martes, 30 de abril de 2019

MEMORIAS DE LA MONUMENTAL DE SEVILLA

Probablemente, cualquier aficionado que se preste conoce el porqué de las Plazas Monumentales. Corrían los primeros años del siglo XX en España, y el planeta de los toros vivía una de sus más esplendorosas épocas, si no la que más: la Edad de Oro. José Gómez Ortega Gallito y Juan Belmonte García; José y Juan, Juan y José. Rivales por antonomasia y revolucionarios del toreo no solamente en el ruedo, sino además, más allá de lo que allí acontecía. Es este un importante punto de inflexión en el origen de las monumentales.

Corrían aquellos gloriosos tiempos de los años 10 del siglo XX, y la locura que ambos colosos generaban entre los aficionados de entonces alcanzaba tales cotas que muchos incluso eran capaces de empeñar su colchón para verlos torear. A tanto llegó aquello, que las plazas de toros de la época empezaron a quedarse chicas ante la demanda de público que arrastraban el Coloso de Gelves y el Pasmo de Triana. Fue entonces cuando a Gallito se le ocurrió la idea de las plazas monumentales: recintos taurómacos que pudieran albergar más público que las primitivas plazas que la época, no solamente para que fueran más los aficionados que pudieran paladear la rivalidad entre José y Juan, sino también para que pudieran tener acceso a este espectáculo todas las clases sociales a través de una política de precios cuya heterogeneidad así lo permitía. Y además, este hecho conllevaba que los toreros pudieran cobrar honorarios más altos. De esta manera, todos contentos.

Y así fueron haciéndose realidad los proyectos de la Monumental de Barcelona (inaugurada en 1914 y con 19.582 localidades, frente a las 14.983 de Las Arenas), Las Ventas (inaugurada en 1931, con 23.798 localidades frente a las alrededor de 12.000 de la antigua plaza de la Fuente del Berro) o la Monumental de Pamplona (inaugurada en 1922, y que contaba primitivamente con 13.620 localidades, frente a las 8.000 que aproximadamente albergaba la antigua plaza). Tres plazas de toros monumentales que no tardaron demasiado en alcanzar gran importancia, y cuyas directas competidoras tuvieron suerte muy dispar, pues la vieja plaza de Pamplona ardió en 1921, un año antes de inaugurarse la Monumental; la de Barcelona estuvo compitiendo a gran nivel con Las Arenas hasta que esta fue cerrada el 19 de junio de 1977; y Las Ventas no tardó en comerse a la plaza de la antigua Carretera de Aragón, la cual fue derruida en el año 1934.

Y también existió la Monumental de Sevilla, la cual parece pasar un poco más desapercibido entre los aficionados, pero lo cierto es que también existió e incluso le hizo gran competencia la Maestranza durante los pocos años que estuvo activa. Así como las otras plazas de toros monumentales, la de Sevilla fue precursada por Gallito con el objetivo de dar acceso a un número de espectadores (23.055), de todas las clases sociales además, más elevado a los que daba su competidora más directa: la plaza de toros propiedad de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Ni que decir tiene que el ambicioso proyecto de José le hizo canjearse numerosos enemigos en su tierra, pues no todos los sevillanos veían con buenos ojos eso de que a la Maestranza le saliera competencia. Pero así las cosas, la plaza comenzó a contruirse en el año 1916, siendo proyectada por el arquitecto Francisco Urcola, encargándose de dirigir la construcción el arquiecto José Espiau y Muñoz. La edificación no estuvo exenta de sobresaltos, pues al poco de ser comenzada, un fuerte temporal provocó fuertes inundaciones en las obras, y como además se cometió la imprudencia de desencofrar antes de que el hormigón estuviera completamente sólido, el agua que cayó dio al traste con parte de lo avanzado. Pero lo peor llegó en 1917. Con miras a ser inaugurada la plaza durante el emblemático Domingo de Resurrección sevillano de aquel año, se realizaron unas pruebas de carga sobre los tendidos que acabaron de la peor manera posible, pues parte del edificio se fue a pique. Se cuenta que el pobre Francisco Urcola cayó enfermo del disgusto. De manera que hubo que retrasar la inauguración más de un año.

