Cuántas tardes de toros no saldrá uno de la plaza mentando al circo. Circo para arriba, circo para abajo. Vaya circo en el que están convirtiendo a la Fiesta. Este matador tiene unas formas un tanto circenses. El otro matador no ha salido de una escuela de Tauromaquia, ha salido de un circo. Este nuevo público (que no afición) se cree que estamos en el circo.
Vamos, que si algún circo quisiera algún día reciclarse y proponer nuevas atracciones, bien podría valerse de este lamentable espectáculo que ahora nos cuelan como Tauromaquia. Y reflexiono ahora sobre esto a raíz de una noticia que he leído esta mañana, y que decía algo así como que el ayuntamiento de Zamora, después de declarar su ciudad "libre de circos con animales salvajes", ha tenido que dar marcha atrás y rectificar en su decisión. ¿Y por qué? Eso es lo mejor de todo: porque el dueño del Circo Holiday, un señor llamado Ramón Sacristán, ha tenido los santos coj**** de presentar un recurso contra esta iniciativa, manifiestamente ilegal por cierto. Tan ilegal como que el ayuntamiento zamorano podría incluso incurrir en un presunto delito de prevaricación, entre otros. Ole por el dueño del Circo Holyday, y en genersl por la Asociación de Circos Reunidos que, ante tanto ataque a lo que es suyo, no tardan en unirse para defenderse.
Claro, uno lee estas cosas y, por muy odiosas que sean las comparaciones, no puede dejar de mirase en su ombligo. El ombligo de la Tauromaquia.
La Tauromaquia sufre ataques a diestro y siniestro en forma de injurias, calumnias, prohibiciones en contra de la legalidad establecida, ataques violentos a las personas... Y ¿qué hacemos? O mejor dicho, ¿qué hacen los que tienen verdadero poder para hacer algo? Nada. Nadie mueve un dedo. Nadie se une para hacer justicia. A nadie le parece interesar.
Somos mayoría y, además, tenemos la ley en la mano, pero preferimos quedarnos de brazos cruzados y dejar que los antitaurinazis nos coman el terreno. Ellos salen a la calle, se manifiestan, alzan la voz, recogen firmas, cierran plazas y escuelas de tauromaquia, e incluso vienen a llamarnos de todo a muestra cara y a agredirnos. Y por contrapartida, a los profesionales lo único que se les ocurre es hacer el paseíllo desmonterados en señal de protesta; y a los aficionados, sacar pancartas protestando contra el cierre de escuelas y contra la violencia antitaurina ¡¡en una plaza de toros y ante nuestra propia gente!! Sinceramente, si un servidor estuviera en el pellejo de cualquiera de esos sacos de pulgas que defienden a los animales o sus intereses políticos, a estas horas aún me durarían las carcajadas, la llorera, y tendría la vejiga a punto de estallar. Llevo años ironizando acerca de la supuesta relación de los estamentos mandones de la Fiesta con el PACMA, pero viendo todo este vomitivo panorama, acabaremos afirmando que la realidad superó a la ficción.
Sirva este escrito para ver si a alguien poderoso de la Fiesta le da un ataque de seriedad y se dé cuenta de que tenemos los instrumentos legales necesarios para hacernos respetar ante la chusma animalista.
viernes, 16 de octubre de 2015
miércoles, 14 de octubre de 2015
TRASHUMANCIA DE CABESTROS (ESTREMERA, 13 DE OCTUBRE DE 2015)
Como cada tercera semana de octubre, mi querido pueblo, Estremera, se engalana para celebrar sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Soledad y al Cristo Sepultado. Estremera es un pueblo donde la afición a la Fiesta se lleva por bandera, y durante sus fiestas patronales nunca faltan los festejos taurinos. Es por ello que este año, como novedad, el programa de festejos anunció un evento que hizo volver a sus años mozos a los más viejos del lugar: la trashumancia de las reses. Una docena de cabestros, amparados por otros tantos hombres a caballo, llegaron al pueblo a pie desde la finca El Maquilón (propiedad del ganadero y matador de toros José María López "El Jose"), situada a unos 15 Km. de Estremera.
