martes, 26 de abril de 2016

GOYA, EL PINTOR DE LOS TOROS POR ANTONOMASIA

Para plasmar en un lienzo el alma del toreo, era imprescindible que el genio del artista y la ciencia de un gran aficionado de unieran. 
Goya lo consiguió [para INRI de los ilustrados animatontos]


Costillares, retratado por Goya


Don Francisco de Goya y Lucientes no solo ha sido un pintor de época, sino el pintor de los toros por antonomasia. Indudablemente, ha pasado a la historia por otros merecimientos, pues fue "el pincel de cámara" de Palacio en la época de Carlos IV, y retratista oficial de la Casa Real. También es una de las paletas más costumbristas de todos los tiempos y, concretamente, del pueblo de Madrid, pues asumió un madrileñismo total en su idiosincrasia, a pesar de su alma aragonesa. Un costumbrismo que se manifiesta al retratar los juegos populares, como en La gallinita ciega y en los frescos, ahora remozados, de la ermita de San Antonio de la Florida. Goya también retrata, con precisión, los avatares de la villa y corte en los primeros años del siglo XIX, durante la "afrancesada". Ahí está la fuerza emotiva y dramática de Los fusilamientos del 3 de mayo o de La carga de los mamelucos, que han dejado inmortalizada para siempre la estancia en España del invasor napoleónico. Pero Goya es también la nota desgarrada de Los caprichos, la leyenda - verdadera o falsa - de sus amores con una dama de la más alta alcurnia y que plasmó en sus lienzos en más de una ocasión.

Pero, en un punto y aparte, Goya es la Fiesta. Si no hubiera existido el pintor de Fuendetodos, no tendría esa categoría cultural que ahora ha alcanzado. Moratín fue el primer artista que cantó el toreo a pie, en la persona de Pedro Romero y desde el plano del verso. Pero sería Goya el que dejaría para siempre la huella de los matadores como tema de sus paletas y pinceles. Como ejemplo ahí está, todavía, la estampa del famoso Martincho, de apellido vascongado y nacimiento en la baturra Ejea; ahí quedan, para siempre, en el recuerdo su negra Tauromaquia, El licenciado de Falces -a cuerpo limpio- y toda la gama de su obra al óleo, desde los Niños jugando a los toros a El Gayumbo. 
Representó tanto Goya a nuestra Fiesta, que los aficionados han colocado su efigie esculpida en piedra para siempre, y como un espectador más, en la plaza de toros de Zaragoza, presenciando sus corridas.

En el célebre El Gayumbo, Goya retrató la costumbre rural de los toros enmaromados a principios del siglo XIX


SU PINTURA AL ÓLEO

Goya ha pasado a la historia, taurinamente hablando, por su Tauromaquia. En el grabado Los toros en Burdeos volvió a representar su tema favorito, poco tiempo antes de su muerte. Pero la policromía y el colorido subyugante de sus pinceles cromáticos es tan apabullante en sus cuadros al óleo, como en el de las negruras de aquellos grabados.
Goya es, ante todo, un gran aficionado. Por eso refleja con tanto conocimiento lo que ve. Sabe de todas las suertes y facetas del toreo, y el arte de su paleta se hermana con su ciencia taurómaca. No sólo aficionado, sino gran aficionado. Por eso el francés Pierre Gassier, una gran autoridad al enjuiciar y catalogar la obra pictórica de Goya, ha escrito: "Ante la efervescencia de colores de una tarde de toros en Madrid -a las cinco de la tarde-, ¿cómo podría permanecer insensible un aficionado como Goya? A decir verdad, le hicieron falta pocas obras para decir lo esencial. Una veintena escasa dentro de su última obra...".
Así, entre estos óleos se encuentran tres, titulados La novillada (en los que, según la tradición, el majo que figura en el centro es el propio Goya que se autorretrató), Los niños jugando al toro, en una escena en que los infantes están debajo de un puente simulando la suerte de varas mientras otros observan; y el célebre El Gayumbo, claro ejemplo de la España rural -con los tradicionales toros enmaromados- y pintado sobre hojalata.
También están La suerte de banderillas -muy similar en el tema a un cartel para tapices que data de 1792-, El despejo de la plaza, labor encomendada desde tiempos inmemorables a los alguacilillos y que, simbólicamente, persiste hoy, en el mal llamado "pase de capa", pues trata de un lance por detrás, que creó Pepe-Hillo, diestro pintado por el pintor de Fuendetodos, igual que Pedro Romero o Costillares.
Toda la tragedia de la Fiesta se conforma en la Muerte de un picador, la belleza de matar recibiendo en Suerte de matar, con el piquero como observador y dos caballos muertos en el fondo del cuadro.
Y, además, merecen también destacarse el colorido realista de El arrastre, la arrogancia de El garrochista y la movilidad de Corrida en plaza partida o Corrida en un pueblo.



