domingo, 2 de octubre de 2016

CUARTA Y ÚLTIMA DE OTOÑO: FALTÓ CASTA

Los cárdenos de Adolfo Martín vinieron a echar el cierre de la Feria de Otoño, la última de Taurodelta (tengo la siniestra impresión de que los acabaremos echando de menos), con una corrida de toros que empezó fuerte con un primero de bandera, al que siguieron tres bueyes completamente inválidos, un quinto también con mucho que torear, y un sexto complicado, de esos a los coloquialmente los llaman de "teclas que tocar". Faltó casta y poder en los albaserradas de Adolfo, quien por mucho que haya echado algún que otro toro interesante y alguno otro con posibilidades, ni muchísimo menos salva los muebles.
Lo que no hubo en la tarde de hoy, para variar, fueron toreros. Y eso que el cartel era interesante y tenía muchos alicientes. Por ejemplo el primer espada, Rafaelillo, siempre esperado, y que se ha dejado ir a un primero de categoría, toda una máquina de embestir. Recibió una primera vara en buen sitio muy fuerte de Juan José Esquivel en la que empujó mientras le tapaban la salida, y en la segunda fue puesto de largo y se arrancó pronto y galopando, aunque ya debajo del peto se dejó pegar y no llegó a emplearse. Sí se empleó, con mucha nobleza además y hasta sacando cierta casta, en la muleta de Rafaelillo, que no acertó en ningún momento a poderle sacar ni siquiera una triste tanda mandona. Muy encima del animal Rafaelillo en todo momento, sin templar ni acertar a bajar la mano ni a llevar al toro sometido, y dejando la ventana abierta, provocando así muchos achuchones que le pusieron en apuros. Y el animal muy por encima de un Rafaelillo que sucumbió de forma estrepitosa.
El cuarto fue uno más de esos a los que hay que cuidar en varas, y de un comportamiento estrictamente ovejuno y descastado. Rafaelillo estuvo mucho tiempo delante sin sacar absolutamente nada que no fueran trallazos fuera de cacho, volviendo a ponerle en apuros el toro al torero. Remató a este toro Rafaelillo de una gran estocada que tumbó al animal patas arriba, lo mejor sin duda de su actuación y prácticamente de la tarde de hoy.

Luego, vino El Cid. ¿A qué? A varias cosas. Por ejemplo, a hacernos escuchar a sus últimos partidarios decir "hoy tengo una corazonada", "no pierdo la esperanza en que hoy...", "hoy va a resucitar, lo tengo claro". ¿Y así cuánto tiempo llevamos?
Pues aunque por mucho que le aplaudieran y por mucha predisposición que derrochó en sus dos turnos, este servidor, miembro del talibanato más rancio, no vio el menor atisbo de una tarde cunvre. Se le fue un toro, el quinto, que regaló veinte embestidas categóricas y que fueron desaprovechada por un Manuel Jesús Cid encimista, burdo, pegapases y ventajista que desaprovechó esas veinte embestidas con un destoreo basado en el pico de la muleta y en los latigazos hacia fuera. Y poco más que comentar, porque el segundo de la tarde fue otro inválido amoruchado al que se le tenía que llevar a media altura, sin obligarlo, y lo más suavemente posible para que no se fuera al garete. ¡¡Qué emoción, oigan!!

Y cerró terna y feria, la última de Taurodelta (una siniestra voz interior me dice que los echaremos de menos), Morenito de Aranda, que vino vestido de un terno burdeos y azabache que era una maravilla contemplarlo. Y ya, eso fue lo único que hizo en la tarde de hoy, venir vestido que daba gusto. Otra cosa, por desgracia, no. El tercero también sufría de tetraplejía y no se le podía hacer el toreo mandón que hace Morenito, por lo que la faena, no demasiado larga gracias al Cielo, se basó en citar al hilo y mover la muleta al ritmo que iba marcando el pobre bicho.
El sexto fue un toro rajado al que cuando se le llamaba, iba al punto. Y si se le dejaba la muleta puesta, repetía. Y si se le daba el tirón hacia fuera, como así hizo Morenito en todo momento, se daba a la fuga buscando el abrigo de las tablas. Y si se le bajaba la mano, el toro hacía lo propio con el hocico, y si no, pues el animal también se aburría y se iba de allí. No está hecho Morenito de Aranda para sudar la hora gorda ante toros que ofrecen complicaciones, a fin de cuentas.