Me cuentan mi abuela y otros paisanos, que algo así no sucedía en nuestro pueblo desde principìos de los años 50, cuando las reses, después de dos o tres días de viaje, llegaban a Estremera la noche de antes de ser lidiados, y les tocaba esperar en el paraje conocido como Valverde (muy cerca de donde hoy se ubica el campo de fútbol) a que rayara el alba y ser conducidos hasta la plaza de toros. A modo de anécdota, mi abuela me cuenta, esbozando una sonrisilla nostálgica, que esa madrugada en la que las reses dormían a escasos kilómetros de Estremera, se celebraba el baile en la plaza del pueblo, y que el baile siempre terminaba antes de lo previsto, pues raro era el año que no llegaba el graciosillo de turno con la broma de que uno de los toros se había separado de la manada y andaba a sus anchas por la calle.
Eran, en fin, otros tiempos y otras costumbres. Por suerte, ayer revivimos tiempos remotos, y la verdad es que la experiencia fue como para repetirla en años venideros. Sería muy bonito.
lunes, 5 de octubre de 2015
MÁS VALE "¡¡AY!!", QUE "AAAAYYYYY, QUÉ SUEÑO TENGO"
Merecíamos ver algo, cualquier cosa por pequeña que esta fuera, para acabar esta nauseabunda feria de Otoño 2015 sin esa maldita sensación, muy común al término de la mayoría de los festejos, de que uno pierde la afición a espuertas. Y ha llegado el cuarto y último festejo de esta feria, con sus cosas buenas y sus cosas malas, para hacernos salir de la plaza, por primera vez en muchísimo tiempo, con la sensación de que esta tarde sí tuvo contenido.
Recapitulemos: Una becerrada, que nos colaron como novillada, del Torreón el jueves, desesperadamente inválida, descastada, mansa y boba, con tres novilleros que llevan la vulgaridad y el neotoreo por bandera.
Una novillada, que nos colaron como corrida, del Puerto de San Lorenzo, del mismo símil que la del día anterior, con un Diego Urdiales que estuvo hecho una lástima, y un López Simón que... bueno, todo quedó dicho en su momento sobre su lamentable show.
Y de ayer, un servidor no podrá hablar mucho porque, por motivos familiares, se ausentó de su abono. Aunque todos los que por mí fueron cuestionados sobre lo del Vellosino, coinciden: para colgarse de una encina.
Hoy, la cosa ha sido diferente. Y no es porque esta tarde en la ex primera plaza del mundo se haya lidiado un corridón de toros que derrochara casta, bravura, nobleza, pies y poder. Ni mucho menos, vaya. Absolutamente todo lo contrario. Adolfo Martín ha mandado a Las Ventas un lote de toros feos, mal hechos, terciados e impresentables. Un saldo ganadero impropio de lo que se supone debería ser lidiado en Madrid que, por otro lado, sí ha sacado mansedumbre, nulo poder, y apenas casta. Pero tuvieron algo los seis que no hemos visto en toda esta santa feria: malas intenciones, incertidumbre en cada arrancada, carencia de esa desesperante bobaliconería que produce bostezos, y tedio. Solo el simple hecho de estar ahí abajo aguantando el tipo e intentando sacarles algo, ya era muy meritorio. Mis respetos para todos los hombres de luces, ya fueran de oro o plata, que hoy han estado ahí delante.
Lidiar con ellos, lejos de esas monofaenas de cien banderazos combinados con el típico arrimón, era lo que correspondía en una tarde como la de hoy.
Lidiar ha sido lo que ha hecho Rafaelillo con el animal que abrió plaza, el cual sabía latín y arameo antiguo. Algunos amagos de saltar al callejón y un pasotismo total cuando le presentaban los capotes fue la carta de presentación de este marrajo. Poco a poco, la alimaña fue enterándose del percal que allí se cocía, y llegó al último tercio orientado y con malas ideas. Rafaelillo lo sacó fuera doblándose con él, para después intentar la faena por la derecha. Una colada y varios achuchones fue lo que llevó al murciano a realizar una lidia sobre los pies con mucha solvencia y retazos de toreo añejo. Muy bonito. El resto fue una faena que tuvo el inconveniente de alargarse más de lo debido, pero en la que hubo algunos buenos muletazos arrancados con pundonor e inteligencia.