En Muerte de un picador, queda recogido todo el dramatismo y la tragedia de la Fiesta



SU HUELLA


La huella que dejó Goya en la Fiesta está en las corridas goyescas, que toman el nombre del hecho que los matadores salen ataviados con vestidos de torear basados en los trajes usados en la época del pintor. Con ese atuendo salían a las plazas [no siempre, ya que últimamente se ven aunténticas aberraciones de vestidos que cualquier parecido con los tiempos de Goya son mera casualidad] el célebre Pedro Romero, de quien se dijo que llegó a torear con setenta años, y también Pepe-Hillo, al que mató el toro Barbudo unos años antes de la "afrancesada".
En la corrida goyesca se ve a los toreros tocados con la monetea de la época de don Francisco. Los atavíos son poco bordados, con las taleguillas casi en forma de bombacho y con la redecilla, debajo de la prenda que cubre, para dar mayor sabor a los tiempos de Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares, pues hasta Paquiro no se crea una aproximación a la indumentaria actual.
La corrida goyesca más importante es la de Ronda, creada por Pepe Belmonte (sobrino del Pasmo de Triana), en 1954. Luego, Antonio Ordóñez le daría forma y estilo. Retirado Ordóñez en 1971, siguió interviniendo en ella mientras sus fuerzas no se lo impidieron: era su única actuación de la temporada y a Ronda perenigraban todos sus partidarios.
El Círculo de Bellas Artes de Madrid instauró este tipo de festejos en 1961, celebrándose anualmente hasta los primeros setenta, y volviéndose a instaurar esa eventualidad en los noventa para festejar cada 2 de mayo el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses.


En La novillada, Goya se visualizó lidiando con el novillo. Algo que se presume impropio de una persona que detesta la Fiesta...




@ BIBLIOGRAFÍA: José Luis Suárez-Cuales, colección La pasión por los Toroz.

viernes, 22 de abril de 2016

SALTOS: UNA MODALIDAD TAURÓMACA DE AYER Y HOY

De todas las suertes que se ejecutaban antiguamente, los saltos aún se pueden apreciar en espectáculos taurómacos. El más famoso ha sido el salto de la garrocha, inmortalizado por Francisco Goya en su Tauromaquia y ejecutado limpiamente por expertos saltadores de otros tiempos, como Juanito Apiñani. Este salto, que hemos conocido en tiempos modernos gracias a algún torero (como los subalternos Aurelio Calatayud o Raúl Ramírez), o en espectáculos de recortadores, consiste en esperar al toro con la garrocha en posición levantada hacia el toro; cuando este llega a su jurisdicción, el saltador apoya la garrocha en el suelo para que apalanque el salto, que se ejecuta de cabeza a rabo, saliendo limpiamente de la suerte.




Legendario fue Martincho, del que está demostrado su origen aragonés (concretamente Farasdués, cercano a Ejea de los Caballeros) y a veces se confunde con el que Goya inmortalizó en sus grabados, cuyo nombre era Martín Barcaiztegui. Y es que Navarra tiene una larga  tradición en las suertes de saltos delante del toro. Por ejemplo, el de la mesilla, también representado por Goya, saltando por encima del toro cuando este embiste la mesa sobre la que se encuentra el saltador. No menos arriesgada es la  suerte de saltar a cuerpo limpio delante de los pitones del toro, en una demostración impresionante de poderío físico y destreza.



El salto landés, aún presente en distintos espectáculos taurinos, mantiene viva esta tradición en festejos que se celebran en plazas de toros. Es el presente y será el futuro de este tipo de saltos que se ejecutan a cuerpo limpio, que ejecutaron toreros que serían muy importantes, como Paquiro, Cayetano Sanz y,  a modo de alarde, Joselito "El Gallo", que en tentaderos lo practicó muchas veces. Sin olvidar que Guerrita, en sus tiempos de aprendiz, también realizó esta suerte, llamada del trascuerno.



