No sabes lo que me está costando ponerme a escribirte unas líneas, Iván. Otra vez, otra vez en menos de un año, el mundo de los toros tiene que decir adiós a uno de los suyos porque un toro se ha llevado por delante su vida. Qué duro, Iván, qué duro se nos hace. Otra noche complicada, con la cabeza en otro lado y costando un mundo pegar ojo. No nos lo creemos, Iván. ¿Por qué?
Iván, qué duro fue lo de la tarde-noche de ayer. Salíamos de Las Ventas, tu plaza, la plaza donde has dado grandes tardes y la que tantas veces se te entregó. Salíamos satisfechos porque un compañero tuyo, joven y empezando en esto, nos había hecho lo mismo que tú en varias ocasiones y en este mismo sitio: ponernos en pie y hacer que nos rompiéramos las manos aplaudiendo. Quién nos iba a decir en ese momento lo que nos aguardaba al salir. Y sin embargo, ahí fuera nos estaba esperando la fatal noticia.
No me lo creía, Iván. De verdad que no me entraba en la cabeza que tú hubieras caído en las astas de un toro. Durante algunos minutos me volví loco con el móvil, fisgando en Internet y preguntando a todos los aficionados de que conozco, buscando desesperadamente una contestación que me confirmara que solo era una equivocación y que la cornada, aun siendo fuerte, no era mortal. Pero no fue así, Iván. Otra vez había que enfrentarse a la cruda verdad del toreo, que aquí se muere de verdad. No hay consuelo, Iván. Por mucho que intentemos consolarnos con que esto forma parte de la grandeza de la Fiesta, es imposible.
Ahora, todo son recuerdos. El primero, aquella tarde, hace ya muchos años, en la que coincidí contigo en mi pueblo porque toreabas a 5 kilómetros, y te vestías aquí. Le pregunté a tu mozo de espadas que qué tal se te dio la tarde, y me contestó que bien, que habías cortado dos orejas. Se paró un momento y, con toda la amabilidad del mundo, sacó una foto tuya del bolso que llevaba y me la dio, diciéndome: "Se está duchando y no tardará en bajar. Espérale si quieres y te la firmará". Y así fue, Iván. Bajaste sonriendo, me saludaste con gran afabilidad y me firmaste esa foto, la cual llevo guardándola desde entonces con muchísimo cariño. Te pregunté, lo recuerdo perfectamente, que cuándo vendrías a torear a Madrid (todavía no habías ni confirmado la alternativa) y me contestaste con firme rotundidad que a la temporada siguiente. Y así fue, meses después confirmaste la alternativa, y ahí empezó tu idilio con Madrid. Vaya tarde la tuya el día de tu confirmación, si hasta te ganaste una sustitución días después en la corrida de Victorino Martín, creo recordar. Sí, a partir de ahí es cuando empiezo a recordar que empezó todo, Iván.
Tú fuiste quien se encontró en su camino a aquel mítico cuadri llamado Podador, y vaya cómo estuviste con él, Iván. Meses después, el mano a mano con David Mora, tarde cargada de emociones fuertes que nunca se olvidarán. O la faena a aquel Grosella, de Parladé. Y los cojones (con perdón) que le echaste encerrándote con 6 toros en Madrid de ganaderías que muchos no quieren ver ni en pintura. Y no ganaste la apuesta, Iván, pero sí el respeto de los aficionados, que lo valoraron como se mereció. Desde entonces, te costó remontar el vuelo, pero los que te conocen confiaban en ti y en tu raza, y siempre decían que aguardáramos porque Iván Fandiño volvería a poner Madrid boca abajo. Por desgracia, el destino y un toro de Baltasar Ibán llamado Provechito lo han impedido.
Iván, aquí abajo nunca te olvidaremos. Da recuerdos por allí arriba a toda esa gente buena con la que seguro ya estás reunido. Y cuida de tus compañeros, quienes esta tarde te rendirán homenaje de la mejor forma que se le puede rendir a un torero caído: toreando. Que la tierra te sea leve, TORERO.
domingo, 18 de junio de 2017
sábado, 17 de junio de 2017
LA BENEFICENCIA: TORITOS 2.0 EN TARDE CRISPANTE
Qué gran corrida la de Victoriano del Río lidiada en la Extraordinaria de Beneficencia, que tras algunos añetes vuelve a ser Extraordinaria, pero que de Beneficencia, no tuvo ná (salvo si se tiene en cuenta el beneficio sacado por y para los propios taurinejos, obviamente). Qué seis toritos, ni en el mejor de los sueños uno los hubiera imaginado más apropiados para esa cosa llamada mejor toreo de la Historia. Tan tulliditos y terciaditos ellos, y sin hacer grandes alardes de lo que es un verdadero toro de lidia con trapío y buenas hechuras, no fuera a ser que las lentejas del mediodía se convirtieran en agua casi por arte (jarte en el argot más taurino - cultural) de magia en las mismísimas tripas del Dios supremo del toreo, véase don Julián López Escobar; y del más guapo de cuantos toreros hay en el escalafón. Y como aquí todo es tan trasparente, nunca sabremos a qué se debe tanto camión de toros en los alrededores de Las Ventas durante las últimas 24 horas. Ahhhhhh, cierto, que el Juli andaba por ahí acartelado. Qué cosas, y qué gafe arrastra consigo esa pobre criatura allá donde pisa.
Las seis garrapatas con cuernos tan pésimamente presentadas por Victoriano del Río, como decía, fueron una auténtica delicia. Así como sin fuerzas y haciendo del primer tercio, como manda la costumbre, algo enteramente prescindible; pastueños, sosainas, sin causar molestias a The Maestros para que no sufrieran a la hora de torear como nunca se ha toreado y, en definitiva, descastados y bobalicones. Qué lástima que la talibana y leguaraz afición de Madrid no tenga ni idea de toros y sean tan malos aficionados, que si no hubiéramos vivido un acontecimiento de tal calado histórico como lo hubiera sido escuchar una ovación dedicada a Emilio Muñoz en esta misma plaza.
A los de Victoriano pues se les olvidó en casa la casta y el poder del que hacen gala sus mismos hermanos cuando las figuras del toreo no hacen intrusión en su corrida, y eso se vio condensado en una tarde aburrida y tediosa de inválidos, descaste, toreros pegapases, vulgaridad y hasta algún que otro despojo bochornoso, para que a Julianín el de Velilla se le pasara el mosqueo que se llevó ayer en Toledo cuando no le concedieron otro despojo, cuán niño de cinco años a quien le regalan una piruleta para que deje de llorar. Dicho despojo llegó tras estoquear al cuarto, de una estocada, o mejor dicho, de un julipié caído, tras una faena marca de la casa. ¿Qué esperábamos, que a Julián le diera por colocarse en el sitio, ofrecer la muleta plana, cargar la suerte y todos esos menesteres que nunca le veremos ni aunque se alineen los planetas? Muchos trapazos, colocado con un pie en Manuel Becerra y otro en Avenida de América, metiendo el pico con el descaro que le caracteriza, y todo todito todo hacia fuera. Ni uno rematado atrás. Eso sí, muy templadito
y sabiendo mover el trapo al mismo ritmo que marcaba la pobre babosa que había por ahí, que recordaba al coche de Fernando Alonso. Delirio juligan, que se acentuó cuando el matador acortó distancias hasta dejarse lamer los muslos por el torillo, a quien solamente le faltaba ponerse de rodillas y pedir perdón cuando tocaba la muleta. Ante su primero, un toro sin la más mínima casta, el Juli, pues fue el Juli. Sin más. Nada que no fueran sus latigazos de siempre con todo el pico y pésimamente colocado. Lo dicho, El Juli.
A José María Manzanares tampoco le gustan los toros que derrochan poder, y por ello hizo lo inhumanamente posible por que le mantuvieran en el ruedo al cojo salinero que hacía de segundo, del cual se ha llegado a oír y leer por ahí que "qué impaciente la afición de Madrid, haciendo presión para devolver a un toro que apuntaba grandes cosas". Y es que claro, ¿a quién le importa que el pobre animal estuviera lisiadico perdido y no se tuviera en pie, si ante él se hubiera podido torear muy a gusto? Qué barbaridad....
Se quedó Chemari con las ganas de tal cosa y los cabestros tuvieron que retirar de ahí al lisiado, para dar paso a un sobrero de Domingo Hernández, quien ahora resulta no ser sólo ganadero, sino también ser discípulo adelantado de los zotes enfarlopados esos llamados Chatarra Palace. Dicho ejemplar, así como quien no quiere la cosa, hizo una gran pelea en varas mientras tomaba dos puyazos en toda regla y en honor a los restantes de Victoriano, y posiblemente en el de los de Cuvillo de mañana. Llegó el animal a la muleta con las fuerzas justas y suficientes para aguantar veinte muletazos bien pegados de verdad, que los tenía. No sucedió tal cosa. Manzanares no fue capaz de darle ni uno, pero ni uno en condiciones a este toro, solamente trapazos hacia fuera, a media altura, haciendo así que el animal se defendiera; y desde la periferia naturalmente, no fuera a ser que se le manchara el elegantísimo vestido en el que estaba metido, que la elegancia cuesta un precio elevado conservarla. Más de lo mismo ante el quinto, un pobre animalito tetrapléjico que no era ni mucho menos conveniente bajarle la muleta para que no se derrumbara. Muchos trapazos a media altura, desde fuera y llevando en todo momento al pobre animalito en línea recta. Y el personal, aburrido y cabreado de tantísimo despropósito, le acabó pidiendo la hora al torero.
Talavante, en la última de las cuatro tardes que se ha anunciado en esta feria, cerró cartel con uno de esos días apáticos que de vez en cuando le entran. Al tercero, rajado y siempre al abrigo de las tablas del 10, no lo quiso ni ver. Empieza faena con un estaturario en el cual por poco se ve arrollado, lo que le hace recapacitar y darle dos ayudados por bajo para posteriormente comenzar, así de buenas a primeras, sin someter al toro ni poderlo antes de nada, toreando sobre la mano zocata, o mejor dicho, trapaceando mientras se quedaba en la oreja y se echaba al toro fuera, a la par que el toro, viéndose en los terrenos de tablas, repetía. Se lo sacó el matador a los medios, y allí nasti, que el animal no quería nada. Y otra vez se fue Talavante a las tablas, donde no le puso demasiado empeño en sujetarlo y robarle algunos muletazos. Lo siguiente fue espantarle las moscas con poco decoro y hacer un quiero y no puedo absurdo que para algunos pocos no coló, quitándose del medio rápido al marrajo. El sexto, también inválido y descastado, ofreció pocas opciones de triunfo, mostrándose Talavante apático y a disgusto, trapaceando vulgarmente y sin convicción alguna al animalito.
