viernes, 29 de septiembre de 2017

FERIA DE OTOÑO: CUVILLOS PARA TOREAR

Don Álvaro Núñez Benjumea, criador por excelencia de lo que se viene llamando toro más bravo de la historia, y a quien no se le puede pedir que eche en ningún sitio un corridón de toros con toda la barba y de impresionante trapío, ni que vayan tres veces al caballo y se empleen como un toro bravo, ni que vendan cara su piel y sus apéndices ante los de luces. Así, por ejemplo y sin ir más lejos, a uno se le ocurre la corrida lidiada en el festejo correspondiente de la feria de Otoño celebrado esta tarde en Las Ventas, que ha sido un lote de seis toritos mal presentados por chicos y anovillados que, sin un ápice de casta ni de poder, sí han sido una delicia para expresarse y disfrutar, como se dice hoy en día. Pero a un altísimo precio que los aficionados exigentes no pasan por alto: el de no ser ni tan siquiera rozados por la puya.

Ofreció posibilidades de triunfo la corrida de Núñez del Cuvillo, y ante ellos por poco lo hace en esta tarde Paco Ureña, un buen torero a quien hay muchas ganas de ver saliendo en hombros de esta plaza. Demasiadas quizás. Cortó una oreja al inválido y boyante tercero tras una faena muy de menos a más. Empezó la faena Ureña con series de muletazos muy suaves y llevando al toro a media altura y sin someterlo por abajo a fin de que el animal no se fuera a pique, para ir subiendo poco a poco el tono de la faena y acabar dando algunos muletazos sueltos por ambos pitones que derrocharon ese estilo tan de verdad del que hace gala Ureña, y que en verdad suele dejar con las vergüenzas al aire a los que dicen eso de que se torea mejor que nunca. Detalles de buen toreo, en especial unos ayudados por alto muy elegantes para cerrar al toro y siendo rematados con un pase de la firma cadencioso y con muy buen estilo. Pero al asunto le faltó, sobre todo, Toro. Y también ser rematada la faena de una estocada mucho más decorosa que la estocada caída que al final quedó para la posterioridad, cosa que hizo que se escucharan protestas una vez ser concedida la oreja.
Con la puerta grande entreabierta, salió Ureña con todo a estoquear al quinto, pero no terminó de acoplarse a las embestidas este animal. Después de ser, literalmente, nada picado, el toro se vino arriba y necesitó de una faena de poder y sometimiento que nunca llegó. Trallazos, enganchones, tirones hacia fuera y, ante todo, falta de mano y de mando por parte de un Paco Ureña que estuvo firme y dispuesto a hacer el buen toreo que sabe hacer, pero totalmente desacertado. Desacertado fue también el uso de la espada, y como tuvo a gran parte de la gente muy de su parte, perdió el segundo despojo que le posibilitaría un triunfo que se hubiera antojado muy pequeño, dada la verdadera dimensión que este torero lleva dentro.

Sebastián Castella y Luis David Adame no consiguieron entendérselas ninguno de los dos con la corrida de Cuvillo. El primero dispuso de un segundo toro pastueño que iba y venía sin hacer un mal gesto, y de un cuarto  que también acusó el nulo castigo al que se le sometió en varas, siendo por ende un toro con complicaciones al que había que someter muy por abajo y acertar a llevarlo con temple. Y Castella, simple y llanamente, ni con uno ni con otro.

No digamos del confirmarme de alternativa Luis David Adame, de la inefable saga de toreros mexicanos con el mismo nombre, y que apunta a ser uno de esos pegapases del montón la mar de excelso. Suyo fue el lote más claro de toda la tarde, dos animalicos para ser toreados a placer y salir de Madrid ¡¡de Madrid, nada menos!!, en la tarde de su confirmación ¡¡la tarde de su confirmación, casi nada!!, con un triunfo gordísimo que le hubiera hecho un apaño bastante guapo de temporada 2018. Pero en cambio, se queda Luis David con la cosa de que se le fueron sin torear dos bombones tras dos faenas, calcada una de la otra, de trapazos fuera de sitio mientras los animalitos, sin maldad alguna, se le comían. Vamos, lo que se viene llamando torear como nunca se ha toreado, hablando de forma concisa. Pues nada, Habemus figura.

Gran ovación se llevó ese buen peón de brega que es Miguel Martín tras dos soberbios pares de banderillas.