Con el cuarto en el ruedo, volvieron las estampas antiguas cuando Rafael paró al toro con unos lances rodilla en tierra, como los que ya solo se ven en vídeos en blanco y negro. Se permitió el torero incluso el lujo de dejar al toro de lejos en la segunda vara con una larga muy larga y de preciosa factura. El animal se arrancó pensándolo mucho y con trote cochinero, y la "cátedra" no tuvo más remedio que aplaudir, aunque a estas horas un servidor desconoce si aplaudían el puyazo casi en la paletilla o los cabezazos del manso, doliéndose del puyazo descaradamente. Todo el mundo expectante cuando Rafaelillo agarró la franela roja, pero la expectación se convirtió en decepción cuando el animal tocaba la muleta en la mayoría de los muletazos y el matador, lejos de dar la distancia oportuna, se echó encima del toro e intentó torearlo como si fuera una máquina de embestir. ¿Y si hubiera sido de uno en uno?
No obstante, gran tarde del pequeño gran Rafaelillo, que dejó un concepto de lidiador antiguo, valiente y con poderío.
Fernando Robleño fue la antítesis. Se olvidó, a diferencia de su compañero, de todo concepto lidiador, y su actuación se basó en la desconfianza, los mil pases, la mala colocación y la falta de temple.
Paco Ureña, también murciano, se desquitó, y de paso nos desquitó a quienes confiamos en él, de sus dos malas actuaciones en mayo en esta plaza. Un ramillete de buenas verónicas y una media de libro para recibir al tercero puso a toda la plaza de acuerdo. Su faena de muleta a este toro se circunscribió a ese terreno pantanoso y tan de moda que es el del arrimón, y hasta acabó por los aires, para gusto y disfrute se los que aman el morbo. Entró a la enfermería al estoquear al toro, de manera discreta y sin ningún alarde; y volvió salir sin que nadie nos enteráramos y también discretamente, sin paseítos por el ruedo ni ovaciones a destiempo.
Fue después de todo esto, en el sexto, cuando Ureña se lió la manta a la cabeza y nos volvió a todos locos. Poco centrado en el inicio de faena, hasta que el toro le volvió a dar un nuevo susto. Fue entonces cuando se medio centró y dibujó una serie con la derecha muy perfilera y escondiendo la pierna. Ya tenía a gran parte de la plaza en el bolsillo, pero entonces faltaban, mejor dicho faltábamos, los inconformistas. Quienes solo botamos de la piedra cuando se carga la suerte y se torea en redondo. Y el señor Ureña, que parecía que lo tenía presente, no quiso dejar de darnos el gustazo y hacer que esos inconformistas nos volviéramos locos cuando, de frente y a pies juntos, dibujó tres naturales y el de pecho de aunténtico escándalo. La cosa no terminó ahí, no señor, a ello le siguió otra serie de naturales cargando la suerte y toreando en redondo, y donde sobresalió uno que volvió loco a todo el mundo. Unos, se echaban las manos a la cabeza sin terminar de creerlo. Otros, se levantaban de su localidad con los brazos tocando el cielo. Otros, gritamos el "OLE" más sentido de muchos meses. ¡¡Qué forma de torear al natural!! Paco Ureña, con aquellos naturales, convirtió la plaza de Madrid en un delirio unánime que hacía ya mucho tiempo que no se veía. A ello le siguieron unos doblones torerísimos con el fin de preparar al toro para la estocada. Pinchazo, bajonazo que hizo guardia y de nuevo estocada que le privaron de una oreja, e incluso de dos.
La última tarde de esta feria tuvo mucho contenido, y lo principal es que el aburrimiento brilló por su ausencia. Gestos muy toreros de un Rafaelillo a la antigua, Paco Ureña terminando de postularse como un torero a seguir en 2016, y mojón de corrida de Adolfo Martín que, sin embargo, mantuvo el "ay" en todo momento y, consecuentemente, la emoción que da la incertidumbre y las malas ideas de estos animales.