Las seis garrapatas con cuernos tan pésimamente presentadas por Victoriano del Río, como decía, fueron una auténtica delicia. Así como sin fuerzas y haciendo del primer tercio, como manda la costumbre, algo enteramente prescindible; pastueños, sosainas, sin causar molestias a The Maestros para que no sufrieran a la hora de torear como nunca se ha toreado y, en definitiva, descastados y bobalicones. Qué lástima que la talibana y leguaraz afición de Madrid no tenga ni idea de toros y sean tan malos aficionados, que si no hubiéramos vivido un acontecimiento de tal calado histórico como lo hubiera sido escuchar una ovación dedicada a Emilio Muñoz en esta misma plaza.
A los de Victoriano pues se les olvidó en casa la casta y el poder del que hacen gala sus mismos hermanos cuando las figuras del toreo no hacen intrusión en su corrida, y eso se vio condensado en una tarde aburrida y tediosa de inválidos, descaste, toreros pegapases, vulgaridad y hasta algún que otro despojo bochornoso, para que a Julianín el de Velilla se le pasara el mosqueo que se llevó ayer en Toledo cuando no le concedieron otro despojo, cuán niño de cinco años a quien le regalan una piruleta para que deje de llorar. Dicho despojo llegó tras estoquear al cuarto, de una estocada, o mejor dicho, de un julipié caído, tras una faena marca de la casa. ¿Qué esperábamos, que a Julián le diera por colocarse en el sitio, ofrecer la muleta plana, cargar la suerte y todos esos menesteres que nunca le veremos ni aunque se alineen los planetas? Muchos trapazos, colocado con un pie en Manuel Becerra y otro en Avenida de América, metiendo el pico con el descaro que le caracteriza, y todo todito todo hacia fuera. Ni uno rematado atrás. Eso sí, muy templadito
y sabiendo mover el trapo al mismo ritmo que marcaba la pobre babosa que había por ahí, que recordaba al coche de Fernando Alonso. Delirio juligan, que se acentuó cuando el matador acortó distancias hasta dejarse lamer los muslos por el torillo, a quien solamente le faltaba ponerse de rodillas y pedir perdón cuando tocaba la muleta. Ante su primero, un toro sin la más mínima casta, el Juli, pues fue el Juli. Sin más. Nada que no fueran sus latigazos de siempre con todo el pico y pésimamente colocado. Lo dicho, El Juli.
A José María Manzanares tampoco le gustan los toros que derrochan poder, y por ello hizo lo inhumanamente posible por que le mantuvieran en el ruedo al cojo salinero que hacía de segundo, del cual se ha llegado a oír y leer por ahí que "qué impaciente la afición de Madrid, haciendo presión para devolver a un toro que apuntaba grandes cosas". Y es que claro, ¿a quién le importa que el pobre animal estuviera lisiadico perdido y no se tuviera en pie, si ante él se hubiera podido torear muy a gusto? Qué barbaridad....
Se quedó Chemari con las ganas de tal cosa y los cabestros tuvieron que retirar de ahí al lisiado, para dar paso a un sobrero de Domingo Hernández, quien ahora resulta no ser sólo ganadero, sino también ser discípulo adelantado de los zotes enfarlopados esos llamados Chatarra Palace. Dicho ejemplar, así como quien no quiere la cosa, hizo una gran pelea en varas mientras tomaba dos puyazos en toda regla y en honor a los restantes de Victoriano, y posiblemente en el de los de Cuvillo de mañana. Llegó el animal a la muleta con las fuerzas justas y suficientes para aguantar veinte muletazos bien pegados de verdad, que los tenía. No sucedió tal cosa. Manzanares no fue capaz de darle ni uno, pero ni uno en condiciones a este toro, solamente trapazos hacia fuera, a media altura, haciendo así que el animal se defendiera; y desde la periferia naturalmente, no fuera a ser que se le manchara el elegantísimo vestido en el que estaba metido, que la elegancia cuesta un precio elevado conservarla. Más de lo mismo ante el quinto, un pobre animalito tetrapléjico que no era ni mucho menos conveniente bajarle la muleta para que no se derrumbara. Muchos trapazos a media altura, desde fuera y llevando en todo momento al pobre animalito en línea recta. Y el personal, aburrido y cabreado de tantísimo despropósito, le acabó pidiendo la hora al torero.
Talavante, en la última de las cuatro tardes que se ha anunciado en esta feria, cerró cartel con uno de esos días apáticos que de vez en cuando le entran. Al tercero, rajado y siempre al abrigo de las tablas del 10, no lo quiso ni ver. Empieza faena con un estaturario en el cual por poco se ve arrollado, lo que le hace recapacitar y darle dos ayudados por bajo para posteriormente comenzar, así de buenas a primeras, sin someter al toro ni poderlo antes de nada, toreando sobre la mano zocata, o mejor dicho, trapaceando mientras se quedaba en la oreja y se echaba al toro fuera, a la par que el toro, viéndose en los terrenos de tablas, repetía. Se lo sacó el matador a los medios, y allí nasti, que el animal no quería nada. Y otra vez se fue Talavante a las tablas, donde no le puso demasiado empeño en sujetarlo y robarle algunos muletazos. Lo siguiente fue espantarle las moscas con poco decoro y hacer un quiero y no puedo absurdo que para algunos pocos no coló, quitándose del medio rápido al marrajo. El sexto, también inválido y descastado, ofreció pocas opciones de triunfo, mostrándose Talavante apático y a disgusto, trapaceando vulgarmente y sin convicción alguna al animalito.
lunes, 12 de junio de 2017
TRIGÉSIMO SEGUNDA Y ÚLTIMA DE FERIA: PETARDO DE MIURA COMO COLOFÓN
Mala, malísima. De las peores que se han lidiado en todo San Isidro, y ya era difícil realizar una "gesta" de tal magnitud. Y cuando encima se trata de una ganadería como Miura, de quien se espera mucho, duele el triple. Pero así las cosas, la corrida de Miura que ha clausurado esta birriosa feria de 2017 ha resultado ser un enorme petardo. Petardo por presentación, pues ninguno lució unas hechuras mínimamente dignas de lucirse en el alberto de Las Ventas.
Petardo por el juego ofrecido: seis borregos completamente inválidos, de los cuales dos volvieron por donde habían salido para ser apuntillados en la oscuridad del mueco, cuan vulgar ternera de carne. Y si los otros cuatro hubieran seguido el mismo camino, nadie hubiese puesto ninguna pega.
Y petardo el que tiró jocosamente, como manda la tradición en estos casos, el famoso Tendido 7 durante la lidia del sexto, y que resumía a la perfección el devenir de la última tarde de abono.
Con estos mimbres aguardando entre las sombras de los chiqueros venteños, trenzaron el paseíllo Rafaelillo, Dávila Miura y Rubén Pinar, y de quienes pueden sacarse conclusiones de lo más variopintas.
De Rafaelillo, que en la tarde de hoy se le vio un poquito más centrado que hace pocos días en esta misma plaza. Al primer inválido hecho novillo le trapaceó con cierta vulgaridad y sin apreturas por el lado derecho, así como que por el izquierdo tuvo grandes intenciones de realizar un conato de toreo, lo cual quedó en la nada a causa del nulo "oponente" que había delante. Al cuarto, también inválido hecho novillo, le pegó muchos pases sin pena ni gloria, hasta que en una de esas el animal se le coló y le propinó un golpe seco en el muslo, por el que tuvo que entrar a la enfermería al finalizar su labor. Después del golpe, trapazos con la mano derecha en uno en uno sin ningún fuste seguidos de algunos desplantes un tanto populistas que enardecieron a la masa. Poco más.
Lo de Dávila Miura fue cuanto menos irónico. Se anunció en Las Ventas tras once años retirado para celebrar el 175 aniversario de la vacada familiar, lo cual le fue agradecido con una ovación de la afición de Madrid al acabarse el paseíllo. Un señor que ya pasa de los cuarenta, retirado y con la vida más que resuelta, que se plante en la mismísima plaza de Madrid para dar cuenta de una corrida nada menos de de Miura, ¡¡de Miura!!, es algo digno de ser respetado. Y el hombre acabó sin dar cuenta de ninguno de sus parientes. Su lote se fue al corral, y fue sustituido por sendos sobreros de Buenavista y el Ventorrillo, respectivamente, que resultaron ser la antítesis de los toros de Miura. Ambos, bien presentados y cumpliendo en varas, tuvieron mucho que torear. El de Buenavista, boyante y sin comerse a nadie; y el del Ventorrillo, nobilísimo y con un punto de casta. Y se fueron sin torear por un Dávila Miura que pegó muchos pases sin pasarse a los bichos a menos de medio kilómetro, ni tener la más mínima intención de realizar el toreo.
Rubén Pinar, simple y llanamente, se estrelló con dos mojones de Miura, inválidos hechos novillos como no podía ser menos, y que dieron auténtica vergüenza. Como toda miurada al fin y al cabo.
Miura cabreó y decepcionó al personal en la última de esta feria de 2017, a la cual ya se ha catalogado desde los sectores del abrazafarolismo oficial como un ferión, la mejor de no sé cuántos años. Pues una de dos, o Simón Casas hace unos bocatas de jamón ibérico buenísimos a los cuales acompaña con el mejor de los vinos, o es que esta gente debería cambiar de camello inmediatamente. Así de bien va esto...
Petardo por el juego ofrecido: seis borregos completamente inválidos, de los cuales dos volvieron por donde habían salido para ser apuntillados en la oscuridad del mueco, cuan vulgar ternera de carne. Y si los otros cuatro hubieran seguido el mismo camino, nadie hubiese puesto ninguna pega.
Y petardo el que tiró jocosamente, como manda la tradición en estos casos, el famoso Tendido 7 durante la lidia del sexto, y que resumía a la perfección el devenir de la última tarde de abono.
Con estos mimbres aguardando entre las sombras de los chiqueros venteños, trenzaron el paseíllo Rafaelillo, Dávila Miura y Rubén Pinar, y de quienes pueden sacarse conclusiones de lo más variopintas.
De Rafaelillo, que en la tarde de hoy se le vio un poquito más centrado que hace pocos días en esta misma plaza. Al primer inválido hecho novillo le trapaceó con cierta vulgaridad y sin apreturas por el lado derecho, así como que por el izquierdo tuvo grandes intenciones de realizar un conato de toreo, lo cual quedó en la nada a causa del nulo "oponente" que había delante. Al cuarto, también inválido hecho novillo, le pegó muchos pases sin pena ni gloria, hasta que en una de esas el animal se le coló y le propinó un golpe seco en el muslo, por el que tuvo que entrar a la enfermería al finalizar su labor. Después del golpe, trapazos con la mano derecha en uno en uno sin ningún fuste seguidos de algunos desplantes un tanto populistas que enardecieron a la masa. Poco más.
