martes, 5 de marzo de 2019

ÁNGELA, UNA VERDADERA LUCHADORA POR LOS DERECHOS DE LA MUJER

La sociedad de hoy día vive una época convulsa en la que, al parecer, ni el ser humano se reconoce a sí mismo. Ese buenismo y el ser políticamente correcto ha ido a desembocar, paradójicamente, en una sociedad poco o nada tolerante entre sus iguales, y que no le hace ningún bien a nadie. Quien hoy día quiera manifestar abiertamente sus opiniones, orientaciones políticas o sexuales, sus gustos y aficiones o hasta a veces incluso su equipo de fútbol, ha de andarse con pies de plomo para no despertar la fiera que llevan dentro los ofendiditos. Imposible hoy en día eso de opinar de manera sana y respetuosa sobre algo y que el -ista de turno no salte a la yugular. Y es que esta parece ser la "Era de los -istas": ecologistas, animalistas, separatistas, independentistas, feministas... Y así un larguisimo etcétera que hacen de sus ideas un dogma de fe incuestionable y que ha de calar sí o sí, aunque sea a la fuerza, en todas y cada una de las mentes que poblan este mundo. Esa parece ser la lucha diaria de esos -istas, sean de la vertiente que sean, y que se han empeñado en ser una especie de mosca cojonera a la cual la única forma de tranquilizar es la de darles la razón, aunque en realidad no la tengan. La razón como a los tontos. Ya lo dice un dicho muy popular: a veces, quien calla no siempre otorga, es simplemente que a veces no le apetece discutir con idiotas. Como para decirle al ecologista de turno que un cazador, un agricultor o un ganadero hace más por la supervivencia del ecosistema que todos los miembros (y miembras, no se me vayan a ofender los feministos y feministas) de Greenpeace juntos.
A ver quién sería el guapo que le dice al paisano de turno que "maltrato animal" como tal es adoptar a un galgo para luego tenerle encerrado en un piso de 80 metros cuadrados en el centro de Madrid; o que un ganadero de bravo lucha más por el bienestar de los toros que aquel parias que se coloca las banderillas de ventosa en la espalda y se encenaga de pintura roja que simula sangre. 

¿Que a qué viene todo esto? Sencillamente a que por los fueros de la Piel de Toro llevamos unos días escuchando tambores de guerra por parte de los -istas por excelencia, los (y las) feministas, con motivo de eso que hacen llamar "Huelga Feminista", y que se celebrará el 8 de marzo. Y uno, que no es de piedra, se aburre y hasta cabrea de tanta paparrucha junta que sueltan por la boca los de aquellos menesteres. Que igual más de uno se sorprenderá de que en este humilde blog en el que siempre se habla de toros se vaya a tratar un tema a priori totalmente ajeno a los toros. Nada más lejos de la realidad. Al tema taurino, como no podía ser de otra manera, es donde pretendo ir a parar, aunque haya tenido que pegarme semejante rodeo para llegar al punto exacto en el que quiero desembocar. Y este punto no es otro que una persona grandiosa, mujer para más señas como no podía ser de otra manera, que tanto dignificó en su día, primero, la lucha por la igualdad real de hombres y mujeres; y segundo, su profesión. Una verdadera feminista, al fin y al cabo. Una luchadora radicalmente opuesta a los espantajos que hoy día forman el conjunto del "feminismo" (convertido en feminazismo), y que, lejos de una lucha por la igualdad real de la mujer en la sociedad y por conseguir alcanzar unos derechos y una dignidad por el sexo femenino, causan naúseas y vergüenza ajena.

Igual si suelto así de primeras el nombre de María Ángeles Hernández Gómez, a muchos les suene a chino. Pero si nombro a Ángela, torera de los años setenta, posiblemente a la mayoría les empiece a sonar de qué va la historia. Y es inevitable acordarse de Ángela en estos tiempos, especialmente en los días que corren, días en los que el pseudofeminismo de pandereta e hipócrita ocupa grandes áreas de la opinión pública con sus bochornosas arengas sobre cómo tenemos que hablar, qué tenemos que pensar, cómo tenemos que vestir, qué está bien dicho y qué no, o de qué hay que reírse y de qué no. Algo, en definitiva, muy alejado del verdadero espíritu feminista de antaño que verdaderamente luchó por los derechos de las mujeres, y por el que muchos y muchas se dejaron bastantes cosas por el camino, la vida incluida en algunos casos. 