¡¡Ah!! Y los doa pares de banderillas del subalterno Jesús Romero al quinto toro. Un banderillero más modesto, pero siempre que viene a Madrid ha de desmonterarse. ¡¡Qué maravilla!!
sábado, 3 de octubre de 2015
SIN COGIDAS, NADA TIENE IMPORTANCIA
Desconozco si entre todas las monsergas que imperan en los cocos animalistas y de quien defienden a los animales, hay propuesta una Oficina de Protección al Menor Animal. Pero, fíjense, si algo así se llevara a cabo, un servidor lo aplaudiría. Qué lujo sería contar con un organismo de esta calaña en días como los de ayer y hoy en la ex primera plaza del mundo. Ayer, por la becerrada que se lidió como novillada; y hoy, por la novillada, literalmente hablando, lidiada como corrida de toros. Novillo era el tercero, un tal Campanito nacido en octubre de 2011. Es decir, se supone que el amigo cumplió entre ayer y hoy los cuatro años. Se supone, sí, porque en ningún sitio ha quedado reflejado que fuera el 1 o el 2 de octubre de 2011, pero si se lidia como cuatreño hoy, 2 de octubre de 2015, es porque los cumplió entre estos dos días. Matemática pura y dura. ¿Para qué pensar que octubre tiene treinta y un días en lugar de dos, y que esos gañanes de Taurodelta, a través del Ángel Custodio y los veterinarios que componen el equipo presidencial, nos la han colado un animal reglamentado como novillo en una corrida de toros? Pues para encabronarse más y que, por si fuera poco, los excelsos y sensibles aficionados que todo tragan le miren mal a uno por protestar tales atropellos. Hubo otro, el sexto, apodado Bailador para más INRI, de septiembre del 2011, que pasa el corte pero no sabemos si por dos días o por treinta, vaya usted a saber. Eso, en una plaza de provincia, pase, pero ¿presentarse así en Madrid? ¿De qué va usted, señor ganaduros?
Los cuatro restantes, todos con cuatro años de edad pero con estampa de novillos de plaza de pueblo. Lo dicho: qué acierto sería abrir una Oficina de Protección del Menor Animal. Allí acabarían unos cuantos en el día de hoy: empresarios, veedores, ganaderos, mayoral, el Ángel Custodio encargado de sacar los pañuelos, veterinarios y, por supuesto, los matadores, quienes hoy han quedado como poco menos que unos "asaltacunas". ¡¡Vergüenza!!
Los toritos han salido como nos tienen acostumbrados todo lo que viene de esa finca: mansos a más no poder, descastados y flojos flojos flojos... Todo en orden por la finca charra de Tamames, vaya. El primero fue un buey de carreta al que Urdiales, después de pasarle con ambas manos con poco ánimo y sí mucha desconfianza, se quitó de delante pronto.
El segundo tenía casi tanta casta como los conejillos de indias que utilizan en los laboratorios. Era lastimoso ver cómo López Simón le ponía la muleta y el pobre animal reculaba, pero hete aquí que en una de esas, no toleró que el matador se le quedara en la oreja, de manera se lo echó a los lomos y le pegó la cornada. Como estas cosas en Madrid gustan muchísimo últimamente, bastó con que el de luces se doliera y volviera a la cara del toro para seguir pegando banderazos y darse el arrimón. Oreja muy barata después de un pinchazo y una buena estocada; y el matador, a las manos de García Padrós.
El tercero salió con la tarta de cumpleaños entre las pezuñas, dispuesto a que le soplaran las velas y le cantaran "porque es un novillo excelente". Excelente, lo que se dice excelente, no fue. Lo suyo tiró a la sosería y a la borreguez. Urdiales empezó la faena doblándose con torería y saliéndose a los medios. Luego, se contagió de toda la sosería y poca gracia del animal, y su faena fue todo frialdad, enganchones y muy poca predisposición.
En cuarto lugar se corrió el turno para dar tregua al herido, y salió el que hacía de quinto. Los bueyes de Florito lo recogieron a los tres minutos y en su lugar salió un sobrero de Valdefresno, o Valdechuchos, o Valdetuso, o Valdemingómez, o Valdemansos, o Valdebueyes. De todo menos bravura y casta. Urdiales, en su último turno, volvió a dejar muestra de su escaso compromiso en la tarde de hoy, y de nuevo su actuación estuvo escasa del más mínimo interés.
En el quinto turno regresó el circo y lo hizo antes de que saliera el toro, concretamente desde que el matador saliera de la enfermería y se cruzara el ruedo de punta a punta para dirigirse al burladero de matadores, capote en mano y con una arrogancia irritante que sobró. ¿Desde cuándo un matador que sale de la enfermería monta ese espectáculo? La verbena estaba servida, y se palpaba en el ambiente que al chico había que sacarlo en hombros a cualquier precio. ¡¡Qué bochorno de plaza!!