Lo de Dávila Miura fue cuanto menos irónico. Se anunció en Las Ventas tras once años retirado para celebrar el 175 aniversario de la vacada familiar, lo cual le fue agradecido con una ovación de la afición de Madrid al acabarse el paseíllo. Un señor que ya pasa de los cuarenta, retirado y con la vida más que resuelta, que se plante en la mismísima plaza de Madrid para dar cuenta de una corrida nada menos de de Miura, ¡¡de Miura!!, es algo digno de ser respetado. Y el hombre acabó sin dar cuenta de ninguno de sus parientes. Su lote se fue al corral, y fue sustituido por sendos sobreros de Buenavista y el Ventorrillo, respectivamente, que resultaron ser la antítesis de los toros de Miura. Ambos, bien presentados y cumpliendo en varas, tuvieron mucho que torear. El de Buenavista, boyante y sin comerse a nadie; y el del Ventorrillo, nobilísimo y con un punto de casta. Y se fueron sin torear por un Dávila Miura que pegó muchos pases sin pasarse a los bichos a menos de medio kilómetro, ni tener la más mínima intención de realizar el toreo.
Rubén Pinar, simple y llanamente, se estrelló con dos mojones de Miura, inválidos hechos novillos como no podía ser menos, y que dieron auténtica vergüenza. Como toda miurada al fin y al cabo.
Miura cabreó y decepcionó al personal en la última de esta feria de 2017, a la cual ya se ha catalogado desde los sectores del abrazafarolismo oficial como un ferión, la mejor de no sé cuántos años. Pues una de dos, o Simón Casas hace unos bocatas de jamón ibérico buenísimos a los cuales acompaña con el mejor de los vinos, o es que esta gente debería cambiar de camello inmediatamente. Así de bien va esto...
sábado, 10 de junio de 2017
TRIGÉSIMA DE FERIA: LA DE ADOLFO MARTÍN SALE RANA
Grises, y no solo por fuera. Es la lectura genérica que puede hacerse del tremendo petardo que han pegado esta tarde los seis toros de Adolfo Martín, quien no atina a devolverle a su ganadería la casta que le es propia a este encaste. Bien presentada, de bonitas hechuras y mucho más acorde a su prototipo que en otras ocasiones, pero muy suavones, sosos, y descastados. Y duele decirlo de una ganadería que nos ha regalado buenas tardes de toros, pero está este hierro para darse un descanso fuera de Madrid durante un tiempecito no muy corto. Ni le vendría mal, ni nos vendría mal, aquí se necesita CASTA y lo de Adolfo, hoy por hoy y visto lo visto, no la ofrece.
Que se lo pregunten, sin ir más lejos, a Manuel Escribano, tercer espada de la tarde, a quien le correspondió en tercer lugar un toro que ya desde el saludo capotero le avisó de que no tenía muy buenas intenciones. Se empleó el toro en las dos varas que tomó metiendo la cara abajo y empujando, pero llegó a la muleta derrochando sosería y malas ideas. Escribano lo intentó, el toro salía de cada muletazo parado y mirando a las musarañas, cuando no se le colaba al matador. Hizo bien este en no darse demasiada coba y matarlo a no mucho tardar, dejando una estocada trasera.
Con el sexto, volvió a sufrir un achuchón al comenzar la faena, y Escribano se lo sacó pronto a los medios. Allí hubo un momento en el que el toro se desplazaba con la cara abajo, pero tan solo fue un espejismo porque al punto echó el freno de mano y no hubo más que hacer. Mala suerte la de Manuel Escribano esta tarde.
Juan Bautista solamente refrendó lo que muchos ya nos imaginábamos desde hace tiempo: que no pintaba en este cartel nada que no fueran bastos. Le cayó en suerte el único toro con claridad suficiente como para pillarse una chispa toreando. Nobilísimo y de embestida lenta y enclasada, que dicen los fulanos de lo oficial, a Juan Bautista se le atragantó tanta empalagosidad y se esmeró en realizar una faena de trapazos sin fuste y con mucha desgana. Vamos, que se le fue sin torear el bomboncito, hablando en plata.
También sorteó al quinto, ejemplar que debió haber vuelto al lugar de donde salió por lisiado. Faena muyyyyyyyy larga y espesa de muletazos a media altura, para que el pobre bicho no terminara en el suelo. ¡¡Qué emoción!!
Y llegó Ferrera, muy esperado, sobre todo por lo acontecido en este fuero hace dos domingos. Su primero se frenaba en cada muletazo y recortaba mucho terreno. Ferrera, para colmo, le llevó mediante trallazos cortándole mucho el viaje, muy lejos de intentar llevarlo más largo.
El cuarto también se empleó en el caballo, llegando a derribar en la primera vara y llegando a cobrar un buen puyazo de Antonio Prieto en todo lo alto. El toro solo quería tablas, pero Ferrera se empeñó en trapacearlo más allá de la segunda raya, con el resultado de que el toro se iba en cada muletazo. Tardó mucho el torero en darse cuenta de que el toro iba mucho mejor en tablas, e incluso haciendo lo que no hacía en otro lado: repetir y querer tomar la muleta por abajo. Hizo un esfuerzo su matador en las tablas del tendido seis, donde llegó a dejar algunos buenos muletazos con ese estilo tan personal que ha adquirido en los últimos tiempos. Mató de cuatro pinchazos y un bajonazo que buscó a la desesperada después de que le sonara el segundo aviso, más dos descabellos.
Así las cosas, la corrida de Adolfo Martín fue la rana de esta semana denominada "torista" que tan interesante está resultando. ¿Dónde quedó la casta, Adolfo?
Que se lo pregunten, sin ir más lejos, a Manuel Escribano, tercer espada de la tarde, a quien le correspondió en tercer lugar un toro que ya desde el saludo capotero le avisó de que no tenía muy buenas intenciones. Se empleó el toro en las dos varas que tomó metiendo la cara abajo y empujando, pero llegó a la muleta derrochando sosería y malas ideas. Escribano lo intentó, el toro salía de cada muletazo parado y mirando a las musarañas, cuando no se le colaba al matador. Hizo bien este en no darse demasiada coba y matarlo a no mucho tardar, dejando una estocada trasera.
Con el sexto, volvió a sufrir un achuchón al comenzar la faena, y Escribano se lo sacó pronto a los medios. Allí hubo un momento en el que el toro se desplazaba con la cara abajo, pero tan solo fue un espejismo porque al punto echó el freno de mano y no hubo más que hacer. Mala suerte la de Manuel Escribano esta tarde.
Juan Bautista solamente refrendó lo que muchos ya nos imaginábamos desde hace tiempo: que no pintaba en este cartel nada que no fueran bastos. Le cayó en suerte el único toro con claridad suficiente como para pillarse una chispa toreando. Nobilísimo y de embestida lenta y enclasada, que dicen los fulanos de lo oficial, a Juan Bautista se le atragantó tanta empalagosidad y se esmeró en realizar una faena de trapazos sin fuste y con mucha desgana. Vamos, que se le fue sin torear el bomboncito, hablando en plata.
También sorteó al quinto, ejemplar que debió haber vuelto al lugar de donde salió por lisiado. Faena muyyyyyyyy larga y espesa de muletazos a media altura, para que el pobre bicho no terminara en el suelo. ¡¡Qué emoción!!
Y llegó Ferrera, muy esperado, sobre todo por lo acontecido en este fuero hace dos domingos. Su primero se frenaba en cada muletazo y recortaba mucho terreno. Ferrera, para colmo, le llevó mediante trallazos cortándole mucho el viaje, muy lejos de intentar llevarlo más largo.
El cuarto también se empleó en el caballo, llegando a derribar en la primera vara y llegando a cobrar un buen puyazo de Antonio Prieto en todo lo alto. El toro solo quería tablas, pero Ferrera se empeñó en trapacearlo más allá de la segunda raya, con el resultado de que el toro se iba en cada muletazo. Tardó mucho el torero en darse cuenta de que el toro iba mucho mejor en tablas, e incluso haciendo lo que no hacía en otro lado: repetir y querer tomar la muleta por abajo. Hizo un esfuerzo su matador en las tablas del tendido seis, donde llegó a dejar algunos buenos muletazos con ese estilo tan personal que ha adquirido en los últimos tiempos. Mató de cuatro pinchazos y un bajonazo que buscó a la desesperada después de que le sonara el segundo aviso, más dos descabellos.
Así las cosas, la corrida de Adolfo Martín fue la rana de esta semana denominada "torista" que tan interesante está resultando. ¿Dónde quedó la casta, Adolfo?
viernes, 9 de junio de 2017
VIGESIMONOVENA DE FERIA: ME CUENTAN QUE...
"Te perdiste una mansada que tuvo mucho que torear", me dice un buen amigo cuando cojo el móvil para interesarme por los toros, después de estar toda la tarde fuera de onda. Le sigo preguntando y me cuenta que los toros de Alcurrucén, más el remiendo de El Cortijillo lidiado en primer lugar (tanto monta, monta tanto) fueron toros muy duros de patas que no flojearon en ningún momento, que con alguna salvedad huyeron de los caballos y no se emplearon, y que en la muleta, unos más y otros menos, sacaron sus cosas. "Vamos, que ha sido una tarde muy entretenida", apostilla. Y yo que me lo perdí, resoplo resignado.
Me habla también de la pelea en varas del cuarto de la tarde, el único que se empleó y metió la cara; para luego desarrollar una nobilísima condición.
Sobre los toreros, me dice que El Cid, como nos tiene acostumbrados de un tiempo a esta parte: para echarse a llorar. Y no se detiene más en explicarme por qué, porque sólo basta imaginárselo.
De Joselito Adame, que estuvo mal ante dos bomboncitos que se dejó ir con las orejas puestas y sin ser para nada aprovechados. Otro buen amigo, con el tono jocoso que le caracteriza, comenta que Adame y sus dos tardes esta feria es el precio que hay que pagar de que los toreros españoles saqueen su país en invierno. Cosas de la reciprocidad.
Y luego está el asunto de la Puerta Grande de Juan del Álamo. Se le pidieron las dos orejas del dulce tercero, pero el señor Presidente, y me recalcan firmemente que de forma acertada, no atendió la petición a la segunda. Gran inicio de faena, muy doblándose de forma muy torera y ganando terreno al toro, pero luego el trasteo se diluyó en muletazos templados y siempre con el pico, sin cargar la suerte ni por accidente, muy despegado, y rematándolos allá en la lejanía. "Que no, que así no se deben cortar dos orejas en Madrid", sentencia.