Llegó el año 1918, y terminada de nuevo la construcción se realizó otra prueba de carga que, esta vez sí, resultó satisfactoria. Vía libre pues para la inauguración, que se programó para el día 6 de junio con un cartel compuesto por Gallito (como no podía ser de otra forma), Francisco Posada y Fortuna, ante ganado de Contreras. Cuentan las crónicas de la época que asistieron unos 15.000 espectadores a la corrida, que José brilló por encima de sus compañeros y que los contreras resultaron ser buenos en general.

La Monumental, además de esa temporada de 1918, estuvo en vigor durante los años 1919 y 1920. Durante este breve espacio de tiempo, la competencia con la Maestranza fue intensa, pues aquella obligó a esta a reducir considerablemente los precios ofertados. En el año 1919 ambas plazas organizaron sendas ferias de abril, la Monumental la comprendió entre los días 26 y 30 de abril; y en la Maestranza se desarrolló entre el 27 y el 30. Cabe destacar como nota importante que Gallito actuó en todos los festejos de feria organizados en la Monumental, y que Belmonte hizo lo propio en la Maestranza, por lo cual y consiguiente ambos se ausentaron de la Maestranza y de la Monumental, respectivamente. Realmente fue esta feria de abril de 1919 la única que mantuvo la competencia entre ambos cosos, pues en el año 1920 se hizo cargo de organizar las corridas de la Monumental el empresario de la Maestranza, y ello llevó a que hubiera alternancia entre ambas plazas: la Maestranza celebró sus festejos los días 18, 19 y 20 de abril; y la Monumental hizo lo propio los días 21, 22 y 23 de abril. En ambos cosos tomaron parte, además de Gallito y Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías, Varelito, Chicuelo y Manolo Belmonte. Si bien durante esa feria de 1920 no hubo competencia de festejos entre las dos plazas, sí se mantuvo el equilibro entre los económicos precios.

Aquella de 1920 fue la tercera temporada en la que la Monumental de Sevilla se encontró en funcionamiento. Y también la última. Durante la primavera de 1921 trascendió a la prensa un informe redactado por técnicos especializados en el que se alegaba que la estructura de la plaza no se encontraba en un estado óptimo para seguir operativa, y que dicho informe fue remitido al Gobernador Civil quien, tras mantener una reunión con la Junta de Espectáculos, ordenó la clausura del edificio mediante orden gubernativa. Sin embargo, dos días después la propiedad de la plaza solicitó que se realizaran pruebas de carga con las que comprobar la exactitud de dicho informe. También a instancias del Gobernador Civil, esas nuevas pruebas de carga fueron rechazadas, lo que terminó por condenar definitivamente la Plaza de Toros Monumental de Sevilla. Evidentemente cabe pensar que la muerte de José en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920 no dejó de tener transcendencia en estos hechos. La Monumental de Sevilla, al igual que el resto de plazas monumentales, fue un proyecto de lo más ambicioso, pero no fue bien acogido por todo el mundo. La altísima competencia que le hizo a la Maestranza levantó ampollas en cierta parte de la sociedad sevillana, y sirva como ejemplo el ajuste de precios a la que tuvo que someterse esta última. Por ejemplo, antes de la inauguración de la Monumental, una barrera de sombra en la Maestranza salía por el módico precio de 24 pesetas, mientras que la misma localidad costaba casi la mitad en la corrida que inauguró la Monumental: 13,50 pesetas. Ello supuso que la Maestranza tuviera que reducir los precios si quería seguir en la órbita: 20 pesetas la misma localidad en 1919. Y para terminar de rizar el rizo, recalcar la subida que se llevó a cabo en esta plaza durante la temporada 1921, ajena a toda competencia con la Monumental ya clausurada: 30 pesetas. ¿Había entonces intereses políticos, propiamente dicho, en guillotinar la Monumental de Sevilla? Eso, quizás, nunca podrá saberse. Pero lo cierto es que, comprobados algunos datos y opiniones autorizadas en la materia, da que pensar.