Salió el de negro, que al fin y al cabo es el que, se supone, da importancia a todo esto. Pero, cómo no, nos volvimos a topar con otro buey de carreta que huía de todo lo que se le ponía por delante. Una lidia sin orden ni concierto y el toro a su aire y sin ser fijado, fue el precedente a una faena de muleta con los típicos banderazos y carreras detrás del animal; hasta que el toro quedó ubicado en los terrenos del tendido 1. Y fue allí donde se jaleó como si no hubiera un mañana una serie con la derecha templada y de mano baja, sí, pero echándose al toro para fuera y escondiendo la pierna. ¿Qué será esto el día que a alguno le dé por echar la pierna delante y torear con pureza?
La estocada, recibiendo y de ejecución espectacular, quedó delantera y caída, pero eso no fue impedimento para que se diera el despojo definitivo que abriera otra puerta grande de verbena. Y con petición de una segunda oreja y todo. ¿Quién habló de seriedad y rigor?
El sexto no cambió la tónica mansa y borrega del resto de la corrida, pero se rompió una mano nada más comenzar la faena de muleta, lo que dio al traste con las ganas de la gente de que el muchacho en esta ocasión se llevara el toro entero a su casa, aunque no se diera un muletazo a derechas. Que eso de torear, ya no se lleva. O hay cogida, o aquí ya no hay importancia.
Al final, los capitalistas se llevaron al torero, maltrecho y dolorido, por la puerta grande; y los pocos aficionados serios que quedan en esto estuvieron todos de acuerdo en que la Tauromaquia (2.0) de Alberto López Simón está mucho más cercana del funambulismo que de la Tauromaquia clásica. Y todo ello en el marco de una tarde marcada por la desfachatez de los que no tuvieron escrúpulos en lidiar una aunténtica novillada, por presencia y por edad, como corrida de toros.
Y yo tan contento porque creía que, después de embutir al torilero en un traje de mayoral, se habían acabado todos los problemas de la Fiesta...
Los cuatro restantes, todos con cuatro años de edad pero con estampa de novillos de plaza de pueblo. Lo dicho: qué acierto sería abrir una Oficina de Protección del Menor Animal. Allí acabarían unos cuantos en el día de hoy: empresarios, veedores, ganaderos, mayoral, el Ángel Custodio encargado de sacar los pañuelos, veterinarios y, por supuesto, los matadores, quienes hoy han quedado como poco menos que unos "asaltacunas". ¡¡Vergüenza!!
Los toritos han salido como nos tienen acostumbrados todo lo que viene de esa finca: mansos a más no poder, descastados y flojos flojos flojos... Todo en orden por la finca charra de Tamames, vaya. El primero fue un buey de carreta al que Urdiales, después de pasarle con ambas manos con poco ánimo y sí mucha desconfianza, se quitó de delante pronto.
El segundo tenía casi tanta casta como los conejillos de indias que utilizan en los laboratorios. Era lastimoso ver cómo López Simón le ponía la muleta y el pobre animal reculaba, pero hete aquí que en una de esas, no toleró que el matador se le quedara en la oreja, de manera se lo echó a los lomos y le pegó la cornada. Como estas cosas en Madrid gustan muchísimo últimamente, bastó con que el de luces se doliera y volviera a la cara del toro para seguir pegando banderazos y darse el arrimón. Oreja muy barata después de un pinchazo y una buena estocada; y el matador, a las manos de García Padrós.
El tercero salió con la tarta de cumpleaños entre las pezuñas, dispuesto a que le soplaran las velas y le cantaran "porque es un novillo excelente". Excelente, lo que se dice excelente, no fue. Lo suyo tiró a la sosería y a la borreguez. Urdiales empezó la faena doblándose con torería y saliéndose a los medios. Luego, se contagió de toda la sosería y poca gracia del animal, y su faena fue todo frialdad, enganchones y muy poca predisposición.
En cuarto lugar se corrió el turno para dar tregua al herido, y salió el que hacía de quinto. Los bueyes de Florito lo recogieron a los tres minutos y en su lugar salió un sobrero de Valdefresno, o Valdechuchos, o Valdetuso, o Valdemingómez, o Valdemansos, o Valdebueyes. De todo menos bravura y casta. Urdiales, en su último turno, volvió a dejar muestra de su escaso compromiso en la tarde de hoy, y de nuevo su actuación estuvo escasa del más mínimo interés.