Pero quedaba el sexto, el más encastado del encierro, y de nuevo del Álamo volvió por sus fueros del pegapasismo, un pegapasismo tan despegado que perfectamente podría denominarse algo así como "pegar pases a través de Wi-Fi". Y para culminar, dos bajonazos. Uno, del torero al toro. El otro, del público (que no aficionados), que se encaprichó en que había que sacar a Juan del Álamo a hombros aun siendo a cualquier precio, por cosas del paisanaje, de los Ginc-Tónics, para mañana presumir en el trabajo de que fueron a los toros y vieron vieron un tío salir en hombro, para darle en todos los morros al presidente y quitarle ese afán e querés ser protagonista... Poe lo que fuera, menos porque lo merecía de verdad.
Como colofón, me aseguran que Jarocho estuvo sublime poniendo banderillas. Pues ole por los banderilleros buenos.
Me habla también de la pelea en varas del cuarto de la tarde, el único que se empleó y metió la cara; para luego desarrollar una nobilísima condición.
Sobre los toreros, me dice que El Cid, como nos tiene acostumbrados de un tiempo a esta parte: para echarse a llorar. Y no se detiene más en explicarme por qué, porque sólo basta imaginárselo.
De Joselito Adame, que estuvo mal ante dos bomboncitos que se dejó ir con las orejas puestas y sin ser para nada aprovechados. Otro buen amigo, con el tono jocoso que le caracteriza, comenta que Adame y sus dos tardes esta feria es el precio que hay que pagar de que los toreros españoles saqueen su país en invierno. Cosas de la reciprocidad.
Y luego está el asunto de la Puerta Grande de Juan del Álamo. Se le pidieron las dos orejas del dulce tercero, pero el señor Presidente, y me recalcan firmemente que de forma acertada, no atendió la petición a la segunda. Gran inicio de faena, muy doblándose de forma muy torera y ganando terreno al toro, pero luego el trasteo se diluyó en muletazos templados y siempre con el pico, sin cargar la suerte ni por accidente, muy despegado, y rematándolos allá en la lejanía. "Que no, que así no se deben cortar dos orejas en Madrid", sentencia.
Pero quedaba el sexto, el más encastado del encierro, y de nuevo del Álamo volvió por sus fueros del pegapasismo, un pegapasismo tan despegado que perfectamente podría denominarse algo así como "pegar pases a través de Wi-Fi". Y para culminar, dos bajonazos. Uno, del torero al toro. El otro, del público (que no aficionados), que se encaprichó en que había que sacar a Juan del Álamo a hombros aun siendo a cualquier precio, por cosas del paisanaje, de los Ginc-Tónics, para mañana presumir en el trabajo de que fueron a los toros y vieron vieron un tío salir en hombro, para darle en todos los morros al presidente y quitarle ese afán e querés ser protagonista... Poe lo que fuera, menos porque lo merecía de verdad.
Como colofón, me aseguran que Jarocho estuvo sublime poniendo banderillas. Pues ole por los banderilleros buenos.
miércoles, 7 de junio de 2017
VIGESIMOCTAVA DE FERIA: Y VOLVIERON A IRSE SIN TOREAR
Tuvo que llegar la última semana de San Isidro, y con ella esos hierros de los que dicen que son minoritarios porque no embisten, para que la Feria de San Isidro de 2017 pegara un respingo importante y cogiera en tan solo cuatro días más interés que el resto de la feria entera (salvo las honrosas excepciones de La Quinta, Jandilla y Domingo Hernández). Ironías que tiene la vida a veces. O el jodido Karma, que también puede ser.
Hoy le tocó el turno a los santacolomas de Rehuelga, que ha lidiado cinco ejemplares con romana y caja muy poco propias del toro de Santa Coloma. Corrida grandota y descarada de cuerna, cosa que ha hecho que algunos se llenaran de gloria aplaudiendo de salida tales mostrencos, como si de por sí no nos jodiera cuando los palabreros oficiales del régimen aseguran que en Madrid gusta el toro grande y con muchos kilos. Los mostrencos de Rehuelga han tenido, sin excepciones, mucho que torear. Muy nobles y algunos con su punto de casta, aunque ha habido algún que otro ejemplar que ha pecado de falta de fuerzas. Remendó la corrida un toro de San Martín, el primero, al que machacaron de dos hermosos y nada despreciables puyazos en mitad del lomo, y que llegó al tercio de muerte paradote y muy soso.
El segundo de la tarde flojeó en los primeros tercios y, por ende, el tercio de varas fue puro trámite. Una pena, porque por cómo humilló y por cómo se desplazaba el animal, con un punto más de fuerza hubiera sido un torito de escándalo. Tampoco ayudaron a que el toro se viniera arriba los trallazos de su matador, que no logró cogerle el pulso en ningún momento.
El tercero, manso en el caballo, derrochó mucha nobleza y dulzura. Para hartarse a torear. ¿Ello ocurrió? Pues... Como que no, no sucedió.
El cuarto cumplió en el caballo y además derrochó casta para romperse a torear y reventar Madrid con tan solo veinte muletazos. Hasta que el pobre animal se cansó, y con razón, del pegapases que tuvo delante.
El quinto fue colocado en suerte hasta en tres ocasiones (¡¡gracias Alberto, no sabes cómo se te agradece!!). Se arrancó prontamente y acudió con galope, y una vez en el peto echó la cara abajo y se empleó. Buena pelea en varas de este ejemplar al que Aguilar volvió a lucir citándole a distancia, arrancándose el animal con prontitud y repitiendo con nobleza. Mucho que torear tuvo también este buen toro. Así, a secas, bueno. Solo bueno, pues aunque peleó bien en el caballo, le faltó mayor empuje y picante en el último tercio para llegar a ser un gran toro. Por ello, la vuelta al ruedo posterior se nos antojó a algunos muy excesiva, aunque parte de la plaza la pidiera, por lo menos más que otras vueltas al ruedo que se dieron porque a la presidencia de ese día se le antojó, como a quien se le puede antojar un cocido en pleno agosto o unas torrijas en navidades.
Y el sexto, al que también arrearon en el primer tercio aun sin terminar de emplearse como el anterior, tampoco falló. Muy noble y encastado, con un cortijo en el pitón izquierdo y un Ferrari en el derecho, que al final se acabó llevando para disfrutarlo él mismo en la otra vida. Pues que le aproveche.
Bien los de Rehuelga, pero... ¿Y los toreros? Los toreros bien, gracias. Sin triunfar ante semejante corrida de toros, pero fenomenal. Supongo que a estas horas, ya duchados, cenados y con la conciencia bien tranquila porque el comeorejas de turno ya habrá cogido por banda a Fernando Robleño, a Alberto Aguilar y a Pérez Mota y les dicho que ellos en realidad han estado cunvre, pero que la culpa de que no cortaron orejas fue de los del pañuelo verde, de los protestones, de los talibanes del 7, de la Grada Joven del 6, de Zapatero, de UNICEF, de la UEFA, de Platiní, de Villar, de Florentino Pérez y de la madre que los trajo a todos a España. De todo, menos la realidad: que se les fueron sin torear, que no fueron capaces de poderlos y que a estas horas todavía no saben ni por dónde les vinieron, ni por dónde se les fueron. Y ya está, si tampoco hace falta explayarse más. Simplemente que se les fueron al desolladero con las orejas puestas, y punto.
Hoy le tocó el turno a los santacolomas de Rehuelga, que ha lidiado cinco ejemplares con romana y caja muy poco propias del toro de Santa Coloma. Corrida grandota y descarada de cuerna, cosa que ha hecho que algunos se llenaran de gloria aplaudiendo de salida tales mostrencos, como si de por sí no nos jodiera cuando los palabreros oficiales del régimen aseguran que en Madrid gusta el toro grande y con muchos kilos. Los mostrencos de Rehuelga han tenido, sin excepciones, mucho que torear. Muy nobles y algunos con su punto de casta, aunque ha habido algún que otro ejemplar que ha pecado de falta de fuerzas. Remendó la corrida un toro de San Martín, el primero, al que machacaron de dos hermosos y nada despreciables puyazos en mitad del lomo, y que llegó al tercio de muerte paradote y muy soso.
El segundo de la tarde flojeó en los primeros tercios y, por ende, el tercio de varas fue puro trámite. Una pena, porque por cómo humilló y por cómo se desplazaba el animal, con un punto más de fuerza hubiera sido un torito de escándalo. Tampoco ayudaron a que el toro se viniera arriba los trallazos de su matador, que no logró cogerle el pulso en ningún momento.
El tercero, manso en el caballo, derrochó mucha nobleza y dulzura. Para hartarse a torear. ¿Ello ocurrió? Pues... Como que no, no sucedió.
El cuarto cumplió en el caballo y además derrochó casta para romperse a torear y reventar Madrid con tan solo veinte muletazos. Hasta que el pobre animal se cansó, y con razón, del pegapases que tuvo delante.
El quinto fue colocado en suerte hasta en tres ocasiones (¡¡gracias Alberto, no sabes cómo se te agradece!!). Se arrancó prontamente y acudió con galope, y una vez en el peto echó la cara abajo y se empleó. Buena pelea en varas de este ejemplar al que Aguilar volvió a lucir citándole a distancia, arrancándose el animal con prontitud y repitiendo con nobleza. Mucho que torear tuvo también este buen toro. Así, a secas, bueno. Solo bueno, pues aunque peleó bien en el caballo, le faltó mayor empuje y picante en el último tercio para llegar a ser un gran toro. Por ello, la vuelta al ruedo posterior se nos antojó a algunos muy excesiva, aunque parte de la plaza la pidiera, por lo menos más que otras vueltas al ruedo que se dieron porque a la presidencia de ese día se le antojó, como a quien se le puede antojar un cocido en pleno agosto o unas torrijas en navidades.
Y el sexto, al que también arrearon en el primer tercio aun sin terminar de emplearse como el anterior, tampoco falló. Muy noble y encastado, con un cortijo en el pitón izquierdo y un Ferrari en el derecho, que al final se acabó llevando para disfrutarlo él mismo en la otra vida. Pues que le aproveche.
Bien los de Rehuelga, pero... ¿Y los toreros? Los toreros bien, gracias. Sin triunfar ante semejante corrida de toros, pero fenomenal. Supongo que a estas horas, ya duchados, cenados y con la conciencia bien tranquila porque el comeorejas de turno ya habrá cogido por banda a Fernando Robleño, a Alberto Aguilar y a Pérez Mota y les dicho que ellos en realidad han estado cunvre, pero que la culpa de que no cortaron orejas fue de los del pañuelo verde, de los protestones, de los talibanes del 7, de la Grada Joven del 6, de Zapatero, de UNICEF, de la UEFA, de Platiní, de Villar, de Florentino Pérez y de la madre que los trajo a todos a España. De todo, menos la realidad: que se les fueron sin torear, que no fueron capaces de poderlos y que a estas horas todavía no saben ni por dónde les vinieron, ni por dónde se les fueron. Y ya está, si tampoco hace falta explayarse más. Simplemente que se les fueron al desolladero con las orejas puestas, y punto.
martes, 6 de junio de 2017
VIGESIMOSÉPTIMA DE FERIA: ¡¡VIVA LA CASTA!!