La Monumental sevillana se mantuvo en pie y en estado de abandono hasta el año 1930, durante el cual se procedió a su derribo. Hoy en día queda en pie a modo de vestigio una de las puertas que daba acceso al coso, situada en la avenida Eduardo Dato. Sin duda, un precioso recuerdo a lo que fue un grandioso proyecto del Rey de los Toreros, y que desgraciadamente quedó en agua de borrajas al poco de ser estrenada, quien sabe si por motivos más allá de los estrictamente taurino y arquitectónico.



BIBLIOGRAFÍA

"Plaza de Toros Monumental de Sevilla, la dignidad de un proyecto"

www.monumentaldesevilla.com

www.portaltaurino.net



lunes, 22 de abril de 2019

DOMINGO DE RESURRECCIÓN EN MADRID: HAY TORERO EN JUAN ORTEGA

Era agosto del año 2018. Las playas y las piscinas estaban atestadas de veraneantes; y la temporada taurina se encontraba en todo su esplendor. Las ferias de provincia atraían al gran público, los figurines de porcelana se rifaban el oro y el moro por esas plazas, los pueblos programaban sus novilladas, encierros y concursos de recortes; y por lo general todo iba con normalidad y sin grandes sobresaltos. También en Las Ventas se vivía la temporada con la absoluta normalidad propia de esas fechas: es decir, los ocho o nueve guiris de turno tumbados a lo largo del granito del tendido 5 sin camiseta y cociéndose para coger color; los señores y señoras procedentes del Japón y de la China sacándole fotos a todo lo que se movía, y algún que otro aficionado (pero que muy muy muy aficionado) dejándose ver, con toda la chicharra agosteña, a ver si caía algo que llevarse a la boca. Y todo esto mientras los proveedores de ginebra y tónica se maldecían porque nadie les reclamaba. "¿Sabrán que también hay toros en Las Ventas por agosto?", se preguntaban. Acabarán por cambiar el gintónic por el sake y el sushi cuando los festejos sean fuera de abono.

Pero hete aquí que durante la castiza y emblemática tarde del 15 de agosto, llegó a Madrid un chaval procedente de Sevilla que hizo de las delicias de los pocos aficionados que aquella tarde se apostaron en el tendido, con un toreo que derrochó clasicismo y ese pellizco que es debilidad de Madrid. Su nombre resultaba familiar entre los aficionados de Las Ventas, pues ya había actuado como novillero unas cuantas veces, hace algunos años. Juan Ortega no tuvo el reconocimiento unánime de Madrid en su época novilleril, por eso la sorpresa que dio bajo el calor de aquella tarde agosteña fue aún más grande y agradable. ¡¡Vaya cambio, desde que le vimos la tarde de su confirmación en la primavera de 2016!! Una muy agradable sorpresa, sí señor. Sorpresa que fue en aumento a lo largo de lo que restaba de 2018, cuando llegaban más noticias de este torero, y que apuntaban todas a lo mismo: que aquí hay torero y que merecía tener su sitio. 