En el quinto turno regresó el circo y lo hizo antes de que saliera el toro, concretamente desde que el matador saliera de la enfermería y se cruzara el ruedo de punta a punta para dirigirse al burladero de matadores, capote en mano y con una arrogancia irritante que sobró. ¿Desde cuándo un matador que sale de la enfermería monta ese espectáculo? La verbena estaba servida, y se palpaba en el ambiente que al chico había que sacarlo en hombros a cualquier precio. ¡¡Qué bochorno de plaza!!
Salió el de negro, que al fin y al cabo es el que, se supone, da importancia a todo esto. Pero, cómo no, nos volvimos a topar con otro buey de carreta que huía de todo lo que se le ponía por delante. Una lidia sin orden ni concierto y el toro a su aire y sin ser fijado, fue el precedente a una faena de muleta con los típicos banderazos y carreras detrás del animal; hasta que el toro quedó ubicado en los terrenos del tendido 1. Y fue allí donde se jaleó como si no hubiera un mañana una serie con la derecha templada y de mano baja, sí, pero echándose al toro para fuera y escondiendo la pierna. ¿Qué será esto el día que a alguno le dé por echar la pierna delante y torear con pureza?
La estocada, recibiendo y de ejecución espectacular, quedó delantera y caída, pero eso no fue impedimento para que se diera el despojo definitivo que abriera otra puerta grande de verbena. Y con petición de una segunda oreja y todo. ¿Quién habló de seriedad y rigor?
El sexto no cambió la tónica mansa y borrega del resto de la corrida, pero se rompió una mano nada más comenzar la faena de muleta, lo que dio al traste con las ganas de la gente de que el muchacho en esta ocasión se llevara el toro entero a su casa, aunque no se diera un muletazo a derechas. Que eso de torear, ya no se lleva. O hay cogida, o aquí ya no hay importancia.
Al final, los capitalistas se llevaron al torero, maltrecho y dolorido, por la puerta grande; y los pocos aficionados serios que quedan en esto estuvieron todos de acuerdo en que la Tauromaquia (2.0) de Alberto López Simón está mucho más cercana del funambulismo que de la Tauromaquia clásica. Y todo ello en el marco de una tarde marcada por la desfachatez de los que no tuvieron escrúpulos en lidiar una aunténtica novillada, por presencia y por edad, como corrida de toros.
Y yo tan contento porque creía que, después de embutir al torilero en un traje de mayoral, se habían acabado todos los problemas de la Fiesta...
viernes, 2 de octubre de 2015
UN TORREÓN EN RUINAS
Qué vida más perra debe ser la del jubilado. Y es que, todo aquel a quien le llegua el momento de ser pensionista, ha de buscarse un hobby o entretenimiento para mantenerse con el cuerpo y la mente operativos.
Unos, se montan un huerto y se plantan en él sus melones, sus alcachofas, sus patatas y sus tomates, para luego disfrutar de esas viandas dando buena cuenta de ellas, o regalándole al hijo, al sobrino o al vecino una buena parte. Otros, se apuntan a clases de bailes de salón, al gimnasio o incluso consideran que la jubilación es un buen momento para aprender idiomas.
Y luego está el caso de quienes han sido alguien importante en el mundo del Toro, y les da por montarse su propia ganadería. No es que sea de manera exacta y precisa el caso de un señor llamado Julio César Rincón Ramírez, colombiano de cuna, quien ya tenía su ganadería montada antes de retirarse del servicio activo como matador de toros, pero bueno, se puede admitir pulpo como animal de compañía.
Este señor, fue tanta la gloria que dio como matador de toros, como la desfachatez y golfería de la que hace gala en su pasatiempos de hombre "jubilado". Y, para más INRI, viene a dar el cante como ganadero a la plaza que tanto le dio como matador. ¿Se acordará de Bastonito y Santanerito el maestro? Pues si es así, no parece que quiera transmitirle esas exquisiteces a sus pupilos del Torreón. ¡¡Ah!! Perdón, me había olvidado de que vivimos en época en la que se prohíbe terminantemente "quitarle la ilusión a los chavales". Es por ello por lo que el maestro ha traído a Madrid una novillada chica, muy cómoda de hechuras y cara, floja, sin mala idea alguna, y aborregada.