Casta, palabra que hace referencia a determinado tipo de condición que sacan los verdaderos toros de lidia, y que se caracteriza básicamente por imprimir verdad a la Tauromaquia, por emocionar al que se sienta en la dura piedra del tendido, y en causar descomposición a muchos de los que gastan el chispeante (muy en especial a los figurines esos del se torea mejor que nunca). Casta es lo que han desarrollado algunos ejemplares que esta tarde han salido al ruedo de Las Ventas herrados con una A coronada, divisa azul y encarnada y procedentes de la finca cacereña Las Tiesas de Santa María, donde el gran Victorino Martín Andrés lleva algunas décadas dando culto a eso mismo: a la casta.
Corrida la de Victorino en la que hubo de todo, desde un buey de carreta que tuvo honor de abrir plaza, hasta algunos ejemplares con casta y mucho que torear, tal que segundo, sexto y, sobre todo, el tercero, un ejemplar herrado con el número 20 y que respondía al nombre de Pastelero. Así, como quien no quiere la cosa, uno de los toros de la feria.
Le correspondió la lidia y muerte de Pastelero a Paco Ureña, quien, con firmeza y decisión, fue acoplándose poco a poco al encastado animal en una faena trabajada y que se desarrolló de menos a más. Ureña sacó muletazos con mucha pureza, pero le faltó una rotundidad aún mayor ante tan importante animal para que hubiera sido de triunfo gordo. El desatino a la hora de matar le privó de tocar pelo.
Sí lo hizo Talavante, que cortó la oreja al segundo de la tarde, un buen toro al que le dio algunos buenos muletazos por ambos pitones, además de algunos remates consistentes en molinetes, trincherazos o pases de pecho con el sello propio de belleza que le imprime Talavante, así como unos doblones muy toreros que tuvieron como fin cerrar al toro para la estocada. Pero, al igual que Ureña con el tercero, Talavante realizó una faena de altibajos a la que le faltó ser más rotunda. Como la estocada cayó, nunca mejor dicho, se le protestó una oreja que, de haber sido una buena estocada, no hubiera tenido reproche alguno. Sí los tuvo la actitud apática de la que hizo gala Alejandro con el quinto, un animal descastado que tampoco es que se comiera a nadie, pero con el que se dio poca coba y le espantó las moscas de fea manera. La sensacion fue de que el toro, sin ser una maravilla, permitió haber estado mejor.
Ureña cerró la tarde y su feria ante un toro muy complicado que requería una mano de mucho poder. No la tuvo el torero de Lorca, firme, decidido y con clara actitud de hacer el toreo a verdad, pero muy a merced de un animal al que no consiguió someter y aprovecharse de las quince arrancadas que ofreció el animal.
Diego Urdiales, otrora componente del cartel, simplemente no estuvo. Abrió plaza ante un buey de carreta al cual quiso quitarse del medio en menos que se presina un cura loco tras pasarlo con aire desganado por ambos pitones, sobre las piernas; pero su mal uso de la espada hizo que el asunto se alargara. Fue muy amable al querer lucir al cuarto toro en tres varas y poniéndolo desde lejos, arrancándose el toro y acudiendo con alegría pero realizando una pelea muy discreta. En la muleta, el animal se vino abajo pronto, aunque sí ofreció algunas embestidas para que Urdiales se justificara de otra forma diferente a cómo lo hizo, fuera de sitio, desconfiado y desganado. Muy mala feria la suya.
Así las cosas, nadie perdió de vista ni por un segundo cuanto sucedía en el ruedo. Y es que cuando la casta sale a la palestra, todo interés se concentra en un solo punto: el Toro. Qué está última semana siga, como mínimo, de la forma que a ha empezado.
Corrida la de Victorino en la que hubo de todo, desde un buey de carreta que tuvo honor de abrir plaza, hasta algunos ejemplares con casta y mucho que torear, tal que segundo, sexto y, sobre todo, el tercero, un ejemplar herrado con el número 20 y que respondía al nombre de Pastelero. Así, como quien no quiere la cosa, uno de los toros de la feria.
Le correspondió la lidia y muerte de Pastelero a Paco Ureña, quien, con firmeza y decisión, fue acoplándose poco a poco al encastado animal en una faena trabajada y que se desarrolló de menos a más. Ureña sacó muletazos con mucha pureza, pero le faltó una rotundidad aún mayor ante tan importante animal para que hubiera sido de triunfo gordo. El desatino a la hora de matar le privó de tocar pelo.
Sí lo hizo Talavante, que cortó la oreja al segundo de la tarde, un buen toro al que le dio algunos buenos muletazos por ambos pitones, además de algunos remates consistentes en molinetes, trincherazos o pases de pecho con el sello propio de belleza que le imprime Talavante, así como unos doblones muy toreros que tuvieron como fin cerrar al toro para la estocada. Pero, al igual que Ureña con el tercero, Talavante realizó una faena de altibajos a la que le faltó ser más rotunda. Como la estocada cayó, nunca mejor dicho, se le protestó una oreja que, de haber sido una buena estocada, no hubiera tenido reproche alguno. Sí los tuvo la actitud apática de la que hizo gala Alejandro con el quinto, un animal descastado que tampoco es que se comiera a nadie, pero con el que se dio poca coba y le espantó las moscas de fea manera. La sensacion fue de que el toro, sin ser una maravilla, permitió haber estado mejor.
Ureña cerró la tarde y su feria ante un toro muy complicado que requería una mano de mucho poder. No la tuvo el torero de Lorca, firme, decidido y con clara actitud de hacer el toreo a verdad, pero muy a merced de un animal al que no consiguió someter y aprovecharse de las quince arrancadas que ofreció el animal.
Diego Urdiales, otrora componente del cartel, simplemente no estuvo. Abrió plaza ante un buey de carreta al cual quiso quitarse del medio en menos que se presina un cura loco tras pasarlo con aire desganado por ambos pitones, sobre las piernas; pero su mal uso de la espada hizo que el asunto se alargara. Fue muy amable al querer lucir al cuarto toro en tres varas y poniéndolo desde lejos, arrancándose el toro y acudiendo con alegría pero realizando una pelea muy discreta. En la muleta, el animal se vino abajo pronto, aunque sí ofreció algunas embestidas para que Urdiales se justificara de otra forma diferente a cómo lo hizo, fuera de sitio, desconfiado y desganado. Muy mala feria la suya.
Así las cosas, nadie perdió de vista ni por un segundo cuanto sucedía en el ruedo. Y es que cuando la casta sale a la palestra, todo interés se concentra en un solo punto: el Toro. Qué está última semana siga, como mínimo, de la forma que a ha empezado.
VIGESIMOSEXTA DE FERIA: LOS BUENOS MOZOS DE LA DOÑA SE VAN SIN TOREAR
Buena tarde de toros, que no de toreros. Y de picadores, ni hablamos. Para no desentonar con la rutina de siempre. Los toros de la Doña tuvieron la mala suerte de cara al ser anunciados por la terna de hoy, incapaz de sacarles partido, de pegarles un muletazo en condiciones, de llevar lidias ordenadas y solventes, de hacer que se les picara con la mínima corrección... ¡¡Qué pena de toros!!, decíamos algunos saliendo de la plaza. Y es que los toros de doña Dolores Aguirre fueron toros duros que murieron con la boca cerrada, se les pegó muy fuerte y de forma pésima en el caballo quedando alguno que otro mermado y a la defensiva, y otros pudiendo demostrar su casta. Todos hicieron buenas peleas en el caballo, tardeando a la hora de arrancarse al peto, sí, pero empleándose con la cara baja y empujando con poder. Luego, en la muleta, cada uno de su padre, de su madre y de lo que el que tenían enfrente quería hacerle lucir.
Rafaelillo, aparte de mal, con una actitud deplorable. Mandó una carnicería en el primer tercio al toro que abrió plaza, y el pobre animal, siempre con la boca cerrada y sin doblar una pezuña, quedó sin recorrido y a la defensiva. Para colmo, Rafaelillo le sometió a una bonita colección de banderazos propios de un sindicalista en día de huelga general, consiguiendo con ello nada que no fueran gañafones.
No mejoró el asunto con el cuarto en el ruedo, animal que derribó en la primera vara y se empleó en la segunda, llevándose un puyazo fuerte. El toro, en la muleta, solo quería tablas, pero Rafaelillo se empeñó en llevarlo más allá de la segunda raya. Allí el toro sólo duraba medio muletazo metido en la franela, mientras que en tablas el toro embestía considerablemente mejor. Tanto, que hubo un momento en el que el matador le obligó por abajo para volver a sacarlo y hasta hacía el avión, el animalico. Resumiendo la tarde de Rafaelillo, dos toros tapados descaradamente.
Alberto Lamelas es ese chaval del que llevan meses vendiendo grandes hazañas en Francia, las cuales muchos nos hemos tragado. Pueden suceder dos opciones: una, que lo de hoy haya sido un mal día que se puede tener como todo el mundo lo tiene; o dos, que el hombre no ofrece más de sí. El segundo de la tarde fue un animal que salió sin hacer nada raro, ni doblar las manos, ni tambalearse. Ninguna cosa fea. Pero fue recibir un marronazo en la paletilla y otro en mitad del lomo de parte de David Prados, y el pobre toro empezó a perder las manos y a ser un flojeras. El animal tenía muy buenas intenciones, pero Lamelas no atinó a llevarlo con suavidad en ningún momento, diluyéndose su quehacer en un mar a trallazos, vulgaridad y toreo hacia fuera.
Le correspondió en quinto lugar un encastado animal para romperse a torear y justificarse en Madrid, pero el torero volvió a perderse en esas maneras de cites en la oreja, pico, pierna atrasada y trallazos en línea recta. Para otro día quizás demuestre algo de por qué en Francia es tan idolatrado, aunque como dicen algunos aficionados con bastantes años y unas cuantas tablas a sus espaldas en esto de los toros, cuidadito con Francia, que no es oro todo lo que reluce. ¿Será verdad?