Pues bien, meses después de aquello y tras la meditación que acarrea el largo y duro invierno, Juan Ortega hizo de nuevo el paseíllo en Madrid en esta tarde del Domingo de Resurrección, con muchas miradas puestas en él, y para vérselas con una corrida de El Torero junto a David Galván y Pablo Aguado. Elegantemente ataviado con un terno verde oscuro y azabache combinado con un corbatín color grana, su carta de presentación fue un quite al primero de la tarde por chicuelinas, resultando aturullado y poco asentado. David Galván despachó a este inválido primero sin pena ni gloria después de una faena larguísima y sin apenas transcendencia. El segundo de El Torero era precioso de hechuras y muy aplaudido de salida, y Juan Ortega salió con grandes intenciones de hacer el toreo a la verónica para recibir a este toro, pero todo quedo en eso: disposición, pues el toro le punteó el capote en todos los lances y no consiguió llegar a convencer. Puso al toro en suerte con una bonita revolera para que este tomara un picotacito que no hubiera dado ni para un análisis, y después de sacarlo y llevarlo a los medios vino el primer suceso de la tarde: cuatro verónicas despaciosas y de mucha enjudia, rematadas con una media verónica abelmontada que hubiera inspirado a cualquier pintor, y que pusieron a la plaza en pie. El toro volvió al caballo para tomar otro picotazo que le hizo aún menos pupa que el anterior. Sin picar pues, y también sin mucho poder. Se desarrolló rápido y limpio el tercio de banderillas. Juan Ortega cogió los trastos y se dirigió a los medios para brindar al personal, y acto seguido se fue a los terrenos del 7, para empezar la faena doblándose por bajo y a dos manos, dejando un torerísimo comienzo que puso al público en ebullición. Después de algunas probaturas y sin salirse más allá de las rayas de picar, llegaron tres derechazos despaciosos y muy pintureros, sin bajar la mano en exceso, pero tirando del toro y llevándolo atrás. Siguió el torero con la mano derecha dejando esparcidos por el ruedo algunos muletazos sueltos llenos de verdad, siempre de uno en uno para dejar reponerse al flojo toro entre cada muletazo, y haciendo gala además de un pellizco que hacía tiempo no se paladeaba en Madrid. Cambió a la mano izquierda y dejó algún que otro natural de bello trazo, pero la cosa no alcanzó cotas más altas dada la nula condición del toro, que hacía grandes esfuerzos por no derrumbarse. Estaba hecha la faena y el toro no daba mucho más de sí, por lo que optó el torero acertadamente a irse a por la espada. La estocada cayó, nunca mejor dicho, en mal lugar y ello hizo que la presidencia negara acertadamente una oreja que, de haber matado bien, hubiera sido merecidísima. Dio una aclamada vuelta al ruedo.

De un modo u otro la corrida acabó en este punto, porque en verdad apenas nada más ocurrió digno de mencionarse. La corrida de El Torero tenía buenas referencias de años anteriores, pero por cada animal que se arrastraba, la decepción era mayor entre los aficionados. Una corrida inválida hasta la saciedad y descastada que, por ende, hizo que los seis piqueros apretaran el brazo muy poco o nada. Ya llorarán cuando se vean en la fila del INEM, ya. Solo un toro fue devuelto (el quinto), pero alguno más debió haberse ido de vuelta a los corrales por tetrapléjico. Fue el caso del cuarto, al cual las sucesivas caídas, los dos picotacitos de nada que hubo de recibir, y ni tan siquiera las dos vueltas de campana que pegó y que tanta mella le hicieron, fueran suficientes para que el señor presidente hiciera asomar el pañuelo verde, provocando en la concurrencia un solemne mosqueo que se exteriorizó con gritos de "fuera del palco", "antitaurino" o "ladrones". Hubo alguien que comentó con cierto tono jocoso que "la empresa está en ruina y no interesa gastar sobreros, conlleva mucho gasto". ¿He dicho "en tono jocoso"? A ver si es que los tiros no van muy desencaminados. 

David Galván realizó dos faenas tan largas como vulgares que no hicieron sino mosquear aún más al respetable, que ya de por sí andaba de muy mala uva no solo por la inoperancia de la presidencia al no devolver inválidos, sino por la suya misma al incentivar a la cuadrilla para que mantuvieran los capotes en alto y así intentar disimular algo más la evidente invalidez de lo que había delante. ¡¡Qué desfachatez!! ¡¡Todos, y no solo el señor del palco!! 