Sí, si todo esto hasta suena bonito, pero... ¿y la ilusión del aficionado, dónde queda? Porque el aficionado, que al fin y al cabo es el que se deja sus euros en taquilla, lo último que quiere ver son utreros que perfectamente podrían colar como erales en la novillada matinal del próximo domingo. Ni tampoco demanda bichejos que se van al suelo con el más mínimo movimiento de aire. Ni animalitos con menos coeficiente intelectual que Belén Esteban (y ya es decir). Por no hablar de la inexistencia de la suerte de varas...
Que bueno, que digo yo una cosa: ¿con qué cara nos presentamos ante los políticos que quieren eliminarnos del mapa, después del mojón de novillada que hemos tenido hoy? Es solo por curiosidad.
Del desecho del maestro Rincón han venido a dar cuenta un debutante, de Murcia, llamado Filiberto; y dos ya conocidos en estos fueros: Alejandro Marcos y Joaquín Galdós.
A Filiberto, con todo lo que le gusta a los voceros oficiales inventarse "nuevos valores", le hemos tenido hasta en la sopa a través de los papeles y las pantallas esta temporada y la pasada. Y por fin ha venido a la ex primera plaza del mundo a mostrar sus encantos este "nuevo valor" que, de nuevo, tiene lo que un servidor de fraile capuchino. Así lo ha demostrado en sus dos turnos. En el primero de la tarde, un novillejo inválido que debió volver al corral sin miramiento, no tuvo ningún tipo de escrúpulos en dejarle el capote arriba para así evitar que le devolvieran al pobre zombi al corral. Y lo consiguió. Vaya que si lo consiguió. Luego, como evidentemente el animalito se fue a pique varias veces en el último tercio, hizo gala de la típica representación teatral de mosqueo cada que que el animal besaba el suelo. Naturalmente, el chico mete el pico con descaro y no carga la suerte ni a punta de pistola, y no le faltaron los circulares y las malditas bernardinas de cierre de faena. Así que, ya ven la "novedad". Lo malo de todo, paupérrimo cuanto menos, es cuando el niño se cree que ha conseguido resucitar al mismísimo Antonio Bienvenida (QEPD), y no se le ocurre otra cosa mejor que salir al tercio a saludar cuatro aplausos, de los subvencionados del autobús, faltaría más, después de asestar un feo bajonazo al cuarto. ¡¡Y el tío se enfada y se pone a dar puñetazos a las tablas y a poner cara de pitbull cuando los aficionados le abroncan por ello!! Se me viene a la cabeza otra cuestión: ¿estos son los valores que se enseñan en las escuelas de tauromaquia? Luego lloramos...
Alejandro Marcos pasó sin pena ni gloria con el borrego que hizo de segundo. El quinto, el quinto eral me refiero (que se conoce que no se han dado cuenta los encargados de toriles y han echado uno de los que hay para la matinal del domingo), hizo asomar el pañuelo verde con tal que se rebozó como una croqueta por el ruedo. El sobrero de Dolores Rufino, a primera vista más digno de llamarse toro, hubiera sido lo suyo condenarlo a banderillas negras, por marrajo y cabestro. Pero el único marrajo y cabestro que hubo en ese momento, amén del novillo, era el señor Cano Seijo, que tiene más afición a liarla que a la propia Tauromaquia.
El animal se movió y pudo haberse aprovechado de otra manera, como así demostró el banderillero "Suso" con unos capotazos magistrales. Pero el novillero, con la mente puesta en la faena al uso de los mil mantazos, no estaba para lidias poderosas. Buena estocada dejó aunque, al tener que emplear el descabello por tardar el novillo en caer, dio el mitin.
Joaquín Galdós cerró cartel pasando sin pena ni gloria con un eral, el tercero (también se le debió colar uno del domingo a los de los toriles) y con un novillote, el sexto, regordito y bien cebado. Lo único reseñable de su actuación, es que tampoco muestra maneras diferentes y más puras que el resto.
De la tediosa tarde que nos dieron los desechos del Torreón y los aprendices de la Tauromaquia 2.0, mención positiva merece la ya comentada brega de "Suso" al quinto, y los dos soberbios pares de Raúl Adrada al sexto. Qué lujo contar con hombres de plata con quilates.
