron con calzador en esta feria de San Isidro, hecho que se podría calificar, sin miramiento alguno, como una chacota de muy mal gusto. Bien cargado debería ir el sobre a su nombre que había preparado en la oficina del empresario, para pasar el trago que ha pasado el amigo en esta tarde. Si no, ¿de qué? Miedo, desconfianza, muchas precauciones y hasta un tristísimo mitin con la espada es el mejor resumen que se puede hacer de su tarde. Pero él, contento. Por lo menos a juzgar de lo hablado cuando el señor del Ce Más le puso la alcachofa delante del hocico, algo así como que había estado a gusto, muy bien para haber toreado 6 tardes el año pasado, y llevar un año sin pisar una plaza de primera, la de Córdoba...
Tu concepto y tus maneras son un ejemplo para los chavales que empiezan, vino a querer decir el llamado Deivid Houses, en el ejercicio de sus funciones como entrevistador, y como pagafantas con carné de periodista, por supuesto. Así está esto.
No todo fue negativo en esta tarde, pues ese gran subalterno que es Miguel Martín dio un verdadero recital tanto en la brega como en banderillas. Incluso en las tardes de toros que son mejor olvidar, siempre se rasca algo por lo que mereció la pena ir a la plaza.
16 DE MAYO DE 2018, NOVENA DE FERIA: SEIS PERFECTOS ARTISTAS DE CUATRO PATAS Y CUERNOS
¡¡Silencio!! Hoy, Bailaor nos arrebató al Rey de los Toreros de una certera cornada. La afición de Madrid, 98 años después, no puede por menos que rendirle tributo. Viva Gallito, el más grande de cuantos toreros hayan existido.
Cómo estaba la plaza hoy de festivalera y de predisupuesta a la gresca. Tanto es así, que ni medio minuto han sabido aguantar en silencio para honrar al Rey de los toreros. ¿No se han enterado de que el Presidente marca el minuto de silencio, y no cuando al listo de turno le da por aplaudir? Qué van a saber, si mucho a de los hoy presentes llevaban meses sin ir a los toros... Hoy, tarde de campanillas con las figuritas y sus torillos a modo para andar a gusto y hacer ese presunto se torea mejor que nunca. Los proveedores de ginebra y tónica, frotándose las manos mientras en sus ojos brillaba la $ del dólar ante evento de tal magnitud (cuentan que a las 5 de la madrugada aún andaban contando billetes). Y por fin con nosotros, los güenos afisionaos haciendo acto de presencia por primera vez en la feria, más de una semana después de que esto diera el pistoletazo de salida. ¿Se habrán enterado de que la feria comenzó hace 9 días?
La tarde, con estos mimbres, solo podía estar encaminada a una cosa: el triunfalismo, fuera cual fuere el precio a pagar por ello. Y si a eso e añadimos que en el palco presidencial se hallaba el señor don José Magán, ya con la cartilla muy bien leída y con la bolsa escrotal intuyéndosele a la altura del nudo de la corbata, hubiera sido un milagro no haberse visto cortar una triste oreja. Y han caído tres, una por coleta.
La corrida de Núñez del Cuvillo, muy desigual de hechuras, ha sido el perfectísimo símil del llamado "Toro Artista": toretes que no han salido de chiqueros lo que se dice siendo un manantial de pies y de poder, toretes que hacen de la suerte de varas un mero trámite y de los picadores una comparsa que sirve para lo mismo que el segundo tiro de mulillas que hace el paseíllo, toretes que una vez llegado el tercio de muleta se vienen arriba y galopan, se mueven, repiten, transmiten, se prestan al triunfo como si alguien les hubiera enseñado a ello, alguno hasta ofrece cierta casta... En definitiva, animales para torearlos a placer hasta terminar aburrido, pero que no emocionan ni por un segundo durante parte de la lidia. El medio-toro, para unos. El toro artista, para otros. Dos términos que vienen significando lo mismo, y que desemboca en una única cosa: la desaparición de la lidia en los tres tercios.
Los seis de Cuvillo tuvieron en común que les apretaron muy poco en varas y que mansearon sobremanera en este tercio, pero en la muleta fueron cada uno de su padre y de su madre, sobresaliendo en especial los lidiados en tercer, quinto y sexto lugar. Tres ejemplares ideales para hacer el toreo, de los que cualquier ganadero con aspiraciones a anunciarse en tardes así sueña con criar.
Como puede deducirse, el premio gordo del sorteo se lo llevó Alejandro Talavante, a quien si no llega a ser por la espada se lo hubieran llevado en volandas por la puerta de Madrid, camino de acabar con el vestido de torear como el de la Cenicienta. Cortó la oreja del impresentable novillejo que saltó en tercer lugar, comenzando la faena con unos torerísimos doblones por el lado derecho que llevaron muy metido al toro en la muleta, y que desataron, así de buenas a primeras, la histeria colectiva. Prosiguió la faena por el lado derecho con muletazos en los que Talavante se colocó muy despegadito y embarcando con el pico, limitándose únicamente a acompañar la embestida. Después de algunas series por este pitón, coge el matador la zurda y deja algunos naturales más en los que no terminó de embraguetarse y termina llevando al toro en línea recta, mandando más el toro que el propio torero en cada muletazo. Y, cogida de nuevo la mano derecha, dejó casi como colofón una serie de tres redondos muy mandones, tirando del toro hacia atrás y arrastrando la muleta, los únicos buenos de verdad, que desataron la locura unánime. La estocada, casi entera, cayó trasera algo atravesada, siéndole concedida una oreja.
No fue menos el sexto, quizás el único que no hizo cosas feas en el caballo. Derribó en la primera vara y se enceló con la montura ya caída, llegando incluso a propinarle una cornada al caballo. Entró por segunda vez y se dejó pegar un picotacito señalado en el sitio por Miguel Ángel Muñoz, que fue muy aplaudido. Muy noble el toro en la muleta, pero también encastado y con picante. Un toro de bandera, al que Talavante comenzó sin preámbulos en los medios con la mano derecha, muy templado siempre, pero sin terminar de correr la mano ni de hilar al toro en el engaño, rematando una de las series con un natural pegado en redondo y que resultó ser eterno. Ya con la muleta en la izquierda, tardó Talavante algunos muletazos en acoplarse, pero ya al final llegó a sacar una serie buena de verdad, corriendo la mano con gran dominio. Casi fue un espejismo, porque una vez ocurrió esto, volvió Alejandro a coger la muleta con la derecha, y aquí se fue la faena al garete. El toro seguía embistiendo como una locomotora, pero el matador empezó a acortar distancias y a ponerse demasiado encima, ahogando al toro, que se defendió de tal cosa con feos tornillazos. Como si le recriminara a su matador que no hubiera seguido toreando con la mano izquierda, y dejar más naturales como aquellos tres que había conseguido sacar. Bajó considerablemente el listón la faena a partir de aquí, y Talavante tampoco se excedió mucho más. El triunfo se esfumó en compañía de los pinchazos que señaló.
Otro toro de bandera fue el quinto, del que Manzanares se llevó una oreja que, dicho de forma escueta y contundente, dio vergüenza ajena. Recibió a este toro José María con templadas verónicas en las que movió bien los brazos y dio el pasito atrás aún mejor. Bonito y torerísimo de verdad fue el quite por delantales que ejecutó, pero esto fue el prolegómeno de una faena exageradamente ventajista y aliviada. Pero un ventajismo con musho jarte, cuidado. Cites casi desde la M30 y ya no con el pico de la muleta, sino con los hilos que sobresalen de este, pero derrochando musho jarte, cuidado. Latigazos hacia fuera sin mando ni temple, pero con musho jarte, que quede claro. Una estocada de buena ejecución pero tendida, un palmo desprendida y atravesada, junto con los vapores de la milagrosa ginebra, que concede más orejas que los presidentes, echaron el resto.
El segundo fue un toro que regaló algunas buenas arrancadas por el pitón derecho, pero derrochó menos chispa y un tranco más soso. Su matador lo trapaceó con la misma vulgaridad y alivio que suele acostumbrar, pero sin asentarse nunca y muy atropellado. El moquero se quedó esta vez en el bolsillo, para colmo de quienes desean tener la minima oportunidad de ondearlo.
A Ferrera le correspondió un lote sosón, pastueño y flojo con el que anduvo haciendo de enfermero. Con el primero de la tarde se dedicó a pegar muletazos por ambos pitones tratando de hacer valer la estética más que otra cosa, siempre al hilo del pitón, moviendo la muleta a media altura para evitar que el animalico besara el suelo, y sin llevar sometido nunca al toro. Faena más de acompañar la bonacible embestida del bicho, que de torear de verdad y con verdad. Gran estocada cobró de este toro, quizás la mejor de lo que llevamos de feria, y la oreja cayó. Aunque fuera sólo por la estocada...