Gómez del Pilar volvió a Madrid algunas semanas después su... Digamos "poco afortunada" confirmación de alternativa. Lote el suyo más que de sobra para irse irse en hombros de la.plaza, y hacer irse toreando calle Alcalá arriba a los aficionados. Un tercer toro nobilísimo y con un punto de casta que tampoco es que pegara bocaos, ni mucho menos. Medios pases del chaval citando prácticamente dando el culo, en algunos muletazos ha corrido la mano despacito y por abajo pero descargando la suerte y con el pico. Y por esto, después de una estocada desprendida y sin mayoría de pañuelos........... ¡¡Efectivamente!! Despojo. No chaval, no le des las gracias a los que han visto en tu faena algo de interés. Las gracias para el señor Presidente y, sobre todo, la banda de orejer.... Digooooooo, a los mulilleros, a los mulilleros, que se lo toman con mucha calma a la hora de arrastrar a los toros cuando hay petición a oreja. Qué curioso, oye.
Con el sexto, también encastado y con mucho que torear, Gómez del Pilar estuvo desdibujado y fuera de sitio de nuevo, sin conseguir someter las buenas embestidas del toro.
Sí, rompió la corrida de doña Dolores Aguirre. Una excelente corrida de toros, de buen juego en el caballo y fabulosos en la muleta. Enhorabuena pues a los ganaderos, y a seguir en esta línea. La Doña, allá donde esté, puede estar bien satisfecha de la continuidad de su obra. De los toreros y sus correspondientes cuadrillas de picadores y banderilleros está todo dicho: esta noche, a la cama sin cenar.
lunes, 5 de junio de 2017
VIGESIMOQUINTA DE FERIA: CUADRI SUSPENDE, PEEEEEERO
Lo mismo de los últimos años: Cuadri es otra cosa diferente a lo de hoy. Cuadri es hacer referencia a Podador, a Ribete, a Aragonés, a Poleo, a Trastero, a Comino, a Frijonero o a Aviador, entre otros muchos. Cuadri es una ganadería brava y encastada que está muy lejos de lo lidiado en la vigesimoquinta de San Isidro 2017. Y por todo ello, a nadie se le escapa que la corrida de hoy ha sido una decepción de grandes magnitudes. Ahora bien, si se hace una lectura exhaustiva y analítica de los seis toros, uno a uno, y de las lidias que recibieron algunos, cómo fueron picados, las opciones de lucimiento que ofrecieron y cómo estuvieron los toreros ahí delante, no es menos cierto que de la H tumbada nos hemos comido peores cosas (lo del año pasado, sin ir más lejos), y que en esta tarde ha habido toros que han tenido qué torear y para estar mucho mejor de lo que han estado los señores que lucían taleguilla bordada en oro, muy en especial el señor Fernando Robleño y el señor Javier Castaño.
El primero fue un pobrecito inválido que tan solo merecía tan importante honor como lo es el ser arrastrado por los berrendos en colorado de Florito, pero que por razones que tan solo el señor presidente conoce, nos lo tragamos entero y sin masticar. Robleño estuvo ahí delante, porfiando con su piquito y sus cites en la oreja, más rato de lo que el animal mereció.
El segundo, un ejemplar para nada sobrado de fuerzas, cumplió en la primera vara pero le costó un mundo arrancarse en la segunda, en la cual no se empleó. Pedro Iturrialde se lució en este tercio de varas haciendo la suerte de manera simplemente extraordinaria, y plantando dos puyazos en lo alto, aunque la segunda vara se le fue un palmo trasera. También se lucieron con este toro el francés Marco Leal, banderillas en mano, y por supuesto el gran Marco Galán bregando con suavidad y alargando el viaje del toro. Fueron algunas arrancadas por el pitón derecho más que provechosas las que ofreció el animal en la muleta de Castaño, a las cuales este no terminó de acoplarse, haciendo gala de una inseguridad y una falta de ideas irritable. Con la espada, pésimo.
El tercero de la tarde fue una alimaña con muy mala uva, para lidiar y poder más que para torear bonito. Venegas, con coraje y dignidad pero con falta de recursos lidiadores, trató al toro como si fuera una perita en dulce ideal para torear a placer sin inmutarse, aunque otra cosa era que de verdad fuera para ello. Siempre colocándose muy de verdad e intentando el toreo bueno, sufriendo por ello varios arreones y hasta una voltereta. No obstante, resolvió la papeleta dignamente.
El cuarto no se empleó demasiado en el caballo, siendo picado en toda regla y cayendo ambos puyazos en la paletilla. Pero llegó a la muleta arrancándose con muchos pies y hasta con cierta casta. Robleño lo llevó rápidamente hacia el tendido 4, y una vez fuera de la segunda raya, compuso una faena de trallazos fuera de sitio y abusando del pico con descaro. Robleño, desbordado por la correosa embestida de su oponente, fue cerrándose cada vez más a las tablas, donde el toro iba más a la defensiva. Más trallazos, más pico y más ratonerías de Robleño en una faena larguísima culminada de un metisaca y un bajonazo.
El quinto salió metiéndose para adentro y arrebatando el capote a Castaño de una tarascada, por lo que hubo de salir el peón Marco Leal a pararlo con sobriedad, llevándose una merecida ovación por ello. Recibió un fuerte castigo en varas y se empleó con la cara abajo. Marco Leal prosiguió su buen hacer con el capote realizando una brega en la que llevó por bajo en todo momento al animal y le alargó la embestida, mostrando efectivamente que el animal podía valer. Y valió, vaya si valió. Otra cosa es que Castaño esté para muchos trotes. No se comía a nadie el animalito, pero su matador lo trató como si se Satanás hecho todo se tratara. Mantazos desde fuera y sin pararse quiero un momento, fue desarmado en varias ocasiones y de las rayas de picar no salió. Mala tarde, pero que muy mala de Javier Castaño.
Con el sexto en el ruedo, se armó la marimorena en los tendidos. Fue este toro un animal flojo que perdió las manos varias veces durante la lidia y el señor presidente se empeñó en no devolverlo. La gente se enfadó con creces, y más aún tras un caótico tercio de banderillas en el que el toro esperaba, cortaba el viaje y hacía hilo a los banderilleros, que optaron por el lanzamiento de jabalina. Enfado monumental de los aficionados, que lanzaron gritos de "fuera del palco" y hasta algunos insultos impropios de una persona con un mínimo de educación. Pero al final, hubo que callarse, porque el toro se vino arriba en la muleta y ofreció varias arrancadas por el pitón derecho para estar más que correcto con él. José Carlos Venegas estuvo bien, muy bien colocado siempre y queriendo llevar al toro atrás, consiguiéndolo de hecho por momentos, dando algunos muletazos de mucha enjudia y pases de pecho eternos y llevándolo a la hombrera contraria. Con esto, volvió a dejar patente José Carlos Venegas que puede ser un torero de culto para los aficionados por su preferencia por el toreo de verdad. Muy buena tarde la suya ante los toros de Cuadri en Madrid, sí señor.
Unos toros de Cuadri que si bien no fueron ni la sombra de lo que se espera de ellos, sí fueron algunos para estar muchísimo mejor de lo que se estuvo ante ellos. Otra cosa es que los matadores (obviando la buena tarde de Venegas, claro) tuvieran su día. Y es que urge una renovación en el escalafón.
domingo, 4 de junio de 2017
VIGESIMOCUARTA DE FERIA: ME CUENTAN QUE...
"Flor de Jara muy mal", fue el mensaje que recibí ayer noche cuando pregunté por la novillada de Madrid. Muy mal los santacolomas de Carlos Aragón Cancela por inválidos, descastados, mansos y, por ende, no hacer resurgir ni por un segundo aquella casta que hizo grande como ganadero al Excelentísimo señor Conde de Santa Coloma. Viendo pues lo de este año y lo del pasado, tiene mucho trabajo por delante el ganadero para que sus cárdenos sigan emocionando. Se lidió en tercer lugar un sobrero de Dolores Rufino que no mejoró ni muchísimo menos el percal de Flor de Jara.
Pregunto a mis buenos confidentes y amigos por los novilleros, y tampoco me contestan con pétalos de rosa. Que Juan Miguel se llevó un trastazo impresionante en su segundo novillo que heló la sangre al personal, del que afortunadamente salió sin consecuenciad graves aparentes, pudiendo matar al novillo de una estocada defectuosa que no fue impedimento para que el presidente, sin mayoría de pañuelos y sin razones para ello, concediera un despojo.
Sobre Alejandro Marcos, que el hombre se estrelló contra un lote infumable, dejando impronta una vez más en este ruedo, ya en las puertas de la alternativa, que gusta de hacer el toreo por el que en los años que corren algunos se hacen ricos, que no toreros de leyenda.
Y también toreó Ángel Sánchez, aquel chaval que hace poco puso boca abajo Madrid ante un novillo de La Quinta, aunque a algunos aficionados no le terminaran de convencer sus maneras, digamos, modernistas. En la tarde de ayer, ante los novillos de su apoderado, mostró eso mismo: maneras modernistas de pico, trallazos hacia fuera y desde fuera, nada de ajuste, pierna atrás y todas esas bonanzas de la Tauromaquia 2.0 que parecen llevar en serie la inmensa mayoría de los toreros.
Me cuentan, como colofón, que Iván García bregó al sexto novillo con enorme maestría y sobriedad, llevándose por ello la ovación unánime de la tarde; y que Jesús Robledo "Tito" destacó con los palos ante el mismo novillo. Y digo yo, que aunque una tarde sea infumable por diversos motivos, siempre queda algo bueno para el recuerdo.
Pregunto a mis buenos confidentes y amigos por los novilleros, y tampoco me contestan con pétalos de rosa. Que Juan Miguel se llevó un trastazo impresionante en su segundo novillo que heló la sangre al personal, del que afortunadamente salió sin consecuenciad graves aparentes, pudiendo matar al novillo de una estocada defectuosa que no fue impedimento para que el presidente, sin mayoría de pañuelos y sin razones para ello, concediera un despojo.
Sobre Alejandro Marcos, que el hombre se estrelló contra un lote infumable, dejando impronta una vez más en este ruedo, ya en las puertas de la alternativa, que gusta de hacer el toreo por el que en los años que corren algunos se hacen ricos, que no toreros de leyenda.
Y también toreó Ángel Sánchez, aquel chaval que hace poco puso boca abajo Madrid ante un novillo de La Quinta, aunque a algunos aficionados no le terminaran de convencer sus maneras, digamos, modernistas. En la tarde de ayer, ante los novillos de su apoderado, mostró eso mismo: maneras modernistas de pico, trallazos hacia fuera y desde fuera, nada de ajuste, pierna atrás y todas esas bonanzas de la Tauromaquia 2.0 que parecen llevar en serie la inmensa mayoría de los toreros.