En la plaza de Madrid, en 1994, un espontáneo sorprendió por su destreza para ejecutar limpiamente un salto de cabeza a rabo sin mancharse. Resultó ser un torero cómico que reivindicaba atención a esta modalidad taurina.



Muy al uso en festejos populares y de recortadores están el salto del Ángel y el tirabuzón. Un experimentado saltador en estos festejos es Julián Gómez Carpio, de Morata de Tajuña, y que los ejecuta con enorme limpieza y espectacularidad. 







lunes, 11 de abril de 2016

BLANDENGUES Y PASTUEÑOS DE PABLO MAYORAL

Es una verdadera lástima el haber llegado a este punto, pero así es y, además, es el fiel reflejo del cómo está el mundo de los toros en los días que corren. Cuando un presidente llega a ser el protagonista de la tarde por el trabajo correcto y riguroso que ha realizado, es que hay algo que se ha hecho verdaderamente mal desde un tiempo a esta parte. Sobre todo, puestos a comparar con sus colegas de palco.
Esta tarde en la plaza Madrid todos veníamos (todos me refiero a los pocos aficionados que había) con la mosca detrás de la oreja por varios motivos: que si una novillada de origen santacolomeño, que si un novillero que el año pasado dejó muy gratas sensaciones en esta plaza, que si otro que llegó a tirarse de espontáneo en este mismo ruedo también la temporada pasada reclamando una oportunidad, que si un inquilino nuevo en el palco presidencial... Vamos, que entre el atractivo de algunas cosas y el morbo de otras, se ha ido esta tarde a la plaza con mucha expectación. Eso ya es algo.
La novillada de Pablo Mayoral, remendada con dos ejemplares de doña Mercedes Figueroa y a la postre otrora hierro de la casa, ha distado mucho de lo que siempre se espera de la sangre de Santa Coloma: pastueños, flojos, sin poner en grandes apuros ni a los de luces ni a los del peto, y exentos de fiereza. Vamos, lo que llega siendo una novillada descastada. Mención aparte merece el precioso novillo corrido en último lugar y que, amén de huír de los caballos como alma que lleva el diablo, sí hizo gala de cierta casta en el tercio de muerte y recordó más a sus antepasados del Conde. También la merece el santacolomeño sobrero de Benjamín Gómez, corrido en cuarto lugar en sustitución de un pobre inválido. Su bella estampa era de por sí un espectáculo a ojos de cualquier aficionado, y aunque tuvo una discreta pelea en el primer tercio, no fue así su comportamiento en el último tercio. No fue este un novillo que se toreara solo, pues había que darle distancia y llevarlo por abajo cuidando de no pegar trallazos no excederse de muletazos. Demasiados para alguien que en el 2015 no se vistió de luces ni una sola tarde.