Sí, si todo esto hasta suena bonito, pero... ¿y la ilusión del aficionado, dónde queda? Porque el aficionado, que al fin y al cabo es el que se deja sus euros en taquilla, lo último que quiere ver son utreros que perfectamente podrían colar como erales en la novillada matinal del próximo domingo. Ni tampoco demanda bichejos que se van al suelo con el más mínimo movimiento de aire. Ni animalitos con menos coeficiente intelectual que Belén Esteban (y ya es decir). Por no hablar de la inexistencia de la suerte de varas...
Que bueno, que digo yo una cosa: ¿con qué cara nos presentamos ante los políticos que quieren eliminarnos del mapa, después del mojón de novillada que hemos tenido hoy? Es solo por curiosidad.
Del desecho del maestro Rincón han venido a dar cuenta un debutante, de Murcia, llamado Filiberto; y dos ya conocidos en estos fueros: Alejandro Marcos y Joaquín Galdós.
A Filiberto, con todo lo que le gusta a los voceros oficiales inventarse "nuevos valores", le hemos tenido hasta en la sopa a través de los papeles y las pantallas esta temporada y la pasada. Y por fin ha venido a la ex primera plaza del mundo a mostrar sus encantos este "nuevo valor" que, de nuevo, tiene lo que un servidor de fraile capuchino. Así lo ha demostrado en sus dos turnos. En el primero de la tarde, un novillejo inválido que debió volver al corral sin miramiento, no tuvo ningún tipo de escrúpulos en dejarle el capote arriba para así evitar que le devolvieran al pobre zombi al corral. Y lo consiguió. Vaya que si lo consiguió. Luego, como evidentemente el animalito se fue a pique varias veces en el último tercio, hizo gala de la típica representación teatral de mosqueo cada que que el animal besaba el suelo. Naturalmente, el chico mete el pico con descaro y no carga la suerte ni a punta de pistola, y no le faltaron los circulares y las malditas bernardinas de cierre de faena. Así que, ya ven la "novedad". Lo malo de todo, paupérrimo cuanto menos, es cuando el niño se cree que ha conseguido resucitar al mismísimo Antonio Bienvenida (QEPD), y no se le ocurre otra cosa mejor que salir al tercio a saludar cuatro aplausos, de los subvencionados del autobús, faltaría más, después de asestar un feo bajonazo al cuarto. ¡¡Y el tío se enfada y se pone a dar puñetazos a las tablas y a poner cara de pitbull cuando los aficionados le abroncan por ello!! Se me viene a la cabeza otra cuestión: ¿estos son los valores que se enseñan en las escuelas de tauromaquia? Luego lloramos...
Alejandro Marcos pasó sin pena ni gloria con el borrego que hizo de segundo. El quinto, el quinto eral me refiero (que se conoce que no se han dado cuenta los encargados de toriles y han echado uno de los que hay para la matinal del domingo), hizo asomar el pañuelo verde con tal que se rebozó como una croqueta por el ruedo. El sobrero de Dolores Rufino, a primera vista más digno de llamarse toro, hubiera sido lo suyo condenarlo a banderillas negras, por marrajo y cabestro. Pero el único marrajo y cabestro que hubo en ese momento, amén del novillo, era el señor Cano Seijo, que tiene más afición a liarla que a la propia Tauromaquia.
El animal se movió y pudo haberse aprovechado de otra manera, como así demostró el banderillero "Suso" con unos capotazos magistrales. Pero el novillero, con la mente puesta en la faena al uso de los mil mantazos, no estaba para lidias poderosas. Buena estocada dejó aunque, al tener que emplear el descabello por tardar el novillo en caer, dio el mitin.
Joaquín Galdós cerró cartel pasando sin pena ni gloria con un eral, el tercero (también se le debió colar uno del domingo a los de los toriles) y con un novillote, el sexto, regordito y bien cebado. Lo único reseñable de su actuación, es que tampoco muestra maneras diferentes y más puras que el resto.
De la tediosa tarde que nos dieron los desechos del Torreón y los aprendices de la Tauromaquia 2.0, mención positiva merece la ya comentada brega de "Suso" al quinto, y los dos soberbios pares de Raúl Adrada al sexto. Qué lujo contar con hombres de plata con quilates.