Me cuentan, como colofón, que Iván García bregó al sexto novillo con enorme maestría y sobriedad, llevándose por ello la ovación unánime de la tarde; y que Jesús Robledo "Tito" destacó con los palos ante el mismo novillo. Y digo yo, que aunque una tarde sea infumable por diversos motivos, siempre queda algo bueno para el recuerdo.
sábado, 3 de junio de 2017
VIGESIMOTERCERA DE FERIA: SÓLO FALTARON LAS TALANQUERAS
Puerta grande muy pequeña, diminuta. Casi microscópica. Y de plaza de talanqueras. A Ponce se lo llevaron así en hombros por la puerta de Madrid después de derrochar, qué menos negarlo, mucha elegancia y torería durante toda la tarde. Como es él, ni más ni menos. Elegante, fino, bonito... ¡¡Llámese equis!! Pero un elegante, fino y bonito VENTAJISTA. Elegante, fino, bonito, torero, despacioso... Pero pico, pierna atrás, cites fuera de cacho y, en definitiva, destoreo. O eso, simplemente a los ojos de algunos humildes aficionados a los toros que no dejan (dejamos) de verlo así. Y encima, haciendo un uso muy deficiente de la espada. En Madrid, la mismísima plaza de Madrid, Las Ventas, presunta primera plaza del mundo, esta es la importancia que se le da a la Suerte Suprema, que ya de Suprema tiene el nombre y nada más.
Oreja del segundo de la tarde, un flojo ejemplar de Garcigrande con una embestida de ensueño, ideal para que el maestro sacara toda su artillería para dar una de sus lecciones de maestría. Ponce, que estuvo templado toreando a la verónica aunque dando siempre el paso atrás, y dejando para el recuerdo un quite de ensueño por chicuelinas, basó la faena sobre la mano derecha, llevando al toro con muchísima suavidad, elegancia y facilidad, como quien se toma un café; pero embarcando todas y cada una de las embestidas del burel con su archiconocido pico, llevándolo hacia fuera en la mayoría de las ocasiones y sin cargar la suerte ni una sola vez. Y a mí que se me vino a la cabeza esa frase que siempre les esuché a los viejos aficionados: ponerse bonito no es torear. Pero hete aquí, que con esa finura para abusar tan descaradamente de las ratonerías hechas Tauromaquia, se metió el maestro a gran parte de la plaza en el bolsillo, y tanto fue así que el horrendo metisaca y la estocada caída no fueron impedimento para que se cortara el primer despojo.
Con media puerta grande de las pequeñitas abierta, se abrió la puerta de toriles para dar salida al cuarto, un animal sin grandes alardes de hechuras pero muy cornalón y descarado de cuenta, cosa que desató la ovación en los tendidos (si por cosas así se dice de la afición de Madrid que adora el toro grande, ande o no ande, y con mucha cabeza, la mala fama la tenemos muy bien ganada, desde luego). No fue el cuarto la perita en dulce que permitió a Ponce estar a gusto un rato antes, pues este fue un toro que se movió con más carbón y tirando derrotes en respuesta a los trallazos a media altura a los que Ponce le sometía con su famoso pico. Lo sobó mucho y basándose de nuevo en la mano diestra. Muletazos a media altura, muchos enganchados, otros limpios pero hacia fuera, citando desde la lejanía. Pero de nuevo la estética volvió a imperar sobre todo. Ponce fue cada vez acortando más las distancias hasta llegar a dejar que el animal le lamiera la taleguilla, y pegar así muletazos de uno en uno que tuvieron el mismo corte de elegante destoreo. Después, un nuevo pinchazo más media estocada tendida y desprendida que tumbó al animal. Y la locura. Petición de oreja ni mucho menos mayoritaria, que cuando ya todos pensábamos que había obrado la razón al empezar las mulillas a arrastrar al toro, el pañuelo blanco asomó de la barandilla del palco y se armó la gresca. Dos orejas, una y una, por faenas que gustarán más o gustarán menos, pero después de no matar a ninguno de los dos toros medianamente en condiciones. Y la segunda, sin oeticion mayoritaria. Como en una plaza de talanqueras en cualquier pueblo durante sus fiestas, donde todo vale y no se mira nada. Madrid, denostada una vez más. Tan así está la plaza, que a David Mora le tributaron sendas ovaciones al terminar sus quehaceres, consistentes en dejarse ir a dos animales de Garcigrande que tenían que torear. No merece la pena explayarse más en la tarde de Mora.
Tampoco lo merecería la tarde de Varea, confirmante de alternativa, si no fuera porque así, de buenas a primeras, sorteó uno de los toros de la feria. Fue el sexto, Granaino de nombre y herrado con el número 60. Un toro que empujó metiendo riñones y con la cara abajo en los dos encuentros, hasta el punto de cabrearse la parroquia porque a su matador no le dio la real gana ponerlo por tercera vez en suerte. ¿Se puede tener menos afición? El toro, con dos puyazos bien pegados, llegó a la muleta con mucha casta y arrancándose como un tren. Varea, simple y llanamente, no supo ni por dónde meterle mano en ningún momento. Trallazos citando no desde Manuel Becerra, como se suele decir, sino desde la otra punta de España. No hubo ajuste, no hubo acople, no hubo claridad de ideas del matador, no hubo actitud... No hubo nada de nada, tan solo un gran toro embistiendo con casta y emoción que se comía a su descompuesto matador. Ovación cerrada para Granaino, que no merecía menos. Con el toro de su confirmación, el cual iba y venía sin maldad ni poner en aprietos a nadie, volvió Varea a da una paupérrima imagen, sobre todo con el descabello, dando hasta lugar a dudas de si sabe siquiera cómo se agarra. Hasta ocho, quizás nueve e incluso diez, porque perdí la cuenta, golpes con el verdugillo CON EL TORO SIN DESCOLGAR. Y, por si fuera poco, desentendiéndose de la lidia durante toda la tarde, tanto en sus toros como en el de sus compañeros, desocupando en todo momento su sitio en la plaza y yendo a por uvas cuando se precisaba hacer el quite. Varea, ¿a ti de dónde te han sacado? ¿Quién ha sido la mala pécora que te ha engañado para que te dediques a algo que se ve que no es lo tuyo?
¿Y de la corrida de Garcigrande, qué decir? Pues que Garcigrande, hay que reconocerlo y además se reconoce con sinceridad y sin reparos, echó una corrida que tuvo mucho que torear. Desigualmente presentados, algunos con buena planta, otros chicos e impresentables. Pero todos ellos sacaron nobleza suficiente para cortar orejas, y algunos, como el cuarto o ese gran sexto, hasta CASTA. Otros, flojitos y muy aliviados en el caballo, iban y venían con dulzura y sin hacer extraños, modelo ideal del torito moderno.
Oreja del segundo de la tarde, un flojo ejemplar de Garcigrande con una embestida de ensueño, ideal para que el maestro sacara toda su artillería para dar una de sus lecciones de maestría. Ponce, que estuvo templado toreando a la verónica aunque dando siempre el paso atrás, y dejando para el recuerdo un quite de ensueño por chicuelinas, basó la faena sobre la mano derecha, llevando al toro con muchísima suavidad, elegancia y facilidad, como quien se toma un café; pero embarcando todas y cada una de las embestidas del burel con su archiconocido pico, llevándolo hacia fuera en la mayoría de las ocasiones y sin cargar la suerte ni una sola vez. Y a mí que se me vino a la cabeza esa frase que siempre les esuché a los viejos aficionados: ponerse bonito no es torear. Pero hete aquí, que con esa finura para abusar tan descaradamente de las ratonerías hechas Tauromaquia, se metió el maestro a gran parte de la plaza en el bolsillo, y tanto fue así que el horrendo metisaca y la estocada caída no fueron impedimento para que se cortara el primer despojo.
Con media puerta grande de las pequeñitas abierta, se abrió la puerta de toriles para dar salida al cuarto, un animal sin grandes alardes de hechuras pero muy cornalón y descarado de cuenta, cosa que desató la ovación en los tendidos (si por cosas así se dice de la afición de Madrid que adora el toro grande, ande o no ande, y con mucha cabeza, la mala fama la tenemos muy bien ganada, desde luego). No fue el cuarto la perita en dulce que permitió a Ponce estar a gusto un rato antes, pues este fue un toro que se movió con más carbón y tirando derrotes en respuesta a los trallazos a media altura a los que Ponce le sometía con su famoso pico. Lo sobó mucho y basándose de nuevo en la mano diestra. Muletazos a media altura, muchos enganchados, otros limpios pero hacia fuera, citando desde la lejanía. Pero de nuevo la estética volvió a imperar sobre todo. Ponce fue cada vez acortando más las distancias hasta llegar a dejar que el animal le lamiera la taleguilla, y pegar así muletazos de uno en uno que tuvieron el mismo corte de elegante destoreo. Después, un nuevo pinchazo más media estocada tendida y desprendida que tumbó al animal. Y la locura. Petición de oreja ni mucho menos mayoritaria, que cuando ya todos pensábamos que había obrado la razón al empezar las mulillas a arrastrar al toro, el pañuelo blanco asomó de la barandilla del palco y se armó la gresca. Dos orejas, una y una, por faenas que gustarán más o gustarán menos, pero después de no matar a ninguno de los dos toros medianamente en condiciones. Y la segunda, sin oeticion mayoritaria. Como en una plaza de talanqueras en cualquier pueblo durante sus fiestas, donde todo vale y no se mira nada. Madrid, denostada una vez más. Tan así está la plaza, que a David Mora le tributaron sendas ovaciones al terminar sus quehaceres, consistentes en dejarse ir a dos animales de Garcigrande que tenían que torear. No merece la pena explayarse más en la tarde de Mora.
Tampoco lo merecería la tarde de Varea, confirmante de alternativa, si no fuera porque así, de buenas a primeras, sorteó uno de los toros de la feria. Fue el sexto, Granaino de nombre y herrado con el número 60. Un toro que empujó metiendo riñones y con la cara abajo en los dos encuentros, hasta el punto de cabrearse la parroquia porque a su matador no le dio la real gana ponerlo por tercera vez en suerte. ¿Se puede tener menos afición? El toro, con dos puyazos bien pegados, llegó a la muleta con mucha casta y arrancándose como un tren. Varea, simple y llanamente, no supo ni por dónde meterle mano en ningún momento. Trallazos citando no desde Manuel Becerra, como se suele decir, sino desde la otra punta de España. No hubo ajuste, no hubo acople, no hubo claridad de ideas del matador, no hubo actitud... No hubo nada de nada, tan solo un gran toro embistiendo con casta y emoción que se comía a su descompuesto matador. Ovación cerrada para Granaino, que no merecía menos. Con el toro de su confirmación, el cual iba y venía sin maldad ni poner en aprietos a nadie, volvió Varea a da una paupérrima imagen, sobre todo con el descabello, dando hasta lugar a dudas de si sabe siquiera cómo se agarra. Hasta ocho, quizás nueve e incluso diez, porque perdí la cuenta, golpes con el verdugillo CON EL TORO SIN DESCOLGAR. Y, por si fuera poco, desentendiéndose de la lidia durante toda la tarde, tanto en sus toros como en el de sus compañeros, desocupando en todo momento su sitio en la plaza y yendo a por uvas cuando se precisaba hacer el quite. Varea, ¿a ti de dónde te han sacado? ¿Quién ha sido la mala pécora que te ha engañado para que te dediques a algo que se ve que no es lo tuyo?