FERIA DE OTOÑO: CORRIDA DE FUENTE YMBRO CON CIERTO INTERÉS

No ha sido uno de esos corridones de toros de los que uno sale deslumbrado por la casta, el poder, las buenas peleas en el caballo y la belleza de los toros, pero tampoco han sido moco de pavo los seis ejemplares lidiados en la cuarta de Otoño con el hierro de Fuente Ymbro. Seis toros de desiguales hechuras los del señor Gallardo, con sus cosas buenas, y también con sus cosas malas, muchas, como la mansedumbre o la no necesidad de ser excesivamente picados. Pero eso, ya se sabe, en la actualidad importa un comino y a día de hoy sólo se va a la plaza a ver cómo se pegan pases al mojón de turno, por lo que se podría decir que la corrida del señor Gallardo ha aprobado.

Una pena que los toreros de hoy, y muy en especial Morenito de Aranda y Joselito Adame, no tuvieran la inspiración en su punto álgido para aprovecharse de la condición de sus oponentes. Morenito ya se sabe que es uno de esos toreros "Guadiana", que aparece y desaparece de forma intermitente. Y en esta tarde, ante el lote más complicado de la corrida, ha estado más bien desaparecido. Medroso, sin sitio, inseguro y, a fin de cuentas, sin intención alguna de querer ver al primero, un toro al cual el subalterno Andrés Revuelta mostró con algunos capotazos espléndidos que el animal gastaba una embestida larga y por abajo. Hasta que Morenito cogió la muleta y empezó a espantarle las moscas de feas maneras, lo que hizo que el animal empezara a defenderse y parecer mucho peor de lo que demostró en los primeros compases de la lidia. Se lo quitó Morenito de enmedio sin darse mucha coba. Más dispuesto pareció salir en su segundo, pero igual de espeso y demasiado precavido a la hora de citar y de ofrecer la muleta. El animal se movió rebrincado y con feo estilo, puede que acusando el escaso castigo que recibió en varas, quizás por los trapazos a los que le sometió a los dos, o seguramente por un poco de todo. Tarde para el olvido la de Jesús Martínez.

Joselito Adame es de esa clase de toreros que coleccionan despojos a montones, pero si días después se le pregunta qué recuerda de la faena a quienes le pidieron la casquería y le jalearon eso de biiiiiiieeeeeeeeeenjjjjjjjj durante sus faenas, pone cara de póker. Hoy, podía haber sumado otra a la colección si no llega a ser porque en la presidencia reinaba la seriedad. Fue en su primer toro, segundo de la tarde, que derrochó dulzura y carencia de malas ideas mientras el matador lo pasaba con la muleta a medio kilómetro de distancia, presumiblemente para que no se le manchara el elegantísimo terno que calzaba. Eso sí, poniendo unas poses muy bonitas y elegantes. Pegapases, sí, pero con musho jarte, quede reflejado en acta. Pasaportó al bicho de un bajonazo muy elegante, que no fue impedimento para que asomaran pañuelos que, sumados a las ya clásicas triquiñuelas de los mulilleros para llevarse el aguinaldo, no fueron suficientes para que se llevara una oreja de verbena. Dio una vuelta al ruedo que fue mucho más protestada que aplaudida.
Ante el quinto, animal lo suficientemente nobilísimo para disfrutar, de nuevo el destoreo lineal y despegado de Adame salió a flote, junto con el aburrimiento del personal.

El otrora componente de la terna fue Román que, aunque sólo sea por pundonor y predisposición de comerse el mundo, no dio la misma imagen caótica que sus otros dos compañeros. Pero siempre en el sino de la Tauromaquia 2.0. Siempre Román al hilo, echando al toro fuera en cada muletazo y obviando eso que tanto emociona y tanta verdad le da al toreo como lo es cargar la suerte. Oreja del tercero después de una faena que derrochó tanta actitud y garra como vulgaridad, más las ya clásicas bernadinas que hicieron saltar los uys, pero nada de los oles. Oreja a la que pudo sumarse otra del sexto si no llega a ser por su mal uso de la espada. Faena a este animal, que también tuvo lo suyo, llena de altibajos  y muy a menos, siempre en el marco de esas toscas formas modernistas, contando además con el favor del público que ante todo deseaba aupar al muchacho sobre los hombros del capitalista de turno para irse por la Puerta de Madrid.