Juan Ortega, después de su buena faena al segundo, se las vio en quinto lugar con un sobrero de Lagunajanda que no mejoró a los anteriores en cuanto a pies y casta, dejando un quehacer en el cual se le notó a disgusto, sin demasiada confianza y muy precavido. No había gran cosa que sacar ante tal ejemplar, y por suerte no se pasó mucho rato ahí delante. 

Pablo Aguado sorteó el único de El Torero, sexto de la tarde, que se vino arriba en el tercio de muerte y llego a desarrollar cierto picante y mucho que torear. Se embarulló Pablo Aguado en una faena larga y repleta de medios-trallazos que resultaron enganchados en su mayoría. Para colmo, el viento sopló y eso no ayudó en nada a un matador que ya de por sí se mostró muy acelerado, poco asentado y sin ideas para templar y mandar unas embestidas de triunfo. Una pena.
El tercero, muy basto y feo de hechuras, embistió rebrincado y a la defensiva, y Aguado se preocupó más toda la faena en ponerse bonito que en someter con inteligencia las embestidas, sufriendo por ello varios achuchones y hasta una fea voltereta que le hizo pasar a la enfermería tras la estocada. 

Verdaderamente aquí parece haber torero: es de Sevilla y se llama Juan Ortega. Lleva el clasicismo por bandera, gasta personalidad y  está dotado de esa gracia sevillana que tanto ha encandilado a todos los aficionados a lo largo de los tiempos. Ahí quedan las ganas de volver a verlo en las próximas semanas durante la feria del Santo Patrón, y a ser posible ante ejemplares con más casta y poder, cosa harta fundamental.

martes, 2 de abril de 2019

FERIA DE SAN ISIDRO (III): LAS NOVILLADAS

Tres novilladas con picadores, como lleva haciéndose prácticamente toda la vida. Tres novilladas con los hierros, respectivamente, del Conde de Mayalde, La Quinta y Fuente Ymbro. Plantel ganadero atractivo, que podría haberse mejorado muy mucho si en lugar de la del Conde de Mayalde se hubiera apostado por otro hierro con más picante en la sangre que recorre sus venas. Pero así las cosas, es lo que toca y de poco o nada serviría quejarse.


¿Qué es lo que tenemos entre los encargados de lidiar y estoquear esas tres novilladas? Pues de todo un poco. Por un lado tenemos a uno de los poquísimos novilleros que ilusionan de veras al aficionado, que es Francisco de Manuel. Novillero este con muy buenas maneras pero al cual todavía le falta oficio, como bien demostró el pasado 24 de marzo en la primera novillada de la temporada. Viene a San Isidro para vérselas con los utreros de La Quinta, encaste el cual ha tenido oportunidad de conocer muy a fondo.