En cuarto lugar se las vio Ferrera con un semoviviente al que volvió a realizar una faena de alivio y muy preocupado por ponerse bonito, pero el toreo y la emoción nunca llegaron a calar. Además, la faena fue larguísima y a medida que las series de muletazos se iban sucediendo, el tedio se iba apoderando cada vez más de la parroquia. Un infame metisaca en el costillar tumbó al toro en cuestión de segundos.
El colmo del triunfalismo y de la Tauromaquia 2.0 llegaron de la mano a las figuras, sus medio-toros y su público de aluvión y poco habitual. Prueba de ello, las tres orejas concedidas. Muchas más que buen toreo existió. Si con esto les vale...
Cómo estaba la plaza hoy de festivalera y de predisupuesta a la gresca. Tanto es así, que ni medio minuto han sabido aguantar en silencio para honrar al Rey de los toreros. ¿No se han enterado de que el Presidente marca el minuto de silencio, y no cuando al listo de turno le da por aplaudir? Qué van a saber, si mucho a de los hoy presentes llevaban meses sin ir a los toros... Hoy, tarde de campanillas con las figuritas y sus torillos a modo para andar a gusto y hacer ese presunto se torea mejor que nunca. Los proveedores de ginebra y tónica, frotándose las manos mientras en sus ojos brillaba la $ del dólar ante evento de tal magnitud (cuentan que a las 5 de la madrugada aún andaban contando billetes). Y por fin con nosotros, los güenos afisionaos haciendo acto de presencia por primera vez en la feria, más de una semana después de que esto diera el pistoletazo de salida. ¿Se habrán enterado de que la feria comenzó hace 9 días?
La tarde, con estos mimbres, solo podía estar encaminada a una cosa: el triunfalismo, fuera cual fuere el precio a pagar por ello. Y si a eso e añadimos que en el palco presidencial se hallaba el señor don José Magán, ya con la cartilla muy bien leída y con la bolsa escrotal intuyéndosele a la altura del nudo de la corbata, hubiera sido un milagro no haberse visto cortar una triste oreja. Y han caído tres, una por coleta.
La corrida de Núñez del Cuvillo, muy desigual de hechuras, ha sido el perfectísimo símil del llamado "Toro Artista": toretes que no han salido de chiqueros lo que se dice siendo un manantial de pies y de poder, toretes que hacen de la suerte de varas un mero trámite y de los picadores una comparsa que sirve para lo mismo que el segundo tiro de mulillas que hace el paseíllo, toretes que una vez llegado el tercio de muleta se vienen arriba y galopan, se mueven, repiten, transmiten, se prestan al triunfo como si alguien les hubiera enseñado a ello, alguno hasta ofrece cierta casta... En definitiva, animales para torearlos a placer hasta terminar aburrido, pero que no emocionan ni por un segundo durante parte de la lidia. El medio-toro, para unos. El toro artista, para otros. Dos términos que vienen significando lo mismo, y que desemboca en una única cosa: la desaparición de la lidia en los tres tercios.
Los seis de Cuvillo tuvieron en común que les apretaron muy poco en varas y que mansearon sobremanera en este tercio, pero en la muleta fueron cada uno de su padre y de su madre, sobresaliendo en especial los lidiados en tercer, quinto y sexto lugar. Tres ejemplares ideales para hacer el toreo, de los que cualquier ganadero con aspiraciones a anunciarse en tardes así sueña con criar.
Como puede deducirse, el premio gordo del sorteo se lo llevó Alejandro Talavante, a quien si no llega a ser por la espada se lo hubieran llevado en volandas por la puerta de Madrid, camino de acabar con el vestido de torear como el de la Cenicienta. Cortó la oreja del impresentable novillejo que saltó en tercer lugar, comenzando la faena con unos torerísimos doblones por el lado derecho que llevaron muy metido al toro en la muleta, y que desataron, así de buenas a primeras, la histeria colectiva. Prosiguió la faena por el lado derecho con muletazos en los que Talavante se colocó muy despegadito y embarcando con el pico, limitándose únicamente a acompañar la embestida. Después de algunas series por este pitón, coge el matador la zurda y deja algunos naturales más en los que no terminó de embraguetarse y termina llevando al toro en línea recta, mandando más el toro que el propio torero en cada muletazo. Y, cogida de nuevo la mano derecha, dejó casi como colofón una serie de tres redondos muy mandones, tirando del toro hacia atrás y arrastrando la muleta, los únicos buenos de verdad, que desataron la locura unánime. La estocada, casi entera, cayó trasera algo atravesada, siéndole concedida una oreja.
No fue menos el sexto, quizás el único que no hizo cosas feas en el caballo. Derribó en la primera vara y se enceló con la montura ya caída, llegando incluso a propinarle una cornada al caballo. Entró por segunda vez y se dejó pegar un picotacito señalado en el sitio por Miguel Ángel Muñoz, que fue muy aplaudido. Muy noble el toro en la muleta, pero también encastado y con picante. Un toro de bandera, al que Talavante comenzó sin preámbulos en los medios con la mano derecha, muy templado siempre, pero sin terminar de correr la mano ni de hilar al toro en el engaño, rematando una de las series con un natural pegado en redondo y que resultó ser eterno. Ya con la muleta en la izquierda, tardó Talavante algunos muletazos en acoplarse, pero ya al final llegó a sacar una serie buena de verdad, corriendo la mano con gran dominio. Casi fue un espejismo, porque una vez ocurrió esto, volvió Alejandro a coger la muleta con la derecha, y aquí se fue la faena al garete. El toro seguía embistiendo como una locomotora, pero el matador empezó a acortar distancias y a ponerse demasiado encima, ahogando al toro, que se defendió de tal cosa con feos tornillazos. Como si le recriminara a su matador que no hubiera seguido toreando con la mano izquierda, y dejar más naturales como aquellos tres que había conseguido sacar. Bajó considerablemente el listón la faena a partir de aquí, y Talavante tampoco se excedió mucho más. El triunfo se esfumó en compañía de los pinchazos que señaló.
Otro toro de bandera fue el quinto, del que Manzanares se llevó una oreja que, dicho de forma escueta y contundente, dio vergüenza ajena. Recibió a este toro José María con templadas verónicas en las que movió bien los brazos y dio el pasito atrás aún mejor. Bonito y torerísimo de verdad fue el quite por delantales que ejecutó, pero esto fue el prolegómeno de una faena exageradamente ventajista y aliviada. Pero un ventajismo con musho jarte, cuidado. Cites casi desde la M30 y ya no con el pico de la muleta, sino con los hilos que sobresalen de este, pero derrochando musho jarte, cuidado. Latigazos hacia fuera sin mando ni temple, pero con musho jarte, que quede claro. Una estocada de buena ejecución pero tendida, un palmo desprendida y atravesada, junto con los vapores de la milagrosa ginebra, que concede más orejas que los presidentes, echaron el resto.
El segundo fue un toro que regaló algunas buenas arrancadas por el pitón derecho, pero derrochó menos chispa y un tranco más soso. Su matador lo trapaceó con la misma vulgaridad y alivio que suele acostumbrar, pero sin asentarse nunca y muy atropellado. El moquero se quedó esta vez en el bolsillo, para colmo de quienes desean tener la minima oportunidad de ondearlo.
A Ferrera le correspondió un lote sosón, pastueño y flojo con el que anduvo haciendo de enfermero. Con el primero de la tarde se dedicó a pegar muletazos por ambos pitones tratando de hacer valer la estética más que otra cosa, siempre al hilo del pitón, moviendo la muleta a media altura para evitar que el animalico besara el suelo, y sin llevar sometido nunca al toro. Faena más de acompañar la bonacible embestida del bicho, que de torear de verdad y con verdad. Gran estocada cobró de este toro, quizás la mejor de lo que llevamos de feria, y la oreja cayó. Aunque fuera sólo por la estocada...
En cuarto lugar se las vio Ferrera con un semoviviente al que volvió a realizar una faena de alivio y muy preocupado por ponerse bonito, pero el toreo y la emoción nunca llegaron a calar. Además, la faena fue larguísima y a medida que las series de muletazos se iban sucediendo, el tedio se iba apoderando cada vez más de la parroquia. Un infame metisaca en el costillar tumbó al toro en cuestión de segundos.