No fueron la panacea los de Fuente Ymbro, pero sí dieron un juego más que aceptable para que se toreara en esta tarde. Aunque cada vez nos falte menos para sentenciar "¿qué es eso de torear?".

miércoles, 27 de septiembre de 2017

FERIA DE OTOÑO: DE VUELTA A LA REALIDAD

Después de los festejos de días anteriores donde la presencia del Toro, con su casta, su poder, sus dificultades y sobre todo su gallarda y arrogante presencia sobre el ruedo, en la novillada correspondiente a la Feria de Otoño ha tocado darse de bruces con la realidad que impera en la Fiesta de los toros actual, véase el medio toro bobo, flojo y aborregado. Adiós pues a la casta, a la emoción, a la importancia de la suerte de varas y, con ello, el buen hacer de algunos piqueros; adiós también a las lidias poderosas de unos subalternos. En definitiva, adiós a la Fiesta de verdad. Digámosle "adiós, ha sido un placer" a todo aquello, que han vuelto los pobrecitos animales con la misma casta y fortaleza que un animalista intelecto. Otra vez pobres animales revolcándose por el suelo como croquetas, otra vez la suerte de varas un mero simulacro, otra vez las lidias de alivio y cuidados patológicos con intención de cuidar. Sí, bienvenidos sean de nuevo el tedio y los aficionados que piden la hora deseosos de largarse de semejante espectáculo.

Así ha sido la infame novillada de El Ventorrillo que se ha lidiado en el festejo correspondiente a la Feria de Otoño madrileña, y sobre la que está todo dicho. Un asco de encierro, decían muchos a la salida de la plaza, echando mucho en falta lo de días precedentes en los que el Toro de verdad sí estuvo presente. Y es que, aunque sea repetirse, SIN TORO NADA TIENE IMPORTANCIA.

Tal lote de seis adefesios fue despachado a estoque por tres de lo que se llama "nuevos valores del toreo", y que la verdad si estos son quienes en un futuro no muy lejano serán el pilar fundamental del toreo, un servidor se pira de aquí a explorar el centro de la Tierra. Ellos, Jesus Enrique Colombo, Leo Valadez y Carlos Ochoa han hecho gala durante toda la tarde de una vulgaridad y un pegapasismo que los deja como discípulos muy adelantados de esos que andan por ahí con las paparruchas de que se torea mejor que nunca y tal. Y oiga, que igual se harán ricos con la gracia y se hartarán a torear por ahí y a ser famosetes (que no es poco, no es poco...), pero, a fin de cuentas, uno se deja sus cuartos en esto para ver TOREAR de verdad y ver lidiarse un TORO de verdad, no para que otros se hinchen a ganar millonadas a costa de la dichosa gracia.

Colombo, con su alternativa en Zaragoza vislumbrándose en el horizonte, ha vuelto a dar una imagen de torero bullidor y pudoroso, aseado y desangelado en sus muchas intervenciones capoteras, espectacular y muy aliviado con las banderillas, además de versionar dos formas distintas con la muleta: la de novillero sobrado y frío ante la babosa primera, y la de incapaz pegapases ante el complicado cuarto, animal con cierta exigencia que acudía pronto a los cites y embestía humillado y con recorrido. No se acopló con él el chaval, que se atascó en una faena larga y tan rebosante de trallazos como de falta de poder. Lo mejor de sí, que es su buen uso de la espada, tampoco terminó de asomar en esta tarde, con una estocada de buena ejecución al primero pero cayendo trasera, y otra al cuarto perdiendo el engaño.

Leo Valadez, que también tiene su alternativa próxima en Zaragoza, un servidor le recuerda mayormente por ser aquel quien en un día no muy lejano se atrevió a cuestionar, alcachofa a dos centímetros del morro, la afición de aquellos que consideran de más orejas precedidas de bajonazos (bajonazos así casi tan infames como los dos de esta tarde, sin ir más lejos). Y mucho tememos algunos que será por lo único que le recordaremos dentro de un tiempecito. Novillero al uso por tedioso, pesado y muy vulgar ante dos novillos que no fueron ni mucho menos la panacea, pero ante los que, al menos, se podía haber estado un poquito decoroso, sobre todo con la espada. Suerte en su próxima alternativa, la necesitará.

A los dos alumnos aventajados del tema ese que hacen llamar mejor toreo de la Historia, se sumó en esta tarde un novel aspirante a entrar en la cunvre de la Tauromaquia 2.0: Carlos Ochoa, quien hizo el paseíllo montera en mano, y que mandará en esto sin ninguna duda, así como mandan The Maestros de quien seguro habrá copiado esas formas tan perfileras, fueracachistas, hacia fuera todo y lo suficientemente retorcidas y toscas como para hacer sangrar por los ojos a quienes lo contemplan. Todo eso fue su mejor carta de presentación en esta tarde, dejando claro que él admira por encima de todo a los ases de la Tauromaquia 2.0. Un novillo, el tercero, que muy poco o nada tenía dentro, y con el que estuvo ahí delante una eternidad haciendo gala de un estilo con el que el mismísimo Joselito el Gallo de Velilla, el señor don Julián como le hacen llamar sus adeptos, llegaría a llorar de emoción. Tres cuartas de lo mismo con el que cerró plaza, el cual ofreció algunas arrancadas empalagosas las cuales pasó por ambas manos a su forma, aburriéndose de él hasta el novillo, que si le hubieran enseñado a hablar también le hubiera pedido la hora.