En el cartel de novilleros, tres chavales que se hacen llamar Gallo de Córdoba, David de Miranda y Juan Carlos Carballo, quien hizo el paseíllo destocado.
Sobre el primero, aquel señor que en la encerrona de Fandiño se tiró de espontáneo, con cero actuaciones en su haber la temporada pasada, apenas se puede decir nada de él. Solo desearle pronta recupración de la cornada que sufrió durante la lidia del cuarto.
David de Miranda, de Trigueros, es aquel chavalín que en una novillada de abril del año pasado dejó grandes esperanzas de cara al futuro. Pues la de ayer no fue su tarde, ni muchísimo menos. La faena al segundo novillo, tuvo muchos alardes en lo accesorio. Que si el péndulo para comenzar la faena, las bernardinas para cerrarla, los arrimones... Pero en lo fundamental se vio un novillero que no se puso en el sitio ni una sola vez, muy perfilero y sufriendo un mar de enganchones. El quinto fue un novillo en línea Buendía, tan bonito como pastueño, flojito y manso. ¡¡Pero muy manso, qué descaro gastó quitándose el palo en sus dos encuentros con el jaco!! Miranda no empezó la faena muy acertadamente, pues esos banderazos por alto no le hacen bien a ningún animal de lidia. Siguió su quehacer en la misma línea que en su primer turno, los trallazos se sucedían y el animal seguía embistiendo como si nada. A medida que pasaba la faena, pareció que se centró un poquito más y demostraba tendencia a rematar los muletazos atrás y con cierto gusto, lo que hizo recordar en pequeñas dosis al debutante de aquella tarde se abril que tanto nos sorprendió hace doce meses. Aun así, faltó mucho acople, y sobre todo temple. Ojalá lo de ayer en Madrid lo tenga presente para mejorar cosas de cara al futuro.
Y cerró cartel el vitoreadísimo (por los de su pueblo, faltaría más) Juan Carlos Carballo. Para hablar de este muchacho no puedo sino empezar hablando de sus trastos talla XXXXXXL. ¡¡Qué capote y qué muleta tan descomunales!! El Faraón de Camas hubiera sacado de ahí cinco capotes, y todavía le hubiera sobrado percal para tejerse un par de mudas de invierno. ¡¡La Virgen!! Con ese capote XXXXXXL recibió con algo que se parecían a las verónicas al tercero, un novillo de bonitas hechuras pero con cara de becerro y despitorrado desde por la mañana. El público, un público con el que el del capote XXXXXXL fletó por lo menos diez o doce autobuses desde su pueblo, aplaudió y gritó OLÉ como si Cagancho hubiera resucitado, y un servidor, que cada día tiene menos idea de esto, se quedó tal cual. La faena de muleta, muleta también XXXXXXXL, basta con decir que se movió por unos derroteros muy julianescos, y encima fue rubricada con un hermoso bajonazo. No fue impedimento para que los diez o doce autobuses fletados desde tierras extremeñas se volvieran locos de atar y pidieran el despojo como si se les fuera la vida en ello. Hasta con un pañuelo en cada mano algunos. ¿Y qué hizo el señor del palco? Pues imponer la seriedad y el rigor en la plaza de Madrid, y denegar tan verbenero trofeo. ¡¡Con un par, sí señor!! Ya era hora de que un presidente diera con sus decisiones la categoría que la plaza de Madrid realmente merece. No se puede regalar despojos por nada, y mucho menos después de matar a bajonazos. Y lo más descoyante de todo es que el chaval no va y se enfada. ¡¡Se enfada porque no le dan un despojo que nunca mereció!! Por Dios, que alguien de su entorno que sea un poco serio le diga que ayer lo suyo fue la negación del toreo, que no le hagan creer que ayer estuvo bien, que sólo le pidieron la oreja los muchos paisanos a los que regaló entrada. Háganle ese favor, que seguro que lo acabará agradeciendo.
La belleza del sexto novillo fue acompañada por cierta dosis de casta y emoción en casa embestida. El único de Pablo Mayoral que de verdad hizo recodar los reductos de Santa Coloma. Manso, pero encastado. Decir en favor del chaval de la muleta XXXXXXL que tuvo la amabilidad de darle sitio al toro y oportunidad de lucir ese buen tranco que sacó, pero la faena de muleta, de nuevo, hizo gala de esas maneras zafias del toreo moderno. Un novillo de ese estilo hubiera sido para reventar Madrid con veinte muletazos. Reventó al público que fletó los diez o doce autobuses, pero a lo que es Madrid, hablando de la afición de Madrid, los que pasan por taquilla todos los domingos sin mirar tan siquiera quién torea y quién lidia, sólo sentenciaron con los típicos "muy mal", "toreas desde Manuel Becerra" o "no te lo creas". Y gracias al Cielo que el señor del palco lo volvió a tener en cuenta y denegó lo que hubiera sido otra oreja de peñas y charanga. Y yo lo vuelvo a decir: niño, no te lo creas. Espero que alguien cercano a él le lea la cartilla y le ponga los puntos sobre las íes, porque de lo contrario no irá a ninguna parte como torero.

Debutó en el palco don Jesús María Gómez Martín. Y como ven, dejó alto el listón. Tuvo un pero: no hubiera pasado nada si al inválido segundo lo hubiera devuelto al corral, pero la rapidez con la que enseñó el moquero verde en cuarto turno y la cicatería que demostró negando despojos hacen tener grandes esperanzas en que la seriedad y el rigor volverán a la plaza de Madrid de la mano de este joven y nuevo presidente. Ahora solo falta verle en tardes isidriles de glamour y gente guapa, para comprobar si de verdad esto es realidad o un simple espejismo. Y que se ponga de acuerdo con sus otros compañeros y haya unión de criterios, porque lo que tampoco puede ser es que en el día de ayer un presidente se pusiera en su sitio, y el domingo que viene venga otro y dé los despojos como quien da calcetines y calzones en el rastro.
De los hombres de luces, destacar los dos buenos puyazos que Israel de Pedro propinó al primero. Así se pica, señores.