El colmo del triunfalismo y de la Tauromaquia 2.0 llegaron de la mano a las figuras, sus medio-toros y su público de aluvión y poco habitual. Prueba de ello, las tres orejas concedidas. Muchas más que buen toreo existió. Si con esto les vale...
miércoles, 16 de mayo de 2018
15 DE MAYO DE 2018, OCTAVA DE FERIA: PACO UREÑA Y DOS PEGAPASES MÁS
Por fin un torero de verdad en Madrid. Un torero que se coloca en el sitio, que ofrece la muleta planita y sin escatimar en verdad. Un torero que carga la suerte y tira de los toros trazando un semicírculo valiéndose de su mando sobre el toro. Un torero, a fin de cuentas, con voluntad para hacer el toreo, y que llega a conseguir ese milagro. Don Paco Ureña, otra vez. No habrá sido la tarde en la que más rotundidad haya conseguido en su toreo, pero la verdad que atesora dentro de sí, sí que ha quedado patente en esta tarde. Bien de verdad ha llegado a torear al segundo de la tarde, un toro tan flojito y falto de chispa como noble y aprovechable para dejarle algunos buenos muletazos. Ureña pegó una buena tanda de naturales en los prolegómenos de la faena, aunque las sucesivas, siempre con las mismas intenciones de hacer de toreo, no terminaron de romper. Cambió a la derecha y de nuevo consiguió algunos redondos templados y mandones, pero ya para entonces quedaba poco toro, y los sucesivos naturales que dejó para la posterioridad fueron atropellados y sin llegar al personal. Los pinchazos le privaron de una oreja ganada a ley. Peor toro con diferencia fue el quinto, el cual se movió, pero con muy feo estilo, echando mucho la cara arriba y pegando tornillazos. Esa condición de tal ejemplar no amedrentó en absoluto a Paco Ureña, quien se fajó con él en una faena en la que poco a poco fue metiendo al toro en la muleta, pero los muletazos no resultaron ser del todo limpios ni fluidos. Faena más de buena intención y actitud que de toreo, aunque ante tal prenda lo milagroso hubiera sido que el toreo hubiera llegado a existir de forma continua. Esta vez sí, Ureña se tiró de verdad a matar, hasta el extremo que salió prendido y cobró una voltereta, a cambio eso sí de una estocada hasta los gavilanes que resultó medio palmo desprendida. La oreja cayó esta vez, quizás premiando más el conjunto de la tarde que la faena en sí.
El toreo y la verdad lo puso Ureña, y el pegapasismo excelso y chabacano, como bien se pudo prever el mismo día que se conocieron los carteles de la Feria, el señor Fandila, Fandi para los amigos y conocidos, y el señor Alberto López Simón. Lo del Fandi por Madrid ya es mero trámite, para él y para los que pegan el trasero en el duro granito del tendido.
Unas pocas fotos con los fans llegando a la plaza, conato de cucamonas con el capote, su singular y nada ortodoxo espectáculo en el segundo tercio, lo que buenamente se pueda con la muleta y la espada, y para el hotel, no sin antes pasarse a recoger el correspondiente sobrecito, que son sobrecito no hay Madrid ni soñando. Duchita, cenita rápida y al coche, que al día siguiente espera la feria de Horcajuelo de Arriba. Sin más que eso.
Para López Simón esto será otra cosa diferente a un mero trámite. Igual, su mayor motivación en esto de ser matador de toros, a fecha de hoy, será la de conseguir alguna oreja en Madrid, o en cualquier otra parte, habiendo pegado al menos una serie de muletazos como Dios manda. Tarea harto complicada, porque para eso primero habrá que saber torear. No digo pegar pases, que a lo mejor pueda parecer ser lo mismo. Lo de pegar pases, pues el chico sabe hacerlo muy divinamente, es indiscutible. Pero lo de torear, en el sentido estricto de la palabra, le viene holgado al amiguete.
Esto, suponiendo que esa sea su motivación a día de la fecha, porque viendo la actitud y las maneras que ha dejado esparcidos por el ruedo de Las Ventas en esta tarde, cuesta hasta creer que haya por ahí algo, aunque sea un poquito, una pizca solamente, de motivación por ser alguien.
La corrida del Puerto de San Lorenzo, más que menos se movió, aunque no es que sacara casta y picante, ni digamos bravura. Seis mansazos que huyeron de los picadores, hubo especialmente un toro que sirvió, el tercero, y otro, el segundo, que propició algunas arrancadas bonacibles pero faltas de picante y más chispa. El primero estaba inválido y El Fandi, gracias a los cielos, no se eternizó demasiado con él, como tampoco lo hizo con el cuarto, al que sin mucho ánimo le abanicó las moscas por ambos pitones y se lo quitó del medio sin mayor demora.
López Simón a lo suyo, dejándose ir a un toro de bandera, el tercero, con ese estilo tan particular y tan amodernado de cite al hilo, feo latigazo hacia fuera embarcando con el pico, y vuelta a citar fortísimo de cacho mientras se da el pasito atrás y se esconde la pierna de salida exageradamente. Exactamente el mismo trasteo le realizó al toro que cerraba festejo, con un pitó derecho potable, y con el que estuvo ahí delante mucho rato sin sacar en claro nada más que su vulgaridad y su estilo tan chabacano. Quien no da para más, no da y ya está, por mucho que se empeñen en hacernos creer que aquí hay un torero de culto, y tal.
Los pares de banderillas de Vicente Osuna y, sobre todo, de Jesús Arruga, le dieron a la tarde otro toque de torería cara. No serán espectaculares, ni las pondrán mientras corren hacia atrás, ni hacen eso del violín ni nada, pero ponen el par en la cara y se asoman al balcón, que vale mil veces más que cualquier cosa de aquellas que hacen otros y tienen mucha más verdad.
El toreo y la verdad lo puso Ureña, y el pegapasismo excelso y chabacano, como bien se pudo prever el mismo día que se conocieron los carteles de la Feria, el señor Fandila, Fandi para los amigos y conocidos, y el señor Alberto López Simón. Lo del Fandi por Madrid ya es mero trámite, para él y para los que pegan el trasero en el duro granito del tendido.
Unas pocas fotos con los fans llegando a la plaza, conato de cucamonas con el capote, su singular y nada ortodoxo espectáculo en el segundo tercio, lo que buenamente se pueda con la muleta y la espada, y para el hotel, no sin antes pasarse a recoger el correspondiente sobrecito, que son sobrecito no hay Madrid ni soñando. Duchita, cenita rápida y al coche, que al día siguiente espera la feria de Horcajuelo de Arriba. Sin más que eso.
Para López Simón esto será otra cosa diferente a un mero trámite. Igual, su mayor motivación en esto de ser matador de toros, a fecha de hoy, será la de conseguir alguna oreja en Madrid, o en cualquier otra parte, habiendo pegado al menos una serie de muletazos como Dios manda. Tarea harto complicada, porque para eso primero habrá que saber torear. No digo pegar pases, que a lo mejor pueda parecer ser lo mismo. Lo de pegar pases, pues el chico sabe hacerlo muy divinamente, es indiscutible. Pero lo de torear, en el sentido estricto de la palabra, le viene holgado al amiguete.
Esto, suponiendo que esa sea su motivación a día de la fecha, porque viendo la actitud y las maneras que ha dejado esparcidos por el ruedo de Las Ventas en esta tarde, cuesta hasta creer que haya por ahí algo, aunque sea un poquito, una pizca solamente, de motivación por ser alguien.
La corrida del Puerto de San Lorenzo, más que menos se movió, aunque no es que sacara casta y picante, ni digamos bravura. Seis mansazos que huyeron de los picadores, hubo especialmente un toro que sirvió, el tercero, y otro, el segundo, que propició algunas arrancadas bonacibles pero faltas de picante y más chispa. El primero estaba inválido y El Fandi, gracias a los cielos, no se eternizó demasiado con él, como tampoco lo hizo con el cuarto, al que sin mucho ánimo le abanicó las moscas por ambos pitones y se lo quitó del medio sin mayor demora.
López Simón a lo suyo, dejándose ir a un toro de bandera, el tercero, con ese estilo tan particular y tan amodernado de cite al hilo, feo latigazo hacia fuera embarcando con el pico, y vuelta a citar fortísimo de cacho mientras se da el pasito atrás y se esconde la pierna de salida exageradamente. Exactamente el mismo trasteo le realizó al toro que cerraba festejo, con un pitó derecho potable, y con el que estuvo ahí delante mucho rato sin sacar en claro nada más que su vulgaridad y su estilo tan chabacano. Quien no da para más, no da y ya está, por mucho que se empeñen en hacernos creer que aquí hay un torero de culto, y tal.
Los pares de banderillas de Vicente Osuna y, sobre todo, de Jesús Arruga, le dieron a la tarde otro toque de torería cara. No serán espectaculares, ni las pondrán mientras corren hacia atrás, ni hacen eso del violín ni nada, pero ponen el par en la cara y se asoman al balcón, que vale mil veces más que cualquier cosa de aquellas que hacen otros y tienen mucha más verdad.
martes, 15 de mayo de 2018
14 DE MAYO DE 2018, SÉPTIMA DE FERIA: LO NUNCA VISTO
Y parecía que estábamos a medio telediario de ver cortarse un rabo en Madrid, o de concederse un indulto. Pero antes han llegado a ver nuestros ojos algo que nunca hubiéramos imaginado: que en la mismísima plaza de Las Ventas se le enseñe el pañuelo verde a un toro solamente por... Manso.