Adolfo tuvo un par de toros para torear y otro más para sacarle partido, pero se echó de menos mucha más casta. Y por supuesto, toreros que tuvieran  día bueno para cumplir con las posibilidades que tuvieron delante.
En fin, que sólo nos queda decir, como buen rezaba la pancarta del viernes en el tendido 7...........

Bye bye Taurodelta.
Simón, prepárate, seremos exigentes.

TERCERA DE OTOÑO: EMOCIÓN EMANADA DE LOS DEL PTO. DE SAN LORENZO

Ay, si los toros hablasen, y pudieran contarnos sus inquietudes, sus opiniones sobre cómo estuvo el coleta de turno frente a ellos, cómo les trataron los de luces y qué intentaron dar de sí en sus respectivos turnos de lidia. No puedo dejar de imaginarme a los seis pavos de ayer del Puerto de San Lorenzo hablando sobre cómo les trataron sus respectivos lidiadores, ¿qué hubieran dicho?
Estoy seguro de que halagos, desde luego, no. Estaría bien; así, quizás, podrían ratificar las palabras de los aficionados que hoy estamos siendo tratados como si tuviéramos la lepra, sólo porque ayer vimos muy por encima de los lidiadores a semejante corridón, mansa como ella sola sí, pero encastada y con mucho, muchísimo que torear. Y claro está, dura y con un peligro sordo cuando no se les hacían las cosas bien. Justamemte lo que no gusta a los mandones de la Tauromaquia 2.0. No, no fueron los de ayer los típicos borregos de los que tanto gustan hoy en día para estar cunvre ni hacer ese mejor toreo de la historia consistente en dar doscientos mil pases por delante, por detrás, por arriba y por abajo, haciendo el pino puente si es necesario, sin que el animalito se inmute y permita todas las perrerías que se le hace. No, nada de eso. Los atanasios de ayer iban al bulto cuando se les dejaba la ventana abierta, se ensañaban con los hombres cuando los tenían a merced, los hacían hilo e intentaban por todos medios darles caza, si se les llevaba a media altura soltaban tornillazos y protestaban una barbaridad, pero si se les bajaba la mano metían la cara de maravilla; pronto se revolvían queriendo coger las telas, echando humo como una locomotora antigua... Lo que, en una palabra, viene a estar resumido como CASTA. Justamente lo que tanta falta le hace hoy en día a la Fiesta. Casta, emoción, toros con ese poder y que transmitan el peligro, que dejen claro de una vez por todas que los toros son animales fieros y no meros colaboradores. Y a ser posible y si no es mucho pedir, toreros que los sometan y puedan con ellos, pero ah amigo, eso es más complicado, entre otras cosas porque a los toreros de hoy (y a sus lacayos de la prensa y palmeros) les va justamente lo contrario. Y así de bien nos va.

En mano a mano, se las vieron y desearon con los del Puerto de San Lorenzo Curro Díaz y José Garrido, que se creyeron quizás que los del Puerto de San Lorenzo iban a colaborar con ellos para crear jarte y estar a gusto, pero creo que su gozo en un pozo. Y un jamón para ellos. Ayer había que sudar ahí delante, que para eso había toros de verdad y no regalaban ni las buenas tardes. Y sudaron, vaya si sudaron. Hasta sangre sudaron. 

Abrió plaza Montesino I, número 81, que ya salió frenándose y metiéndosele por dentro a Curro Díaz. Lo dejaron al caballo de cualquier forma y recibió dos puyazos traseros, el primero dándole fuerte y tapando la salida, y el segundo midiendo el castigo; y en banderillas, el animal esperaba y acortaba mucho terreno. Curro, lejos de llevarlo por abajo y enseñarlo a embestir, comenzó la faena con banderazos por las nubes, rematados por uno ya de mano baja muy bueno y en el que el toro, curiosamente, descolgó. Hizo bien Curro en darle distancia, el animal se venía galopando y repetía. Franela a media altura, el animal protestaba y achuchaba al matador, que estuvo fuera de cacho en todo momento y no consiguió darle ni uno verdaderamente mandón. Con una lidia así, el toro pareció mucho peor de lo que en realidad fue. Para culminar la "obra", sartenazo horrible que degoya al pobre animal y deja el ruedo plagado de regueros y charcos de sangre. Esperpéntico espectáculo.