Ángela encarniza a la perfección ese espíritu de lucha por unos derechos, y bien es cierto que no estaría de más que algunas autoproclamadas "feministas" de hoy en día se fijaran en el ejemplo de esta gran mujer. 

Mejor será comenzar desde el principio. Ángela nació en 1946, años negros en la historia de nuestro país. Su infancia fue, como para muchos de su generación, muy difícil, teniendo de ganarse la vida trabajando en el campo o de repartidora. Para colmo se quedó huerfana con 13 años, por lo que tuvo que dejar su tierra natal para marchar a Madrid en busca de un futuro mejor. Allí consiguió incluso hacer sus pinitos en el cine, pero por entonces su afición por los toros ya le removía las entrañas. Su maestro, Paquito Esplá, padre del maestro Luis Francisco. Pero por entonces pasaba que el Reglamento Taurino prohibía expresamente la participación de mujeres en el toreo a pie. No así en el rejoneo, arte en el que Ángela logró meter la cabeza. Pero a ella lo que le apasionaba era el toreo a pie, y el rejoneo no terminaba de llenarla. Y como en España no se les permitía tal cosa a las mujeres, marchó a Francia y México para abrirse camino en la disciplina taurómaca que más le hacía sentirse feliz: el toreo a pie. 
Llegó el año 1972, y con ello la cruzada de Ángela contra ese artículo 49 párrafo C del Reglamento Taurino, el cual hacía que Angela no pudiera torear en su país. Ángela encontró apoyo jurídico para ganarle la batalla al injusto Reglamento Taurino en el abogado José Briones, y juntos lucharon a favor de su causa contra el Ministerio de Gobernación, el Ministerio de Trabajo y el Sindicato Nacional de Espectáculos. O lo que es lo mismo, contra el Régimen franquista y contra una sociedad que en aquel entonces sí era verdaderamente machista. Con menos valor que aquel, cualquier mortal mataría seis toros de Saltillo en Madrid.
Tras meses y meses de pleitos judiciales que llegaron incluso al Tribunal Supremo, y tras conseguir que más de cien compañeros de profesión firmaran una petición formal dirigida al Sindicato Nacional del Espectáculo, Ángela cantó por fin victoria en agosto de 1974: el Ministerio de Gobernación emitió una Orden por la cual levantaba el veto a las mujeres para torear. Su lucha dio frutos.
Y así, el 15 de septiembre de 1974, Ángela realizó por fin su sueño toreando un festival en Jerez de los Caballeros, con Antonio Lebrija, Pepe Cámara, Antonio Medina y Yiyo. Siguió haciendo historia en los meses sucesivos, llegando a debutar con picadores en Palma de Mallorca el 25 de mayo de 1975. Pero tanto esfuerzo quedó truncado por un cúmulo de lesiones graves que le hicieron tener que abandonar demasiado pronto su carrera, aunque sin desligarse nunca del mundo sel toro, su mundo y al que tanto llegó a dignificar con su lucha. Se dedicó al apoderamiento de toreros como Luis Rubias, El Nico o Conchi Ríos, e incluso llegó a ser representante de las ganderías de Aguadulce y María Palma. Murió el 2 de marzo de 2017.

La mala suerte quiso que Ángela apenas pudiera saborear sus propios frutos, aunque bien podría decirse que ella fue en gran parte la precursora de todo lo que vino después: Maribel Atiénzar, Mary Fortes, Cristina Sánchez, Mari Paz Vega, Raquel Sánchez, Ana Infante, Sandra Moscoso, Conchi Ríos, Rocío Romero y tantísima otras que lucharon en algún momento por abrirse camino en un mundo tan complicado, y otras muchas que en estos momentos se encuentran batalla por cumplir su sueño de ser toreras. Se me viene en estos momentos a la cabeza  también el nombre de Marta Reíllo, una novillera sin picadores a quien se le ha visto en los últimos días con su muleta salir a los toros de capea en el Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo.

Ángela, en definitiva, luchó. Y ganó. En una época difícil de verdad dada la coyuntura política y social del momento. Seguramente muchas de las que hoy integran el movimiento feminista no tendrían reparo alguno en llamarla asesina y maltratadora de animales si escucharan su historia. La ignorancia es muy atrevida, y la mala baba causa ese tipo de estragos. No importa. Ángela consiguió mucho y, seguramente sin darse cuenta en su momento, también fue un ejemplo para todos.

Gracias maestra.

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