Que no, que no es broma. Que va en serio, que hoy hemos visto cómo se ha tirado un toro para atrás solo por su condición abueyada de salida. Ni amago de intentar picarlo han hecho, vamos que ni el picador ha salido al ruedo. Esto se lo cuentan a uno siendo 28 de diciembre y resultaría hasta graciosa la broma.
--"Te juro que yo un día vi cómo echaron para atrás un toro por manso".
-- "Venga cachondo, déjame en paz. Y luego me vas a decir que pidió Emilio Muñoz el sobrero y le concedieron una oreja, ¿no?".
--"Que te lo juro".
-- "Cambia la marca de ginebra cuando vayas a los toros anda chato, que te deben de echar matarratas".
Pero resultó ser verdad, qué puñetas. El cuarto ejemplar de las Ramblas salió de toriles andando y olisqueando el albero. Desde la lejanía intentaron los peones de David Mora llamar su atención para cerrarlo en tablas, pero el animal como quien oye llover. Se acerca Ángel Otero al animal y, cuando a unos cuatro metros de distancia lo llama, el bicho recula y se va de ahí escopetado. El toro empieza a deambular a su aire por el ruedo como un fantasma, y los intentos de los peones por fijarlo son en vano, pues el toro hace caso omiso. Algunos en ese preciso instante ya empezábamos a echar en falta el caballo de picar en el ruedo, pensando que quizás un puyazo podría espabilarlo. Hubo incluso quienes ya sonreían maliciosamente y murmuraban algo que se medioentendía como "banderillas negras". Pero ocurrió lo que nunca hubiéramos imaginado, y el resto ya es historia.
-- "Habrá sido una ráfaga de aire, que le ha volado el pañuelo y justo ha asomado el verde, qué casualidad".
- "Se habrá confundido hombre, no creo que quisiera esto... Verás, verás cómo ahora se da cuenta y saca el blanco...".
-- "Estoy soñando, no me puedo creer que haya metido la pata de tal modo".
--" Niño, otro ginc-tónic, que me van a quitar el carné de güen afisionao por lo lento que eres, a este paso... Ya están armando trifulca los reventaores, ¿Qué tripa se les habrá roto ahora?".
-- Qué toro má malo, hombre ya... ¡¡Ezo no ze pué torear!! Bieeeeeeeeeeeeeeeenjjjjjjjjjjj, Prezidente, bieeennnnjjjj... ¿Cómo, que el Reglamento qué? Pero ¿qué ez ezo der Reglamento?
-- Qué toro má malo, hombre ya... ¡¡Ezo no ze pué torear!! Bieeeeeeeeeeeeeeeenjjjjjjjjjjj, Prezidente, bieeennnnjjjj... ¿Cómo, que el Reglamento qué? Pero ¿qué ez ezo der Reglamento?
Después de tal metedura de pata, deberían empezar a rodar cabezas entre presidente, asesores y veterinarios. Pero oiga, antes quitarán de ahí a quien le niega los despojos a los toreros. No quepa la menor duda.
La corrida de Las Ramblas fue una escalera de toros fofos, mal hechos, bastos y grandones que, como puede deducirse, no destacaron lo que se dice por ser guapos. Llegó incluso hasta a empezar bien, con un primer toro que, si bien cantó la gallina en el primero tercio (nada diferente de lo que hicieron el resto), sacó en la muleta algunas arrancadas que, si se las califica de encastadas, no se exageraría en absoluto. David Mora, muy molestado por el viento durante todo el trasteo, lo sacó rápido más allá de la segunda raya e intentó imponerse al toro, en vano, con más estética y ventajismo que mando. Dejó una gran estocada. Nobilísimo, de empalagosa embestida y para hartarse a torear fue el bichejo de la ganadería de José Cruz que sustituyó a aquel devuelto por manso (que no, que no es coña, que es en serio). Fue castigado con dos picotacitos de nada, y ante él David Mora realizó una faena larguísima y en la que de nuevo estuvo mucho más preocupado de ponerse bonito que de ponerse bien de verdad y poner bien la muleta. La faena estuvo cimentada sobre unas cuantas docenas de trallazos por ambos pitones descargando la suerte con mucho descaro, metiendo el pico aún con más descaro y escupiéndolo hacia fuera con un feo tirón que le pegaba al final del muletazo. David Mora en estado puro. Mal además con la espada.
Juan del Álamo se llevó en segundo lugar un toro con la casta justa pero pastueño y manejable, con el que intentó torear con verdad, siempre pisando terrenos comprometidos, cargando la suerte e intentando correr la mano hacia atrás. Otra cosa es que lo consiguiera. Tuvo intención Juan del Álamo ciertamente, pero nunca consiguió tener al animal sometido y llevarlo muy atado al engaño. Realizó una faena en la que alternó muletazos por ambas manos, atropellados en su mayoría, sin temple ni mando, y con muy feo estilo. Salió el quinto a la arena y, como también reculaba cuando los subalternos y el matador le presentaban el capote, además de irse suelto y no querer saber nada, por un momento creímos que de nuevo Florito se le iba a llevar a sus dominios. Fue un milagro que no sucediera, visto el nivel. Y ante tal prenda mansa y abanta, llegó un señor llamado Roberto Martín, de apodo Jarocho, a poner orden. Y lo puso nada menos que yéndose a por el toro, meterse en su terreno y tirar de él a base de inteligencia y sobriedad, hasta el punto de llegar a fijarlo y hacerse con él. Qué cosas oye. El toro tomó la primera vara en el caballo que guarda puerta y el segundo en la contraquerencia, en ambos recibió dos fuertes puyazos y de ambos se defendió. Genio y mansedumbre fueron las dos principales condiciones sobre las que se sujetó el comportamiento del toro durante toda la lidia, pero empujaba cuando del Álamo le ponía la muleta e intentaba desplazarlo. Lo trapaceó con mal gusto y falta de temple, dejando para la posterioridad un trasteo vulgar, carente de poder sobre el manso y con poca relevancia, siendo rematado además con una estocada muy caída.
José Garrido, el pseudoartista encumbrado a los cielos de la Tauromaquia desde su época novilleril y del que a muchos aún nos cuesta vislumbrarle media virtud, cerró su feria pasando, una vez más, de puntillas por esta plaza. Se valió de un lote compuesto por un noblore y soso tercero, así como de un buey de carreta topón y protestón que cerró festejo. A ambos le realizó la misma faena larga y plagada de posturitas, en la que no dejó sobre el papel nada diferente a lo que ha hecho en otras ocasiones: desajuste, el latigazo hacia fuera que todos hacen, pico, pierna retrasada... Vamos, que tendrá musho jarte el chaval, y toreará con mucho empaque de ese que ahora, como por arte e magia, tienen todos (¿lo enseñarán en la Escuela acaso?).
Pero pasan los años, las ferias y las temporadas, y este torero no demostrado en esta plaza no unassola de esas bonanzas que se pregonan, seguro que de forma interesada en muchos casos, desde algunos sectores el mundo del toro.
Abandonamos la plaza con más retraso que otros días, y a todos los invadía una mezcla de incredulidad, cabreo solemne y mucha tristeza. La mala pata del palco, con el presidente a la cabeza y los asesores haciendo las veces de comparsa, casi nos hicieron olvidar una bueyada infame de Las Ramblas, y a tres toreros que pasaron de puntillas, sobre todo David Mora que se llevó en único de Las Ramblas que sacó casta, el primero, y un sobrero que fue una perita en dulce. "Siempre le tocan los mejores, estoy empezando a pensar que en los toros también hay bolas calientes", comentó alguien.
Los grandes aplausos de la tarde se los llevaron los pares de banderillas de Ángel Otero, la tarde completísima de Jarocho en banderillas y brega, y el capote de Antonio Chacón.
Juan del Álamo se llevó en segundo lugar un toro con la casta justa pero pastueño y manejable, con el que intentó torear con verdad, siempre pisando terrenos comprometidos, cargando la suerte e intentando correr la mano hacia atrás. Otra cosa es que lo consiguiera. Tuvo intención Juan del Álamo ciertamente, pero nunca consiguió tener al animal sometido y llevarlo muy atado al engaño. Realizó una faena en la que alternó muletazos por ambas manos, atropellados en su mayoría, sin temple ni mando, y con muy feo estilo. Salió el quinto a la arena y, como también reculaba cuando los subalternos y el matador le presentaban el capote, además de irse suelto y no querer saber nada, por un momento creímos que de nuevo Florito se le iba a llevar a sus dominios. Fue un milagro que no sucediera, visto el nivel. Y ante tal prenda mansa y abanta, llegó un señor llamado Roberto Martín, de apodo Jarocho, a poner orden. Y lo puso nada menos que yéndose a por el toro, meterse en su terreno y tirar de él a base de inteligencia y sobriedad, hasta el punto de llegar a fijarlo y hacerse con él. Qué cosas oye. El toro tomó la primera vara en el caballo que guarda puerta y el segundo en la contraquerencia, en ambos recibió dos fuertes puyazos y de ambos se defendió. Genio y mansedumbre fueron las dos principales condiciones sobre las que se sujetó el comportamiento del toro durante toda la lidia, pero empujaba cuando del Álamo le ponía la muleta e intentaba desplazarlo. Lo trapaceó con mal gusto y falta de temple, dejando para la posterioridad un trasteo vulgar, carente de poder sobre el manso y con poca relevancia, siendo rematado además con una estocada muy caída.