En segundo lugar salió Joyito, número 140, al que Garrido se saca a los medios sin mucha convicción y, cuando más o menos lo tiene metido en el capote, llegan los peones con sus feas costumbres y se lo llevan al burladero del 10, desde donde el toro, al vislumbrar en la lejanía la montura, se va directo a ella como alma que lleva al diablo y sin que ninguno de luces consiga echarle el alto. Nada más sentir la puya, el toro salió de najas y fue directo al caballo que guardaba puerta, donde recibe un picotazo antes de volver a irse suelto. Un descontrol de muy señor mío había en el ruedo, más parecía una capea de pueblo que una corrida de toros en la que se suponía hace no mucho Primera Plaza del Mundo; hasta que al final se llevan al toro a la contraquerencia para recibir un puyazo midiendo mucho. Se cambió el tercio con el toro prácticamente sin picar, y Javier Valdeoro dejó un par de banderillas de antología. El animal iba a su aire, sin fijar ni parar por una cuadrilla que todavía no había culminado su esperpento, y Garrido, que ya lo tenía todo programado antes siquiera de vestirse de torero, empezó la faena por estatuarios. Fue este Joyito un animal dotado de nobleza y cierto tranco con el que Garrido lo único que demostró fue ventajismo 2.0, porque de las excelsas cualidades que sus seguidores y los pagafantas de la prensa le atribuyen, desde luego, este humilde miembro del talibanato más rancio en integrista no se percató. Pico, cites al hilo, trallazos hacia fuera... Y el animalito, después de tanto pegapasismo, aburrido y exasperado.

Langosto, número 132, fue el tercero, y lo cierto es que el animal tenía una fachada que quitaba el tipo al más bravucón de los hombres. Sin ser fijado por el matador, se va al caballo que guarda la puerta y el tercero lo corta, pero el toro se encela con este y le hace hilo durante unos angustiosos instantes sin que ninguno de los diez restantes hombres de luces que hay en el ruedo fuera capaz de estar al quite, haciéndole tomar el olivo y librarse por poco. Allí mismo, en el 4, tomó el toro un picotazo, saliendo de najas, y una vez puesto en el 7 le dan un puyazo en honor a todos aquellos animalitos que no necesitan ni que les acaricie el palo. Otro puyazo en regla más toma el toro, el cual embiste en el capote de brega con cojones y por abajo. Curro empezó la faena doblándose aunque apenas conseguió meter al aninal en el engaño. Volvió a darle distancia a este toro, que se arrancaba como un tren y galopaba que daba gusto. Curro Díaz, con mucha pose bonita y desde la periferia, no es capaz de llevarlo toreado, y en una de esas, al dejarle la ventana abierta, el toro se va directo a por el hombre y le dio la voltereta padre. Curro se levantó dolorido y, tras unos segundos sentado en el estribo, se repuso y volvió a la cara del toro. Deja una serie con la derecha bajando la mano y llevando al toro toreado, rematado con un trincherazo de cartel. Volvieron después los trallazos a media altura y los cites al hilo, y el toro, que de tonto no tenía un pelo, volvió a hacer por el torero y le propinó otro severo golpe, momento en el cual los demás lidiadores, que estaban a por uvas, no consiguieron quitárselo de encima, teniendo que saltar al ruedo un tío vestido de paisano a hacer lo que los que estaban de luces no consiguieron: salvar al compañero. Obrando en estado de necesidad, sería lícito perdonarle la multa al trajeado (que no era otro que el matador Sebastián Ritter), pero esa misma multa que le iba a caer a él, le tendrían que caer encima a los inútiles vestidos de luces que no cumplieron su cometido por no estar a lo que tenían que estar. Así, la próxima vez, ellos están atentos y colocados y no hace falta que ningún paisano se salte el reglamento.
Se fue a por la espada Curro Díaz y, para cuadrar al toro, dejó tres naturales imponentes, quizás de los mejores que se hayan visto en Madrid en todo este año. Con cuatro pinchazos y un golpe de verduguillo mandó al importante Langosto al desolladero, perdiendo una oreja que hubiera sido cortada a un toro de dos.