En pocas palabras sobre la actuación de los novilleros, baste con decir que los tres acabaron con el vestido de torear tan impoluto como cuando se lo enfundaron antes de salir a la plaza, lo que dice mucho sobre lo que dieron en esta tarde los tres.
Y aunque suene a lo de siempre, pena de otros chavales con tantos argumentos, o más incluso, que los de esta tarde, y que se han quedado en casita. Ya se sabe cómo funciona esto.

Mañana, más.

lunes, 25 de septiembre de 2017

DESAFÍO JOSÉ ESCOLAR vs ANA ROMERO: TOROS 6 - TOREROS 0

"El encaste minoritario, es minoritario porque no embiste", soltó por la boca no muchas lunas atrás cierto personajillo del taurineo, empedernido fumador de puros (qué le echará a los puros, madre del amor hermoso y divino). Claro que, vistos los tres desafíos ganaderos que a lo largo de este mes de septiembre la gente de Plaza 1 ha tenido a bien de agasajarnos, podría decirse que quizás el ganaduros de turno tuvo razón aquel día. Y no soy muy de darle la razón a ciertos personajillos de este Mundo, pero las cosas claras y el chocolate oscuro. Minoritario, o mejor dicho, MARGINADOS, porque no embisten. Estamos de acuerdo. Pero le faltó sentenciar que "no embisten como la gente de la cunvre del escalafón quisiera para hacer la monserga esa suya llamada torear como nunca antes se ha toreado." De nada señor Ruiz.

En el tercer y último desafío ganadero, todo aquello se ha demostrado, aún más si cabe. Y ahí está el resultado: 6 puntazos para los de cuatro patas, y un cerapio la mar de hermoso para los tres señores del chispeante bordado en oro, discípulos adelantados de eso del mejor toreo de la Historia, o como quiera que lo llamen por ahí. Embestir, se puede decir que han embestido los seis, pero nada de borreguez y tontuna antibovina de esa para disfrutar una barbaridad, no señor. Porque hoy, otra vez, ha habido casta, y ya se sabe que la casta trae dificultades, problemas que solventar, peligro cuando no se hacen bien las cosas y, en definitiva, necesidad de lidiadores capacitados para dejar atrás las faenas pegapasistas tan de moda a día de hoy. No como los tres mozalbetes de hoy, que venían ya con la idea de preconcebida de torear como nunca se ha toreado. Y así, el resultado final del festejo ha sido claramente de seis a cero a favor de los toros. Lo obvio, si lo que se busca ante toros encastados es el toreo moderno consistente en faenas larguísimas, trapazos, cites en la oreja, y todas esas cosas que los borregos artistas tragan como si nada. 