José Garrido, el pseudoartista encumbrado a los cielos de la Tauromaquia desde su época novilleril y del que a muchos aún nos cuesta vislumbrarle media virtud, cerró su feria pasando, una vez más, de puntillas por esta plaza. Se valió de un lote compuesto por un noblore y soso tercero, así como de un buey de carreta topón y protestón que cerró festejo. A ambos le realizó la misma faena larga y plagada de posturitas, en la que no dejó sobre el papel nada diferente a lo que ha hecho en otras ocasiones: desajuste, el latigazo hacia fuera que todos hacen, pico, pierna retrasada... Vamos, que tendrá musho jarte el chaval, y toreará con mucho empaque de ese que ahora, como por arte e magia, tienen todos (¿lo enseñarán en la Escuela acaso?).
Pero pasan los años, las ferias y las temporadas, y este torero no demostrado en esta plaza no unassola de esas bonanzas que se pregonan, seguro que de forma interesada en muchos casos, desde algunos sectores el mundo del toro.
Abandonamos la plaza con más retraso que otros días, y a todos los invadía una mezcla de incredulidad, cabreo solemne y mucha tristeza. La mala pata del palco, con el presidente a la cabeza y los asesores haciendo las veces de comparsa, casi nos hicieron olvidar una bueyada infame de Las Ramblas, y a tres toreros que pasaron de puntillas, sobre todo David Mora que se llevó en único de Las Ramblas que sacó casta, el primero, y un sobrero que fue una perita en dulce. "Siempre le tocan los mejores, estoy empezando a pensar que en los toros también hay bolas calientes", comentó alguien.
Los grandes aplausos de la tarde se los llevaron los pares de banderillas de Ángel Otero, la tarde completísima de Jarocho en banderillas y brega, y el capote de Antonio Chacón.
lunes, 14 de mayo de 2018
SEXTA DE FERIA: IBANES ENCASTADOS Y UN MANSAZO EN EL PALCO
Volvieron los toros de Baltasar Ibán a Madrid, y de nuevo volvieron a no dejar indiferente a nadie. Mucho menos aburrir. No habrá sido la mejor corrida que se pueda esperar de esta ganadería, pero bien es verdad que en algunos de los ejemplares lidiados ha aflorado ese componente tan fundamental del Toro de lidia que es la casta.
¡¡Casta, aleluya!! Qué poco la habíamos apreciado en todo lo que llevamos de feria. Si acaso, cortesía Fuente Ymbro en la tercera de feria, y gracias vuelva usted mañana. Hoy, cortesía Baltasar Ibán, ha hecho aparición como no podía esperarse menos en esta ganadería.
No empezó lo que se dice bien la tarde, abriendo plaza un ejemplar malo malísimo, que peleó en varas defendiéndose como buen manso que fue, se frenaba en cada muletazo, echaba mucho la cara arriba y terminó orientado.
No mejoró la cosa con el segundo en el ruedo, toro al cual se vio flojo y con muy poco poder en los primeros compases de la lidia. Por ello, el picador levantó el palo casi al instante de entrar el toro en su jurisdicción y dejando que se fuera de rositas y sin apenas ser castigado. Fue por esto por lo que el toro consiguió coger algo más de fuelle y llegar al último tercio ofreciendo algunas arrancadas pastueñas y manejables, pero vacías del picante necesario para enamorar al respetable.
Salió el tercero, y con él sí llegó la emoción. La emoción que transmite la verdadera casta, poder y fiereza de un toro importante. Mexicano, que así se llamaba el bicho, no realizó lo que se dice una pelea espectacular en varas, pero sí llegó a meter la cara y empujar con presteza, sin rehuir de las dos varas traseras que tomó. Su comportamiento en la muleta fue muy noble, pero no de esa nobleza bobalicona y tontorrona que llaman bravura del siglo XXI. No, esa nobleza vino acompañada de casta, por lo que no puso fáciles las cosas el animalito en cuestión. Un buen Toro, ni más ni menos. De lío gordo y para alzarse en figura ante él.
Tampoco fue menos el cuarto. Se dolió y protestó del primer puyazo, del que salió suelto; pero llegó a meter la cara con más franqueza en el segundo puyazo, tirando incluso la montura y encelarse con ella mientras el picador, apoyado a parte a iguales en el estribo y el caballo, le arreó de lo lindo. Se dolió en banderillas el toro y dejó de manifiesto que sus derroteros eran los de la mansedumbre, pero no por ello exento de casta. ¿Que si la tuvo? Vaya si la tuvo, con qué ímpetu se arrancaba y se comía la muleta.
Bajó mucho el nivel el quinto, el cual se dejó pegar, sin codicia ni presteza por empujar, dos varas muy mal colocadas. Lo poco que se movió después, ya en el tercio de muleta, fue con brusquedad y mal estilo.
El animal que cerró plaza empujó en el primer puyazo, que se lo pegaron fuerte; y se repuchó en el segundo, más dosificado. Fue complicado el toro, pero no por ello imposible de torear. Reponía en cada muletazo y se desplazaba con franqueza, pero los medio trallazos que le acortaban el viaje y el encimismo al que fue sometido le hizo aburrirse y ponerse a la defensiva.
Ante estos seis galanes de Baltasar Ibán se las vieron, desearon, sudaron, sufrieron y sucumbieron Alberto Aguilar, Sergio Flores y Francisco José Espada. Alberto Aguilar, ante la que parece ser su última tarde en Madrid (a falta de otras fechas a lo largo de la temporada) fue obligado a saludar una ovación al romperse el paseíllo, en señal de respeto a quien se va de esta dura profesión. Luego, como se dice, el hombre propone y el toro descompone. Trató Alberto de imponerle la monofaena pegapasista y 2.0 al difícil y orientado primero, tarea harto complicada, más aún sin tratar de poder a la fiera con una lidia de aliño. Si Alberto quería despedirse de Madrid por todo lo alto y con brillo, tuvo en sus manos al cuarto para ello. El enésimo gran toro de su carrera en Madrid fue este, y el enésimo gran toro de su carrera en Madrid que se le fue sin torear terminó siendo.
Sergio Flores, mexicano, realizó en sendos turnos dos faenas de similar calado. Trallazos hacia fuera, atropellados la mayoría, falta de temple, y mucha vulgaridad, basaron tan intrascendental actuación. Poco que decir y hacer había ante el quinto, pero sí es verdad que se podría haber estado mucho mejor ante el noble segundo, al cual nunca consiguió coger el aire ni tirar de él.
A Francisco José Espadas le dieron una oreja del tercero. ¿Mérito? Más que eso, la suerte de que en la tarde de hoy se encontrara sentado en el palco un pregonado de banderillas negras. Porque ni toreo, ni estocada, ni tan siquiera petición mayoritaria. Vamos, ni por asomo, sobre todo de esto último. Nada con el capote, salvo una bonita revolera para dejar al toro en suerte; su faena al buen toro nunca pasó más allá del tercio, y en terreno de toriles. Muchísimos muletazos por ambas manos, pero ninguno dotado de poderío sobre la encastada embestida del buen ejemplar. Trallazos, fuera de sitio todos, metiendo mucho el pico y tirando al toro fuera. Y como remate, estocada caída. Eso sí, de efecto fulminante. Pero caída, pero eso no importa al parecer. Muy mediocre y llena de carencias esta faena a pesar de la oreja, pero mucho peor en el toro que cerró plaza. Encimista y pegapases, no logró en ningún momento sobreponerse a la embestida del animal en una faena larguísima y de aires chabacanos. Se eternizó además con la espada, y por poco se lo deja a merced de los berrendos de Florito.