De los ocho nombres restantes, así como de los demás que componen el escalafón de novilleros con picadores, ¿es Francisco de Manuel el único novillero que hoy en día le ilusiona de verdad al aficionado? Por lo menos, de los diez o quince novilleros punteros que hay funcionando, parece ser que sí. No había más que darse una vuelta domingos anteriores, a la salida de las novilladas celebradas en Las Ventas, y quedarse escuchando en los corrillos de los aficionados. Circunscribiéndonos exclusivamente a lo que hay para San Isidro, los nombres de Rafael González, Juanito, Marcos, Ángel Jiménez y El Galo sí son ya conocidos en este foro. Rafael González participó en la novillada inaugural de la temporada, y en esa tarde dejó más o menos lo mismo que en sus anteriores comparecencias por aquí: nada. Algún despojo conseguido la pasada temporada, pero más por la benevolencia del paisanaje que se traía en autobús que por lo realizado capote y muleta en mano. João Silva "Juanito" es un novillero portugués que ya ha pasado por Madrid en varias ocasiones, la última en la pasada feria de Otoño. Su bagaje en esta plaza no pasa de discreto, y las sensaciones dejadas entre los aficionados no distan mucho de la indiferencia. Marcos Pérez, anunciado como "Marcos", tiene un rancio abolengo taurino en su familia, pues es nieto del ganadero Domingo Hernández e hijo de Maximino Pérez. Casi , que dirían los castizos. No es raro, pues, que le tengamos ahí, en lo más alto del escalafón y anunciado en las ferias más importantes y bien colocado. Dos tardes la pasada temporada en Madrid (debutó en esta plaza en San Isidro de 2018), en las cuales no despertó lo que se dice grandes pasiones entre los aficionados congregados en el granito. Ángel Jiménez también es un viejo conocido por esta parroquia, y lo cierto es que, en las primeras comparecencias, sus maneras despertaron interés y ganas por volver a verlo. Todo eso, por desgracia, se diluyó hace tiempo, y ahora viene como uno más. De El Galo también tenemos nuestras referencias, las cuales fueron adquiridas el pasado mes de julio con motivo de las novilladas nocturnas. Se plantó aquella noche veraniega en Las Ventas con intención de arrasar como un huracán. Y el chico arrasó, vaya si arrasó. Quites (o así lo llaman ahora) muy julianos, pares de banderillas afandilados, molinetes de rodillas, trapazos mirando al tendido, desplantes y guiños de cara a la galería... Y como colofón, estocada tirándose sin muleta. Vamos, que arrasar, lo que se dice arrasar, sí que arrasó, pero con lo único que arrasó fue con las maneras ortodoxas que le convierten a la Tauromaquia en un arte serio, de las cuales no quedaron ni rastro y acabaron los aficionados por creerse que nunca había existido tal cosa.


Tres son los que restan, y al parecer, en este 2019 harán su primer paseíllo en Madrid. Por un lado, el mexicano Diego San Román, quien hará su presentación en esta plaza el día 1 de mayo con motivo de la miniferia de la Comunidad de Madrid, ante una novillada de Montealto; y además, matará la novillada de Fuente Ymbro dentro de la feria. Y por el otro lado están dos novilleros llamados Fernando Plaza y Antonio Grande. Un servidor, en un ejercicio de honestidad, reconocería que esos dos nombres no le suenan absolutamente de nada, y ha de indagar en San Google para poder tener referencias sobre ellos. El primero, Fernando Plaza, hijo del banderillero Fernando José Plaza, se ha hecho en la Escuela Taurina de Madrid. Al igual que Diego San Román, hará su debut en esta plaza el 1 de mayo ante la novillada de Montealto, y posteriormente se las verá con la de Conde de Mayalde en la primera novillada de la feria. Por su parte, Antonio Grande es de Salamanca y también es nuevo en Madrid este año. Se anuncia con la novillada de Fuente Ymbro.


Esto es lo que hay en cuanto a novilladas para San Isidro, habiendo en ellas algún que otro nombre que ilusiona, otros cuantos ya bastante vistos, y tres novedades que, se quiere y desea, se conviertan en nuevas ilusiones para el aficionado.








lunes, 1 de abril de 2019

DOMINGO MADRILEÑO: FRÍO Y NADA MÁS

¡¡Qué frío!! Y parecía que había venido ya el verano para quedarse, y que era hora de guardar la ropa de invierno, quitar las mantas de la cama; y sacar los polos de manga corta, las bermudas y las sandalias. Había que estar muy loco para dejarse ver por los toros en semejante tarde de perros, amenazante de lluvia, con un frío del copón y tal cartel: novillos de José Luis Pereda para Juan Carlos Carballo, El Chorlo y Adrien Salenc. O lo que es lo mismo, un hierro que asoma por aquí año tras año sin dejar apenas nada trascendental; y tres novilleros ya conocidos en Madrid pero que no han dejado lo que se dice huella en el aficiondo. Lo dicho: como un cencerro había que estar. Será por eso por lo que hemos acabado esta tarde dejando el calor del hogar en beneficio del frío tendido y el predecible aburrimiento producido con lo que sucedía en el ruedo.