Los toros, tres del señor José Escolar y otros tantos de la señora Ana Romero, apenas se han empleado con bravura y poder en varas. Tan solo en quinto, de Escolar, ha cumplido en las dos varas que ha tomado, aunque una vez puesto en suerte por tercera vez no ha querido ir. Sí se emplearon, de diversa forma los seis, en el último tercio. Abrió plaza un animal nobilísimo al cual le faltó un punto de chispa para terminar de emocionar, y ante el cual Iván Vicente estuvo un rato larguito dando muchos pases de nula calidad y menor enjudia aún. El segundo, uno de los toros de la tarde, ya en banderillas dejó entrever que iba a ser de lío. Y lo fue, vaya si lo fue. Muy noble, con casta y prontitud, así como embestida con el morro acariciando el albero, dejó a Luis Bolívar en paños menores, no siendo capaz este de templar y mandar sobre la embestida del animalito en ningún momento.
A la casta del manso tercero le vino de perlas la infame lidia a la que le sometió la cuadrilla de Alberto Aguilar. Miles de capotazos de cualquier manera, un desorden clamoroso durante la lidia y dos puyazos fortísimos en mal sitio fue en lo que consistió tal labor, llegando el toro al último tercio con más dificultades aún de lo que su casta ya ofrecía de por sí. Alberto Aguilar, descompuesto y con pocas ganas de hacer las cosas bien, basó su faena en trallazos a media altura y todo ello en los medios, cuando el animal sólo quería de tercio para dentro. Fue en esos terrenos donde el animal ofreció arrancadas en las que hizo surcos en la arena con el morro y embistió con carbón, mostrando así que fue un toro que mereció mucho más. A la hora de matar, se atascó aún más Alberto, y si no regresó el toro vivo al corral fue por la excesiva benevolencia de la presidencia. La bronca fue de órdago.
El cuarto, que hizo alarde de unas feas hechuras que en muy poco recordaban al tipo buendía, también tuvo lo suyo. Iván Vicente ante tal ejemplar ni quiso ni pudo. Mucho mejor se le dio eso de encararse con un aficionado que le reprochó su pésima colocación toda la tarde, cosa que desató algunas palmas y también unos cuantos pitos en señal de acuerdo total con la voz anónima.
El quinto fue otrora animal destacado de la tarde. Y también, el más completo, pues además de sacar casta y magníficas embestidas, fue el único que cumplió en el tercio de varas. Cumplió sin más, pero cumplió. Luis Bolívar salió más espoleado que en su anterior turno y consiguió gustarse en algunos muletazos sueltos, pero todo en la línea moderna de toreo lineal, pico y pierna retrasada. Aplaudida por momentos la faena, pero siempre muy por debajo del animal, fue rematada de estocada entera desprendida que hizo asomar los pañuelos, pero la presidencia esta vez puso las cosas en su sitio y negó lo que hubiera sido otro despojo de verbena. Dio Luis Bolívar una vuelta al ruedo por su cuenta que también le fue muy recriminada.
El de Ana Romero que cerró plaza ofreció una emnbestida suavona y noble, la cual, de igual manera, hizo sucumbir a un Alberto Aguilar que volvió a tomarse las debidas precauciones, siempre mal colocado, trallazos hacia fuera y metiendo el pico con enorme descaro. Está este torero en quien no hace mucho confiábamos plenamente como mero rellena-carteles para aquellas ganaderías que nadie quiere ver. Una pena.

Ovación unánime y merecida se llevó el picador Ismael Alcón, de la cuadrilla de Luis Bolívar, en su turno correspondiente ante el segundo de la tarde. Se le fueron dos dedos traseros los puyazos, pero esa forma de mover el caballo y hacer la suerte fue una lección para la inmensa mayoría de picadores de hoy. Todo un espectáculo. También Félix Majadas le pegó un gran puyazo al quinto e hizo la suerte con suma corrección; y Fernando Sánchez dejó un gran par de banderillas al segundo. Los demás atributos, para los de cuatro patas, que en esta tarde volvieron a ganárselos. Otra vez, aunque este tipo de encastes no embistan según las modas que imperan en la actualidad.


lunes, 18 de septiembre de 2017

DESAFÍO PALHA vs HOYO DE LA GITANA: LA EMOCIÓN DE LA BRAVURA

Sin Toro no hay nada, dicen los viejos aficionados. Y tienen mucha razón, porque el Toro es fuente y sustento de la emoción, y sin emoción ¿que sería de esto? Cada toro es un mundo, y eso le imprime más interés a esto de la Tautomaquia (excepto aquellos ideados para lo del se torea mejor que nunca, o como se llame la parafernalia esa, que esos están todos cortados por el mismo patrón de borreguez).

Pero pongamos que se habla de un toro cualquiera marcado a fuego con un hierro cualquiera, lidiado una tarde cualquiera en una tarde cualquiera. Un toro cuya alzada acojona, con perdón, a todo aquel que lo admira desde el tendido, y más aún al que se pone delante; y cuyo nombre recuerda a una reata clásica de una de las ganaderías más bravas de la actualidad. De este toro se diría que entró tres veces al caballo, bien puesto en suerte y de forma variada por su matador, y que su pelea en las tres varas que tomó fue, sencillamente, de bravo, llegando incluso a derribar el piquero en el primer encuentro y encelándose ferozmente con el jaco una vez derribado. No quedó atrás su pelea en el último tercio, pues el animal acudía a cada cite con prontitud, humillando y repitiendo en cada tanda con gran nobleza y no menos casta, la casta de un toro que fue bravo. El toro cualquiera que fue bravo se llamó Asustado, herrado con el número 656 en el costillar y el hierro de Palha en el anca, y fue lidiado por Noé Gómez del Pilar en la tarde de ayer domingo en el transcurso del desafío ganadero entre la mencionada ganadería y Hoyo de la Gitana. Bien estuvo el matador y la cuadrilla durante toda la lidia de este tercero. Bien el picador "Patilla" montando a caballo y haciendo la suerte con corrección y vistosidad, aunque yéndosele los puyazos un tanto traseros. Sublime el peón Iván Aguilera con el capote. Y, por supuesto, enorme el quehacer lidiador del matador, siempre preocupado de direccionar adecuadamente la lidia, de colocar al toro en suerte y de estar bien colocado en la plaza, de darle al toro sus pausas entre serie y serie de muletazos, y de darle sitio. No terminó, sin embargo, de acoplarse a las buenas embestidas del toro una vez tuvo la franela en la mano. Templado, despacioso y haciendo buen uso de las distancias y los tiempos, pero fuera de cacho y descargando la suerte siempre, sólo fue capaz de dar dos naturales sueltos de muy buen trazo que, si se hubieran convertido en unos cuantos más, ahora mismo se estaría hablando de algo muchísimo más gordo. Mató bien al toro y le fue pedida la oreja, la cual, de haber sido concedida, no hubiera estado para nada de más.