Fue una corrida con ejemplares importantes, pero también los hubo mansos. En el ruedo, pero sobre todo en el palco. ¿Qué se le pasaría por la cabeza al señor Justo Polo Ramos para rebajarse, y de paso rebajar el nivel de Madrid, de tal manera y conceder una oreja a Francisco José Espadas tan solo por haberse dejado sin torear un buen toro y matarlo mal? Quizás, almohadillas volando y plagando el ruedo, insultos desproporcionados hacia su persona, público (que no aficionados) subiendo tendido arriba hasta el palco para increparle con feos y airosos gestos, mulilleros que no cobran el aguinaldo, juntaletras lametraseros llamándole de todo, comentaristas de televisión agotando sus reservas de bilis, a Emilio Muñoz culpabilizándole hasta de no haber sido ovacionado jamás en esta plaza... Y con todo ello, su vida entera pasando por delante de sus ojos en cuestión de pocos segundos. Llegan a poner al famoso Cazarrata al frente del palco esta tarde, y se queda con el pañuelito blanquito colgadito detrás de la barandilla sin sacarlo.
sábado, 12 de mayo de 2018
CUARTA DE FERIA: IR A LOS TOROS Y TERMINAR ECHANDO LA SIESTA
De esto que uno no tiene nada mejor que hacer en casa, y decide irse a los toros, a ver si la corrida de Pedraza de Yeltes cumple con las expectativas y echa una corrida de toros como Dios manda, encastada, con poder y que cumpla en el caballo. Total, para quedarse en el sofá echando la siesta, nos vamos a los toros. Pero, por esos caprichos de la vida, a la salida de la plaza las tornas cambiaron radicalmente, y se convirtieron en algo así como "si lo llego a saber, para pegarme la siesta recostado en el hombro del vecino de abono, me quedo en casa y me la pego en mi sofá, que es más cómodo, y si quiero me duermo, si no me pongo un documentale de la 2, o si no me echo un FIFA". Cosas que tienen los toros bobalicones, blandengues, faltos de poder y pies, y sobre todo descastados y que no transmiten emoción.
¡¡Qué ruina de tarde ha ofrecido la de Pedraza de Yeltes!! Los seis cortados por el mismo patrón de sosería, nobleza tontorrona, manejabilidad, nulo poder y descaste. Sobre todo eso: descaste. Los toros iban y venían sin dar demasiadas complicaciones, alguno incluso permitiéndose la licencia de colocar la cara de manera lujosa en la muleta, pero sin esa chispa que un toro ha de sacar para transmitir emoción y viveza en los tendidos. Quizás, cuando los toros se mueven de esta manera tan poco dotada de gracia y salero, ahí deben estar los toreros para dar el equilibrio necesario y que todo tire hacia delante. Porque la corrida, con toda la poca casta que ha tenido, sí ha sido muy toreable y se podía haber estado bien ante ella. Eso, en la hipótesis de que los encargados de lidiarla y darle muerte fueran la alegría de la huerta, que no ha sido ni mucho menos el caso. Manuel Escribano y Daniel Luque, sobre todo, han dado cuatro hermosísimas y nada desperdiciables lecciones, dos cada uno, de toreo insulso, pegapasismo vulgar y destoreo aliviado. Escribano, el capote se ve que solo lo quiere para irse a hacer la portagayola esa pueblerina a la que tan pocas cuentas se le echa en Madrid, porque lo que es para parar y fijar a los toros de salida, dejarlos en suerte en varas y entrar en quites, desde luego que no. En banderillas, pues eso, pares a toro pasado, cuando no esa mezcla extraña del violín y el quiebro, o su clásico y arriesgadísimo par ejecutando un quiebro pegado a tablas, que no digo yo que esté mal, pero donde quede un par de poder a poder, cuadrando en la cara y asomándose al balcón, que se quite lo demás. Y con la muleta, pues lo dicho: tirones hacia fuera, cites al hilo del pitón y muchas ventajas para dos trasteos cuánto menos vulgares y e intrascendentales.
Menos ofreció Luque, el de los toros para ser figura (dos menos en la tarde de hoy, por cierto). Presunto buen capotero aunque solo le hayamos visto hacer dos o tres quites buenos, como mucho, en casi 10 años que lleva apareciendo por aquí. Hoy ha vuelto a intentar estirarse a la verónica sin resultado brillante. Tampoco es Daniel Luque un torero a quien le guste dejar a los toros en suerte para ser picados, como bien ha dejado claro esta tarde, dejándolos que fueran al caballo a su aire y dejándoloa que se estamparan, sin importarle ello lo más mínimo. Y en la muleta, dos faenas tan largas y pesadas como insustanciales y vacías.
Con una tarde así, en la que no había pasado nada de nada en cinco toros y todo el mundo andaba ya hastiado de tanto despropósito, cada cual andaba a lo suyo. Unos, abandonaban la plaza escopetados siendo arrastrado el quinto. Otros, a quienes de allí no los mueve ni un tsunami, aguantando hasta que los toreros abandonaran la plaza al tiempo que se resignaban a ver algo brillante. Y otros cuantos, predispuestos a aplaudir hasta lo inaplaudible para que su tarde de toros no hubiera sido en balde, que había que amortizar la entrada y los dos o tres ginc-tónic. Sólo así se entiende que se armara el cirio que se armó cuando el presidente negó a Jiménez Fortes un despojo del sexto tras una faena que tuvo dos partes bien contrastadas: la primera, la de un Fortes perfilero, abusando del pico y pegando trallazos atropellados y muy fuera de cacho. Y la segunda, pues con más de lo mismo, pero con el público entregado, a diferencia de la primera parte, en la que la plaza se hallaba en silencio y pidiendo la hora. Claro, es que hubo voltereta, y si no hay nada de eso el torero no merece premio. Sin importar siquiera la faena. Por muy discreta que esta sea, si hay voltereta, pedirán el premio sí o sí. Y ya no digamos la importancia que tiene la estocada. Caiga donde caiga, sea trasera, desprendida (como fue el caso), un bajonazo, contraria, haciendo guardia o sea como sea, si entra entera la plaza entera jalea a coro como cuando marca gol el Madrid, y se pide el premio. Torear y matar bien ya no tiene importancia alguna. Solo con que haya voltereta y la espada entre entera, el torero debe tener premio por obligación. Y así pasó con Fortes esta tarde. Faena vulgar y aliviada, público callado, voltereta, prosigue la faena vulgar y encimista, el público jalea hasta los muchis enganchones que hubo, estocada desprendida, grito de GOOOOOOOOOL, petición que es dudosa (teniendo en cuenta que los trofeos se piden ondeando el pañuelo blanco y no berreando y pitando), el presidente considera que no hay mayoría (de pañuelos) y que no hay motivo artístico para conceder la oreja, y armado el cirio. Y, dicho sea de paso, es muy respetable, y además forma parte de los toros, que se muestre descontento por no dar una oreja, o por darla; que se pite y hasta se pida la dimisión al presidente, o se proteste por no devolver inválidos, o por conceder vueltas al ruedo a toros que no lo merecían, o no concedérsela al que se lo merecía, o cualquier otra cosa que haga que el público se enfade. Pero lo que no es de recibo es que una piara de CAFRES se dediquen a arrojar almohadillas, porque aunque muchas caigan al ruedo, otras muchas caen al tendido y golpean a las personas, pudiendo hacerles daño e incluso hacerles que pierdan el equilibrio y caigan rodando tendido abajo. Vergonzoso y vomitivo cuando menos, como también lo fue escuchar feos insultos a la presidencia y hasta algunos que se arremolinaron en torno al palco presidencial increpando a este de forma muy feroz. Las cosas en los toros no son así, por mucho que se pueda o no estar de acuerdo con las decisiones. Y una vez dicho esto, enorme el presidente al no conceder esa vergüenza de despojo. Madrid no puede permitirse el lujo de que se den orejas por una voltereta, y menos cuando la espada ha caído desprendida.
Decir de Jiménez Fortes, más allá de su polémica actuación en el sexto, que estuvo muy preocupado toda la tarde de dejar en suerte a sus toros en el caballo, y que entró en quites siempre que tuvo oportunidad, unas veces más atropellado y otras mucho más brillantes (como un bonito quite por tafalleras al sexto). Pero que ante dos toros igual de manejables y faltos de casta como el resto, pecó de la típica faena pegapasista, perfilera y de trallazos hacia fuera metiendo mucho el pico. ¿Dónde quedó ayer el Fortes que dio aquellos naturales hace 2 meses a la de Victorino Martín en esta plaza?
Y, salvo dos pares de banderillas de José Antonio al Carretero al sexto, otro más al quinto por parte de Juan Contreras, el buen hacer del tercero José Luis Neira, quien gracias a su colocación y oportunidad toda la tarde salvó a más de un compañero con sus quites; y que el sexto llegó a pelear con mucha viveza y metiendo los riñones en el primer puyazo, la corrida de Pedraza de Yeltes. Una gran decepción, por parte de una de las ganaderías más esperadas de la feria.
Feliz día de rejones. O lo que es lo mismo, feliz jornada de descanso.