"Si lo sé me quedo en casita, tan agustico", pensábamos muchos mientras el festejo se iba desarrollando y los aficionados apostados en el granito nos quedábamos pajaritos a causa del frío. Porque en esta tarde es lo único que ha habido: frío. Frío y aburrimiento, a partes iguales. Y entre medias, un novillo de bandera. Uno de esos novillos cuya perfecta descripción sería "el novillo soñado en el lugar y momento adecuado". Un novillo de bandera en la muleta que no peleó con demasiada presteza en varas, fue poco castigado y manseó, como toda la novillada. Un novillo que ya en banderillas empezó a arrancarse con alegría y embestir con mucha dulzura en los capotes que le ofrecían los peones, refrendando tan halagüeñas condiciones en el último tercio. Un novillo para reventar Madrid y alzarse figura indiscutible de la novillería. ¿Ocurrió esto último? Pues... Baste con decir que el animalito se fue al desolladero con las orejas puestas.
Adrien Salenc fue el agraciado a quien le tocó el gordo, y lo cierto es que el chico fue generoso a la hora de lucir al animal, manejando muy bien los tiempos y las distancias. Pero a la hora de lo verdaderamente importante, que no es otra cosa que parar, templar y mandar, la cosa hizo aguas. Un buen inicio doblándose por abajo por el lado derecho, al más puro estilo talavantiano, pareció el preludio de algo importante, pero nada más lejos de la realidad. La faena instrumentada por el novillero no dejó de ser una más de las que se estilan hoy en día, de esas repletas de trapazos citando perfilero, y echando al novillo fuera usando el pico con mucho descaro. Y tan larga, que le sonó el primer aviso mientras se hallaba todavia pegando pases como un poseso. Quizás si hubiera matado bien y a la primera se le hubiera pedido la oreja, pero un pinchazo (del que salió violentamente prendido aunque sin consecuencias, por fortuna) secundado de una estocada trasera y varios golpes de verduguillo, le privaron de tales honores.

La novillada no tuvo apenas más historia. La casta en los animales de Pereda apenas hizo atisbo de asomar, y las buenas maneras de la terna menos aún. Juan Carlos Carballo abrió plaza con un novillo inválido y soso con el que se limitó a tirar líneas, sin dejar nada relevante. Tan pocas cosas como las que dejó ante el complicado cuarto, mansazo el cual huía al abrigo de las tablas desde que los peones le echaban el capote. Aun con esa condición, se empeñó el novillero en hacerle faena en los medios, pero tuvo que desistir y cerrarlo más pronto que tarde. En sus terrenos, el novillo llegó a embestir con más claridad, pero su matador no consiguió meterle mano en una faena poco pulcra y con aún menos dominio. El uso que hizo Carballo de la espada, muy deficiente durante toda la tarde.

Completó la terna Jesús Díez "El Chorlo", a quien repetían en Madrid después de, dicen, "una actuación valentísima el pasado mes de septiembre ante un novillo de Saltillo". Con un bagaje a sus espaldas de dos novilladas en 2018 (incluida la de Madrid), lo raro hubiera sido que el mozo hubiera quedado bien en esta tarde. Y menos aún con el lote que sorteó, compuesto por un segundo novillo que le costaba un mundo arrancarse en cada muletazo, y un quinto noblote y soso que tenía muy poco dentro. Sus quehaceres no pasaron de discretos, y en ambos el personal acabó pidiendo la hora, pues pasó mucho más rato de la cuenta pegando pases insustanciales. Tanto, que le sonó un aviso cusndo todavia no había entrado a matar al segundo novillo. Igual que sus compañeros, muy mal con la espada.

La novillada de Pereda salió muy pero que muy justita de fuerzas, manseó mucho y sacó muy poca casta. La poca que pudo haber corrió a cargo de ese tercer novillo. La suerte de varas fue un desastre en esta tarde, pues se picó muy poco y de forma pésima, y ni siquiera hubo ningún tercio de banderillas que quedara para el recuerdo. En definitiva, una tarde ideal para haberse quedado en casa. Y las que nos quedan como esta...