¿Y de la corrida de Garcigrande, qué decir? Pues que Garcigrande, hay que reconocerlo y además se reconoce con sinceridad y sin reparos, echó una corrida que tuvo mucho que torear. Desigualmente presentados, algunos con buena planta, otros chicos e impresentables. Pero todos ellos sacaron nobleza suficiente para cortar orejas, y algunos, como el cuarto o ese gran sexto, hasta CASTA. Otros, flojitos y muy aliviados en el caballo, iban y venían con dulzura y sin hacer extraños, modelo ideal del torito moderno.
jueves, 1 de junio de 2017
VIGESIMOSEGUNDA DE FERIA: ME CUENTAN QUE...
Ay los toritos artistas, tan minuciosamente seleccionados mediante la genética y tan cariñosamente criados durante casi cinco años para que después se pueda crear jarte, estar a gusto, disfrutar una barbaridad, torear como nunca se ha toreado y demás parafernalias propias de la Tauromaquia 2.0. Y el resultado de todo esto se condensa en espectáculos antitaurinos como el que han vivido los pobres infelices que se han dejado caer por Las Ventas para presenciar el festejo de esta tarde. Así me lo cuenta un buen amigo, quien, cuando le pregunto por las cosas lidiadas por Juan Pedro, su contestación me recuerda a ET cuando decía "mi casa, mi casa": "chotooos, chotooos, eso eran chotoooooos".
Pues bien, chotos. Chotos, con el antiguo hierro del Duque de Veragua ahí plantado en la nalga derecha para más INRI, flojuchos y de puro trámite en varas, aborregados perdidos y desesperadamente descastados y atontados. Cinco chotos de Juan Pedro, siendo exactos, más un remiendo de Juan Manuel Criado que, a la postre, fue el menos malo de los seis, cayendo en manos de Cayetano en quinto lugar.
Chotos artistas, de Juan Pedro Domecq, para los dos guaperas del escalafón. Chotos comoditos y sin el más mínimo alarde, no fuera a ser que esos bellísimos semblantes les cambiara a los dos por tener un Toro de verdad cada uno delante, y a tomar por saco el dinero de muchas entradas de hoy.
A Manzanares, con todo su porte, todo su bello estilo, toda su esbelta figura, su forma de componer la figura, su colocación a veinte metros de los chotos, su (des)toreo hacia fuera y el hermoso bajonazo que pegó al cuarto toro como guinda al pastel, le fue dedicado el famoso Buuuuuuum, petardo.
De Cayetano me cuentan que, además de tener en sus filas a un banderillero de lujo como lo es Iván García, ha derrochado naturalidad y torería, y hasta detallitos de calidad esparcidos en pequeñas dosis por el ruedo. Pero que torear, lo que se dice torear... Muy despegado, para que no se le manchara el precioso terno azul que gastaba se conoce, acompañando la embestida y rematando afuera los muletazos usando de forma descarada el piquito. "Es que si le comparamos con el hermano, este torea como Dios", me dice alguien. Y si mi tía tuviera dos ruedas y manillar, sería una bicicleta supongo. Ay...
Confirmó la alternativa Joaquín Galdós, quien como novillero, siendo muy cacareado por los amos y señores del mundo del toro como el paradigma del toreo, mostró en diversas ocasiones en esta plaza que lo suyo no es ser torero. Pues bien, en la tarde de su confirmación, lo ha ratificado. "Le viene grande esto de torear", me comentan. Nada nuevo bajo el Sol.
Y las últimas letras juntadas hoy, sirvan de homenaje a un gran torero que ha tenido que cambiar el oro por la plata, en un último episodio de injusticia, podedumbre, sinrazón y, sobre todo, mucha mala leche y mucha incompetencia por parte de quienes mandan aquí. El mundo al revés, los pegapases y los malos toreros copando los carteles de todas las ferias de España, parte de Francia y del otro lado del Charco, mientras el escalafón de oro pierde a los buenos toreros. Ojalá Sergio Aguilar gaste la plata tan bien como gastó el oro, y lo podamos disfrutar durante muchos años. Larga vida a Sergio Aguilar.
Pues bien, chotos. Chotos, con el antiguo hierro del Duque de Veragua ahí plantado en la nalga derecha para más INRI, flojuchos y de puro trámite en varas, aborregados perdidos y desesperadamente descastados y atontados. Cinco chotos de Juan Pedro, siendo exactos, más un remiendo de Juan Manuel Criado que, a la postre, fue el menos malo de los seis, cayendo en manos de Cayetano en quinto lugar.
Chotos artistas, de Juan Pedro Domecq, para los dos guaperas del escalafón. Chotos comoditos y sin el más mínimo alarde, no fuera a ser que esos bellísimos semblantes les cambiara a los dos por tener un Toro de verdad cada uno delante, y a tomar por saco el dinero de muchas entradas de hoy.
A Manzanares, con todo su porte, todo su bello estilo, toda su esbelta figura, su forma de componer la figura, su colocación a veinte metros de los chotos, su (des)toreo hacia fuera y el hermoso bajonazo que pegó al cuarto toro como guinda al pastel, le fue dedicado el famoso Buuuuuuum, petardo.
De Cayetano me cuentan que, además de tener en sus filas a un banderillero de lujo como lo es Iván García, ha derrochado naturalidad y torería, y hasta detallitos de calidad esparcidos en pequeñas dosis por el ruedo. Pero que torear, lo que se dice torear... Muy despegado, para que no se le manchara el precioso terno azul que gastaba se conoce, acompañando la embestida y rematando afuera los muletazos usando de forma descarada el piquito. "Es que si le comparamos con el hermano, este torea como Dios", me dice alguien. Y si mi tía tuviera dos ruedas y manillar, sería una bicicleta supongo. Ay...
Confirmó la alternativa Joaquín Galdós, quien como novillero, siendo muy cacareado por los amos y señores del mundo del toro como el paradigma del toreo, mostró en diversas ocasiones en esta plaza que lo suyo no es ser torero. Pues bien, en la tarde de su confirmación, lo ha ratificado. "Le viene grande esto de torear", me comentan. Nada nuevo bajo el Sol.
Y las últimas letras juntadas hoy, sirvan de homenaje a un gran torero que ha tenido que cambiar el oro por la plata, en un último episodio de injusticia, podedumbre, sinrazón y, sobre todo, mucha mala leche y mucha incompetencia por parte de quienes mandan aquí. El mundo al revés, los pegapases y los malos toreros copando los carteles de todas las ferias de España, parte de Francia y del otro lado del Charco, mientras el escalafón de oro pierde a los buenos toreros. Ojalá Sergio Aguilar gaste la plata tan bien como gastó el oro, y lo podamos disfrutar durante muchos años. Larga vida a Sergio Aguilar.
VIGESIMOPRIMERA DE FERIA: ME CUENTAN QUE...
Tarde de campanillas, de figurines y de cartel de "No hay billetes". En consecuencia, tarde de nivel Se torea mejor que nunca, rebajas, despojos, isidros, aplausos por todo, bajatú por dóquier, gritos de bieeeeeenjjjjj, las reservas de gin-tónic agotadas... Qué divertido, y yo que me lo he perdido. Menos mal que siempre quedan los buenos amigos que le ponen a uno al corriente de todo y, además, hlaay que reconocer que la mar de bien. Hoy, de los toros de Victoriano del Río, me han contado que fue una mansada del copón, muy cuidadita en varas, y más que aceptable paraponerse a torear. Toros "muleteriles", que dice un buen amigo, de los que no se tienen noticias en los primeros tercios, pero en la faena de muleta sirven.
Miguel Ángel Perera ha sido agasajado con una orejita por una faena a su estilo de cites al hilo, trallazos hacia fuera y pierna escondida. Al menos, me dicen, mató muy bien.
Despojo también a Roca Rey, por faena de similar corte de toreo 2.0 al marrajo tercero en la puerta de toriles, y con golletazo incluido. Pues sí que está amable la parroquia, digo yo.
Amabilidad de la cual Lopez Simón, una vez más en esta feria, no ha sabido valerse, ofreciendo de nuevo una imagen paupérrima y de torero incapaz ante dos toros que tenían orejas que cortar. Pésima, muy pésima la feria que ha echado López Simón, de quien algunos corrillos de aficionados declaran sin tapujos que, en estos días, bien ha devuelto aquellas cuatro puertas grandes con tanto mérito que no fue capaz de dar un muletazo. ¿Acaso esperábamos que este muchachito, una vez le saliera algo de toro y no se dejara coger, iba a ser poco menos que la reencarnación de Belmonte?
Aplaudidos por unanimidad en esta tarde algunos toreros de esa plata bordada en oro: Tito Sandoval, que le plantó dos picotazos al quinto como mandan los cánones. Picotazos, sí, pero haciendo la suerte y colocando la vara en todo lo alto. Además de Curro Javier con los palos, y ese gran banderillero que es Javier Ambel, que estuvo colosal con el capote.
Miguel Ángel Perera ha sido agasajado con una orejita por una faena a su estilo de cites al hilo, trallazos hacia fuera y pierna escondida. Al menos, me dicen, mató muy bien.
Despojo también a Roca Rey, por faena de similar corte de toreo 2.0 al marrajo tercero en la puerta de toriles, y con golletazo incluido. Pues sí que está amable la parroquia, digo yo.
Amabilidad de la cual Lopez Simón, una vez más en esta feria, no ha sabido valerse, ofreciendo de nuevo una imagen paupérrima y de torero incapaz ante dos toros que tenían orejas que cortar. Pésima, muy pésima la feria que ha echado López Simón, de quien algunos corrillos de aficionados declaran sin tapujos que, en estos días, bien ha devuelto aquellas cuatro puertas grandes con tanto mérito que no fue capaz de dar un muletazo. ¿Acaso esperábamos que este muchachito, una vez le saliera algo de toro y no se dejara coger, iba a ser poco menos que la reencarnación de Belmonte?
Aplaudidos por unanimidad en esta tarde algunos toreros de esa plata bordada en oro: Tito Sandoval, que le plantó dos picotazos al quinto como mandan los cánones. Picotazos, sí, pero haciendo la suerte y colocando la vara en todo lo alto. Además de Curro Javier con los palos, y ese gran banderillero que es Javier Ambel, que estuvo colosal con el capote.