¡¡Qué ruina de tarde ha ofrecido la de Pedraza de Yeltes!! Los seis cortados por el mismo patrón de sosería, nobleza tontorrona, manejabilidad, nulo poder y descaste. Sobre todo eso: descaste. Los toros iban y venían sin dar demasiadas complicaciones, alguno incluso permitiéndose la licencia de colocar la cara de manera lujosa en la muleta, pero sin esa chispa que un toro ha de sacar para transmitir emoción y viveza en los tendidos. Quizás, cuando los toros se mueven de esta manera tan poco dotada de gracia y salero, ahí deben estar los toreros para dar el equilibrio necesario y que todo tire hacia delante. Porque la corrida, con toda la poca casta que ha tenido, sí ha sido muy toreable y se podía haber estado bien ante ella. Eso, en la hipótesis de que los encargados de lidiarla y darle muerte fueran la alegría de la huerta, que no ha sido ni mucho menos el caso. Manuel Escribano y Daniel Luque, sobre todo, han dado cuatro hermosísimas y nada desperdiciables lecciones, dos cada uno, de toreo insulso, pegapasismo vulgar y destoreo aliviado. Escribano, el capote se ve que solo lo quiere para irse a hacer la portagayola esa pueblerina a la que tan pocas cuentas se le echa en Madrid, porque lo que es para parar y fijar a los toros de salida, dejarlos en suerte en varas y entrar en quites, desde luego que no. En banderillas, pues eso, pares a toro pasado, cuando no esa mezcla extraña del violín y el quiebro, o su clásico y arriesgadísimo par ejecutando un quiebro pegado a tablas, que no digo yo que esté mal, pero donde quede un par de poder a poder, cuadrando en la cara y asomándose al balcón, que se quite lo demás. Y con la muleta, pues lo dicho: tirones hacia fuera, cites al hilo del pitón y muchas ventajas para dos trasteos cuánto menos vulgares y e intrascendentales.
Menos ofreció Luque, el de los toros para ser figura (dos menos en la tarde de hoy, por cierto). Presunto buen capotero aunque solo le hayamos visto hacer dos o tres quites buenos, como mucho, en casi 10 años que lleva apareciendo por aquí. Hoy ha vuelto a intentar estirarse a la verónica sin resultado brillante. Tampoco es Daniel Luque un torero a quien le guste dejar a los toros en suerte para ser picados, como bien ha dejado claro esta tarde, dejándolos que fueran al caballo a su aire y dejándoloa que se estamparan, sin importarle ello lo más mínimo. Y en la muleta, dos faenas tan largas y pesadas como insustanciales y vacías.
Con una tarde así, en la que no había pasado nada de nada en cinco toros y todo el mundo andaba ya hastiado de tanto despropósito, cada cual andaba a lo suyo. Unos, abandonaban la plaza escopetados siendo arrastrado el quinto. Otros, a quienes de allí no los mueve ni un tsunami, aguantando hasta que los toreros abandonaran la plaza al tiempo que se resignaban a ver algo brillante. Y otros cuantos, predispuestos a aplaudir hasta lo inaplaudible para que su tarde de toros no hubiera sido en balde, que había que amortizar la entrada y los dos o tres ginc-tónic. Sólo así se entiende que se armara el cirio que se armó cuando el presidente negó a Jiménez Fortes un despojo del sexto tras una faena que tuvo dos partes bien contrastadas: la primera, la de un Fortes perfilero, abusando del pico y pegando trallazos atropellados y muy fuera de cacho. Y la segunda, pues con más de lo mismo, pero con el público entregado, a diferencia de la primera parte, en la que la plaza se hallaba en silencio y pidiendo la hora. Claro, es que hubo voltereta, y si no hay nada de eso el torero no merece premio. Sin importar siquiera la faena. Por muy discreta que esta sea, si hay voltereta, pedirán el premio sí o sí. Y ya no digamos la importancia que tiene la estocada. Caiga donde caiga, sea trasera, desprendida (como fue el caso), un bajonazo, contraria, haciendo guardia o sea como sea, si entra entera la plaza entera jalea a coro como cuando marca gol el Madrid, y se pide el premio. Torear y matar bien ya no tiene importancia alguna. Solo con que haya voltereta y la espada entre entera, el torero debe tener premio por obligación. Y así pasó con Fortes esta tarde. Faena vulgar y aliviada, público callado, voltereta, prosigue la faena vulgar y encimista, el público jalea hasta los muchis enganchones que hubo, estocada desprendida, grito de GOOOOOOOOOL, petición que es dudosa (teniendo en cuenta que los trofeos se piden ondeando el pañuelo blanco y no berreando y pitando), el presidente considera que no hay mayoría (de pañuelos) y que no hay motivo artístico para conceder la oreja, y armado el cirio. Y, dicho sea de paso, es muy respetable, y además forma parte de los toros, que se muestre descontento por no dar una oreja, o por darla; que se pite y hasta se pida la dimisión al presidente, o se proteste por no devolver inválidos, o por conceder vueltas al ruedo a toros que no lo merecían, o no concedérsela al que se lo merecía, o cualquier otra cosa que haga que el público se enfade. Pero lo que no es de recibo es que una piara de CAFRES se dediquen a arrojar almohadillas, porque aunque muchas caigan al ruedo, otras muchas caen al tendido y golpean a las personas, pudiendo hacerles daño e incluso hacerles que pierdan el equilibrio y caigan rodando tendido abajo. Vergonzoso y vomitivo cuando menos, como también lo fue escuchar feos insultos a la presidencia y hasta algunos que se arremolinaron en torno al palco presidencial increpando a este de forma muy feroz. Las cosas en los toros no son así, por mucho que se pueda o no estar de acuerdo con las decisiones. Y una vez dicho esto, enorme el presidente al no conceder esa vergüenza de despojo. Madrid no puede permitirse el lujo de que se den orejas por una voltereta, y menos cuando la espada ha caído desprendida.
Decir de Jiménez Fortes, más allá de su polémica actuación en el sexto, que estuvo muy preocupado toda la tarde de dejar en suerte a sus toros en el caballo, y que entró en quites siempre que tuvo oportunidad, unas veces más atropellado y otras mucho más brillantes (como un bonito quite por tafalleras al sexto). Pero que ante dos toros igual de manejables y faltos de casta como el resto, pecó de la típica faena pegapasista, perfilera y de trallazos hacia fuera metiendo mucho el pico. ¿Dónde quedó ayer el Fortes que dio aquellos naturales hace 2 meses a la de Victorino Martín en esta plaza?
Y, salvo dos pares de banderillas de José Antonio al Carretero al sexto, otro más al quinto por parte de Juan Contreras, el buen hacer del tercero José Luis Neira, quien gracias a su colocación y oportunidad toda la tarde salvó a más de un compañero con sus quites; y que el sexto llegó a pelear con mucha viveza y metiendo los riñones en el primer puyazo, la corrida de Pedraza de Yeltes. Una gran decepción, por parte de una de las ganaderías más esperadas de la feria.
Feliz día de rejones. O lo que es lo mismo, feliz jornada de descanso.
viernes, 11 de mayo de 2018
TERCERA DE FERIA: A FUENTE YMBRO LE BASTA CON EL MEDIO TORO
Seamos positivos, que no cuesta nada. Esta tarde hemos visto casta y embestidas emocionantes, y ha sido de la mano de algunos buenos ejemplares de Fuente Ymbro. ¿Para qué ser realistas, pudiendo conformarse con tan poca cosa para ser felices en esta vida? A ver, que a continuación de esto cabría decir que a ninguno de los seis toros de Fuente Ymbro, incluidos los buenos, les han llegado a meter más de media puya, y que la sangre que les ha corrido por los lomos una vez finiquitado el primer tercio, no daba ni para un análisis. Pero ¿para qué mencionarlo? ¿Para que a uno le llamen mar afisionao y reventaor? Quite hombre, quite...
Y es que a la de Fuente Ymbro, con dos medio toros, primero y segundo; quizás tres si contamos con que el cuarto también ha tenido lo suyo, le ha valido para ponerle emoción a la tarde. Pero a un alto precio, prohibitivo prácticamente para muchos aficionados: hacer que el primer tercio sea un puro trámite. Hacer como si el tercio de varas no tuviera ninguna importancia sobre la lidia. Actuar como si diera lo mismo que el caballo de picar salga al ruedo o que se quede en la cuadra. ¿Que una vez en el tercio de muerte se vinieron arriba y sacaron casta, emoción, picante y mucho que torear? Por supuesto que sí, ¿y quién le quita mérito a eso? Otras corridas, qué digo otras corridas, otros toros lidiados en esta misma corrida han sido picados igual de poco, y apenas aguantaban en pie. Pero, como se suele decir, lo cortés no quita lo valiente, o valiendo para el caso, la casta mostrada en la muleta no tapa que los mismos animales hayan salido doblando las manos e incluso perdiéndolas y caer al suelo, y que los dos picotazos recibidos hayan sido por puro trámite.
El primero de la tarde, que no se empleó nada en varas, recibió dos picotazos y además cantó la gallina desde muy pronto. Llegó a la muleta con muy buen tranco y mucho que torear, pero enfrente estaba Joselito Adame (a buen entendedor, con pocas palabras basta).