Montesino II, número 74, fue el cuarto y fue picado más bien poco. "Algabeño" dejó un gran par de banderillas dejándose ver y andando con mucha torería, y el toro quedó con un tranco emocionante en el último tercio, el cual José Garrido comienza por bajo. Molestado por el viento, se lo saca al tercio a seguir en esta tarde mostrando sus cartas de torero ventajista que cumple a rajatabla con las premisas de la Tauromaquia 2.0, de no torear cruzado, no ofrecer la muletita planchadita y llevar al toro con latigazos rematados allá en la lejanía, sin bajar la mano ni mandar. Y así toda la faena. El también importantísimo Montesino II metía la cara que daba gusto y repetía, pero Garrido erre que erre con su pegapasismo más vulgar, hasta que el toro acaba rajado y aburrido de tanta tontería, y Garrido empieza con eso de los circulares, el encimismo y las manoletinas, mientras le suenan los avisos y no le importa. El petardo que pegaron los de luces a continuación, OTRA VEZ, no tiene nombre. Garrido se tira a matar y el toro se lo lleva por delante, propinándole un fuerte golpe. Alguien por fin es capaz de llevarse al toro a la otra punta mientras el matador se repone, una vez lo cual volvió a entrar a matar, situado en el tercio entre los tendidos 7 y 8, con todos los de luces en el burladero del 9, y nadie, absolutamente NADIE, en el burladero del 6. Resultado: el matador sale rebotado y el toro le hace hilo hacia el burladero del 6. Sí, justamente donde los únicos que había en ese momento eran los areneros, quienes intentaron el quite con sus gorras; pero ningún peón con el capote preparado para salir a cortar al toro. De modo que, por negligencia de las cuadrillas, otra fea cogida y cornada en el glúteo, y el chaval a la enfermería, siendo Curro Díaz el encargado de darle fin al toro con un golpe de descabello.

Salió el quinto, herrado con el 40 y de nombre Macetero, escarbando y gazapeando molestamente cuando el matador se iba a por él. Se le arrancó y se le frenó a mitad de viaje, quitándose Curro de allí tan rápido como pudo y saliendo al paso José Manuel Montoliú, que fue capaz de meterlo en el canasto y hacerle embestir largo y humillando. Con un par el peón de brega, sí señor. Salió el toro de najas en el primer encuentro y empujó en el segundo, aunque también saliendo suelto y yéndose al caballo del 4, no siendole impedido tal cosa y donde recibió una vara medida.
El toro demostró virtudes en el capote de Montoliú durante el segundo tercio, quien lo llevó muy sujetado y por bajo. Curro se fue con el toro a los terrenos del 5, donde el primer y segundo muletazo se los tragaba, pero al tercero ya cantaba la caponata. El matador, citando al toro mostrándole las afueras y sin ningún ademán de llevárselo atrás, tampoco ayudó a corregirle ese defecto. Ni con la mano derecha ni mucho menos con la zurda, citando con la pierna retrasada y fuera de cacho. Así terminó Curro Díaz su tarde en Madrid, una tarde en la que dejó algunas cosillas sueltas pero sin ni muchísimo menos redondear, y a merced de la casta.

Tardaron en abrirle la puerta a Langostero, número 137 y encargado de cerrar plaza, dando tregua a Garrido para acabar de reponerse en la enfermería.
Salió por fin Garrido del hule para dar cuenta del toro más soso y reservón de la corrida (al cual Curro Sanlúcar asestó dos buenas varas) con su neotaurómaco estilo, alargando excesivamente la faena y dando un recital de terminología del Cossío espada en mano: pinchazo, media estocada, m etisaca... Lamentable, muy lamentable y mala la tarde de Garrido en el día de ayer.

Y emocionantísima corrida de los toros del Puerto de San Lorenzo, la cual, con más corridas así, un servidor no tendría ningún tipo de reparo en seguir viéndola anunciada dos tardes al año.
Curro Díaz, haciendo a sus toros mucho peores, dejó alguna que otra cosa buena; y José Garrido, que seguramente estaría esperando material para expresarse y sentirse, no fue capaz de meterlos mano de ninguna de las maneras.

Y los de la tele y los portales, en su condición de magníficos abrazafarolas que son, afeando la corrida y calificándola "de otro tiempo". Ay, si los toros hablasen y pudieran dar su opinión, cuántas cabezas no estarían volando en las últimas horas...