Del resto de la corrida pocas cosas de gran interés sí podrían reseñarse. Los otros dos toros de Palha, primero y quinto, fueron dos toros que mansearon lo suyo y que dieron un juego dispar en la muleta. El primero, no muy sobrado de fuerzas, se movió con poca gracia y la cara a media altura, y al cual Rubén Pinar le pegó pases con la misma poca gracia que la que derrochaba el toro. El quinto, tan bien presentado como sus dos hermanos, tuvo muy buen son en los primeros compases de la faena, hasta que Javier Cortés, más preocupado toda la tarde del encimismo que de torear bien, acortó las distancias exageradamente y lo ahogó.

Por su parte, los tres de Hoyo de la Gitana no salieron ni muchísimo menos como se esperaba. Al menos, a ojos de un servidor. Mucha romana y hechuras que recordaban más bien poco al tipo de los míticos toros del gran Graciliano Pérez-Tabernero, sangre a juzgar por lo que dicen los libros mayoritaria en esta ganadería, su juego no dio ni mucho menos la talla. El segundo, que fue picado de forma más que censurable por el picador Pedro Muñoz (uno de tantos a los que les regalan el carnet de picador en las tapas de los yogures de Danone) cumplió sin más en el caballo, y al cual nos hubiera encantado ver por tercera vez entrar al peto, pero no hubo tal amabilidad. Javier Cortés, encimista y sin dar sitio al toro, lo que cabreó a parte del personal, pues a muchos dio la impresión de que tal cosa tapó la condición del animal.
El cuarto también cumplió en los dos encuentros con el caballo, arrancándose incluso con alegría desde lejos en la segunda vara y empujando con brío, y de nuevo, se nos privó de una tercera vara sin entender muy bien por qué. Muy poco fondo, reservon y brusco, Pinar no se dio demasiada coba ante tal ejemplar.
Cerró plaza un animal al que ya le costó un mundo acudir al caballo en el segundo encuentro, y aun así se intentó llevarlo por tercera vez, desistiéndose de ello al ver qué el toro no quería caballo. Enorme de nuevo el picador, José Francisco Agudo montando a caballo y haciendo la suerte. Noble fue y poca casta sacó, estando ante él Gómez del Pilar muy fuera de sitio y con mucha desgana por hacer el toreo de verdad.

Se llevó el segundo desafío de ganaderías el hierro del señor Folque gracias a ese gran Asustado, pero también gracias a Gómez del Pilar, su banderillero y su picador, que hicieron posible que el verdadero potencial del toro reluciera en el ruedo.
Por su parte, Rubén Pinar pasó de puntillas en esta tarde; mientras que Javier Cortés, aquel chavalín rubito que deslumbró como novillero, demostró seis años después de su última comparecencia en esta plaza que es un torero que tiene dentro un gran concepto y puede mandar en esto convenciendo al aficionado más exigente, pero solo si se preocupa más de dar a cada toro las distancias que requieren que de subirse encima de estos.