El segundo fue el mejor de la corrida. Obviando que antes de ser picado ya había perdido las manos dada su flojera, que recibió dos rasguñitos de nada por parte del que se toca con el castoreño, y que no se empleó debajo del peto. Pero el mejor, sí. El mejor medio toro de la corrida, no hay duda alguna. Y ciertamente, ayudó a que se viera el tranco del toro y su encastada condición en la muleta la lidia que le recetó su matador, Román. Sitio y tiempo era la ecuación a resolver, ni más ni menos. Y Román la resolvió. Cómo galopaba el toro hacia la muleta. Cómo metía la cabeza. Cómo repetía. Cómo se comía la muleta. Lo malo de Román fue que, si bien entendió al toro a la perfección y le hizo que sacara lo mejor de sí, él no consiguió sacar ni temple ni mando para someter al animal y torearlo de verdad, en lugar de pegar esos tirones hacia fuera que compusieron tan vulgar quehacer. El fallo con la tizona le impidió tocar pelo.
Y el cuarto, aunque no con la misma claridad que primero y segundo, tampoco fue poca cosa. Derribó hasta en tres ocasiones, dos al caballo de contraquerencia y una al que guarda puerta, protagonizando de esta manera una instantánea de otro siglo. En estas tres entradas que realizó, a los picadores apenas les dio tiempo apretarle medio milímetro con la vara, y el toro quedó, literalmente, sin castigar. Y así fue como llegó a la muleta sobrado de poder y con muchas cosas que mostrar, sobre todo por el pitón derecho. Y de nuevo, Joselito Adame ahí delante. Y de nuevo, a buen entendedor, con pocas palabras bastan. Por cierto, eso de "Joselito", aun estando sucedido del apellido, le pega tanto como a un santo llevar un fusil de asalto.
El resto de la corrida tuvo buenas intenciones de prestarse al toreo en el último tercio, pero la falta de fuerzas y de poder lo dejaron en nada. Román ante el quinto porfió demasiado, mucho más de la cuenta, sin conseguir que su pegapasismo dejara de aburrir al personal. José Garrido, por su parte, sorteó dos animalitos que no conseguían sostenerse de pie, y ante ellos realizó dos largas faenas que fueron un calco la una de la otra: más preocupado por la estética y el hecho de ponerse bonito, que por torear de verdad. Bien es verdad que poco había que hacer ante los ejemplares que sorteó, pero en ningún momento dejó el mejor atisbo del toreo verdadero, ese de ponerse en el sitio, citar dando el pecho y la muleta planchada, y rematar los muletazos como mandan los cánones.
Qué decir acerca de la paupérrima tarde que ofreció Joselito Adame, abanderado del pegapasismo más vulgar, ante un lote de puerta grande. Acostumbrado al otro lado del charco a toretes bobalicones y muy a modo, cuando llega a España y le salen toros que piden los papeles, tal que los de esta tarde, queda en evidencia lo mal torero que es y lo sobrevaloradísimo que está. Y esto también deja en clara evidencia que, si tal conato de pegapases es máxima figura en nuestra querida México, cómo será la situación en aquellos lares, taurinamente hablando. Dos toros de triunfo gordo se llevó en el sorteo de las 12, y dos toros de triunfo dejó escapar en dos faenas cimentadas en mil trallazos fuera de sitio, sin mando, sin temple y con una actitud cuanto menos medrosa y apática. Y le queda otra tarde...
Si pretenden que la Fiesta sea solo muleta y lo demás no importe, desde luego que con corridas así llegarán a su meta sin dificultad alguna. Ya llevamos así años, y cada vez es más frecuente. ¿Suerte de varas? Para suerte, la que necesitarán los picadores de aquí a no mucho, cuando se vean en la fila del INEM.
Y es que a la de Fuente Ymbro, con dos medio toros, primero y segundo; quizás tres si contamos con que el cuarto también ha tenido lo suyo, le ha valido para ponerle emoción a la tarde. Pero a un alto precio, prohibitivo prácticamente para muchos aficionados: hacer que el primer tercio sea un puro trámite. Hacer como si el tercio de varas no tuviera ninguna importancia sobre la lidia. Actuar como si diera lo mismo que el caballo de picar salga al ruedo o que se quede en la cuadra. ¿Que una vez en el tercio de muerte se vinieron arriba y sacaron casta, emoción, picante y mucho que torear? Por supuesto que sí, ¿y quién le quita mérito a eso? Otras corridas, qué digo otras corridas, otros toros lidiados en esta misma corrida han sido picados igual de poco, y apenas aguantaban en pie. Pero, como se suele decir, lo cortés no quita lo valiente, o valiendo para el caso, la casta mostrada en la muleta no tapa que los mismos animales hayan salido doblando las manos e incluso perdiéndolas y caer al suelo, y que los dos picotazos recibidos hayan sido por puro trámite.
El primero de la tarde, que no se empleó nada en varas, recibió dos picotazos y además cantó la gallina desde muy pronto. Llegó a la muleta con muy buen tranco y mucho que torear, pero enfrente estaba Joselito Adame (a buen entendedor, con pocas palabras basta).
El segundo fue el mejor de la corrida. Obviando que antes de ser picado ya había perdido las manos dada su flojera, que recibió dos rasguñitos de nada por parte del que se toca con el castoreño, y que no se empleó debajo del peto. Pero el mejor, sí. El mejor medio toro de la corrida, no hay duda alguna. Y ciertamente, ayudó a que se viera el tranco del toro y su encastada condición en la muleta la lidia que le recetó su matador, Román. Sitio y tiempo era la ecuación a resolver, ni más ni menos. Y Román la resolvió. Cómo galopaba el toro hacia la muleta. Cómo metía la cabeza. Cómo repetía. Cómo se comía la muleta. Lo malo de Román fue que, si bien entendió al toro a la perfección y le hizo que sacara lo mejor de sí, él no consiguió sacar ni temple ni mando para someter al animal y torearlo de verdad, en lugar de pegar esos tirones hacia fuera que compusieron tan vulgar quehacer. El fallo con la tizona le impidió tocar pelo.
Y el cuarto, aunque no con la misma claridad que primero y segundo, tampoco fue poca cosa. Derribó hasta en tres ocasiones, dos al caballo de contraquerencia y una al que guarda puerta, protagonizando de esta manera una instantánea de otro siglo. En estas tres entradas que realizó, a los picadores apenas les dio tiempo apretarle medio milímetro con la vara, y el toro quedó, literalmente, sin castigar. Y así fue como llegó a la muleta sobrado de poder y con muchas cosas que mostrar, sobre todo por el pitón derecho. Y de nuevo, Joselito Adame ahí delante. Y de nuevo, a buen entendedor, con pocas palabras bastan. Por cierto, eso de "Joselito", aun estando sucedido del apellido, le pega tanto como a un santo llevar un fusil de asalto.
El resto de la corrida tuvo buenas intenciones de prestarse al toreo en el último tercio, pero la falta de fuerzas y de poder lo dejaron en nada. Román ante el quinto porfió demasiado, mucho más de la cuenta, sin conseguir que su pegapasismo dejara de aburrir al personal. José Garrido, por su parte, sorteó dos animalitos que no conseguían sostenerse de pie, y ante ellos realizó dos largas faenas que fueron un calco la una de la otra: más preocupado por la estética y el hecho de ponerse bonito, que por torear de verdad. Bien es verdad que poco había que hacer ante los ejemplares que sorteó, pero en ningún momento dejó el mejor atisbo del toreo verdadero, ese de ponerse en el sitio, citar dando el pecho y la muleta planchada, y rematar los muletazos como mandan los cánones.
Qué decir acerca de la paupérrima tarde que ofreció Joselito Adame, abanderado del pegapasismo más vulgar, ante un lote de puerta grande. Acostumbrado al otro lado del charco a toretes bobalicones y muy a modo, cuando llega a España y le salen toros que piden los papeles, tal que los de esta tarde, queda en evidencia lo mal torero que es y lo sobrevaloradísimo que está. Y esto también deja en clara evidencia que, si tal conato de pegapases es máxima figura en nuestra querida México, cómo será la situación en aquellos lares, taurinamente hablando. Dos toros de triunfo gordo se llevó en el sorteo de las 12, y dos toros de triunfo dejó escapar en dos faenas cimentadas en mil trallazos fuera de sitio, sin mando, sin temple y con una actitud cuanto menos medrosa y apática. Y le queda otra tarde...
Si pretenden que la Fiesta sea solo muleta y lo demás no importe, desde luego que con corridas así llegarán a su meta sin dificultad alguna. Ya llevamos así años, y cada vez es más frecuente. ¿Suerte de varas? Para suerte, la que necesitarán los picadores de aquí a no mucho, cuando se vean en la fila del INEM.