domingo, 10 de septiembre de 2017

DESAFÍO SALTILLO-JUAN LUIS FRAILE: VENCIÓ EL INTERÉS

Ni el hierro de Saltillo, ni el de Juan Luis Fraile. Quien verdaderamente se llevó el gato al agua en este primer desafío ganadero fue el interés. Sí, el interés. El interés que trae de la mano la sola presencia del Toro en el ruedo, entendiéndose por Toro ese conglomerado de trapío, dureza de patas, poder y fiereza. En una sola palabra, CASTA, la que tan poquito vemos, por obra y gracia de esa paja mental hecha por los taurinos del siglo XXI y a la cual llaman mejor toreo de la Historia, el cual necesita del medio borrego bobo, diminuto y desmochado para ser llevado a cabo. Gracias a los cielos, aún quedan ganaderos en la actualidad que no se dejan llevar por las parafernalia modernas que tanto daño hacen a esta bendición que es la Tauromaquia, y creen en la casta. Y dos de esos ganaderos son precisamente los dos señores que han lidiado hoy seis toros, tres y tres, en Madrid, en esa otra bendición que es la Plaza de Toros de Las Ventas: Don Joaquín Moreno Silva y los señores herederos de don Juan Luis Fraile, Juan Luis y Carolina. Sus toros, con sus cosas buenas y también, faltaría más, sus defectos, han dado esta tarde interés y, por ende, han hecho del aburrimiento, tan presente otros días, en un mero ausente. Así sí se defiende esto.

Tres de Saltillo, primero, tercero y quinto, de desigual presentación, siendo el primero un animal de pavorosa fachada, y tercero y quinto con menos caja y remate, pero también aceptables. El primero, que en el recibo capotero de Octavio Chacón se permitió el lujo de hacer el avión en varias ocasiones, huyó del caballo como buen manso que fue las tres veces que se le colocó en suerte. El animal tuvo alegría y afán de embestir durante toda la lidia, pero los de luces no terminaron de estar acertados ahí delante. Jarocho, quien se ocupó de la brega, nunca lo llevó por abajo y eso provocaron tornillazos y embestidas a la defensiva. Ya en el último tercio, se vio claramente que el animal pedía las tablas, pero Chacón se empeñó en plantear la faena en los medios, donde siempre lo llevó a media altura con trapazos sin ponerse en el sitio en ninguno de ellos. ¿Y si hubiera sido todo en tablas y llevando al animal sometido por abajo? Nos quedaremos con esa duda por los restos.
El tercero desconcertó a media humanidad durante el primer tercio: cuatro picotazos, repartidos malamente por la paletilla, la mitad del lomo y el número en un pésimo quehacer de ambos picadores (a quien guardaba puerta le fue a parar el animal en el cuarto puyazo), de los que salió cantando la gallina y coceando en todos y cada uno de ellos . Pero ¡ay!, cuando se le puso por quinta vez en suerte... Pelea de bravo en esta ocasión, empujando abajo como un avión despegando y con el rabo mirando al cielo. ¿Qué explicación cabe ante algo así? La única que a un servidor se le ocurre, es que la colocación de la puya quizás pueda tener que ver en algunas ocasiones con el comportamiento del toro en el caballo. Cuatro picotazos en mal sitio, el toro sale despavorido, mientras que en la quinta entrada, con el palo colocado en todo lo alto, pelea de bravo. Se admite debate.
Gran toro fue este en el último tercio, noble y con mucha casta y, por lo cual, para romperse a torear en una veintena de muletazos y darse poca coba más. Así lo entendió José Carlos Venegas, que empezó doblándose con torería y sobriedad, para luego dar dos series con la diestra templadas y tirando del animal, pero despegado, perfilero y descargando la suerte con descaro, siendo muy jaleado por ello. Con la zocata no terminó de acoplarse el torero, y cuando quiso volver a la diestra, ya no quedaba toro. Estocada atravesada y orejita para José Carlos Venegas.
El quinto empujó en el caballo con un sólo pitón en el primer encuentro, peleando mejor en la segunda vara. Fue colocado en los medios para recibir un tercer puyazo, pero la Presidencia se apresuró a sacar el pañuelo demasiado rápido y nos quedamos con las ganas de verlo. Toro también de escándalo en la muleta, para hartarse a torear y salir en esta tarde de figura del toreo pero Pérez Mota, simple y llanamente, muy mal.

Por su parte, los descendientes de aquellos a los que un día llamaron los "miuras de Salamanca" (qué piropazo), lucieron presencia de toros antiguos, casi parecía que habían sido sacados de aquellas estampas de La Lidia. Largos, con buenas defensas y finos, sin exageraciones pero tampoco luciendo como raspas, a un servidor se le hicieron los ojos chiribitas presenciando aquellas hechuras que recordaban, efectivamente, a sus remotos antepasados. No fue tampoco tontería lo que llevaban dentro los de Juan Luis Fraile, no. El segundo fue picado de forma muy pésima por Francisco Vallejo, quien se llevó una tremenda bronca, en tres encuentros en los que el animal no terminó de pelear como un bravo. Fue pronto y noble en la muleta, un toro apto para una mano poderosa que tirara de él y le pusiera esa pizquita más de chispa que le faltaba. Pérez Mota bien, gracias.
El cuarto fue el toro que mejor y más completa pelea en varas hizo de toda la corrida, recibiendo un buen puyazo de Juan Melgar, el segundo, pero siendo la primera caída. Muy por dejabo de nuevo Octavio Chacón ante tan importante toro, encastado y noble, y al que no llegó nunca por abajo y templado.
Por último, el sexto recibió dos fuertes marronazos en la paletilla, y acabó, como no podía ser de otra manera, lisiadico perdido a causa de tan pésimo tercio de picas, pero la casta del animal pudo más y llegó al último tercio ofreciendo opciones a un Venegas que lo trapaceó de fea forma, sin llegar a someterlo ni poder con él.

Sobre los toreros está prácticamente todo dicho: de Octavio Chacón se pueden hacer dos lecturas: la del director de lidia siempre atento a los quites, a estar siempre bien colocado, a tener afán de poner en suerte a los toros, y todas esas cosas tan necesarias y a la vez, desgraciadamente, perdidas hoy en día; y la del torero vulgar a quien a quien se le fueron dos importantes animales sin torear.
Pérez Mota, de nuevo, bien, gracias. Así a lo tonto, ¿cuántos toros se le han ido en Madrid a este pobre hombre? Yo ya perdí la cuenta. Mal, mal, mal...
Y sobre Venegas, que despojos aparte, tampoco pudo con sus oponentes.
La ovación unánime de la tarde fue, una vez más, para el gran Ángel Otero por sus pares de banderillas al segundo. Nunca defrauda.

domingo, 3 de septiembre de 2017

DOMINGO VENTEÑO: SANTACOLOMAS MUY DESCAFEINADOS

¿Qué contar sobre un festejo en el que la falta de casta y de buenas maneras por parte de los de luces fueron la nota predominante? Quizás, que todo se puede resumir en una palabra que se presume ideal para tal situación: aburrimiento. Mucho aburrimiento a causa de seis novillos de San Martín cuya sangre santacolomeña aparecerá solamente en lo que pone en los libros de los ganaderos, visto lo visto. Así, novillos que no se emplearon en el jaco, sosos y descastados, algunos con esa nobleza lo suficientemente empalagosa como para esa parafernalia tan de moda como lo es disfrutar una barbaridad.

Ante tales adefesios se las vieron Diego Fernández (con una novillada en su haber la temporada pasada), Abel Robles (quien se presentaba en esta plaza y venía con la nada despreciable cifra de ¡¡dos!! actuaciones en 2016), y Diego Carretero. Tres novilleros tres que hicieron más bien poco para que se esfumara el dichoso aburriento, ovaciones y peticiones a orejas por parte del paisanaje acérrimo aparte. Diego Fernández sacó algunos naturales muy pintureros al que abrió plaza que llegaron poco a los tendidos, dada la sosa y floja condición del tetrapléjico bicho. El cuarto fue uno de esos hechos para disfrutar, y seguramente el chaval disfrutaría ante el animal dando pases despegadísimos, hacia fuera y, eso sí, templados. Birrioso fue el uso de la espada.

Abel Robles, ante dos animalitos también para eso de disfrutar, mal. Verde, muy verde, cosa que no es de extrañar dado el nulo rodaje del que dispone. Pero bien es verdad que se puede estar verde de dos maneras: una, dejando entrever un estilo elegante y de toreo clásico; y otro, dejando entrever un estilo 2.0 de pico, trallazos hacia fuera, cites en la oreja y piernecita bien escondidita.  En el caso que ocupa, podría decirse que más bien fue de lo segundo. 

Diego Carretero se las vio en tercer lugar con un buey de carreta ante el cual estuvo mucho rato y sacó muy pocas cosas en claro. El sexto, una babosilla que embestía andando y sin hacer extraños, le sirvió para acompañar con el trapo, se presupone que también con la cosa del disfrute y el a gusto, esa embestida tan dulce como carente de emoción. Nada nuevo bajo el sol. 

Ni novillos, ni novilleros, ni un par de banderillas, ni un capotazo, ni una vara, ni nada. Eso sí, feísimo el gesto hacia la afición del picador Carlos Écija tras (mal) picar al quinto, tras serle recriminada su lamentable actuación consistente en dos varas caídas. Después de esto, la reflexión que se le queda a uno es que si tuvieran el mismo garbo para hacer las cosas bien que para ponerse gallitos con el que paga, la palabra aburrimiento apenas existiría en los toros. Un asco.